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Conciencia local y no-local

El ser humano básicamente está constituido por «cuerpo físico» y «Alma». El cuerpo físico, y concretamente el cerebro, contiene el «consciente» y la «consciencia», por su parte el «Alma» contiene la «conciencia».

Lo seres humanos tenemos «consciencia neuronal o local» y «conciencia no-local», dos dimensiones que nos dotan de verdadera humanidad.

Los seres humanos somos seres «espirituales» viviendo experiencias en cuerpos físicos. La concepción sobre el ser humano está cambiando en la actualidad: el ser humano hasta ahora ha sido visto como un animal racional con capacidad de trascendencia, como un ser físico que tiene una experiencia espiritual... Pero en la actualidad, a raiz de las más recientes indagaciones e investigaciones sobre la «Conciencia», empieza ya a ser contemplado como un ser «espiritual» que encarna, habita en un cuerpo «físico», y que viene a realizar una experiencia de aprendizaje en este mundo físico.
Esta nueva concepción sobre el ser humano supone ciertamente un cambio "revolucionario" y debería constituir un impulso decisivo para transformar profundamente nuestra actitud ante nuestra propia existencia.

Una persona tras haber experimentado uno de esos raros fenómenos racionalmente inexplicables denominado «muerte compartida» se expresaba de la siguiente manera acerca de las conclusiones a las que había llegado a partir de su vivencia: Cada uno de nosotros no somos solamente «materia», somos «almas», almas que venimos a este mundo a «experimentar» y a «aprender»… y para venir aquí a este mundo a experimentar y aprender necesitamos un «cuerpo físico» porque estamos en un mundo físico donde hay una serie de leyes físicas, hay tiempo y hay espacio... Y para ello hay que venir con un vehículo apropiado que es el «cuerpo físico»… pero esta vida física no es real... lo verdaderamente real no está aquí... esto es solamente una experiencia que tenemos que pasarla lo mejor posible, e intentar aprobarla... cada uno venimos con un plan, con un cometido, con una misión, con un plan de vida a cumplir… y no hay que tener miedo a morir, porque morir no es para tanto...

Soplan vientos nuevos. En estos tiempos en que cada uno busca comprenderse mejor, y comprender mejor el mundo que le rodea, una multitud de nuevos conceptos y de nuevos «paradigmas» interpretativos emergen. La vieja ciencia de estos últimos tres siglos nos ha enseñado que todos los fenómenos son fenómenos de cosas formadas por materia, la materia es la base de todo lo que existe. En cambio, el nuevo paradigma sostiene la primacía de la conciencia: la conciencia (llamada Espíritu, Dios, Mente de Dios, Ain Sof, Tao, Brahman, etc., en las tradiciones populares y espirituales), y no la materia, es la base de todo lo que existe; una conciencia unitiva y trascendente, pero que se vuelve múltiple en seres sintientes como nosotros. Nosotros somos esa conciencia. Todo el mundo de la experiencia, incluida la materia, es la manifestación material de formas trascendentales de conciencia. . La conciencia ya no se considera un epifenómeno del cerebro, sino la base de la existencia, en la que están incrustadas todas las posibilidades materiales, incluido el cerebro. La humanidad está preparada para dar un salto adelante en la comprensión de la «Conciencia», un “salto cuántico”. Tanto los conocimientos sobre los campos quánticos como los avances de lo que se ha venido a llamar Psicología Transpersonal, nos llevan a la asunción de que el Universo es un Todo en el que todas sus partes están interrelacionadas, y dentro de él como un componente básico se encuentra la «Conciencia» que se va percibiendo sin límites de espacio y tiempo. Una «Conciencia» universal, cósmica, de la cual participa el ser humano. La «conciencia» es parte del ser humano, es un rasgo esencial de la naturaleza del ser humano. Aquí vamos a referirnos a la «conciencia» pero no en su acepción religiosa o a la conciencia ética o moral. El término «Conciencia» vamos a considerarlo como sinónimo de «Mente» o «Alma». Conocer qué es la «conciencia» y si permanece más allá de nuestra existencia terrenal ha sido una cuestión objeto de estudio de muchos investigadores.

