PROSA EN CASTELLANO


Autor/a: Título:
Jennifer Nebot, alumna de 1er ESO Los tres objetivos

 

Había una vez un hombre que era bastante pobre y alimentaba a su familia a base de animales que cazaba y de las recompensas que le daban. El hombre se llamaba Tomás y era un gran cazador.

Un día Tomás salió a dar una vuelta por el bosque en busca de un jabalí.

En el bosque había un gran anuncio que ponía: '' Recompensa de 500.000 ptas. para el hombre que logre cazar al gran monstruo del castillo de la bruja de los Treses''.

A Tomás al ver aquel cartel se le iluminó la mirada, y se prometió a si mismo que cazaría a ese monstruo, por su familia. Tomás partió hacia ese castillo y nada más llegar le apareció la bruja y con voz gruesa le dijo: - ¿supongo que usted no vendrá por lo del monstruo?. -Así es -dijo Tomás-. La bruja contestó:- Pues me parece que usted lo lleva bastante negro, ya que por aquí han pasado unos 59 hombres y ninguno de ellos ha logrado superarme.- Tomás dijo:- Me parece que te equivocas, porque yo no vengo a vencerte a ti, si no que vengo por el monstruo.- La bruja exclamó:- ¿Hablo en chino, o que te lo he intentado explicar por indirectas, pero como veo que no me entiendes, te lo diré claramente: para llegar hasta el monstruo antes debes de pasar por mi y superar mis tres objetivos. 

Tomás dijo: -A ver ¿me podrías explicar todo el funcionamiento de esto?- La bruja contestó:- A ver pon atención: el monstruo lo tengo escondido yo y solamente me hace caso a mi, si yo le digo que se vaya contigo se irá y si yo le digo que se quede se quedará, ¿entiendes hasta aquí?. Tomás dijo:- Sí pero... !Cállate!- contestó la bruja - No creas que es tan fácil que yo 1e ordene eso, a cambio me tienes que traer las tres cosas que yo te pida ¿0 por qué creías que me llamaban la bruja de los treses?. Y ahora, ¿tienes alguna pregunta?- Tomás contestó:- sí ¿es que no tienes ningún cariño a ese monstruo? y ¿ por qué no lo entregas tú y te dan a ti el dinero?- la bruja dijo- primero, odio a los monstruos, sólo los quiero como sirvientes, segundo si te acuerdas bien del anuncio yo soy parte del premio, sin mí no tendría gracia.- Tomás añadió- vale. pero ahora quiero que me digas las tres cosas que tengo que conseguir.

La bruja dijo: -muy bien, atiende porque no te lo voy a repetir: primero quiero un pingüino del Polo Norte que esté solo y con una pata de menos, segundo, un pelo blanco de la reina de España y tercero una foto de una perra dando a luz gatitos, y ahora Tomás ,dentro de tres semanas quiero las pruebas y si están correctas e1 monstruo será tuyo, y si no lo consigues además de quedarte sin el monstruo tendrás que trabajar durante cinco años para mi, tú verás Tomás, y adiós. Y así de seca la bruja se despidió de Tomás y le dio con la puerta en las narices.

A Tomás le pareció muy fácil lo que le había mandado. En primer lugar, cogió siete mantas eléctricas y veinte bolsas de agua y partió hacia el Polo Norte. Una vez allí se dedicó a analizar todos los pingüinos que estaban solos. Así estuvo una semana analizando pingüinos hasta que descubrió que uno tenía un cáncer en una pata. Como tenían que cortarle la pata, se lo trajo y aprovechó la ocasión, el primer obstáculo ya estaba superado.

Al día siguiente se dedicó a espiar a 1a reina y descubrió que usaba peluca, entonces se coló en el Palacio de la Zarzuela vestido de policía y robó la peluca, después le sacó un pelo blanco.

Para el tercer obstáculo lo tenía fácil, ya que su gata iba a tener gatitos y sólo hacia falta disfrazar a la gata de perro y hacerle una foto cuando tuviera los gatitos.

