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Material de suport de l'assignatura de filosofia per alumnes de primer i segon de batxillerat

 

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LA REVOLUCIO CIENTIFICA

(Colin A. Russell. Instituto de Ciencias de la Educación. Universidad de Valencia. The Open University, 1984).



EL UNIVERSO DEL SENTIDO COMUN.

La base empírica de la astronomía antigua.


Antes de la época de Copérnico la mayoría de la gente tenía una concepción del Universo que podemos describir como "la visión del sentido común". En el centro de todo yace la Tierra habitada por el hombre, inmóvil y rodeada por la Luna, el Sol, las estrellas y todos los otros cuerpos celestes que se mueven alrededor de ella con complicados movimientos. Esta es una visión muy atractiva ya que, ciertamente, parece estar de acuerdo con la experiencia; si la Tierra se mueve realmente alrededor del Sol una vez cada año, y gira sobre su propio eje una vez al día, como sugirió Copérnico, cualquier objeto individual en su superficie habría de moverse a través del espacio a una velocidad colosal, y nosotros, de hecho, no tenemos la impresión de hallarnos lanzados a través del espacio de esa manera.

Es en parte por esta razón por lo que la visión precopernicana del Universo duró tanto tiempo. De hecho, es cierto que la actitud general del hombre civilizado hacia el Universo en que vivimos había cambiado muy poco -detalles aparte- en un período de dos mil años, hasta la época de Copérnico, y durante este tiempo había estado acumulándose una enorme cantidad de información sobre los movimientos de los planetas en sus órbitas. Se habían elaborado mapas y tablas de gran complejidad; el objetivo de todo astrónomo era obtener una seguridad cada vez mayor en sus predicciones de sucesos celestes, tales como eclipses, y movimientos generales de planetas y estrellas.

Qué hechos sobre el Universo estaban al alcance de los observadores antiguos y medievales ? En otras palabras, cuál fue la base empírica de su astronomía? La cosa más obvia sobre la que el hombre tenía conocimiento era el Sol. Sabía la manera en que se mueve diariamente a través del cielo y también que el movimiento diario se combina, de alguna forma, con un movimiento anual, así que no siempre aparece en la misma parte del cielo en el mismo momento del día. Por ejemplo, a medida que progresa el verano, el Sol llega a estar mucho más alto en los cielos a mediodía, y en invierno llega a estar mucho más bajo.

El siguiente cuerpo en importancia después del Sol era la Luna; el ciclo mensual de la Luna había sido conocido, por supuesto, desde la antigüedad, como ciertamente había sido conocido, por supuesto, desde la antigüedad, como ciertamente había sido conocido el hecho de que brilla con luz reflejada y no por energía propia. Después de muchos siglos de observación llegó a ser posible predecir con alguna exactitud los eclipses de Sol y Luna, ocurriendo los eclipses solares cuando la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra, y los lunares cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna.

Después estaban las llamadas "estrellas fijas"; no cambian su posición relativa y constituyen el gran telón de fondo del cielo nocturno. Desde luego que ellas también parecen moverse alrededor de la Tierra, yendo en círculo de Este a Oeste una vez cada veinticuatro horas. De manera particular fascinaba esa región suavemente radiante del cielo nocturno conocida como "la Vía Láctea". Estaban también los cinco planetas conocidos desde la antigüedad: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno (aunque debemos advertir que la Luna y el Sol fueron también a veces llamados en la Edad Media "planetas").

Los planetas no "parpadean" como las estrellas fijas, y tienen un muy extraño movimiento propio, viajando por el cielo de una manera aparentemente errática. Por cierto, la palabra "planeta" se deriva del griego "planetes", "vagabundo". Finalmente estaban esos raros visitantes conocidos como "cometas" y los despliegues espectaculares de estrellas fugaces llamados "meteoritos".

El conocimiento de estos cuerpos y de los detalles de sus movimientos constituía todo lo que se sabía sobre el Universo, dejando aparte algo que hoy no consideramos importante: el culto de la astrología, ahora científicamente desacreditada pero con muchos devotos en la Edad Media. La parte interesante de los cielos, donde se movían los planetas conocidos, fue dividida en doce porciones, "los signos del zodíaco". Se piensa que éstos fueron sugeridos por los fantásticos parecidos de cosas como cangrejos y leones a las estructuras que forman las estrellas en esas áreas, y los astrólogos sacaron mucho partido de ellos. La distinción entre astronomía (una ciencia) y astrología (una pseudociencia) es, de hecho, absolutamente moderna y, ciertamente, post-copernicana.

