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Helenización del judaismo

La influencia de la cultura griega en el judaísmo fue un fenómeno importante en la historia del antiguo pueblo judío, pero a diferencia de otras culturas, como la de Roma, el helenismo no cambió el fundamento de la religión del pueblo de Israel.

La cuestión que debe ser debatida es cuándo, cómo, en qué círculos, y hasta qué punto la helenización de Israel durante el período intertestamentario influenció en el judaísmo y en el cristianismo.

Suele llamarse “época helenística” al lapso que transcurre entre la muerte de Alejandro Magno en 323 a. C. hasta la conquista del Mediterráneo oriental y Asia Menor por parte de la República romana, en 31 a. C. La palabra “helenismo” proviene del verbo hellenizen, que quiere decir 'hablar griego'. Por lo tanto, por extensión serán “helenísticos” todos aquellos que adopten rasgos lingüísticos y culturales propios de esta cultura. Con él aludía al fenómeno de difusión de la civilización helénica más allá del mundo egeo, así como al resultado de la fusión cultural entre Oriente y Grecia, impulsada por Alejandro Magno. Es la herencia de la cultura helénica de la Grecia clásica que recibe el mundo griego a través de la hegemonía y supremacía de Macedonia, primero con la persona de Alejandro Magno y después de su muerte con los diádocos (διάδοχοι) o sucesores, reyes que fundaron las tres grandes dinastías que predominarían en la época: Ptolemaica, Seléucida y Antigónida. Estos soberanos supieron conservar y alentar el espíritu griego, tanto en las artes como en las ciencias. Entre la gente culta y de aristocracia, «lo griego» era lo importante, y en este concepto educaban a sus hijos. El resto de la población de los reinos situados en Egipto y Asia no participaba del helenismo y continuaba sus costumbres, su lengua y sus religiones. A finales del siglo IV a.C., siendo emperador Alejandro Magno, Macedonia se transformó en la fuerza dominante dentro del mundo antiguo. Después de que los macedonios dominaron a los persas en el 331 a.C., Judea pasó a ser una provincia más del imperio alejandrino. La región de Palestina, a pesar de algunas resistencias, no se sustrajo a la corriente helenizadora a la que fueron sometidas las riberas del Mediterráneo oriental y gran parte del antiguo oriente durante el imperio de Alejandro Magno. A partir de la conquista de Alejandro Magno (323 a.C.), el judaísmo de Occidente (no el de Babilonia, donde se hablaba básicamente arameo) estuvo bajo influjo helenista. La helenización de Palestina ejerció una importante influencia en la mentalidad colectiva del judaísmo. La situación geográfica de Palestina y la concentración de la diáspora en los núcleos más representativos del mundo griego convierten a la nación judía en punto estratégico de cruce de culturas y de confluencia de mentalidades. El judaísmo se encuentra amenazado por otras religiones o culturas, especialmente por el helenismo, desde el siglo II a.C. hasta el siglo II d.C. La influencia de la cultura griega en el judaísmo fue un fenómeno importante en la historia del antiguo pueblo judío, pero a diferencia de otras culturas, como la de Roma, el helenismo no cambió el fundamento de la religión del pueblo de Israel. La cuestión que debe ser debatida es cuándo, cómo, en qué círculos, y hasta qué punto la helenización de Israel durante el período intertestamentario influyó en el judaísmo y en el cristianismo. Todo ello nos ayudará a comprender mejor los orígenes del primer cristianismo y su influencia en el desarrollo posterior del mismo.

El cristianismo se gesta dentro de un contexto ya helenizado. El cristianismo primitivo se fue progresivamente helenizando en su conceptualización y en su estructura básica fundamental y así ha llegado hasta nuestros días. La teología del cristianismo primitivo se gesta bajo la influencia y en diálogo con la mentalidad helenísitca imperante. Conceptos como creación, Dios, inmortalidad del alma, pecado, la resurrección de los muertos, el final de los tiempos, el juicio final, resurrección, vida eterna... se bañan de un tinte helenísitco cada vez más alejado de la base judía.



