1930-1939


Con la proclamación de la II República (1931), el nuevo régimen no demuestra excesivo interés por el cine; es más, lo grava con cargas fiscales y no lo protege. No obstante, a la larga resultará beneficioso ya que, habiendo de competir libremente, el cine español produjo films que podían competir en calidad con algunas producciones extranjeras. E incluso aparecieron ciertos aires de renovación y creatividad. En Cataluña, el cine también es valorado secundariamente. Al contrario de los otros campos de la cultura catalana, en auge durante la República y la Generalitat reinstaurada, al principio el cine es relegado, sobretodo a causa de la aparición del sonoro y su costosa implantación.

El sonoro -y los primeros estudios de rodaje- empezó en Barcelona: En enero de 1929 se estrenó el film de Amich "Les caramelles", sonorizada con el sistema Parlophon, mediante discos sonorizados. Pero no convencido el director con este procedimiento, graba la canción El noi de la mare, con Raquel Meller, ahora con el sistema americano Western Electric, procedimiento con el que se equipan algunos cines de Barcelona, donde se inaugura con la cinta de Meller. A finales del mismo año, se estrenan los mediometrajes "La España de hoy" y "Cataluña", sonorizadas con el sistema filmofono, adaptación del tobis-klangfilm alemán.

Pero el verdadero inicio del cine sonoro catalán lo marca Francesc Elias, nacido en Huelva, con su film "Pax" (1932). Este cineasta ya había filmado en Barcelona para Eclair de París entre 1914 y 1916. En la capital gala compran aparatos para el sonoro, más evolucionados, con la intención de montar unos estudios sonoros en Barcelona y así poder trabajar con menores costes. Después de una serie de vicisitudes político-administrativas, en abril de 1932 comienzan a instalar los aparatos en los estudios Orphea; Josep M.Guillén-Garcia hace la instalación acústica. En mayo se inicia el rodaje de Pax, una fábula pacifista, fotografiada por Gaspar y Porchet. Y en junio se inauguran oficialmente los estudios con el apoyo de la Generalitat. Inaugurados por el President Francesc Macià, se ubicaban en el antiguo Palacio de la Química de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, en la parte posterior del Palacio Nacional de Montjuïc. Como en Madrid aún no existían estudios sonoros, conocidos productores y cineastas (Perojo, Rey, Roldán, Buchs...) llegaron a Barcelona y filmaron la totalidad de las películas españolas sonoras de 1932 y casi todas las de 1933. Ello fue positivo para los Orphea y para Barcelona que volvía a ser la capital cinematográfica de España.

También se filmó en los Orphea el primer film hablado en catalán, "El cafè de la Marina" (1933) de Domènec Pruna. El éxito en la producción de películas hizo que en 1935 se inauguraran los platós sonoros de los Estudios Trilla y Lepanto, y los de doblaje de Adolfo La Riva y de la MGM. La película de José Buchs, "Carceleras" (1932), fue la primera hablada (y cantada, ya que se trataba de una zarzuela) en castellano.

Los primeros títulos salidos de los estudios sonoros estaban hablados en castellano, por razones de mercado y por el origen foráneo de muchos de sus autores. Pero un sector de la burguesía catalana más culta se interesó por las posibilidades culturales, ideológicas y económicas de un cine catalán y en catalán. Por ello, en septiembre de 1932 se crea un Comité de Cine por parte del consejero Ventura Gassol, de la Consejería de Cultura de la Generalitat, bajo la presidencia del pedagogo Alexandre Galí; sus objetivos principales: difundir el cine propio, promover films educativos que reflejen aspectos de Cataluña y regir la política cinematográfica del Principado. Incluso se piensa en montar un centro productor y escuela de cine. También se doblan al catalán cintas educativas extranjeras y se producen algunas de propias para mostrar aspectos de Cataluña. El film ya mencionado basado en la obra homónima de Sagarra, "El cafè de la Marina", primer largometraje en catalán (aunque también tuvo su versión castellana), no tuvo el éxito esperado -a pesar de que había sido un proyecto ambicioso impulsado por sectores cultos-, quizá debido a que, en la mitad del rodaje, se acabó el presupuesto y el film tuvo que terminarse con prisas.