Estos era, pues, los principales hechos conocidos sobre los cuerpos celestes. Pero, cómo veían los medievales el universo? Para responder a esta pregunta se debe explicar, realmente, cómo era visto en una fecha aún más temprana, ya que la visión medieval se derivó sin duda de lo que hubo antes de ella.



El Universo de las dos esferas.


En cierto sentido nuestro relato comienza con los pitagóricos, que vivieron en Italia hacia el siglo V antes de Cristo. A diferencia de la mayoría de sus predecesores, y de algunos de sus contemporáneos, tendieron a evitar las crudas analogías naturalistas del Universo (por ejemplo, como un disco mantenido a flote por el océano o el aire) y pensaron mucho más en términos de descripción matemática. Sostenían que las matemáticas eran un medio para la purificación del alma y la aplicaron en varias e importantes formas, como en su estudio del tono musical. Aunque puede decirse muy pocas cosas fiables sobre los primeros pitagóricos, debemos mencionarlos en este estudio ya que sus nombres se emparejan a menudo con los primeros pasos hacia el Universo medieval del sentido común.

No conocemos quién fue el primero en sugerir que la Tierra es una esfera inmóvil que flota en el espacio, pero la idea es ciertamente reconocible en Platón. Dado este supuesto, se obtiene la explicación más simple posible del movimiento aparente del Sol alrededor de la Tierra tomando dos tipos de movimiento circular y combinándolos.

Este esquema de los pitagóricos explicaba el movimiento del Sol pero no podía ser aplicado al más errático comportamiento de la Luna y los planetas. Sin embargo, a pesar de todas sus imperfecciones tuvo una importancia que difícilmente podría ser exagerada; su idea fundamental de que los movimientos celestes están estructurados a partir de movimientos circulares perduró dos mil años, en realidad hasta la época copernicana. Estas concepciones del movimiento circular pueden encontrarse (con añadidos) en muchos griegos posteriores, incluyendo a Platón y sus discípulos.

Proyectándose sobre todo el pensamiento medieval está la figura de Aristóteles, y el peso de su inmensa autoridad se añadió en apoyo de un Universo geocéntrico (centrado en la Tierra), de acuerdo con el sentido común.


El Universo aristotélico.

Aunque Aristóteles parece haber reaccionado contra el exagerado énfasis en la geometría de los griegos anteriores, perpetuó la tradición de un Universo con una Tierra esférica inmóvil. Fue mucho más científico que sus predecesores, y realizó, de hecho, descubrimientos biológicos de la mayor importancia. Su sistema físico, con el cual intentó codificar todos los tipos de cambio que forman parte de nuestra experiencia ordinaria, fue a la larga mucho menos valioso, pero de mucha mayor influencia hasta el Renacimiento.

La física aristotélica procedía a partir del supuesto de que hay dos tipos de movimiento, el natural y el contranatural, y sólo el último necesita ser explicado. Sobre esta Tierra, y, de hecho, en cualquier lugar más bajo que la órbita lunar, está en la naturaleza de las cosas moverse en líneas rectas; las piedras caen verticalmente hacia abajo, el fuego tiende a elevarse verticalmente, en ambos casos por una especie de "instinto" de volver a su "hogar". Todo tiene su lugar propio, y a menos que se impida, tenderá a moverse hacia allí. Todo otro movimiento es contranatural; la trayectoria de una flecha, por ejemplo, no es una línea vertical porque ciertas fuerzas le fueron impresas por el arco y también, se creía, por la presión del aire que la flecha desplaza durante su vuelo. Esta última idea, con el aire arremolinándose detrás de la flecha y sustituyendo el efecto de la vibrante cuerda del arco, era necesaria ya que Aristóteles creía que para que el movimiento ocurra debe haber una continua aplicación de fuerza. De acuerdo con la física newtoniana, es el movimiento, no el reposo, lo que es natural, pero el sistema de Aristóteles era auto-consciente y muy difícil de refutar en la práctica.

En este esquema aristotélico, la Tierra, esférica, yace también inmóvil en el centro de un finito Universo esférico. Entre la Tierra y el anillo externo de estrellas fijas se sitúan esferas concéntricas (cristalinas e invisibles) sobre las que están empotrados el Sol, la Luna y los planetas.

