Article publicat a “La Vanguardia” el 22/10/2002 per Xavier Ayén

Barcelona, una ciudad escrita

El Ayuntamiento de Barcelona premió ayer con sus medallas de oro al mérito cultural a Josep Maria Espinàs, Juan Marsé y Terenci Moix, tres escritores imprescindibles en la creación del imaginario literario de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX. ¿Qué tienen en común los galardonados? Para el crítico Julià Guillamon, desde la posguerra hasta los años noventa "son ellos los que crearon, en el campo literario, la imagen oficial de Barcelona, la que nos ha llegado a las generaciones posteriores. Espinàs es el realismo humanizado, incluso humanista. Marsé también es realista, pero con una vertiente de clase social, de barrio. Y Terenci Moix ya entra claramente en la estética pop".
Marsé (1933), cuya figura fue glosada por el profesor Luis Izquierdo, recordó que, cuando era aprendiz de joyero, "fui de los primeros en hacer medallitas de oro del amor, esas que dicen ‘te quiero más que ayer pero menos que mañana’. Nunca creí que un día me colgarían una a mí". El autor de Rabos de lagartija ha reflejado la ciudad de posguerra y los tiempos del estraperlo, pero también a las jóvenes promociones de universitarios izquierdistas de los últimos tiempos de Franco, "a los que el tiempo ha puesto en su sitio: vuelven a ser lo que eran, unos señoritos", ha declarado en alguna ocasión. Izquierdo recordó el personaje del Pijoaparte, paradigma del charnego que relaciona dos mundos sociales.
Terenci Moix (1942), que habló y respiró con dificultad durante su discurso por culpa de su enfermedad pulmonar, recordó: "Éste es mi primer premio oficial, todos los otros que tengo se deben a la beneficencia privada". El académico Pere Gimferrer glosó la personalidad de Moix, desde que "quería ser un héroe byroniano" hasta que, en su reciente novela El arpista ciego, "retrata la vida cotidiana de la calle Ponent". La literatura memorialística del escritor, donde ha evocado la atmósfera de su barrio chino natal, se ha alejado, como el resto de su obra, de las corrientes en boga de cada momento, como el boom latinoamericano o el "nouveau roman".
Josep Maria Espinàs (1927), de quien el arquitecto Oriol Bohigas destacó su novela El gandul (1955), centrada en la transformación de la izquierda del Eixample, recordó en su parlamento que "los méritos no son verdades indiscutibles". Para Espinàs, que ha compaginado sus célebres viajes rurales a pie con excursiones más urbanas en lugares como grandes almacenes, "mi naturaleza más propia se manifiesta al anochecer en la ciudad, mirando las luces de las casas y las tiendas".
El alcalde Joan Clos afirmó que el Raval de Moix representa "el corazón triturado, roto y reconstruido de la ciudad"; el Eixample de Espinàs, "la razón y la esperanza en un orden que construye prosperidad", mientras el Carmel de Marsé, "la ciudad periférica que se va integrando con el resto".

 

 

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