Una vez tuvo las tres pruebas, la bruja, llena de ira y de rabia le entregó el monstruo y Tomás fue a cobrar la recompensa y lleno de felicidad volvió a su casa con las 500.000 ptas. y durante mucho tiempo la familia de Tomás vivió muy bien y muy satisfecha.


 
Autor/a: Título:
Daniel Ramírez, alumne de 3er ESO Unos niños con una mala fortuna

Hola, me llamo Lucas y os presento a mi amigo Jaimito. Hoy me ha ocurrido una cosa muy extraña y sensacional. Iba por la calle con mis dos amigos y encontramos una especie de panfleto, muy pequeño, que contenía cinco números y la foto de un ferrocarril, sí, de aquellos muy bonitos y antiguos que sólo se ven en los museos, cosa que yo desconozco ya que en mi corta vida nunca he ido y jamás he intentado convencer a mis padres para que me lleven; tanta ciencia junta, humm! nada más de pensarlo me entran escalofríos. Bueno, en fin, al día siguiente salió este número por la televisión y mi madre dijo: "i qué suerte tiene al que le haya tocado este número!", refiriéndose al panfleto del ferrocarril. Yo le pregunté por qué y me respondió que eso daba mucho dinero para el que lo tuviera.

Al día siguiente hablé con mi amigo Jaimito y me dijo que lleváramos ese número a donde fuera para que me dieran ese dinero.

Cuando venía del colegio me fijé en un cartel que ponía: cobre aquí el dinero de su cupón. Y volví a ver el mismo panfleto que tenía yo y en el que salía el ferrocarril, al que por cierto cogí un poco de manía desde entonces. Una vez merendado, quedé con Jaimito y planeamos una especie de plan para cobrar ese deseado dinero. A la mañana del día después, Jaimito y yo nos disfrazamos de hombres viejos (bueno dicho educadamente: ancianos) y fuimos a cobrarlo. Se me caía la baba al ver tanto dinero en mis manos. No sabía qué hacer, bueno, sí, gastarme un poco en chucherías, i ooooooooh! un mundo de chucherías para mí; eso de despertarme rodeado de un mundo de caramelos, i uf! cómo sudaba nada más de pensarlo. Mi amigo me dio una colleja y me desperté de mi dulce sueño, (dulce, nunca mejor dicho).

Había un problema: qué le contaría a mi madre al verme con tanto dinero. 

Pues bien, allí estaba yo. Ante mi madre parecía un duelo a muerte del lejano oeste, pues como ya sabéis le tenía que decir de dónde había sacado tanto dinero. Allí estaba ella con el amasador en la mano y yo con el lápiz, en la cocina. Ella tenía muchas más armas que yo pues se conocía de cabo a rabo dónde estaba cada utensilio de la cocina y, en cambio, yo sólo sabía donde estaban las cucharas para comerme el postre, el premio de la lucha de todos los días al mediodía, yo, las judías y mi madre. En fin, llegó la hora de decírselo. Por la cabeza se me pasaban muchas ideas para escaquearme, como cambiar de padres o de identidad, hacerme pasar toda mi vida como un joven millonario, un millón de cosas como estas. Bueno, allá voy:
-Mamá, te tengo que decir una cosa.
-Adelante, hijo.
-Bueno, es queeeeee- estaba al borde de la desesperación y por mi diminuto cerebro pasó lo que llamo yo un chispazo de idea; así que le dije esto:
-No, es que te quiero mucho.
-Yo a ti también- me dijo mi madre-, ahora sube a tu habitación y estudia. 

Ahora os contaré mi idea; gastarme el dinero a escondidas, incluso comprarme mi propia casa para guardar mis cosas, eso sí, con una identidad falsa. Qué avispao que soy, me dije a mí mismo.

Al día siguiente volví a quedar con Jaimito para mirar en las inmobiliarias qué casa sería la más apropiada para los dos, pues decidí compartir mi dinero con él. No es justo que él se quede sin nada, ya que él también vio el panfleto. No sé por qué digo panfleto si se llama cupón. En fin, qué le voy a hacer si la única neurona ya estará cansada de ir para arriba y para abajo, sólo pensando en la siesta.