Uno de los períodos menos conocidos por los estudiantes de la Biblia, es el que llamamos el período intertestamentario. Sin embargo, los cambios ocurridos durante esos años marcan uno de los períodos más importantes en la historia del pueblo de Israel. Este período de aproximadamente 450 años es de suma importancia ya que va a tener influencia en el desarrollo del judaísmo como la fe del pueblo de Israel; asimismo, siglos más tarde, va a influenciar la historia del cristianismo neotestamentario.

Uno de los fenómenos más importantes durante el período intertestamentario es la helenización del judaísmo. El período intertestamentario se denomina a los años que transcurren entre el cierre del canon de la Biblia hebrea y los comienzos del Nuevo Testamento. En este período, el pueblo de Israel finalmente se transforma en una nación monoteísta, ya que, durante todo el período bíblico anterior, el pueblo de Israel adoraba a Yahvé, pero seguía adorando a dioses paganos.

El canon de la Biblia hebrea termina con el libro de 2 Crónicas, mientras que la Biblia cristiana cierra el Antiguo Testamento con el libro del profeta Malaquías, el que fue compuesto aproximadamente en el año 450 A.C. Si el primer libro del Nuevo Testamento fue compuesto aproximadamente en el año 55 D.C. por el apóstol Pablo entonces este período cubre aproximadamente cinco siglos. Por otro lado, si consideramos el nacimiento de Jesús como el principio del Nuevo Testamento, este período es aproximadamente de 450 años. Es durante este período donde ocurre un fenómeno que va a influenciar tanto al judaísmo como como a la teología cristiana. Este fenómeno es la helenización del pueblo judío.  Se define como “helenismo” (Del lat. hellenismus, y este del gr. ἑλληνισμός) al período de la cultura griega que va desde Alejandro Magno hasta Augusto, y se caracteriza sobre todo por la absorción de elementos de las culturas de Asia Menor y de Egipto.

Alejandro Magno, partiendo de Macedonia en el año 334 A.C., comienza la campaña de conquista de los grandes imperios orientales, extendiendo sus dominios hasta la India y Afganistán. En su juventud Alejandro fue educado por el gran filósofo griego Aristóteles cuyas enseñanzas moldearon su forma de pensar. Las conquistas de Alejandro no solamente tuvieron un propósito político-militar, sino que éste se propuso introducir los avances de la civilización griega a todo el mundo conocido.

Este proceso es comúnmente llamado “helenismo” o “helenización”, vocablo que deriva de la palabra “Helas” que significa “griego, y significa el adoptar o imitar el lenguaje, cultura, tradiciones, filosofías, y religiones griegas.  No se puede minimizar el impacto que el helenismo produjo en el mundo civilizado. El mismo imperio romano adoptó costumbres, tradiciones y aún la religión griega, simplemente cambiándoles el nombre a los dioses del panteón griego. El pueblo de Israel y el judaísmo no fueron exentos de tales cambios y el judaísmo griego o judaísmo helénico de aquí en más pasa a ser parte de la historia del pueblo de Israel. Debemos destacar que sólo parte del pueblo judío vivía en la tierra de Israel, y que muchos judíos vivían en otros lugares del mundo civilizado, desde Babilonia y el antiguo imperio persa hasta los límites más extremos del imperio romano. Mientras Jerusalén y el Templo eran el punto focal del judaísmo durante el período intertestamentaio, grandes centros de judaísmo se habían desarrollado en Babilonia y Alejandría.

La dispersión de los judíos exiliados de su país es conocida como “díaspora” y tuvo sus comienzos a partir de la destrucción de Jerusalén en el año 586 A.C., cuando muchos judíos se establecieron en Egipto y una gran mayoría fueron desterrados a distintas partes del imperio babilónico. Si tomamos en cuenta el relato de Esdras capítulo dos, el número de los exiliados que retornaron a Israel del cautiverio babilónico es 42.360; sin embargo, si tomamos en cuenta la creciente importancia de los que permanecieron en Babilonia podemos decir con cierto grado de certeza que fueron más los judíos que prefirieron permanecer que los que retornaron a Israel. Esto es evidente por el número e importancia del judaísmo babilónico, cuando siglos más tarde las academias judías editan al Talmud de Babilonia, que junto con la Torá, son la base del judaísmo hasta el día de hoy.