Hay una serie de preguntas que, desde nuestros orígenes, los seres humanos siempre venimos haciéndonos: ¿de dónde venimos? ¿qué hacemos aquí y para qué estamos aquí? y ¿vamos a alguna parte cuando nos morimos?  Los mitos, las religiones, las grandes tradiciones sapienciales han intentado ofrecer respuestas a tan grandes interrogantes. Con los siglos se transitó del relato mítico a la explicación racional. En la edad moderna con la implantación del método científico y el desarrollo de la ciencia empezaron a tambalearse los grandes relatos explicativos tradicionales del mundo clásico, sustituyéndose por nuevos constructos interpretativos con base científica… Hasta el presente la visión científica del mundo ha estado basada en gran medida en los postulados estrechamente asociados con la física clásica. En los últimos siglos el paradigma interpretativo científico ha ido colonizando las principales áreas del saber. En el transcurso del siglo XX el cientifismo materialista llegó a ser dominante en el mundo. Sin embargo, hoy sus postulados resultan ya insuficientes para dar respuesta a los nuevos desafíos que la ciencia se plantea en el esfuerzo de comprensión de la Realidad. Nuevos paradigmas interpretativos irrumpen con fuerza ofreciendo mayores posibilidades de comprensión de la Realidad… Necesitamos un marco explicativo más amplio, que no se base exclusivamente en el cientifismo materialismo. El mundo físico ya no es el componente único o principal de la realidad, y no puede ser totalmente entendido sin hacer referencia a la Mente. La Mente es un aspecto de la realidad y tiene tanta importancia o más que el mismo mundo físico. La Mente juega un papel fundamental en el universo. Se ha comprobado que existe una profunda interconexión entre Mente y mundo físico, la mente ejerce una importancia influencia en el mundo físico. La «conciencia» no es un epifenómeno (expresión de la actividad cerebral) sino la base del ser, la realidad última, en la cual todas las posibilidades materiales, incluyendo el cerebro, están incluidas. La «Conciencia» es la entidad de referencia. Es ella la que configura lo “otro”.
¿Nos ayuda la física cuántica a comprender ciertos fenómenos de la Conciencia? Uno de los investigadores que ha presentado la potencialidad explicativa de la física cuántica cuando se trata de comprender las ECM es Pim van Lommel. Algunos principios y conceptos fundamentales de la mecánica cuántica nos permitirían entender cómo es posible que ocurra lo que tantas personas describen en las ECM. Por ejemplo, el intercambio instantáneo de información en una dimensión sin espacio y sin tiempo, el entrelazamiento cuántico, la no localidad, etc. Veremos que la noción de una “conciencia no local” constituye una valiosa herramienta a la hora de comprender muchos fenómenos, de otro modo inexplicables. La no localidad daría sentido a la retrospección, así como a la prognosis de la propia vida, pues la conciencia no-local, o la mente, libre de su filtro cerebral, podría estar en posesión de todo el conocimiento, en una dimensión sin espacio y sin tiempo. Sería a través de una “sensibilidad intuitiva agudizada” como podría producirse la comunicación más allá del espacio y del tiempo. (MERLO, Vicente. Eres inmortal: Experiencias cercanas a la muerte y un mapa del más allá).
  • La Conciencia se contempla, hoy, como una realidad fundamental, una cualidad universal en el Cosmos.
  • Existe una «Conciencia» universal, cósmica, de la cual participa el ser humano.
  • La «Mente o Conciencia» es un aspecto básico de la naturaleza, una cualidad básica de las partículas materiales.
  • Según el nuevo paradigma post-materialista la «conciencia» es entendida no como un producto directo del cerebro, sino como una cualidad fundamental del Universo. Una entidad inmaterial «exterior» y «separable» del cerebro humano, aunque se exprese “a través de las áreas corticales” de éste.