Al rodear la esquina, en la cual había una mujer enseñando sus piernas y parte de los pechos, no sabía qué haría ahí, le ofrecí mi chaqueta para que se tapara, y no pasase frío. La muy desagradecida me la rechazó, y le hice un gesto con mi mano derecha, como señalando un uno, pero con el dedo anular, y salimos corriendo.

Bueno, siguiendo con el tema, encontramos la casa perfecta, alejada del bullicio y también de nuestras casas, (lo único que no me gusta es que ya me llevo mal con una vecina).

Jaimito y yo nos dirigimos a una cabina, llamamos al número de teléfono que ponía en la casa, eso sí, con un pañuelo en la boca, para aparentar una voz de hombre y nos informamos sobre el precio de la casa. Era un poco cara pero idónea para nosotros dos, así que la compramos y ya veréis lo que hicimos.

Al día siguiente fuimos Jaimito y yo a buscar las llaves de la casa, y ¿a que no sabéis lo que hicimos?: nos vestimos de ancianos, esto es nuevo, ¿eh? 

Allí se encontraba el premio de tan ansiado esfuerzo (sí, esfuerzo, más quisiera yo): las llaves de nuestra propia casa, qué bien. Al llegar, nos situamos en el porche de la casa. No es que yo tuviera un coche de marca Porche. Saqué las llaves de mi bolsillo, y... i oh! mi palacio, bueno, el de Jaimito también. No me lo podía creer. 

Fuimos a las tiendas, esas de todo a cien y compramos un par de cepillos, otro de cubos y fregonas y unos cuantos trapos. 

Bueno, aquí sí que se armó una buena, toda una aventura para fregar. Los palos eran un metro más altos que nosotros y pesaban demasiado para nuestra edad. Cuando llenamos los cubos de agua se nos derramaron y todo el suelo del comedor se inundó. Lo más extraño es que vimos unas cuantas ratas intentando nadar por todo el comedor y eso que nos dijeron que la casa estaba completamente saneada. Otro problema se provocó al encender la calefacción, Jaimito estaba limpiando cerca de un radiador, que explotó enviando a Jaimito a dos metros de distancia. El pobre se quedó un poco inconsciente. Yo me pensaba que era broma y me estaba riendo de él hasta que me di cuenta de que era verdad. Fui corriendo a auxiliarle, volqué un poco de agua en su cabeza, pero se me rompió el asa y se derramó todo el agua encima y segundos más tarde el cubo en sí. No sé si se despertó por el golpe del cubo o por el agua. Bueno, así pues seguimos limpiando tranquilamente. También acordamos encender el aire acondicionado. Cuando se puso en marcha, salió de la rejilla una nube de polvo que nos invadió. No sé lo que pasó, pero Jaimito se volvió a desmayar. No caí en que era alérgico al polvo. No supe qué tenía que hacer, sólo pensé en el refrán que dice: llueve sobre mojado. Estaba asustado de verdad. Estuve a punto de llamar a una ambulancia, pero no quería salir a la calle porque entonces me encontraría con mi vecina la descarada. Se me vino a la mente la primera cosa que me compraría: sería un móvil, sí, un móvil. i jo!, con tanto pensamiento me había olvidado de Jaimito. Empecé a pegarle unos pequeños toques en la cara. Como no me respondía, estos se incrementaron hasta que le di un puñetazo y se despertó aturdido, eso sí, con uno ojo morado. Al acabar de limpiar, salimos a los jardines de la casa y descubrimos que había un lago. Yo me estaba emocionando, habíamos comprado un palacio! Nos dirigimos allí y observamos que estaba vacío. Fuimos a la llave de paso y la abrimos, pero la fuente no se encendía, Jaimito se acercó a la fuente y miró lo que pasaba. Ya tenía la solución: era una pelota de porquería que tapaba el agujero, i huy!, perdón, abujero. Metió la mano y sacó toda esa pelota y de repente salió un caño de agua a presión que lanzó a Jaimito a por lo menos tres metros de altura. Al caer se escuchó un fuerte y secó sonido, para mí que se había roto el brazo. Fui corriendo hacia él: estaba consciente. Le pregunté como estaba, me respondió que un poco incómodo, tenía la pierna encima de la barriga, pensé que lo que se había roto era el brazo pero no, era la pierna. 

