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CONDICIONES DE VIDA

 

 

El HÁBITAT AGRUPADO: LAS ALDEAS Y LOS LUGARES

En la mayoría de las jurisdicciones no existía un solo y único señor, sino que las tierras se encontraban divididas en partes pertenecientes a diferentes personas, lo cual hacía que se construyeran diferentes tipos de hábitat según la gente que vivía en el lugar.

La posible construcción en diferentes núcleos dependía de diversos factores: accesibilidad, existencia de agua y protección, otros intereses y necesidades humanas.

Entre las diferentes poblaciones podía haber una cierta distancia de unos treinta o cincuenta kilómetros (entre las más grandes) pero se podían hallar pueblos cada diez o quince kilómetros al lado de caminos principales.

El núcleo de la población lo formaban los campesinos, alrededor de la iglesia, que se convertía en el centro de la aldea. Los aldeanos buscaban la protección que les ofrecía aquella zona sagrada.

Las casas, domus, eran pequeñas y se construían unas al lado de las otras, dando lugar a las calles. La anchura de su fachada era de unos 5 metros, una planta regular o casi cuadrangular, con un huerto o un patio cerrado delante o detrás. Las casas más sencillas eran estrechas y hondas, de unos 20 o 25 m², con la bodega o el establo en la parte inferior y con algunas habitaciones en la parte superior.

El resultado era una aldea con estructura radial que daba lugar a una calle mayor o calles que formaban un enrejado.

Los núcleos quedaban protegidos y defendidos por la torre eclesiástica y, por tanto, en momentos de peligro podía acoger a los campesinos.

Había lugares donde sólo quedaban protegidos por los muros de la propia casa, con aberturas estrechas a una cierta altura.

Los materiales de construcción variaban según el edificio que se construía: los muros, hechos con sillares y mortero de cal eran de la iglesia parroquial, la tapia para las casas de los aldeanos. La pavimentación podía ser la misma roca, sobre la cual se edificaba la casa, o bien tierra molida mezclada con cal para darle consistencia.

 

EL HÁBITAT DISPERSO: CASTILLOS, CASAS FUERTES Y MANSOS.

Los miembros del poblamiento disperso son los mansos que se consolidaron en los siglos XII y XIII, a causa de un aumento de la población, de la necesidad de un mayor número de productos agrarios y los intereses de los nobles para aumentar las rentas.

El señorío constituye el conjunto definitivo del hábitat rural, incluyendo los mansos y los poblados dominados por el señor del castillo, concebido como necesidad militar.

Las viviendas de mayor importancia son los castillos, después las torres de vigilancia y a continuación las construcciones menores: mansos, casas... seguido de una gradación de clases sociales.

Las diferentes categorías del suelo agrario son en los alrededores del castillo: huertos, huertecillos y la huerta donde se cultivaba para beneficio del señor. Más allá, en la montaña y el llano, prado, pastos, selvas y bosques; dehesas, montes, llanuras, viñedos y plantas, y en los campos dedicados al cultivo de trigos. De la misma manera los monopolios señoriales definen el hábitat: los molinos y las herrerías situadas al lado de los torrentes o arenales. Los elementos represivos o de castigo, como las horcas, se colocaban en los lugares más visibles, generalmente en lo alto de colinas que marcaban los límites del término jurisdiccional; los castillos se situaban en la plaza pública del poblado.

El poblado estaba caracterizado por una utilización triple: como plaza militar, como centro organizador y administrativo del señorío y como vivienda de nobleza, aunque a partir del siglo XII se produjo un cierto abandono. Muchos castillos se dejaron de habitar en el trescientos, y los nobles prefirieron construirse palacios en las aldeas, casas señoriales en las ciudades, o habilitarse antiguas torres de defensa dando sitio a los castillos-palacios.

El aspecto exterior de los castillos era de construcción muy maciza, un gran cuerpo de sillares regulares defendido por murallas. La clase más tradicional es el de planta cuadrada que encierra en su perímetro una torre circular. Una de las características más comunes en muchas de estas edificaciones son las continuadas reformas y remodelaciones, dependiendo de las diferentes utilidades a las cuales sus propietarios las destinaban y dependiendo de la mejora de la cualidad de vida y lujo. Las estancias (poco numerosas) están repartidas en planta baja y uno o dos pisos, alrededor de un patio interior. Había elementos constructivos auxiliares como el corral de las gallinas, el establo, la bodega, estancias para guardar las cosechas o para la cría de ganado. Tenían también elementos para el acceso y distribución del agua: pozos y silos.

