1960-1970


Durante los años 60 crece la industrialización del país y se inicia el surgimiento de la especulación inmobiliaria debida, especialmente, al turismo que el cine se ocupará -más tarde- de reflejar. En los años 1963 y 1964 llegan a la provincia de Barcelona 130.000 y 144.000 personas respectivamente, fenómeno migratorio que también mostrarán algunos cineastas.

En lo político, en 1969 se formulan los siete puntos programáticos de la Comisión Coordinadora de Fuerzas Políticas de Cataluña: libertades democráticas, amnistía general, libertad sindical, derecho de huelga, adopción de medidas inmediatas para mejorar la situación de los trabajadores, restablecimiento del Estatuto de 1932 y convocatoria de cortes constituyentes elegidas por sufragio universal.

Por lo que hace a la cultura, en los años 60 se dió un gran auge creador entre la nueva generación que no había participado en la guerra civil y que había empezado a preocuparse por los problemas del país a finales de la anterior década. "Normalmente era obra de jóvenes. En aquellos años un aire joven sacudía la cultura catalana y imponía nuevos ritmos". Recambio generacional que se hacía presente en el campo de la cultura, la educación, la política, etc., y que quería superar el período de resistencia para sobrevivir como pueblo, buscando la normalización cultural y lingüística de Cataluña. Veinte años de dictadura habían acostumbrado a la sociedad al conservadurismo y a la renuncia de la propia identidad.

En 1962 sobreviene un desastre para el cine catalán y español en general: los estudios Orphea desaparecen tras un incendio. A pesar de la tragedia, Barcelona no perderá su vocación de ciudad-plató y el número de filmaciones crece, hasta una media superior a los 20 films anuales, aunque muchos de ellos eran coproducciones fácilmente olvidables y realizados por técnicos y artistas foráneos. Así, en 1967 llegan a producirse 48 títulos. Por su parte, seguían funcionando les estudios IFI y aparecen las Producciones Balcázar e Isasi.

Durante la década se realizan, pues, numerosas coproducciones sobre temas diversos. Si hasta el momento la producción se había basado en el melodrama, la comedia fácil, el "thriller", el folklore, la pseudohistoria y el moralismo, ahora se le añadirían el subgénero familiar, el "peplum", el "spaghetti western", los agentes secretos y el "yeyeísmo".

El cine negro celtíbero seguía teniendo gran presencia en la programación cinematográfica. Existe un interés de algunos realizadores de este género por reflejar la realidad urbana y social del momento, las calles barcelonesas, el "lumpen", etc. Rovira-Beleta realiza una interpretación comprensiva de la delincuencia en "Los atracadores" (1961), historia basada en la novela de Tomás Salvador sobre tres jóvenes marginados que llegan al asesinato. El film de Francisco Pérez-Dolç "A tiro limpio" (1963) trata de una banda de atracadores que se va autoeliminando poco a poco debido a las diversas diferencias que surgen entre ellos. Otro subgénero de "tiros" es el de los agentes secretos. Isasi es uno de los directores que más destacan por su manejo de la acción, siendo "Estambul 65" (1965) y "Las Vegas, 500 millones" (1968), sus títulos más logrados.

En 1965, un sector de Esplugues de Llobregat, población muy cercana a Barcelona, se convierte en el Far West al instalarse allí unos estudios dedicados al rodaje de "spaghetti westerns". En general se trata de coproducciones con Italia que no pasan de ser productos de relleno para programaciones doble. Algunos títulos, a cargo de Alfonso Balcázar, recuerdan aquella etapa: "Pistoleros de Arizona" (1965), "Clint el solitario" (1967) o "Dinamita Jim" (1969).

Pero no todo es trivialidad. Surge una nueva generación que busca hacer cine "por conciencia". Es el caso de Pere Balañà quien, sirviéndose del melodrama pero con "mensaje" camuflado, dirige "El último sábado" (1966), sobre las ciudades-dormitorio del cinturón industrial del área metropolitana de Barcelona y el problema del bilingüismo, esto último importante si tenemos en cuenta que había sido un tema tabú para el cine realizado en Barcelona, debido a la discriminación cultural y lingüística hacia Cataluña.

Además de su labor como realizador, funda los estudios Kinesa, que ayudan a la continuidad de la industria en Barcelona. Otro autor inquieto es Jaime Camino, director de "Los felices 60" (1964), desmitificación de aquella época de desarrollo, de "boom" turístico y de mucha "apariencia" social. En "España, otra vez" (1968), Camino retoma el tema de la guerra civil aunque a partir de una situación que transcurre durante el desarrollismo; el film, a pesar de las dificultades habituales con la censura, puede estrenarse y es nominado para el Oscar.

"Los cuervos" (Juli Coll, 1961) es una historia ambientada en la alta burguesía industrial de Barcelona y narra cómo el secretario de un magnate industrial -operado- se apodera de la mayoría de sus acciones, aprovechando su convalescencia.

El papel de la burguesía media catalana es el núcleo principal de la película "Vida en familia" (Josep Ll. Font, 1963), donde un matrimonio joven pertenenciente a una familia barcelonesa dividida por cuestiones de herencia, pretende aprovechar la antigua residencia veraniega de la familia, pero para ello ha de convencer a su tia, de holgada posición económica. Se trata pues de una visión crítica y realista de la burguesía, desde dentro. Ello no le resultó difícil de reflejar a este cineasta ya que, tanto él como la mayoría del resto de productores y directores, provenían de clases acomodadas, situación social que, en muchos casos, les ayudó a poder acceder al cine, aspecto éste más complicado para cineastas de origen social humilde.