Este fracaso posiblemente contribuyó a que potenciales empresarios de futuros films en catalán no invirtieran más. El cine argumental en catalán no se reharía desde entonces; y no por el fracaso puntual de una película, sino por otros posibles aspectos, como la falta de más cineastas autóctonos cualificados o la falta de interés de la burgesía local inversora, reacia a la posible creación de un mercado catalanohablante.

En el sector de la exhibición, en 1936 en Barcelona hay 114 salas sonoras y 2 mudas. En el mismo año, en los Orphea aparece la primera realizadora del cine español: Rosario Pi, habitualmente modista de alta costura. Sus dos únicos films fueron "El gato montés" (1935), adaptación de la opereta del maestro Penella sobre el mundo gitano, y "Molinos de viento" (1936), una opereta. En general, los temas de casi todas las películas de antes de 1936 se inhiben de mostrar la realidad histórica del momento. Globalmente se trataba de imitaciones de los modelos comerciales hollywoodienses o de productos de "charanga y pandereta".

Durante la década de los 30, Barcelona (a través de los Orphea) vuelve a tener la iniciativa cinematográfica; proporcionalmente, es donde se produce el mayor número de films de la década. En el período de 1932 a 1936, entre todos sus estudios se rodaron 57 títulos, la misma cantidad hecha entre el resto de estudios españoles. De hecho, surgen más platós: los Trilla (ubicados también en el recinto de la Exposición Universal), Lepanto (después Diagonal, ubicados en un recinto abierto en Les Corts) y Kinefon (después Buch-Sanjuan, en el espacio interior de una manzana de la antigua trama de Sarrià) y se inauguran laboratorios y estudios de doblaje.

Con el advenimiento del Frente Popular en 1936, la producción sigue en pie y se filman numerosos títulos, entre los que cabe mencionar "Hombres contra hombres" (1936), escrita, producida y dirigida por Antonio Momplet, film pacifista insólito para la época, ambientado en la Guerra Europea y donde se intercalan imágenes de archivo.

Cuando estalla la rebelión militar, la industria del cine pasa por una paralización de la producción privada: al conflicto de intereses entre productoras de distinta envergadura (frente a las firmas sólidas aparecían las pequeñas que no pasaban de producir un solo título y después se retiraban), se le han de añadir los transtornos de la propia sublevación, la reducción a la mitad del mercado de explotación, las dificultades por proveerse de material y las amenazas de incautación por parte de la CNT.

Pero tal parálisis no afecta a los numerosos documentalistas que se dedican a captar con sus cámaras los acontecimientos de la zona republicana en los llamados "reportajes de guerra". Y es que tanto el movimiento obrero como la propia Generalitat se han dado cuenta de la enorme importancia del cine como arma ideológica. Antes de las colectivizaciones, algunos realizadores filman una serie de títulos ajenos al momento de fervor político. Francesc Elías dirige "María de la O" (1936) y "Bohemios" (1936-37). Su rodaje se hizo según las nuevas concepciones laborales del momento: Todo el personal técnico, empezando por el director, tenían que cobrar lo mismo, veinte pesetas por jornada. A pesar de que la Generalitat pagaba los gastos, Camille Lemoine, ahora productor, se fue a París, vendió la película a la British Gaumont y monopolizó su explotación en la Península; más tarde se pasó a la zona facciosa.

El cámara Arthur Porchet se estrena como director con "El octavo mandamiento" (1936), comedia dramática y sentimental, y "Hogueras en la noche" (1936), dramón sentimental localizado en las minas de Fígols. Y Salvador Alberich dirige las fábulas morales "El deber" y "Nuevos ideales", ambas de 1936 y, por tanto, con aires progresistas. Antonio Momplet dirige en 1936 "La Millona", sobre una comedia dramática y sentimental de Suárez de Deza, y en 1938 termina -después de un rodaje desigual y accidentado- "La Farándula", homenaje a la zarzuela, con guión del sindicalista Valentí R.González e interpretada por Amalia de Isaura y Marcos Redondo.