Tuve que salir a la calle. Al rodear la esquina me encontré con mi pesadilla, me miró, le miré, y volví a salir corriendo, y allí estaba la cabina. Llamé a la ambulancia y al llegar esta a mi casa, sí sí, mi casa, me preguntaron qué había pasado. Le dije que Jaimito y yo estábamos jugando al fútbol, él había intentado hacer una tijereta en el aire y al caer se había roto la pierna. La enfermera me miró con cara de incredulidad, pero, en fin, a mi me daba igual. Ahora el problema sería qué le diríamos a nuestras madres, porque la mía ya comienza a sospechar de que yo esté tan contento.

Una vez en el hospital, los enfermeros llamaron a los padres de Jaimito para que vinieran. En este intervalo de tiempo Jaimito y yo pensamos en alguna solución, en alguna excusa para contarle a su madre y a la mía lo que nos había pasado. Nos dimos por vencidos, no servíamos para pensar, así que le contamos a nuestras madres la verdad, nada mas que la verdad y solamente la verdad, i uf! yo voy para abogado. Primero llegaron los padres de Jaimito y más tarde los míos. Nos miramos fijamente Jaimito y yo, y asentimos con la cabeza. Bueno, allá voy, esto es otro duelo del lejano oeste: 
-Madres, os tenemos que contar una cosa - dijimos los dos a coro.
-Adelante, hijos - dijeron ellas.
¡Oh no!, se vuelve a repetir la misma escena.
- Es que nos hemos comprado una casa, si, una casa como ya bien habéis oído. Nos encontramos un cupón de la ONCE y decidimos cobrar el dinero y gastarnoslo en nuestros caprichos. Todo esto que le ha pasado a Jaimito ha sido limpiando la casa: le explotó un radiador, le entró la alergia, ya no sigo más porque os va a dar un infarto, etc. Así que nos arrepentimos de haber hecho esto - dije yo con toda mi valentía y frivolidad, aunque no se lo contamos al pie de la letra.
- Yo no me arrepiento - se escuchó la voz de Jaimito al fondo de la habitación. Nuestras madres nos miraron, la mía me pidió todo el dinero y lo donó a una ONG.

No puedo creerlo. Tantas ilusiones se fueron al carajo, como cuando tiras de la cadena del retrete.

Al cabo de un tiempo todo volvió a su cauce y yo seguía mas pobre que una rata. 

¿Que hubiera sido de mí si fuese rico?


