AULAS INVESTIGADORAS |
La realidad como reto Con
un grupo capaz de regular su propia dinámica, con niños y niñas
activos y comunicativos, con una maestra autónoma que se entusiasma con
la evolución de la clase, solo nos falta encontrar motivos de
curiosidad relevantes para la investigación. La
realidad debe ser un objetivo irrenunciable de todo acto educativo, pero
mucho más en la clase de ciencias, que la convierte por definición en
objeto de estudio. Es lidiando con ella, con su tozudez, con su
complejidad indivisible, con la emoción que desprende, que
conseguiremos transferir la
fascinación que despierta. La
curiosidad que surge espontáneamente con sólo abrir los ojos y mirar
el mundo que nos rodea, debería amplificarse con potencia resonando en
las paredes del aula a partir de las ideas de miembros del grupo, del
contacto con los libros, de la búsqueda en nuevos contextos, una
envolvente que debería hacer surgir más necesidad de saber y de acudir
nuevamente a la realidad. Lamentablemente,
los libros en el aula ocupan tanto espacio que ya no cabe la realidad. Y
así, no intentamos contactar con el entorno para encontrar
explicaciones sino que nos empeñamos en que el mundo responda a la teoría
de los textos escritos. Como cuando nos sorprende y nos molesta que un
experimento, tan bonito sobre el papel, no haya “funcionado”, y
reaccionamos culpabilizando
la realidad por no responder a las expectativas. La
experimentación no debería ser un truco de magia que plantea la
maestra para deleite de sus alumnas, sino la propuesta consensuada
derivada del planteamiento de un problema y que pretende contribuir a su
esclarecimiento. Si cualquier
pequeño cambio ( el tipo de papel, una milésima de segundo de
diferencia al soltar, la temperatura ambiental... ) puede cambiar el
curso de los acontecimientos, parece una opción más razonable aprender
a partir de la realidad para buscarle explicaciones coherentes, que
pretender que ésta se adapte a las simplificaciones propuestas en los
libros. Partir
de una inquietud, un problema, una curiosidad, y buscarle una situación
experimental consensuada, es decir pensada con la participación de
todos, que nos ayude a encontrar nuevas explicaciones, con hipótesis
previas de lo que esperamos, pero sin ideas preconcebidas sobre “el
resultado” que nos lleven al fracaso sin explicación, y a no sacar
provecho alguno de la experiencia. La
situación experimental puede ser muy rica si nos animamos a buscar
explicaciones de la realidad, pero muy frustrante si lo que pretendemos
es demostrar alguna máxima inmutable.
Tradicionalmente
se asocia la clase de ciencias a actividades del estilo de clasificar,
recopilar, recordar nombres, describir después de una observación
pasiva, actividades a menudo asociadas a falta de actividad intelectual
creativa, a falta de reto cognitivo, a la repetición o la simple
asociación. A
pesar de la idea socialmente más habitual, la ciencia en la historia de
la humanidad no ha avanzado únicamente con la descripción, sino a
partir de maneras de interpretar nuevas y originales. Consecuentemente,
debemos preocuparnos por cultivar esta habilidad. Y
podemos empezar por repensar la observación. Observar
para describir lo que apreciamos con todos los sentidos, no solo con la
vista, es un primer paso necesario pero no suficiente. Podemos
enriquecer la observación con el ejercicio de situar en el tiempo y en
el espacio lo que observamos: de donde viene, en qué contexto se sitúa,
como crees que va a cambiar posteriormente,.... Podemos
avanzar aún más en la observación si ayudamos a nuestros alumnos y
alumnas a reconocer rastros, a deducir a partir de los restos,
a pensar en qué historia puede explicar cada pequeña mensaje de
la naturaleza, que, como todo lenguaje nuevo,
hemos de aprender a descifrar. Y
otro paso adelante, de gran potencia, es observar para interpretar:
imaginar qué pasa en todo aquello que no se ve, partir de lo visible
para interpretar con coherencia el funcionamiento de lo que no se puede
ver. La
observación de lo que no se ve es un paso intelectual de grandes
posibilidades y riqueza. Qué
camino sigue la col a través de la oruga y que modificaciones se
derivan tanto en el alimento como en el animal como consecuencia de la
interacción ? Como explicarías que después de un gran esfuerzo
sintamos mucho más el
corazón ? Qué pasa en un insecto palo que le permita cambiar de
color según el del lugar que habita ? De qué está hecha el agua que
puede pasar a través de un filtro ? Respuestas
difíciles todas ellas, que demandan a los niños y niñas el uso de la
imaginación, el recurso de acudir a
otros funcionamientos o mecanismos que conocen de propia
experiencia, y que abrirán las puertas a muchas interpretaciones
distintas que podremos discutir y argumentar en grupo para valorar sus
posibilidades, su adecuación... Preguntas
que sitúan cada organismo en su entorno inseparablemente, cada parte en
un todo, que puede ser interpretado a su vez como parte de un todo
superior; preguntas
que ponen de relieve que lo importante no es la cantidad o la descripción
aislada de organismos o partes, sino las relaciones, la organización;
preguntas que promueven la imaginación científica; preguntas que no
esperan respuestas únicas ni simples sino que admiten múltiples
posibilidades; preguntas que favorecen el debate y la discusión;
preguntas que provocan la emergencia de ideas propias de los niños;
preguntas que ayudan a crear conexiones entre los conocimientos;
preguntas que evitan las respuestas en blanco
y negro para animar a la aparición de la mayor gama posible de
matices...
|
Montserrat
Pedreira |
Hi
vols afegir el TEU
comentari ? |
Escriu directament al formulari o envia un missatge