Diversidad de concepciones antropológicas

A lo largo de la historia se han dado una gran diversidad de concepciones sobre el ser humano. Son intentos de aproximación a la compleja realidad del ser humano. Las distintas interpretaciones del mundo («cosmovisiones») y de los que es el ser humano («antropologías») se han ido puliendo a lo largo de los siglos. Entre la diversidad de explicaciones que se han dado en la civilización occidental nos encontramos con concepciones antropológicas de tipo monista, posición filosófica que sostiene que el hombre está constituido por un solo principio o bien de naturaleza material, o bien de naturaleza espiritual (es decir, los planteamientos monistas, al contrario que los dualistas, consideran que el ser humano es una única realidad, que es unitario, negando así la existencia de la mente como realidad distinta del cerebro, así el ser humano es entendido como un todo, único, global, indivisible en partes), concepciones dualistas (el ser humano está compuesto de una parte material (cuerpo) además de una parte inmaterial o espiritual (alma) - el "monismo", en su forma más acusada, implicaría la indistinción cuerpo-mente, mientras que el "dualismo" remitiría a una separación aguda de estos términos- o concepciones que lo describen como una estructura trina (el ser humano como la conjunción de soma, psyché y nous). La concepción dualista del ser humano, establecida por Platón y sus sucesores como compuesto de una parte material, el cuerpo, y otra espiritual, el alma, habría de revelarse como casi universalmente aceptada desde tiempos antiguos. La antropología triádica refleja mejor la realidad del ser humano que la antropología diádica, que contempla al hombre únicamente como cuerpo y alma. El mundo semita y en especial la antropología bíblica aporta una visión más completa del ser humano diferenciando 4 grandes dimensiones: son los de basar o cuerpo humano, nephesh o la identidad, leb o el corazón como centro del pensamiento, y ruah o el aliento vital. Hoy se considera que el «ser humano» es un sujeto multidimensional enormemente complejo. En nuestros días la ciencia, superando un cierto fundamentalismo materialista, nos abre las puertas a una nueva comprensión del ser humano: una comprensión cuántica. Comprender de la mejor forma posible la multidimensionalidad del ser humano nos dota de una más completa aproximación a lo que pueda ser el ser humano permitiéndonos una más adecuada valoración y consideración del mismo.

Complementando esta diversidad de concepciones hoy emerge un nuevo paradigma interpretativo de la Realidad. Está emergiendo una nueva manera de afrontar el conocimiento de la Realidad. La ciencia está viviendo en su seno una gran revolución debido a los descubrimientos cada vez más sorprendentes de la física cuántica (ver aquí).Sus descubrimientos han hecho dar un salto prodigioso a la ciencia física y a la tecnología, así como también a aspectos relacionados con la «conciencia» humana. El nuevo paradigma interpretativo post-materialista (ver aquí), mucho más comprensivo que el materialismo científico, permite tener una visión más clara y concreta de la cuestión. Paso a paso nos dirigimos hacia respuestas fascinantes que, mediante la síntesis de los más recientes descubrimientos de la ciencia, de la psicología y de las enseñanzas de la antigua sabiduría, están aportando un sentido mucho más profundo a nuestra concepción existencial.

¿Qué somos los humanos, de dónde venimos, para qué existimos, hacia dónde vamos…?

En las últimas décadas se ha dado una serie de nuevos hitos científicos en la comprensión del mundo y del Universo: se ha visto que en el origen del mismo hay una energía primera. Esa energía primera es la que sería la fuente de todo. Todo somos uno, todo procedemos de lo mismo. Los seres humanos formamos parte de ese todo, de esa energía primera. Somos universo, somos naturaleza cósmica, nuestro cuerpo es polvo de estrellas… Todo está amorosamente entrelazado, relacionado, hay una hermandad total en el universo…  Y a partir de las más recientes investigaciones basadas en la física cuántica se puede afirmar que los seres humanos somos seres espirituales viviendo experiencias en cuerpos físicos. Para nuestro sistema perceptivo el mundo físico en el que vivimos parece conformado por cuatro dimensiones perceptibles: tres dimensiones espaciales y una dimensión temporal. Pero existe evidencia racional de otras posibles dimensiones “no visibles”. Se cree que existen alrededor de una decena de dimensiones, muchas de ellas no observables por nuestro sistema de percepción. Además, se postula la existencia de otros posibles mundos en el Universo, no en el espacio ordinario, sino en esas otras dimensiones de las que hasta ahora no hemos sido conscientes. Toda la materia del Universo está conectada en el nivel subatómico a través de una danza constante de intercambio de energía cuántica. Los seres humanos sólo hemos sido conscientes (al menos a través de la consciencia ordinaria) de una parte minúscula de la completa realidad universal.