 
Autor/a: Título:
Manuel Álvarez, alumne de 2n ESO ¡Upppps!. Por poco
  Un  día  de  verano  unos  chicos llamados:  Manuel, Úrsula, Jesús, Laura, Víctor, Juanjo, Ulises, José  Antonio, Richard  etc.;  de diversos  puntos  de  España ( la mayoría  de  Málaga) y  que  eran   amigos,  se  reunieron  en  la playa  de  la  Misericordia ( provincia  de  Málaga) para  hablar, darse  un  baño, tomar el  Sol…   Era un día  soleado, la  playa  estaba  serena  y  había bandera  verde, no  había  viento  y  hacía  un  calor tremendo ( cerca  de  40º C). Eran  las  once  o  doce  de  la  mañana  y   la  playa  estaba  casi  vacía. Nos  pusimos  a  bastantes  metros  de  las  rocas. Nada  más  llegar  nos  metimos  todos  al  agua  de golpe, excepto  Pamela  y  Alex  que  se  esperaron  un poco  para  ver  si  llegaban, Manolito  y  Miguel. Como  tardaban  mucho  decidieron  meterse  al  agua. Eran  las  doce  y  cuarto  y  llegaron  los restantes. !Aleluya¡  -gritó  Alex- ya  era  hora. Es  que  en  el  trayecto  del  autobús  ha  habido  un accidente  de  dos  o  tres  muertos – dijo  Manolito-. Que  lástima – dijo  Manuel -. ¿Os  metéis? - se  escuchó a  Ulises-. Entonces, se  metieron. Comenzaron  a jugar  con  los  otros  a  la  pelota. Como  algunos  no habían  desayunado, salieron  a  comer,  mientras  los otros  seguían  echando  carreras  y  jugando  a   pelota. Cuando  acabaron  de  comer, se  metieron otra  vez  a  jugar  con  los  demás. Pero, recién entrados  al  agua  Jesús  preguntó- ¿Quién  se  viene a  las  rocas  un  rato?  Manolito, Alain, Laura  y  José Diego  respondieron  que  ellos  iban  con  él. Fueron corriendo, echando  una  carrera  hacía  las rocas. Cuando  llegaron, se  pusieron  a  buscar  peces  o  lo que  fuese. Al  cabo  de  media  hora, se  fueron  para donde  estaban   todos, ( con  peces, esponjas, algas marinas, etc.). Manolito  como  era  el  que  tenía  que hablar  siempre  primero, fue  corriendo  y  les  dijo  a los  otros: - hemos  cogido  un  “puñao”  de  peces -(con ese  acento  andaluz). Eran  las  dos  menos  cinco,  todavía  sin  aparecer  nubes, y  más  calor  que cuando  llegaron, salieron  todos  a  comer  su  propia comida, mientras  muertos  de  envidia  veían  en  el horizonte  de  la  playa  unos  chavales  haciendo surf. Cuando  acabaron  de  comer  algunos  se  fueron  a jugar  a voleibol  con  las  redes  que  habían  allí  y los  demás  se  metieron  al  agua, menos  Úrsula  que le  vinieron  a  buscar  los  del  surf  y  se  fue  con  ellos. Los  demás, se  preguntaban  que  quienes serían, pues  los  demás  no  los  habían  visto  en  su vida. Úrsula, se  puso  un  mono  de  esos  de  hacer surf, encima  del  bikini  y  uno  de  esos  chicos  le dejó  la  tabla. Ella  no  es  que  fuera  una  experta, pero, los  cursillos  de  natación  y  lo  demás  de  algo  le  debían  de  servir.

  Mientras, los  demás, discutían  quien  iba  con  quien, puesto  que  Laura  y  Manuel  eran  dos  grandes  jugadores  de voleyplaya. Mientras, José  Antonio, Ulises, Imma  y Silvia  se  fueron  a  las  rocas, Manuel, Laura, Alain, Jesús, Richard, J.Diego  se  fueron  a  jugar  a  voley, y  Úrsula  con  sus  amigos “desconocidos” , a  hacer  acrobacias con  la  tabla  de  surf.

  Se  levantó  un  poco  de  aire, y  comenzaban  a  venir las  primeras  nubes. Nadie  se  dio  cuenta, porque estaban  alucinados  con  lo  de  la  hermana  de Manuel. Todos  se  lo  estaban  pasando  muy  bien, pero  cuando  se  giraban  a  ver  el  horizonte, allá siempre  aparecía  Úrsula  con  sus  amigos. Los  que estaban  con  Manuel  le  preguntaban  todo  el  rato quienes  eran  aquellos  con  los  que  estaba  su hermana. Los  de  las  rocas, estaban  más  por  lo  de su  amiga  que  por  buscar  animales.

  Úrsula  se  lo  estaba  pasando  de  maravilla, pero también  cuando  no  se  divertía  tanto  se  acordaba y  se  arrepentía  de  haber  dejado  plantados  a  sus amigos. Poco  a  poco  se  iba  levantando  un  poco  de  aire  y  la  única  que  lo  sentía  era  Úrsula  y  sus amigos. A  causa  aire  Manuel y  su  pandilla  se  iban  acercando  poco  a  poco  a  las  rocas. Ellos  no  lo  notaban.