Pero compitiendo con Jerusalén y Babilonia, estaba la comunidad judía de Egipto, cuyo epicentro era la ciudad de Alejandría. El principio de esta comunidad se remonta al período del Antiguo Testamento, cuando muchos judíos van a Egipto ante la inminente captura de Jerusalén por los babilonios. Los que emigraron a Egipto se establecieron en una localidad que fue conocida con el nombre de Tierra de Onías o Leontópolis. Allí en Egipto se levantó un templo judío que competiría con el templo de Jerusalén ya que el templo de Onías fue el único templo aparte del de Jerusalén donde se llevaban a cabo los sacrificios prescriptos por la ley Mosaica llevados a cabo por genuinos sacerdotes descendientes de Arón. Según el relato de Flavio Josefo, este templo se edificó durante el apogeo de la cultura griega en el norte de Egipto en el año 170 A.C., y continuó funcionando hasta el año 73 D.C. Sin embargo el centro más importante del judaísmo helénico estaba centrado en la ciudad de Alejandría y fue allí desde donde nació y se expandió la helenización del judaísmo.

El interés en estudiar la helenización del judaísmo como un fenómeno cultural político y religioso tuvo sus principios en los círculos académicos en el siglo diecinueve. La importancia de este tema en círculos teológicos cristianos fue quizás iniciada por los escritos de Ferdinand C. Baur.  Baur (1792- 1860) fue un teólogo protestante alemán y fundador y líder de la Escuela de Teología de Tubinga. Siguiendo la teoría dialéctica de Hegel, Baur argumentó que el cristianismo del segundo siglo representaba la síntesis de dos tesis opuestas: el cristianismo judío y el cristianismo gentil. La obra de Baur tuvo un profundo impacto en el análisis de la historicidad de los textos bíblicos y por ende, en la historia del judaísmo y del cristianismo.

La pregunta que se debate aún hasta nuestros días es hasta qué punto el helenismo influenció al judaísmo, y por ende al cristianismo. Durante el período intertestamentario estaba de moda el uso de nombres y terminología griega; por ejemplo el nombre “Alejandro” y la palabra “sinagoga”. Quizás lo más importante es la adopción del lenguaje y la escritura griega. La cuestión que debe ser debatida es cuándo, cómo, en qué círculos, y hasta qué punto la helenización de Israel durante el período intertestamentario influenció al judaísmo y al cristianismo. Es durante este período que mucha de la literatura judía fue escrita en griego: entre ellos la “Septuaginta” o “La versión de los 70”, que es la traducción de la Biblia hebrea al griego, “La carta de Jeremías”,  1 Erza “, los libros   2ª y 3ª Macabeos”, “Baruc”. Pero quizás el mejor ejemplo de la helenización del judaísmo son los escritos filosóficos y religiosos de Filón de Alejandría. 

Filón de Alejandría (en griego: Φίλων ὁ Ἀλεξανδρεύς, Philôn ho Alexandreus; en latín: Philo Judaeus, Filón el judío; en hebreo: פילון האלכסנדרוני, Filôn Haleksandrôny) fue un filósofo judío helenístico nacido alrededor del año 20 A.C. en Alejandría, donde murió alrededor del 45 D. C. Al ser contemporáneo de Pablo, que nació en la ciudad griega de Tarso  al inicio de la era cristiana, nos preguntamos hasta qué punto el judaísmo helénico de Filón pudo haber influenciado al judaísmo al cristianismo de los primeros siglos. Su abundante trabajo es principalmente apologético, con la intención de demostrar la combinación perfecta entre la fe judía y la filosofía helenística. Filón interpretó la Biblia a través de la filosofía griega, apoyándose principalmente en Platón y en los estoicos. Esto resultó en los siglos siguientes en una sumisión de la filosofía a las Escrituras. Sus escritos alegóricos y fantasiosos sobre la vida de los patriarcas de Israel, los querubines, la inmutabilidad de Dios, y su interpretación de la ley Mosaica, son representativos tanto de la helenización del judaísmo así como de la influencia del judaísmo en el mundo helénico.