La definición del ser humano según el antiguo paradigma podría ser la siguiente: un ser humano es un animal —con un cuerpo físico—, que también tiene un cerebro racional —con un neocórtex que otros animales no tienen— y un alma —esto último sólo se cree si se es espiritual/religioso—. Por lo tanto, el ser humano hasta ahora ha sido visto como un animal racional con capacidad de trascendencia; en definitiva, como un ser físico que tiene una experiencia espiritual, pero en la actualidad a raiz de las más recientes investigaciones sobre la conciencia empieza ya a ser visto como un ser espiritual que tiene una experiencia de aprendizaje en el mundo físico. Según el paradigma tradicional, la Mente es un epifenómeno del cerebro; es decir, es el cerebro lo que causa la Mente o, dicho de otra manera, lo que hace que la mente exista. Sin embargo, la visión emergente actual considera al ser humano como un ser espiritual. El ser humano está compuesto esencialmente por energía e información. Es posible entender el «alma» como un paquete individualizado de energía con información. Cada ser humano es un paquete de energía interactuando constantemente con este vasto campo de energía que es el Universo. Los experimentos científicos sugieren que la «Conciencia» es una sustancia fuera de los confines del cuerpo humano; una energía altamente ordenada y con la capacidad de transformar la propia materia física. La realidad más “real”, más significativa, del ser humano reside en la conciencia = alma, una dimensióin que trascienda el tiempo y el espacio, que perdura más allá de la muerte física y tiene existencia eterna. Recordemos Conciencia = Mente = Alma. El alma en su periplo terrenal pasa por una experiencia evolutiva y temporal en un cuerpo físico y en una personalidad individual, con el fin de adquirir comprensiones alineadas con la Verdad de la Realidad y el propósito del plan evolutivo universal.

Según ha podido indagar el Dr. Juan José LÓPEZ MARTÍNEZ, un gran experto español en Terapia Regresiva e infatigable investigador de las ECM, el ser humano tiene cuerpo físico y Alma. El cuerpo físico, y concretamente el cerebro, contiene el consciente y la consciencia, por su parte el Alma contiene la conciencia. Es decir, las personas somos algo más que células, músculos, huesos y una piel que nos envuelve. Tenemos «consciencia» y «conciencia», dos dimensiones que nos dotan de humanidad. Aunque suenen casi igual, consciencia (con “s”) y conciencia (sin “s”) no tienen el mismo significado. Para manejarnos en nuestra exposición aquí diferenciemos, ni que sea someramente, estos dos conceptos: consciencia y conciencia. En el ser humano cabría distinguir, pues: la «consciencia» y la «conciencia». La «consciencia» hace referencia a la función de la mente humana que recibe la información, la procesa y la retiene o no, para crear nuevos conocimientos o re-estructurar los ya existentes aumentando, de este modo, su nivel de consciencia sobre sí mismo o sobre el mundo que le rodea. El proceso de la consciencia viene determinado por: los sentidos, la imaginación y emoción, la capacidad de razonamiento de la mente, la memoria. La «conciencia» es parte del ser humano desde el comienzo de su existencia, es una dimensión que lo constituye, un rasgo esencial de la naturaleza esencial del ser humano, constituye nuestra verdadera identidad, nuestra verdadera esencia. La «conciencia» forma parte esencial del ser humano y es una realidad que no es referible a ninguna otra, es irreductible e inmedible; es la realidad primaria del ser humano. No es producto de la actividad neuronal, sino más bien es ella la que utiliza al cerebro y los sentidos como instrumentos para captar información y es su «consciencia» neuronal la que elaborara la representación del mundo.

En este contexto, ¿la muerte física supone el fin de nuestra existencia?  La ciencia hoy sostiene que más allá de materia, somos emergía. La energía ni se crea ni se destruye, se transforma. Las investigaciones recientes parecen mostrar que tras la muerte el flujo de energía que nos constituye no se destruye, no desaparece. De un cuerpo muerto sale un flujo de energía y esa energía puede desplazarse más allá del espacio y del tiempo. Por consiguiente, en nuestra constitución podemos reconocer pues, entre otras, dos grandes dimensiones: la «consciencia» (conciencia neuronal o local) y la «conciencia» (conciencia no-local o supraconciencia: una dimensión energética por encima de la consciencia local). Esta conciencia no-local es eterna y constituye nuestra esencia, nuestra auténtica identidad. Por tanto, hay que perder el miedo a la muerte. Hay evidencias científicas de que la muerte no es el final, de que esa realidad energética que es la «conciencia» perdura, continúa su existencia, tras la muerte física. Hay un más allá, la muerte no es, pues, el final… tras la muerte la vida sigue... Hoy disponemos de una serie de pruebas objetivas gracias a las cuales, desde un punto de vista científico, podemos demostrar que la muerte no supone el final de nuestra existencia… Después de la muerte física continúa nuestra existencia… evidentemente en otra dimensión energética…