La planta baja del castillo normalmente se destinaba a la despensa, pastador, colada, para el servicio y también la cocina. En la planta noble estaba la sala-comedor, salitas, escritorios, etc. Algunas de estas salitas y habitaciones tenían (sobre todo las de los nobles) ventanas exteriores, ya que la luz era escasa. Las habitaciones como la sala-comedor o cocina eran salas grandes, altas de techo y amplias. Las murallas o muros, las torres exteriores, zanjas, huesas y empalizadas eran algunos elementos del aspecto militar.

Hay dos tipos de casas fuertes: la turris o torre particular o familiar, que es la masía fortificada de la Baja Edad Media, y la domus fuerte rural. En el siglo XIII fueron sustituidas en muchos lugares, por las domus o casas fortificadas que eran algo más espaciosas. Dentro de los límites del castillo se podían encontrar las cuadras con una casa fuerte, que eran consideradas fortalezas secundarias del castillo.

En la época de máximo esplendor encontramos de uno a cinco domus en el castillo, situados en lugares elevados o visibles, para poderse comunicar con señales de fuego o de humo en caso de peligro. Estas las podemos identificar como fortalezas que completan la defensa de la zona o del territorio del castillo, para la vigilancia de la vida de los campesinos y su cumplimiento de las obligaciones económicas.

Encontramos torres situadas cerca de las ciudades, construidas o reformadas a partir de una antigua masía por nobles o ricos burgueses. La torre era un edificio de recreo, donde iban a pasar algunas temporadas, para cobrar censos, cuando la vida urbana se complicaba, etc.

Estas torres estaban situadas en lugares llanos y rodeadas de árboles. Se caracterizaban por una torre adosada a la construcción o unida a la casa por un puente. Normalmente había un patio interior donde podía haber una capilla, la cocina, graneros, habitaciones para el servicio y la bodega. Son casas que se destinaban a la agricultura y en ningún caso no faltaban los lagares, las prensas y una infinidad de botas para los vinos.

La casa era de planta y piso, algunas contenían azotea y todas con capilla (esta separada de la vivienda). Las estancias (unas 20) tenían como función actividades tales como el cultivo y el abastecimiento. Otras, como la cocina, el amasador, con el horno, la despensa... eran habitaciones destinadas a la alimentación de los habitantes. Había las habitaciones para los señores y otras para los sirvientes. Podía haber también una para las armas y otra para la prisión.

La masía es el resultado de la transformación del manso primitivo durante el siglo XII.

Había un gran aumento en el número de construcciones que se añadían al núcleo inicial. La vivienda familiar estaba formada por la cocina-comedor y debajo un pequeño arco, el dormitorio. Había una parte destinada a los animales como por ejemplo cerdos, vacas, bueyes, caballos...

A mitad del siglo XII y a principios del XIII entró en Cataluña una nueva modalidad de construcción: el manso-torre. Era una construcción de planta cuadrada y dos pisos, tejado a un lado y paredes de piedra bien trabajada. En la planta baja ponían los animales, que producían calor a los habitantes de la casa, los cuales dormían en el primer y segundo piso. En el primero había la cocina-comedor, y en el segundo los dormitorios y el granero.

Esta construcción era abundante en las tierras de montaña. La estructura de las del litoral viene definida por una planta rectangular, piso y desván, puerta central, ventanas alineadas con el piso y tejado de dos aguas. Podríamos encontrar también un horno en el interior de la vivienda.

El núcleo central del manso es la masía. Tiene corrales o rediles, viñedos y campos, tierras y otras pertenencias específicas, como palomares, bodegas, gallineros...

Todas estas construcciones mejoran a finales del siglo XV y durante el siguiente, con la utilización de nuevos elementos arquitectónicos decorados en las puertas y ventanas de mayor dimensión.

 

 

 

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