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Ser humano: dignidad infinita

El «valor» y la «dignidad» intrínseca de cada ser humano debería constituir un eje vertebrador prioritario en la Educación y Formación de cualquier ciudadano.

La dignidad de todos los seres humanos va más allá de todas las apariencias externas o características de la vida concreta de las personas.

El Vaticano denuncia en un nuevo documento las principales «violaciones de la dignidad humana» en un mundo globalizado

El «ser humano» es el lugar en el que el Cosmos se ha vuelto consciente, la entidad en el que el Cosmos ha tomado consciencia de sí mismo. Desde una perspectiva cósmica el «ser humano» es el ser más excelso y más digno de la Creación conocida, el lugar donde la Conciencia cósmica es capaz de reflexionar sobre sí misma, de evolucionar y con capacidad de perfeccionarse a sí misma. Desde una perspectiva ecológica estamos destinados a habitar la Tierra, proteger, cuidar y construir nuestra casa común, a vivir en unión y armonía con el entorno. Desde una cosmovisión cristiana en esencia somos creaturas divinas, hechas a imagen y semejanza de ese Origen, Fuente primera o Realidad última que denominados «Dios».

Y en el seno de esa maravillosa realidad que nos envuelve y nos acoge la historia de la civilización humana es la historia de una persistente y dolorosa lucha por el reconocimiento de la «dignidad humana» y los «derechos» de cada de cada uno de los «seres humanos», de cada uno de nosotros. Tras milenios de incansable lucha y esfuerzo por el reconocimiento de la dignidad de cada ser humano y la concreción de esa intrínseca e inviolable dignidad en un conjunto de «derechos humanos» ¿llegará un momento en que entre nosotros el concepto de la «dignidad humana» se diluya, y en nombre de una paupérrima idea de «libertad» volvamos a un estadio cultural propio de una etapa pre-civilizatoria, cavernaria? Para el más elemental sentido común, algunas cosas son obvias… pero en la mentalidad actual, en nuestro mundo, hay obviedades que se van desvaneciendo y parecen esfumarse… En un sitio como este en el que nos esforzamos por andar «entrevalores» la «condición humana» y la «dignidad» intrínseca de todo ser humano han sido una preocupación constante, enfatizando de forma persistente el valor de toda «vida humana» y su «dignidad» como valores supremos. Sabemos del escaso alcance y limitado impacto que este tipo de documentos suelen tener entre la gente corriente. Es por ello que consideramos oportuno contribuir a difundir y dar a conocer al gran público documentos importantes como el que en esta ocasión nos ocupa.

La lucha por el reconocimiento de la dignidad y valor de TODA vida humana no es una cuestión de «creencia» sino de ciencia, de consciencia y de conciencia. Se trata de optar ideológica y culturalmente por un modelo distinto de sociedad. Ya que en nuestro tiempo, lo que está en juego es el concepto mismo de «ser humano» y el reconocimiento de su «valor» intrínseco y de su «dignidad». La «dignidad humana» no la otorga el Estado, ni es fruto de un consenso político, ni puede estar al albur de la voluntad de mayorías históricas coyunturales. No valen ya las decadentes ideologías «pseudoprogresistas». La clave de un auténtico «progreso» está en reconocer y potenciar «el valor y la dignidad de cada ser humano». En estos tiempos en que se ven tantos desarrollos tecnológicos, en que la humanidad cree haber avanzado tanto en tan diversos aspectos, en muchas circunstancias el ser humano sigue todavía víctima de un proceso «cosificador». En nuestro tiempo muchos son rehenes todavía de una visión en que la dignidad del ser humano es vilipendiada o reducida a la categoría de una cosa o de una función. Hay demasiados sectores de la población en los que el valor y el respeto a la vida humana todavía no son prioritarios. Históricamente se han dado pasos de gigante en la defensa de la «dignidad humana» y en el reconocimiento de los «derechos humanos». Hemos abolido la esclavitud mantenida durante siglos. Condenamos la aberración de la tortura y la discriminación racista, la violencia doméstica y los abusos sexuales, los fanatismos terroristas y los crímenes de guerra. Todas ellas, conductas violentas mayoritariamente rechazadas por la sociedad. Sin embargo, todavía hoy tanto en el primer mundo como en los países en vías de desarrollo, en una parte importante del cuerpo social se perciben actitudes y comportamientos rechazables o manifiestamente mejorables y déficits formativos en sectores importantes de la población en apreciar y respetar adecuadamente el valor intrínseco de esa «dignidad infinita».