Estudios sobre la conciencia: consciencia y conciencia // conciencia local y conciencia no-local

La «consciencia» se define, en términos generales, como el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno. La consciencia implica varios procesos cognitivos interrelacionados. Consciencia se refiere al saber de sí mismo, al conocimiento que el humano tiene de su propia existencia, estados o actos. La consciencia es un estado de cognición: se representa el medio en el que uno vive, conformando una verdad subjetiva que se refiere tanto a lo exterior como lo interior a uno. Se la puede definir como el conocimiento percibido intuitivamente de algo en uno mismo. Tener consciencia es algo más que estar despiertos, que tener los ojos abiertos y sentirnos parte de esa realidad sensible que nos rodea. La consciencia es subjetiva. La consciencia es todo lo que experimentas. Es esa canción que se queda en tu cabeza. Es la dulzura de la mousse de chocolate, el dolor palpitante de un dolor de muelas, el amor por tus hijos, y la seguridad de que algún día vamos a dejar este mundo. Es un proceso personal donde uno es consciente de sus propios pensamientos, de su realidad interna. Se relaciona con el pensamiento, por lo tanto, siempre está en constante cambio, es un continuo que nunca se detiene, que siempre está procesando información, atendiendo a estímulos. La función de la consciencia es representar la información sobre lo que está sucediendo dentro y fuera del organismo de tal modo que el cuerpo pueda evaluarla y actuar en consecuencia. En este sentido, funciona como una central telefónica para las sensaciones, las percepciones, los sentimientos y las ideas, estableciendo prioridades entre toda esa información diversa.

La «conciencia» sigue siendo uno de los mayores desafíos de la ciencia. Podemos distinguir dos aspectos: La Conciencia cósmica/universal y la Conciencia individual o particular. Para los materialistas contemporáneos, la materia conformada en el Big Bang generó el universo y únicamente dicha materia explica la Realidad. Sin embargo, para la vanguardia de la ciencia hoy la «Conciencia cósmica» o universal se contempla como una realidad fundamental del Universo, el marco donde se produce toda manifestación de lo existente. Se habla acerca de la primacía de la conciencia en la manifestación del mundo. La Conciencia es primaria en el mundo; la materia es secundaria. Los nuevos modelos de la conciencia la retratan como una entidad capaz de traspasar los límites físicos de todo tipo. La conciencia es la base de todos los objetos materiales, y éstos son posibilidades de la conciencia.

A nivel de ser humano, la «conciencia» individual o particular participa de esa conciencia universal o cósmica y hoy se la concibe no tanto como un producto directo del cerebro, sino como una cualidad fundamental del Cosmos de la que el ser humano es partícipe. La «conciencia» es un rasgo esencial de la naturaleza del ser humano, por tanto, conocer qué es la «conciencia», cómo se origina, si procede o no de la materia, si permanece más allá de nuestra existencia terrenal han sido cuestiones objeto de estudio de muchos investigadores y su respuesta podría tener implicaciones profundas para nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Las dificultades para explicar la «conciencia» puramente en términos de procesos cerebrales se han vuelto tan agudas que algunos filósofos y científicos han adoptado una visión alternativa: la «conciencia» no es un producto directo del cerebro, sino una cualidad universal fundamental, como la masa o la gravedad. Según el nuevo paradigma post-materialista la «conciencia» es entendida no como un producto directo del cerebro, sino como una dimensión fundamental del Universo. Algunos estudiosos e investigadores del tema apuntan a que la «conciencia» «no parece derivarse de las leyes físicas», que la «mente o la conciencia» es un aspecto básico de la naturaleza, una cualidad básica de las partículas materiales. Para los materialistas la consciencia individual es generada por el propio cerebro (conciencia local) y su enorme red de conexiones neuronales: no existe nada más allá de esa estructura y cualquier posible explicación sobrenatural queda eliminada. Sin embargo, desde el nuevo paradigma post-materialista se apunta la existencia en cada individuo de un ente real autoconsciente distinto del cerebro, una relidad no-material que ejerce una función de control sobre los procesos neuronales, de una conciencia no-local no localizada dentro del cerebro, independiente del cuerpo físico y que perdura más allá de la muerte física. Esa conciencia no-local es no-material y está compuesta por una organización de energías. La nueva ciencia acepta que la conciencia dota a las personas de potentes capacidades creativas para dar forma a sus vidas y a su mundo. La conciencia tiene la intención de hacer evolucionar a las personas hacia un bien mayor. Hoy esa dimensión que denominamos «Conciencia» individual se concibe como un «sustrato cuántico», una entidad inmaterial «exterior» y «separable» del cerebro humano, no-local aunque se exprese “a través de las áreas corticales” de éste.

