1970-1980


Entre 1970 y 1975 se acelera la actividad de los movimientos democráticos, en expansión, en busca de la recuperación del poder político. En 1971 se había constituído la Assemblea de Catalunya cuyo programa era suficientemente explícito (libertad, amnistía, estatuto de autonomía y coordinación de la acción de todos los pueblos peninsulares en la lucha democrática). El año 1974 abre un período de crisis económica. En 1975 muere Franco; dos años más tarde se celebran las primeras elecciones legislativas democráticas y se restablece la Generalitat.

En lo cultural, el imparable activismo democrático choca con el aparato represivo del Régimen y la cultura se convierte en una de las armas más poderosas para los demócratas y nacionalistas.
La recesión económica de principios de los 70 afectó igualmente a la industria cinematográfica, concretamente en un significativo descenso del número de producciones y de entradas en taquilla. El número de rodajes en Barcelona va entre los 14 de 1971 y los 26 de 1975; el relativo aumento de este último año se debe a que la Administración se decide a pagar, a partir de 1973, una parte de las deudas que tenían con las productoras por diversos conceptos de ayudas al cine (500 millones de pesetas en 1971).

En 1975 setenta profesionales fundan el Institut del Cinema Català que se propuso fomentar el cine catalán en tanto que vehículo de la cultura de un pueblo; industria cinematográfica y cine que incida en la lucha democrática, tanto por su contenido como por sus relaciones de producción. Pero los conflictos internos y la falta de financiación retardaron la producción del ICC hasta 1977.

De hecho, los problemas económicos del ICC compartían los de la propia y escasa infraestructura de industria cinematográfica en Cataluña; en 1976 sólo cuenta con muy pocos estudios cinematográficos (irán desapareciendo los Iquino, Balcázar, Isasi y Protofilmes) y produce únicamente el 11% de los films españoles. Las grandes distribuidoras multinacionales se van trasladando a Madrid ya que allí encuentran más facilidades burocráticas y porque los films de casas barcelonesas recibían una valoración inferior en las clasificaciones en el momento de la protección.

A pesar de los problemas financieros, el ánimo no decae y en 1977 se hace público el Manifiesto del ámbito de cine del Congreso de Cultura Catalana.

Al inicio de este período, los subproductos de Iquino y Balcázar llegan a su máxima expresión de ínfima calidad ("spaghetti westerns", erotismo barato, films mal llamados "sexys", terror que daba risa...), a los que se unen los de Pere Massó, Joan Bosch, Joan Xiol, Germà Lorente, Coll-Espina, Manuel Esteba o Miquel Iglesias. ¿Oportunismo, supervivencia....?

Afortunadamente otros autores compensan la balanza de calidad artística y tienden hacia objetivos temáticos y formales más avanzados. Es el caso de algunos directores de la antigua Escuela de Barcelona: Carles Duran, con su film "Liberxina 90" (1971), que despierta las iras de la censura; Manuel Esteva-Greewe, con "Lejos de los árboles" y "Metamorfosis", ambas de 1971; Gonzalo Suárez, con "Morbo" (1972); Vicente Aranda, con "Clara es el precio" (1974); y José M.Nunes, con "Iconokaut" (1975).

Durante esta década siguieron las adaptaciones literarias. "Laia" (Vicenç Lluch, 1970), inspirada en un texto de Espriu e interpretada por Núria Espert, narra el carácter especial de una mujer que sufrió una infancia desgraciada y sus relaciones con tres hombres. Dado el carácter resistencialista de Espriu- se buscaba conectar el cine con los medios culturales nacionalistas de la época. El film -que no obtuvo el éxito esperado- se presentó en el Principado hablado en catalán y supuso una lenta recuperación de la lengua propia de Cataluña. Recuperación a la cual también contribuirá la película de Rovira Beleta "La larga agonía de los peces" (1970) basada en un texto de Aurora Bertrana y de la mano de Joan Manuel Serrat que interpreta a un pescador ibicenco enamorado de una extranjera en la Ibiza hippy.