El pensamiento de Filón impregnó a los padres de la Iglesia, como Orígenes de Alejandría, Ambrosio de Milán y Agustín de Hipona. Al no haber literatura fidedigna de la religión judía en Israel de ese tiempo, no sabemos a ciencia cierta su influencia en la tradición judía, en particular en la tradición rabínica escrita, la que nació un siglo después de la muerte de Filón. Sin embargo, sí se puede hablar de algún tipo de influencia judeo-helenista en algunos escritos del canon del Nuevo Testamento.  El escritor contemporáneo Folker Siegent  cree percibir una influencia indirecta de Filón en la Epístola a los Hebreos y en el Evangelio de Juan escrito en Éfeso, donde residía Apolos, un judío de Alejandría que participó en la creación de la comunidad cristiana local. Este último, que también residía en Corinto, también pudo haber tenido alguna influencia en las Epístolas a los Corintios. Los estudiosos han notado similitudes entre el Evangelio de Lucas (de inspiración paulina) y el pensamiento de Filón.

La influencia de la cultura griega en el judaísmo fue un fenómeno importante en la historia del antiguo pueblo judío, pero a diferencia de otras culturas, como la de Roma, el helenismo no cambió el fundamento de la religión del pueblo de Israel. En contraste, la cultura y religión romana adaptaron la cultura y religión griega. El panteón griego fue adoptado por los romanos los que simplemente dieron nombres latinos a las deidades griegas. Y su deseo de identificarse étnicamente con los antiguos griegos fue el origen de La Eneida de Virgilio, en la cual el héroe troyano Eneas escapa y sus descendientes Rómulo y Remo fundan la ciudad de Roma.

La helenización del judaísmo es el fenómeno que permitió al pueblo judío esparcido por el mundo grecorromano puder expresarse en forma entendible en medio de una cultura foránea. Un ejemplo de esto lo vemos en el discurso de Pablo en el Areópago de Atenas narrado en el libro de Los Hechos de los Apóstoles capítulo 17. Allí Pablo aprovecha el hecho de que griego era su otra lengua natural y que los atenienses tenían pasión por nuevas filosofías, en vez de condenar su politeísmo o filosofía, señala  un altar dedicado al “dios no conocido” para presentarles su mensaje. En otras palabras, podríamos decir que la fe del pueblo judío que vivía en el mundo gentil era tan fuerte y fiel a su religión ancestral, que ni en creencia ni en práctica fue cambiada por la cultura helénica en medio de la cual existía.

Saulo de Tarso, conocido como el apóstol Pablo, es un ejemplo de esta verdad. Nació y probablemente creció en la ciudad de Tarso, una ciudad griega la que de alguna forma influyó en su desarrollo cultural, sin embargo se mantuvo fiel a su judaísmo. Tal fue su fidelidad al judaísmo que les dice a los Gálatas “y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis compañeros en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres” (1:14). A diferencia de Filón de Alejandría, quien adoptó filosofía estoica y aristotélica para adaptar su judaísmo a la cultura helénica, Pablo se identificó por su judaísmo helénico particular.Nacido en una ciudad griega, de una familia prominente que gozaba ciudadanía romana, es probable que en su casa no se hablara el griego de Tarso, sino en el hebreo o arameo de Jerusalén. En cuanto a su judaísmo Pablo mismo les dice a los filipenses “circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo” (Fil. 3:5). El teólogo Peter J. Tomson aún define a Pablo como fariseo helenístico. 

El tema de la helenización del judaísmo continúa siendo debatido en círculos teológicos cristianos, sin embargo el pueblo judío que vivía en un mundo de cultura griega, se mantuvo fiel a la fe de Israel.

Fuente: https://moriacollege.com/articulos/estudios-biblicos/

Ver también: El ambiente filosófico-religioso en el mundo helenístico precristiano

Ver también la sección: RELIGIONS



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