¿Dónde está la Conciencia?, ¿está limitada en el espacio (nuestra cabeza) y acotada en el tiempo? La evidencia apunta abrumadoramente a que el cuerpo físico no es todo lo que somos. Parece haber "algo" que continúa después de que el cuerpo muere. La mente (entendida como conciencia) puede seguir funcionando cuando el cerebro parece paralizado. Además a partir de la Física cuántica se puede corroborar que existe una conciencia colectiva o universal que conecta a cada individuo con todo cuanto existe, ha existido o existirá y también la evidencia de que la conciencia sobrevive a la muerte. La investigación de vanguardia en mecánica cuántica (una teoría que describe el mundo de los átomos y las partículas subatómicas y su interacción entre la energía y la materia), ofrece evidencias de que la conciencia podría continuar después de que se detiene el corazón y el cerebro deja de funcionar. El cardiólogo holandés Pim van Lommel, famoso por haber dirigido la mejor investigación científica sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM), se mostró convencido de que la conciencia es no-local –que no se encuentra en ningún lugar físico concreto–, y que el cerebro actúa como un interfaz, un medio de comunicación entre nuestro cuerpo y esa conciencia no-local, que sería independiente de nuestro cerebro y, por lo tanto, inmortal. En definitiva, conciencia sería sinónimo de alma o espíritu. Pim van Lommel defiende que la Conciencia no tiene una base material, que el espacio no-local “es un espacio metafísico en el que la conciencia puede ejercer su influjo porque posee propiedades subjetivas de conciencia. Según esta hipótesis, la conciencia es no-local y funciona como origen o base de todo, incluido el mundo material”. La tesis central del discurso de Van Lommel es que la conciencia es ilocalizable, existe sin lugar y espacio determinados. De este modo para Van Lommel la muerte sería algo así como un cambio de dimensión de la conciencia, ya que pasaría a formar parte de una conciencia no-local, donde el espacio-tiempo no existiría. Estos enfoques aún no son ampliamente aceptados por toda la comunidad científica y deberían reunir más evidencias para respaldarlos.

La esencia del ser: el alma. La filosofía materialista no acepta la esencia del ser humano, niega que exista.  Pero todas las tradiciones y la propia experiencia de la vida nos recuerdan que, aunque es evidente que tenemos cuerpo físico, emociones y pensamientos, también es evidente que somos algo muy distinto. Los nombres que se atribuyen a esa parte esencial del ser son tan diversos como las culturas. Nuestra cultura judeocristiana a esa dimensión la denomina «alma» en el sentido de «esencia», como cuando se habla del “alma de las cosas” o «Ser», que es lo que somos en realidad. En ese modelo se considera que el «Ser» o el «Alma» es el aspecto del ser humano portador de las más elevadas cualidades del corazón y del espíritu que puedan concebirse.  Los recientes descubrimientos de la ciencia están empezando a revelar la posibilidad de que realmente exista esa parte del ser humano. La «Conciencia» es esencialmente compleja e inalcanzable para la mente racional, porque no se rige por las leyes racionales. Para estudiar la Conciencia e ir más allá de sus condicionantes físicos hace falta un nuevo paradigma, distinto al científico-materialista clásico. Los actuales estudios conciben la «conciencia» como principio de inteligencia que capta información con la que evoluciona y se desarrolla a sí misma. Forma de energía con información que pasa de albergarse en el soporte neuronal, a otro plano de existencia que la ciencia oficial no ha llegado aún a delimitar. Existe en sí misma. No necesita cuerpo físico. El soporte físico es un instrumento temporal a través del que se expresa en la experiencia humana. Entra y sale del cuerpo en los Estados Expandidos de Conciencia y con ello evoluciona. Tiene una memoria integral y guarda el conocimiento de toda su existencia. Es más que materia, más que energía y siempre es la misma a través de sus múltiples existencias.

¿Sobrevive la «conciencia»  a la muerte cerebral?