La larga preparación del texto que presentamos «Dignitas infinita», cuya elaboración ha durado cinco años, nos permite comprender que estamos ante un documento que, debido a la seriedad y centralidad de la cuestión de la dignidad en el pensamiento cristiano, necesitó un considerable proceso de maduración hasta llegar a la redacción final. El documento consta de 66 puntos (con una larga presentación, una introducción, cuatro bloques y una conclusión). Sin duda, la mejor parte se encuentra en el cuarto apartado del texto, en el que 'Dignitas Infinita' aborda “algunas violaciones graves de la dignidad humana”, que van desde el “drama de la pobreza” hasta la “violencia digital”, pasando por la condena inequívoca del aborto, la eutanasia o la teoría de género, mientras reclama la lucha contra las guerras, el tráfico de personas, la violencia contra las mujeres o los abusos sexuales. Como siempre que algo sale del Vaticano genera polémica. En dicho documento están presentes las dos almas de la Iglesia: la lucha por la dignidad de los desfavorecidos, junto al mantenimiento de una férrea doctrina moral. Por el contenido de la declaración y por la institución que lo firma es un documento importante. Sin embargo, fuera del ámbito cristiano entre la prensa ha tenido una acogida irregular, y entre los que la recogieron hay división de opiniones, unos favorables, otros echan en falta el no profundizar más en los temas tratados: la pobreza, la pena de muerte, la guerra, la emigración, la esclavitud, la prostitución, la tortura, el racismo, el tráfico de drogas y de armas, el terrorismo, el crimen internacional organizado, los abusos sexuales, la violencia contra las mujeres, el aborto, los vientres de alquiler, la eutanasia, la situación de las personas con discapacidad, la teoría de género, el cambio de sexo, la violencia digital. Presentamos algunas opiniones vertidas en la prensa digital y algunos de los aspectos concretos en él tratados.

El documento completo se puede leer aquí

Sobre el documento «Dignidad infinita»

Se ha publicado un documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe «Dignitas infinita» sobre la «dignidad humana» en el que se habla sobre la dignidad humana y sus amenazas actuales. En las tres primeras partes, la Declaración recuerda los principios fundamentales y los supuestos teóricos para ofrecer importantes aclaraciones que puedan evitar las frecuentes confusiones que se producen en el uso del término «dignidad». En la cuarta parte, presenta algunas situaciones problemáticas actuales en las que no se reconoce adecuadamente la inmensa e inalienable dignidad que corresponde a todo ser humano. La declaración de la Santa Sede finaliza abordando algunas violaciones concretas y graves de la dignidad humana.

El ser humano por el simple hecho de serlo es depositario de un inmenso «valor», de una «dignidad infinita». Una «dignidad infinita», que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre. Este principio, plenamente reconocible incluso por la sola razón, fundamenta la primacía de la persona humana y la protección de sus derechos.  El documento enfatiza la naturaleza inalienable e indivisible de la dignidad humana. La declaración es una llamada a reconocer y respetar la dignidad humana más allá de cualquier circunstancia. El documento subraya la importancia de la dignidad humana en la antropología cristiana y sus implicaciones positivas en los ámbitos social, político y económico. Destaca temas estrechamente relacionados con la dignidad, como la pobreza, la situación de los migrantes, la violencia contra las mujeres, la trata de personas y la guerra, entre otros. Además, la declaración aborda temas críticos como la eutanasia, la teoría de género y el aborto, considerándolos como amenazas significativas contra la dignidad humana.

En defensa de la «dignidad humana». Así se podría resumir la nueva declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe «Dignitas infinita» sobre la dignidad humana. Un documento, elaborado para recordar “con particular insistencia que esta dignidad existe más allá de toda circunstancia, invitando a todos a defenderla en cada contexto cultural, en cada momento de la existencia de una persona, independientemente de cualquier deficiencia física, psicológica, social o incluso moral”.  Siguiendo la estela de la encíclica «Fratelli tutti» el nuevo documento del Vaticano presta especial atención a las graves violaciones de la «dignidad humana» que ocurren en la actualidad a lo largo del mundo. Nos encontramos ante una radiografía de la deriva que se está produciendo hoy día especialmente en la engreída sociedad Occidental, evidenciando cómo también en el primer mundo se está vulnerando y pisoteando la dignidad de la persona, no solo con comportamientos, sino con leyes y políticas públicas. Este nuevo documento reconoce que “aunque cada vez hay más conciencia de la cuestión de la dignidad humana, sigue habiendo hoy muchos malentendidos sobre el concepto de dignidad, que distorsionan su significado”. Se “insiste en el hecho de que la dignidad de toda persona humana, precisamente porque es intrínseca, permanece más allá de toda circunstancia, y su reconocimiento no puede depender, en modo alguno, del juicio sobre la capacidad de una persona para comprender y actuar libremente”. Porque si como piensan algunos solo tuviera dignidad el ser capaz de razonar “el niño no nacido no tendría dignidad personal, ni el anciano incapacitado, ni los discapacitados mentales”. “Sólo mediante el reconocimiento de la dignidad intrínseca del ser humano, que nunca puede perderse, desde la concepción hasta la muerte natural, puede garantizarse a esta cualidad un fundamento inviolable y seguro”. Aunque el documento no aporta muchas soluciones, sí las denuncia, en la línea de Jesús de Nazaret, que explicitó claramente el reconocimiento de la dignidad de toda persona, sobre todo de aquellas que eran calificadas de “indignas”. Hay razones para creer que a medio plazo la sociedad volverá al camino que no debió dejar, los principios que hicieron grande a Occidente: los griegos, romanos, judíos y cristianos, y que ayudarán al resto del mundo.