La esfera más próxima a la Tierra es la de la Luna, y representaba una división fundamental en el Universo aristotélico. Esto se aplicaba a las leyes de la física, por ejemplo. Para los cuerpos sublunares (que incluían los de la Tierra) la forma natural del movimiento es la rectilínea; pero los cuerpos celestes más allá de la esfera lunar se mueven sólo con movimiento circular; ciertamente que en esas regiones elevadas sólo hay un tipo posible de cambio, y éste es el cambio de posición, esto es, el tipo posible de cambio, y éste es el cambio de posición, esto es, el movimiento. Los cielos son incorruptibles. Pero en esta Tierra imperfecta y corruptible todo tipo de cambios pueden tener lugar y, de hecho, tienen lugar; nacimiento, muerte, cambio de cualidades, etc.. Esta idea de dos tipos diferentes de física -celeste y terrestre- persistió hasta el siglo XVII, cuando Newton mostró que las mismas leyes físicas que conocemos en la Tierra son aplicables en todo el Universo.

Otro error de larga vida fue la creencia de Aristóteles de que a partir de la Luna, hacia arriba, sólo hay un elemento (el éter) mientras abajo se encuentran los cuatro elementos terrestres: tierra, agua, aire y fuego, luchando cada uno por alcanzar su lugar propio en el Universo. Así, el fuego tiende naturalmente a moverse (en líneas rectas, desde luego) hacia el exterior de la región de la Tierra, y la tierra tiende a ir hacia el centro; por ello las llamas vuelan hacia arriba y las piedras caen hacia abajo. La ilusión de que la composición de la Tierra es diferente de la del resto del Universo no fue definitivamente destruida hasta una época tan tardía como el siglo XIX cuando los estudios de espectroscopia mostraron que los elementos presentes en las estrellas y el Sol están también presentes aquí en la Tierra.

Mucho tiempo después de que el mundo griego clásico hubiera desparecido, las obras de Aristóteles circularon entre los árabes y en los últimos siglos antes de Copérnico llegaron a estar al alcance de Occidente. A partir del siglo XI, cuando se redescubrieron los manuscritos griegos de Aristóteles, el aristotelismo entró en una no fácil pero sí sorprendentemente larga alianza con el cristianismo oficial. Al principio hubo amplia desconfianza hacia Aristóteles, y sus obras estuvieron prohibidas en la Universidad de París por cierto tiempo, pero el sincretismo de Tomás de Aquino y otros llegó a triunfar y emergió un aristotelismo cristianizado.


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LEASE AHORA LOS SIGUIENTES PARRAFOS TENIENDO PRESENTES ESTAS PREGUNTAS:

1) Qué diferencias había comenzado a mostrar el Universo aristotélico al final de la Edad Media?

2) Por qué, a pesar de las deficiencias, retuvo un arraigo tan firme en la imaginación popular durante largo tiempo?

(Armitage, Angus: "The World Of Copernicus". EP Publishing Limited, Inglaterra).


Aristóteles imaginó el Universo como una esfera de espacio, de tamaño limitado. Todo lo que existe está en alguna parte dentro de la esfera; fuera no existe nada, ni siquiera espacio vacío. En el centro del Universo está la Tierra, una esfera inmóvil. Alrededor de la Tierra, el Universo está constituido por capas, como un nido de cajas (NOTA: Una cebolla, córtese por la mitad e imagínese en cada capa una chincheta -planeta- clavada en cada capa).

El núcleo del Universo es de tierra, formando la superficie sólida. Sobre éste hay una capa de agua formando el océano; luego la atmósfera de aire, y luego un envoltorio externo de fuego extendiéndose hasta la Luna. El resto del Universo está constituido por las esferas que transportan al Sol, la Luna y los planetas. En la esfera más exterior, las estrellas están fijas como tachones plateados.

La esfera que transporta la Luna es como un muro que divide al Universo en dos regiones. Dentro de ella, todo está formado de los cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego. Se suponía que éstos estaban cambiando constantemente uno en otro, de manera que vivimos en un mundo de cambio y destrucción. Pero se suponía que al otro lado de la esfera de la Luna, los cuerpos celestes y las esferas que los transportan están formados de un quinto elemento: el éter (No se confunda con el éter que el farmacéutico y el médico usan hoy día, o con el medio en que se supone viajan las ondas de radio). Se pensaba que este éter es muy superior a nuestros cuatro elementos, ya que se le suponía incapaz de ningún cambio excepto el de posición, esto es, el movimiento. Esta idea de una distinción tajante entre la región corruptible de los cuatro elementos y los cielos incorruptibles tuvo gran arraigo en el espíritu de las gentes. No se abandonó por completo hasta hace aproximadamente cien años, cuando se halló que la Tierra y los cuerpos celestes estaban hechos del mismo tipo de materia.