En Barcelona, las 116 salas de exhibición cinematográfica son incautadas por los propios trabajadores del sector, afiliados en su mayoría al Sindicato Unico de Espectáculos Públicos de la CNT, creándose seguidamente un Comité Económico de Cines, máximo organismo rector de la exhibición. Este Comité dura hasta 1938, año en que comienza a actuar la Comisión Interventora de Espectáculos Públicos.

En los dos primeros años de guerra, la CNT tiene un predominio total sobre el sector del espectáculo. Tal predominio, sumado a la huída de muchos empresarios hacia el extranjero o hacia la zona franquista, culminó con la colectivización de los medios de producción y de la mayor parte de las cadenas exhibidoras; muchas salas cambiaron de nombre: El Coliseo Imperial de Girona pasó a ser la Sala Bakunin y al cine Dorado de Barcelona se le llamó Salón Durruti.

Se crea la productora-distribuidora S.I.E. Films con el fin de reflotar la producción. Pero la falta de directores y técnicos con suficiente experiencia, y de ideas claras en cuanto a la organización, dio como resultado una serie de títulos mediocres, como "¡Nosotros somos así!" (1936) de Valentín R.González, "Barrios bajos" (1937) de Pedro Puche, "Liberación" (1937) de Josep Amich o "Aurora de esperanza" (1937) de Antonio Sau. Estos y otros títulos no tuvieron una buena acogida, al contrario de los casi 60 reportajes de propaganda y guerra que esta productora filmó en los frentes de guerra, sobre todo en el de Aragón, donde se mostraban las experiencias comunales de los anarcosindicalistas.

La SIE, dándose cuenta de la precariedad artística de sus productos, encarga la futura producción a gente ya experimentada en el oficio. Francesc Elias -quien, por cierto, ya se había adherido secretamente a la Falange clandestina, igual que otros cineastas- dirige "¡No quiero..., no quiero!" (1938), basada en una comedia satírica de Benavente donde la burguesía sale mal parada; el film fue fotografiado por Gaspar pero no se estrenó hasta 1940. A esta época de colectivización pertenecen también "Paquete, fotógrafo público número 1" (1938) de Iquino, a cargo de la FAI, y "Don Doremifasolasido" (1937) de Josep Fogués, producida por las Ediciones Antifascistas y filmada en los estudios Lepanto.

Desbordada por el exceso de autogestión obrera, la Generalitat decide recuperar el poder institucional. En otoño de 1936 crea un Comisariado de Propaganda, órgano ideológico, cultural e informativo de la Generalitat, cuyo responsable es Jaume Miravitlles, nombrado a su vez por el presidente del Consejo Ejecutivo de la Generalitat, Josep Tarradellas. Este comisario de propaganda crea un Servicio de Cine destinado a la producción y distribución regular de películas bajo el nombre de Laya Films (Catalònia Films en la exhibición), que llegó a filmar casi un centenar de títulos, en su mayoría noticiarios semanales sobre la guerra o sobre el momento político, pero también documentales sobre los procesos de fabricación industrial y artesanal catalana, dando así una imagen -también para el extranjero- de un pueblo laborioso, pacífico y celoso de sus libertades. En relación con estos documentales de divulgación hay que destacar los realizados por Ramon Biadiú.

Por su parte, con el fin de satisfacer la necesidad de tener una plataforma cinematográfica ideológicamente propia, los comunistas crean Film Popular, productora-distribuidora "al servicio de la República y de la causa antifascista"; el contenido de sus noticiarios de propaganda siguen la consigna de, ante todo, "ganar la guerra" y dejar los experimentos revolucionarios para después. Film Popular, por su buen nivel de organización y el volumen del trabajo realizado, adquirió gran importancia entre el sector cinematográfico y el público militante; indirectamente, creó una escuela de formación de profesionales.

Otra productora de este convulso período fue E.A.Films (Ediciones Antifascistas), promovida por Baltasar Abadal y decidida -sobre todo- a hacer películas comerciales normales.