Algunas violaciones graves contra la «dignidad humana»

La guerra (38) Tragedia que niega la dignidad humana es la que provoca la guerra, hoy como en todos los tiempos: «guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana […] Van “multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamar una ‘tercera guerra mundial en etapas’”». Esto es aún más grave en nuestra época, en la que se ha convertido en normal que, fuera del campo de batalla, mueran tantos civiles inocentes. Hoy la Iglesia no puede dejar de hacer suyas las palabras de los Pontífices, repitiendo con san Pablo VI: «¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra!», y pidiendo, junto a san Juan Pablo II, «a todos en nombre de Dios y en nombre del hombre: ¡no matéis! ¡No preparéis a los hombres destrucciones y exterminio! ¡Pensad en vuestros hermanos que sufren hambre y miseria! ¡Respetad la dignidad y la libertad de cada uno!».

El trabajo de los emigrantes (40) Los emigrantes están entre las primeras víctimas de las múltiples formas de pobreza. No es solo que su dignidad viene negada en sus países, sino que su misma vida es puesta en riesgo porque no tienen los medios para crear una familia, para trabajar o para alimentarse. Una vez llegados a los países que deberían poder recibirlos, «no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona.

La trata de personas. (41) El Papa Francisco lo ha denunciado en términos particularmente enérgicos: «reafirmo que la “trata de personas” es una actividad innoble, una vergüenza para nuestras sociedades que se consideran civilizadas. ¡Explotadores y clientes a todos los niveles deberían hacer un serio examen de conciencia ante sí mismos y ante Dios! La Iglesia y la humanidad no deben abandonar la lucha contra fenómenos como el «comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado.

Los abusos sexuales (43) Todo abuso sexual deja profundas cicatrices en el corazón de quienes lo sufren: éstos están, de hecho, heridos en su dignidad humana. Se trata de «sufrimientos que pueden llegar a durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio. Este fenómeno está muy difundido en la sociedad, afecta también a la Iglesia y representa un serio obstáculo para su misión». De ahí su inquebrantable compromiso de poner fin a cualquier tipo de abuso, empezando desde dentro.

Las violencias contra las mujeres (44). El Papa Francisco subraya este hecho cuando afirma que «la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje. Es un hecho que “doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos”». En nombre del respeto de la persona no podemos además no denunciar la difundida cultura hedonística y comercial que promueve la explotación sistemática de la sexualidad, induciendo a chicas incluso de muy joven edad a caer en los ambientes de la corrupción y hacer un uso mercenario de su cuerpo». Entre las formas de violencia ejercidas contera las mujeres, ¿cómo no mencionar la coacción al aborto, que afecta tanto a la madre como al hijo, tan a menudo para satisfacer el egoísmo de los varones? ¿Y cómo no mencionar también la práctica de la poligamia que – como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica – es contraria a la igual dignidad de mujeres y varones y también es contraria a «al amor conyugal que es único y exclusivo»? Quiero (Francisco) invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio.

El aborto (47) La Iglesia no cesa de recordar que «la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Precisamente la afirmación de tal dignidad es el presupuesto irrenunciable para la tutela de una existencia personal y social, y también la condición necesaria para que la fraternidad y la amistad social puedan realizarse en todos los pueblos de la tierra». Sobre la base de este valor intangible de la vida humana, el magisterio eclesial se ha siempre pronunciado contra el aborto, “Toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre”». Merece mencionarse aquí el compromiso generoso y valiente de santa Teresa de Calcuta en defensa de todo concebido.

La maternidad subrogada (48). La Iglesia, también, se posiciona en contra de la práctica de la maternidad subrogada, mediante la cual el niño, inmensamente digno, se convierte en un mero objeto. El niño tiene derecho, en virtud de su dignidad inalienable, a tener un origen plenamente humano y no inducido artificialmente, y a recibir el don de una vida que manifieste, al mismo tiempo, la dignidad de quien la da y de quien la recibe. La maternidad subrogada viola, al mismo tiempo, la dignidad de la propia mujer que o se ve obligada a ello o decide libremente someterse. Con esta práctica, la mujer se desvincula del hijo que crece en ella y se convierte en un mero medio al servicio del beneficio o del deseo arbitrario de otros.