La importante tradición literaria en Cataluña sigue influyendo en su cine. "La respuesta" (Josep M. Forn, 1969) es una adaptación de la novela de Pedrolo "M'enterro en els fonaments".
Y Armand Moreno se inspira en la obra dramática de Angel Guimerà, "Maria Rosa", para adaptar y dirigir en 1964 la película homónima, interpretada por Núria Espert, sobre un crimen pasional. El film pudo estrenarse en catalán gracias a la justificación -auténtica- de que si estaba permitido el teatro en catalán el cine no era más que teatro filmado, y más tratándose de una adaptación teatral.

Una de las obras dramáticas más famosa de la historia de la literatura, "Romeo y Julieta", inspiró a Rovira Beleta para la realización de "Los Tarantos" (1963), con Carmen Amaya. Pero los bandos enfrentados aquí son payos y gitanos, en un film de rara belleza plástica en el cine español de aquel período y que fue nominado para el Oscar, lo mismo que otra cinta del mismo autor, "El amor brujo" (1967).

Otro drama, a cargo esta vez de Jordi Grau, "Una historia de amor" (1966), aborda una situación triangular entre dos hermanas y el marido de una de ellas. Por su parte, "Elisabet" (Alexandre Martí, 1969) fue una adaptación de una narración de Folch i Torres. Y Antoni Ribas lleva a Joan Manuel Serrat a la pantalla en el film "Palabras de amor" (1968), cinta polémica por su realización ya que las interferencias entre un grupo de presión cultural catalán, los Balcázar y los autores del film, hicieron que se alargase la producción y que, al final, se introdujesen variaciones en el conjunto de la película, nunca asumidos por el director.

De distinto signo es el cine cómico catalán (y en catalán, para el Principado) del período aperturista, con influencias del dramaturgo Pitarra. Es el caso de "El Baldiri de la costa" (Josep M. Font Espina, 1968), donde el cómico Joan Capri interpreta a un payés de la costa que se resiste a vender su huerto para que en él se construyan hoteles de cara al turismo, aunque -engañado- acabará cediendo. A pesar de su superficialidad, el film refleja la preocupación de algunos sectores críticos con respecto a la invasión turística, la especulación y los efectos sobre la población autóctona.

Un film sensible al momento social del país fue "La piel quemada" (Josep M. Forn, 1967), patética plasmación del subdesarrollo económico y cultural español de la época, del caciquismo meridional y de la inmigración en Cataluña, a partir de las relaciones entre un albañil andaluz y una turista francesa.

Otros autores quisieron ir "más allà" en lo ideológico pero se quedaron en el intento. Es el caso de cineastas independientes o alternativos como Llorenç Soler ("Largo viaje hacia la ira", 1969); cine con voluntad de intervención política que fue disminuyendo al no poder consolidarse unos canales de exhibición, amén de los problemas con la censura.

En 1962, Fraga Iribarne y García Escudero, ministro de Información y Turismo y director de Cinematografía respectivamente, inauguran una política reformista. Aprovechando la ocasión, aparece un fenómeno nuevo en el panorama cinematográfico catalán -y peninsular-, la llamada "Escuela de Barcelona", con planteamientos ideológicos (el refinamiento burgués liberal), estéticos y políticos parecidos, a partir de una elaboración conjunta. Las características básicas de este grupo fueron la autofinanciación y el sistema cooperativo de producción, el trabajo en equipo con intercambio de las funciones, la preocupación esencialmente formal, referida al campo de la estructura de la imagen y de la narración, el carácter experimental y vanguardista, la subjetividad en el tratamiento de los temas y la utilización de personajes y situaciones ajenos a los del cine de Madrid.

El cineasta que inauguró este movimiento fue Vicente Aranda con su "Fata Morgana" (1966), producto inusual dentro de la producción cinematográfica española del momento; fue como un intento por poner fin a un cierto provincianismo temático y estético del cine español para acceder a una problemática y a una estructura narrativa más en armonía con la época. Basado en una narración de Gonzalo Suárez, su belleza formal entroncaba con ciertos movimientos artísticos minoritarios del momento, con lo cual el film no consiguió calar entre el público habitual.

Empezaron a realizarse otros films que se oponían frontalmente al "realismo" del nuevo cine español (Saura, Camus...) Entre ellas cabe destacar a "Cada vez que..." (Carlos Duran, 1967), "Circles" (Ricard Bofill, 1966, mediometraje), "Noche de vino tinto" (José M. Nunes, 1966), "Ditirambo" (Gonzalo Suárez, 1967), "Mañana será otro día" (Jaime Camino, 1967), "Nocturno 29" (Pere Portabella, 1968), "Dante no es únicamente severo" (Jacint Esteve Grewe y Joaquim Jordà, 1967), "Después del Diluvio" (Jacint Esteve, 1968). Estos dos últimos títulos fueron los films definidores de la Escuela.

El intento de "respuesta" que, contra el sistema de cine imperante, supuso la Escuela de Barcelona, logró su proyección teórica en las Jornadas Internacionales de Escuelas de Cinematografía (Sitges, 1967). En ellas los cineastas participantes se declaran totalmente a favor de la absoluta libertad creativa y expresan su voluntad por transformar los esquemas habituales de la industria cinematográfica, de manera que se modifiquen los canales habituales de producción y distribución, en favor de una operatividad libre y autogestionaria. Sin embargo, tales Jornadas se limitaron a expresar una voluntad poco clarificadora sin aportar un programa coherente de transformación.