En general, y exceptuando los films comentados, Barcelona fue habitualmente un centro de producción cinematográfica extraña a la cultura autóctona.
La muerte de Franco y la lenta transición hacia la democracia supondrá para el cine hecho en Cataluña -como en el resto del Estado- una apertura en cuanto a temas prohibidos hasta entonces. Las películas realizadas después de la muerte de Franco empiezan a ser diferentes de cuando el Régimen; ya no halla en la existencia de un sistema opresor una serie de imposiciones que determinaron su lenguaje, su temática y su industria. El análisis del propio pasado originará una serie de films conyunturales, algunos de los cuales suponen una auténtica catarsis nacionalista-popular entre los espectadores. Es el caso de "La ciudad quemada" (Antoni Ribas, 1976), fresco histórico-intimista sobre los hechos acaecidos durante la Semana Trágica en Barcelona (1909), visto desde la perspectiva de una familia burguesa, igual que en el film de Jaime Camino "Las largas vacaciones del 36" (1976) sobre el estallido de la Guerra civil en la Cataluña republicana, que décadas más tarde, en 1991, vió una continuación, "El largo invierno". Este mismo realizador presentará en 1978 "La vieja memoria", reportaje-documental acerca de los años de la II República y de la Guerra civil de la mano de algunos de sus supervivientes.

De 1979 es el film basado en la novela de Eduardo Mendoza "La verdad sobre el caso Savolta" (Antoni Drove), acerca de un crimen político en el seno del incipiente sindicalismo español de los años 20.
Del mismo año es "Companys, proceso a Cataluña" (Josep M. Forn), crónica de la detención, juicio y ejecución del presidente catalán por parte del ejército franquista.
La postguerra fue analizada en films como "La rabia" (Eugeni Anglada, 1978) y "Alícia en la España de las maravillas" (Jordi Feliu, 1978), adaptación muy libre del cuento de Carroll, situando la pesadilla en la España de la dictadura.

Con respecto a las relaciones cine/historia, la mayoría de estos films históricos comparten los mismos defectos: la interpretación de la historia según los intereses épicos localistas, la ausencia de análisis riguroso y la falta de espectacularidad por la habitual carencia de medios económicos de producción. Por otra parte, la historia más reciente del país prácticamente no ha sido tratada por los cineastas.

Pero no todo eran productos históricos en el cine catalán. Una generación de nuevos realizadores aparece con fuerza y aporta una serie de películas más en consonancia con las nuevas épocas de libertad o a la búsqueda de otras formas de expresión fílmica.
En el primer caso se hallan las películas de Francesc Bellmunt ("La nova cançó", 1976; "La orgía", 1978...) donde la desinhibición sexual entre los adolescentes y jóvenes de las clases medias catalanas aparece tratada en clave de humor. En el segundo caso destacan films como "Bilbao" (1976) de Josep Joan Bigas Luna, auténtico renovador de la narración cinematográfica en nuestro país, y "Ocaña, retrato intermitente" (Ventura Pons, 1978), testimonio de este pintor transvestido y original.

En estas películas aparecen dos temas constantes que se prolongarán hasta nuestros días, la familia y la sexualidad. En el primer caso, el tema de la familia es un reflejo de la importancia de esta institución en nuestro país -dentro del contexto mediterráneo- como ámbito protector y -para algunos cineastas- como hábitat de malestar habitual. En algunos de estos films la familia pone de manifiesto el entramado relacional de los personajes con la sociedad y las tensiones que se crean.

Respecto a la sexualidad, el camino recorrido en breve espacio de tiempo contra el puritanismo de la censura fue maratoniano. Mientras que "La orgía" de Bellmunt trataba de las relaciones eróticas, unos años más tarde (1986) otro de sus films -"Radio speed"- es ya un film erótico. Por su parte, Bigas Luna proporciona al espectador unas sexualidades catalogadas como "perversiones". Este y otros autores aportan una visión "incómoda" del sexo, relacionándolo con la muerte, la locura o el sufrimiento.

Junto con la comedia, el "thriller" le ha servido al cine comercial en Cataluña para poder sobrevivir industrialmente sin tener que renunciar por ello a las necesidades expresivas de autores inquietos.

De "thrillers", óbviamente los ha habido de distintos tipos: los intelectuales y sofisticados, como los de de Bigas Luna ("Bilbao", 1976, donde un psicópata concibe una progresiva pasión por una prostituta de los barrios bajos barceloneses a la que acabará raptando). Para sus autores, este género, a partir de una estructura formal, les posibilita una trascendentalización hasta obtener un planteamiento temático propio del discurso ideológico, sirviéndose para ello de la estética, el "look", la alteración de elementos típicos o la reflexión sobre los mismos elementos con que trabajan.

Otro tipo de "thriller" ha sido el populista donde se ha buscado substituir la espectacularidad de los films extranjeros -con más medios- con una aproximación a la cotidianeidad de los problemas de la delincuencia; para ello algunos autores se han servido del moralismo y del montaje de acción -el caso de José Antonio de la Loma ("Perros callejeros", 1976-79, sobre la delincuencia juvenil en los suburbios barceloneses)-.