Al final de cualquier vida, el cuerpo físico muere. La sustancia o materia que conforma ese cuerpo se deshace por completo. En ese momento, de acuerdo con la ciencia materialista, la persona desaparece para siempre. Sin embargo, la «conciencia» que habitaba en ese cuerpo no deja de existir. De hecho, después de abandonar el cuerpo físico, la conciencia, el alma, continúa teniendo experiencias en el plano emocional —también llamado “plano astral”—, así como en el "plano mental". El individuo, por lo tanto, sigue existiendo, por un tiempo, en el mundo astral, con todos los pensamientos y emociones que experimentó durante toda la vida física de la que acaba de salir. Las experiencias cercanas a la muerte (ECM)–de personas que han regresado de un estado de muerte clínica– corroboran muy bien las descripciones de la realidad posterior a la muerte. La investigación de la ECM no nos proporciona pruebas científicas de que, después de la muerte, pasemos a formar parte de la Consciencia infinita no-local, pero sí ha demostrado que se puede experimentar la conciencia independientemente del cuerpo, sin función cerebral… Estas experiencias cercanas a la muerte dicen que los han dejado fuera de sus cuerpos, que los han pasado a través de un túnel que conduce a otro mundo, que han visto a parientes muertos hace mucho tiempo, seres espirituales. luminoso, etc... Nos falta mucho por saber, pero tenemos ya una serie de bases científicas demostradas a partir de la física cuántica, pruebas objetivas de que somos cuerpo, materia, somos conciencia local que es consecuencia de la actividad neuronal, y que desaparecen con la muerte física… pero que continúa nuestra existencia con una conciencia no-local que tiene continuidad fuera de nuestro cerebro y que tiene estas tres propiedades fundamentales: es eterna, es holística y forma parte del Todo, en el que todo está hermanado… Existe, pues, una conciencia local que es un epifenómeno (es decir, consecuencia de la actividad metabólica de la materia) de la actividad neuronal y la conciencia no-local que es nuestra auténtica identidad y la que tiene capacidad de colapsar la energía…

Además de una conciencia local (consciencia) que desaparece en el momento en que el paciente está clínicamente muerto hay otra conciencia, otra información, que persiste, que es capaz de salir del cuerpo e influir a distancia…  Es la conciencia no-local, una energía sutil que perdura más allá de la muerte física y que tiene continuidad fuera del cerebro, fuera de nuestro cuerpo.  Esa energía sutil de información continúa viva y activa a pesar de la muerte física del paciente. Y es capaz de salir fuera del cuerpo, y permanecer más allá del tiempo y del espacio, es capaz de manifestarte experiencias vividas incluso en el pasado, al tiempo que es capaz de atravesar estructuras sólidas… Esa conciencia no-local es: eterna, holística, omnipresente, (omnipresencia espacial y emporal –eterna-), omniscente (omniscencia -lo sabe todo-)…  forma parte de la conciencia cuántica universal, de la energía primera, de la conciencia primera… Esa conciencia no-local eterna, constituye nuestra verdadera esencia, constituye nuestra más auténtica identidad…  

Al llegar ante la experiencia de la muerte, el ser humano empieza a darse cuenta de su dualidad, comprobando que está compuesto por alma y cuerpo y tomando consciencia de que en realidad, el cuerpo que ha sido su vehículo para desenvolverse por la Tierra, es lo único que se muere, siendo a partir de este momento cuando comprende que es un ser inmortal. En este estadío, empieza a entrar en contacto con seres, habitualmente de su familia, que fallecieron antes que él e incluso, algunas veces, vuelve a ver, y los reconoce con sorpresa y alegría, a los que eran sus amigos invisibles cuando era un niño y por lo que sus padres le reprendían cuando intentaba comunicarles sus conversaciones con sus amigos, pero todo esto ha cambiado hasta tal punto que son ahora sus padres, fallecidos hace años, quienes están esperándole para ayudarlo en la transición y acompañarlo de vuelta a la luz. El alma ve como muere el cuerpo que ha estado utilizando, y aunque lo está viendo desde fuera, no se desconecta de él hasta que no cesan totalmente sus funciones vitales y llegado este momento es, cuando el alma, guiada por sus padres, está en el camino de vuelta a la luz donde al llegar se encuentra con los miembros del grupo al que ahora va a pertenecer a tenor de la evolución que, como ser espiritual ha experimentado, tras su reciente experiencia como ser humano.

Elaboración a partir de materiales diversos

Ver también las secciones:

CONCEPCIONS ANTROPOLÒGIQUES

LA CONCIÈNCIA


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