Aristóteles observó que los cuerpos pesados tales como las piedras caen al suelo, mientras que las llamas suben hacia arriba. Concluyó que es lo natural para los cuatro elementos moverse en líneas rectas, la tierra y el agua hacia abajo, hacia el centro del Universo, y el aire y el fuego hacia fuera, a partir del centro. Supuso que un cuerpo podría también moverse girando en círculo, y que éste sería un género mejor de movimiento que moverse en una línea recta, ya que podría continuar eternamente, mientras que un cuerpo que se mueve en línea recta habría de detenerse cuando llegara al límite del Universo o a su lugar natural. Por ello pensó que este mejor género de movimiento debe corresponder al mejor género de elemento, el éter inmutable. Así probó, a su entera satisfacción, que los cuerpos celestes van en círculos mientras la Tierra permanece quieta en el centro. Encontramos el argumento muy poco convincente. Pero sólo después de dos mil años empezó a ser incomodado por ideas más sensatas respecto al movimiento de los cuerpos; y en el ínterin casi todos creyeron que la Tierra permanece quieta en el centro del Universo.

Para simplificar las cosas hemos hablado como si cada planeta fuese transportado por una única esfera. Pero para representar los complicados movimientos de cada planeta se requería un gran número de esferas en movimiento de rotación, cada una dando su propio movimiento al planeta. Toda esta maquinaria era excesivamente complicada. Además no daba cuenta del hecho de que la distancia de un planeta a la Tierra varía, ya que unas veces aparece más brillante que otras.

... el problema central sobre el cual los astrónomos griegos llegaron a concentrar más y más su atención fue el de dar cuenta de los movimientos de los "planetas"...

(...) nos encontramos con un período llamado la Edad Tenebrosa, que se extiende aproximadamente del 400 al 1000 d.C., durante el cual se impusieron ideas muy primitivas sobre el mundo natural. Algunos negaron incluso que la Tierra fuese una esfera... Después fueron descubiertos algunos libros que postulaban las ideas de Platón acerca de cómo es el mundo. Estas fueron puestas en línea con las enseñanzas cristianas y proporcionaron a las gentes de Europa Occidental una suerte de concepción del Universo que permaneció sin mucha alternación hasta el siglo XVI.

Se pensaba en el Universo como un espacio cerrado, una esfera de tamaño estrictamente limitado. Había sido creado por Dios en un pasado no muy lejano como residencia del hombre, en función del cual existía todo elmundo natural. Estaba destinado a sufrir algún cambio catastrófico, en un futuro no muy remoto. La Tierra ocupaba el centro del Universo, tanto en posición como en importancia. Era el escenario en que se desarrollaba el drama de la vida humana. Bajo nuestros pies, en el interior de la Tierra, estaba el Infierno. Más allá del límite del Universo estaba el Cielo, la morada de Dios y los Santos (...)


Deficiencias del sistema aristotélico.

- No daba cuenta de las irregularidades observadas del movimiento planetario, a no ser con modificaciones tan severas que hubiera comprometido gravemente sus virtudes esenciales de simplicidad y belleza.

- Se sabe que los planetas varían su distancia a la Tierra y esto no era posible en el simple esquema aristotélico.

- Se fundía con un sistema de física que estaba siendo crecientemente atacado desde muchos sectores.

- En su afirmación de un Universo eterno y en algunas otras cosas el pensamiento aristotélico se habría mostrado incompatible con el cristianismo tradicional. Es cierto que había sido modificado para adaptarse a los requisitos de la Iglesia, pero siempre quedaba la posibilidad de que modificaciones adicionales lo hicieran cada vez más difícil de aceptar.


Ventajas del sistema aristotélico.

- VENTAJAS ESTETICAS: a pesar de las dificultades psicológicas mencionadas, no hay duda de que en conjunto el aristotelismo era estética y psicológicamente atractivo. Era la forma natural de mirar los fenómenos: no sentimos que vamos en un cuerpo móvil. En su coherencia y autoconsistencia internas no tenía rival posible, y los hombres no desechan a la ligera una visión del mundo tan trabada y general como la legada por Aristóteles. Este es el punto realmente importante. Ni tampoco debemos subestimar los sutiles efectos de la descripción geocéntrica del Universo sobre el ego de los hombres. Es agradable vivir en el centro del Universo que habitamos!

 

EL PROBLEMA DE LOS PLANETAS


Bucles de Retroceso.

En cierto sentido podría decirse que la clave del problema cosmológico básico en la Edad Media estriba en el comportamiento de los cinco planetas entonces conocidos, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Su errático comportamiento había asombrado y enfurecido a generaciones de pensadores griegos, hasta a Platón mismo. Parecía imposible reconciliar sus meandros celestes tanto con la supuesta divinidad de los cuerpos celestes como con cualquier concepto simple de movimiento circular.

 

 

 

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