El texto en nuestra sociedad de consumo
A lo largo de nuestra vida, consumimos una gran cantidad de textos de diferentes tipos: desde programaciones de televisión hasta novelas, pasando por artículos de revistas, cartas, postales, multas, horarios, carteles, programaciones, facturas, etc. Y lo que es más importante, ante cualquier mensaje, todos reconocemos de forma inmediata de qué tipo de texto se trata: nadie confunde una multa de tráfico o la factura de Telefónica con la postal de un amigo que está de vacaciones o con una carta de amor. Este hecho, que creemos innegable, supone
(a) que, consciente o inconscientemente, todos estamos familiarizados con los distintos tipos de textos y
(b) que establecer los rasgos distintivos de los distintos tipos de textos existentes no sólo es posible sino que ser consciente de ellos constituye un conocimiento imprescindible para escribir textos con éxito, esto es, que alcancen el objetivo para el que fueron creados. En definitiva, para ser buenos escritores.
Es importante que tengamos en cuenta que clasificar un texto es esencial para interpretar el mensaje o, incluso, de las palabras que lo componen. Por ejemplo, fuera de contexto, la referencia a un estudiante como "es un estudiante aplicado" es bastante positiva; no obstante, si se encuentra en una carta de recomendación, donde se deben exagerar las virtudes del "recomendado", se convierte en algo negativo, dado que lo interpretamos como que, a pesar del interés en entender las cosas y de las horas que dedica a ello, el estudiante no entiende fácilmente las cosas, es decir, no es muy inteligente.
Este ejemplo pone de manifiesto la importancia de las convenciones textuales a la hora de interpretar el mensaje de un texto.