La eutanasia y el suicidio asistido (51) Hay un caso particular de violación de la dignidad humana, más silencioso pero que está ganando mucho terreno. Tiene la peculiaridad de utilizar un concepto erróneo de la dignidad humana para volverla contra la vida misma. Esta confusión, muy común hoy en día, sale a la luz cuando se habla de eutanasia. Ciertamente, la dignidad del enfermo, en condiciones críticas o terminales, exige que todos realicen los esfuerzos adecuados y necesarios para aliviar su sufrimiento mediante unos cuidados paliativos apropiados y evitando cualquier encarnizamiento terapéutico o intervención desproporcionada. Estos cuidados responden al «constante deber de comprender las necesidades del enfermo: necesidad de asistencia, de alivio del dolor, necesidades emotivas, afectivas y espirituales».[94] Pero tal esfuerzo es totalmente distinto, diferente, incluso contrario a la decisión de eliminar la propia vida o la de los demás bajo el peso del sufrimiento.

El descarte de las personas con discapacidad (53) Nuestro tiempo, por desgracia, no se distingue mucho por esa atención: en verdad, se está imponiendo una cultura del descarte. Para contrarrestar esta tendencia, merece especial atención y solicitud la condición de quienes se encuentran en situación de déficit físico o psíquico. Esta condición de especial vulnerabilidad, precisamente desde un estado de deficiencia o discapacidad. La cuestión de la imperfección humana tiene también claras implicaciones desde el punto de vista sociocultural, ya que, en algunas culturas, las personas con discapacidad sufren a veces marginación, cuando no opresión, al ser tratadas como auténticos “descartados”.

La teoría de género (55) Hay que denunciar como contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual. Al mismo tiempo, la Iglesia destaca los decisivos elementos críticos presentes en la teoría de género han dado lugar a colonizaciones ideológicas, entre las que ocupa un lugar central la teoría de género, que es extremadamente peligrosa porque borra las diferencias en su pretensión de igualar a todos. La teoría de género es que pretende negar la mayor diferencia posible entre los seres vivos: la diferencia sexual. Esta diferencia constitutiva no sólo es la mayor imaginable, sino también la más bella y la más poderosa: logra, en la pareja varón-mujer, la reciprocidad más admirable y es, por tanto, la fuente de ese milagro que nunca deja de asombrarnos que es la llegada de nuevos seres humanos al mundo. Por lo tanto, debe rechazarse todo intento de ocultar la referencia a la evidente diferencia sexual entre hombres y mujeres: «no podemos separar lo que es masculino y femenino de la obra creada por Dios, que es anterior a todas nuestras decisiones y experiencias, donde hay elementos biológicos que es imposible ignorar

El cambio de sexo (60) La dignidad del cuerpo no puede considerarse inferior a la de la persona como tal. El Catecismo de la Iglesia Católica nos invita expresamente a reconocer que «el cuerpo del hombre participa de la dignidad de la “imagen de Dios”». De ahí que toda operación de cambio de sexo, por regla general, corra el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción. Esto no significa que se excluya la posibilidad que una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente, pueda optar por recibir asistencia médica con el objetivo de resolver esas anomalías. En este caso, la operación no constituiría un cambio de sexo en el sentido que aquí se entiende.

La violencia digital (61) El avance de las tecnologías digitales, aunque ofrece muchas posibilidades para promover la dignidad humana, tiende cada vez más a crear un mundo en el que crecen la explotación, la exclusión y la violencia, que pueden llegar a atentar contra la dignidad de la persona humana. Desde esta perspectiva, si la tecnología ha de estar al servicio de la dignidad humana y no perjudicarla, y si ha de promover la paz en lugar de la violencia, la comunidad humana debe ser proactiva a la hora de abordar estas tendencias respetando la dignidad humana y promover el bien.

Conclusión (64) Con esta Declaración, la Iglesia exhorta ardientemente a que el respeto de la dignidad de la persona humana, más allá de toda circunstancia, se sitúe en el centro del compromiso por el bien común y de todo ordenamiento jurídico. En efecto, el respeto de la dignidad de todos y de cada uno, es la base indispensable para la existencia misma de toda sociedad que pretenda fundarse en el derecho justo y no en la fuerza del poder. Es sobre la base del reconocimiento de la dignidad humana como se sostienen los derechos humanos fundamentales, que preceden y sustentan toda convivencia civilizada.

Extracto entresacado del blog de ForumLibertas

Para acceder al documento completo

Ver vambién la sección: DRETS HUMANS


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