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MONJES Y MONASTERIOS DEL AMPURDÁN

Aparte del culto y la devoción a Dios, los monasterios eran la hospedería de las almas en pena y desvalidos que surgieron con el feudalismo.

Los monjes tenían también como fin instruir y enseñar a la población rural.

En resumen, los monasterios fueron un lugar de refugio y primera obra que los monjes hicieron en favor de la hospitalidad.

Aún así, no todo era paz y amor. Las grandes eminencias eclesiásticas poseían grandes extensiones de tierra y, siempre que podían, luchaban para conseguir más. Como los monjes tenían a Dios a su lado, nadie les negaba nada. En muchas ocasiones los campesinos perdían sus posesiones y pertenencias. Cuando surgía la oportunidad de nuevas tierras, se originaban disputas entre los distintos monasterios de la zona.

Los monjes del norte de Cataluña, tenían tres cualidades: sangre ibérica, fe y organización democrática.

La dura regla de San Benito, por ejemplo, convertía la comunidad religiosa en una especie de legión romana, o campamento de severa disciplina. Se sostenía básicamente por el trabajo, la obediencia ciega y la igualdad entre los monjes.

Los monjes se vestían con una túnica con capucha como los esclavos romanos, llevaban el cabello corto y evitaban cualquier tipo de lujo.

La comida ordinaria era una porción de pan, vino y aceite para cada monje. El pan tenía que ser de trigo de fermento, bueno, sin mezcla de piedras, el vino y el aceite, depurados.

La comida más corriente de los monjes era una sopa. En el monasterio de Bañolas se han encontrado recetas del siglo XII. Las tartas, el pescado y la carne amasada llegaron a los monasterios a través de los regalos de algún conde. También se comía bien por San Esteban, Navidad y las festividades de Reyes. En estas fiestas se añadía un buen vino llamado néctar; era vinomezclado con miel y pimienta. La administración de un monasterio era como la de una ciudad autosuficiente. Las haciendas monacales producían bienes para todas las necesidades.

Cuando los monjes viajaban, acostumbraban a dormir en otros monasterios de la misma orden. La tradición dice que había un monasterio en cada jornada hasta Roma.

 

 

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