  Era  la  hora  de  comer  y  Úrsula  no  venia  a comer. La  playa  se  iba  llenando discretamente. Seguía  el  inmenso  calor  que  azotaba  a  la  costa malagueña. Cada  uno  comía  de  lo  que llevaba. Nada  más  acabar  de  comer, Manuel  se  tiró  de golpe  al  agua. Le  dio  un  corte  de  digestión  al entrar, Richard  y  alguien  más  lo  llevaron  a  la Cruz  Roja. No  sabía  o  no  se  acordaba  de  las consecuencias  que  podía  traer  el  corte  de digestión.

  Los  demás  se  iban  animando  a  entrar  al agua  porque, el  agua  estaba  muy  caliente. Úrsula  se  ve que  no  debería  pasar  hambre  pues  no  venía  a  comer.

  El  viento  soplaba  50-60 km/h  era  preocupante. La  poca  gente  que  había  se  iba  yendo, porque  iba refrescando  y  cada  vez  apretaba  mas  el  viento. Estaban  a  escasos  metros  de  las  rocas, y  mi hermana  seguía  con  su  diversión. No  había bandera  porque  la  estaban  cambiando  a amarilla. Sólo  quedaban  Ulises  y  Laura  en  el agua. El  viento  comenzaba  a  soplar  a  más  de 70 km/h. Ellos  no  estaban  ni  siquiera  a  3m  de  las rocas. José  Antonio  y  Juanjo  les  avisaban que el  viento  era  muy  fuerte  y  que  se  saliesen  ya.

  Cuando  quisieron  salir, era  demasiado tarde. Manuel  que  ya  había  vuelto  de  la  enfermería, les tiró  muy  rápidamente  un  salva-vidas  a  cada uno (él  siempre  llevaba  uno  o  dos  salva  vidas  en  la mochila). Había  bandera  roja  pero  aún  así  Manuel  se  lanzó  al  agua  por  tal  de  salvar  a  sus amigos. Manuel  se  iba  con  ellos  llevado  por  la corriente. Estaban amarrados  de  la  mano, y  cuando  Ulises  estaba  a punto  de chocar…  se  cogió  de  una  mano. Era Úrsula  y  Nick ( el  amigo  o  novio  con  el  que  se fue) que  había  visto  como  su  hermano  y  sus mejores  amigos  corrían  peligro, entonces  salió disparada  con  la  tabla  de  surf  y  les  salvó  por  el  momento. Jesús, Manolito, Miguel… fueron  a  avisar a  la  Cruz  Roja. Llegaron  enseguida, pero  ya  ellos mismos  con  su  fuerza  de  voluntad, salieron  del agua  con  el  miedo  metido  en  el  cuerpo.

  Ulises, Laura  le  dieron  las  gracias  a  Úrsula, a  su amigo  y  a  Manuel. Eran  las  cuatro  de  la  tarde  y todos estaban  tomando  el  Sol. A  las  cinco, todos  se fueron  a  sus  respectivas  casas  de  Faraján. 

  Cuando  llegaron  al  pueblo, estaban  tan  rojos  como los  cangrejos, y  eso  sucedió  porque  ninguno  de ellos  se  puso  protección.


 
Autor/a: Título:
Margarita Abril, alumna de 4rt ESO Aprender a sufrir
               Llevo tardes y tardes lamentándome por lo mismo, por la perdida de un ser querido. Así que decidí escribir esta historia desgraciadamente real, para poder desahogarme, y basándose en recuerdos poder alegrar mi triste y apagada vida. Lo más triste es que yo tenía solamente 14 años cuando empezó todo, y por consecuencia empecé a hacerme más adulta y sufrir como ella.
             Todo empezó:
           Era verano; me fui a pasar unos días con mi tía Menchu a las afueras de la ciudad, en una casita en medio de la montaña, donde se podía respirar aire limpio y fresco y a la vez escuchar a los pájaros cantar, ver a los conejos saltar, y miles de cosas más, cosas maravillosas que nos da la naturaleza.
           Por la mañana, me desperté a causa de los rayos del sol que entraban por la ventana, y los pájaros cantaban alegremente, ellos eran felices, felices de vivir. Me vestí, y rápidamente bajé las escaleras y al entrar al comedor , allí me encontré a Menchu, ya me tenía el desayuno hecho y me dio los buenos días con un cariñoso abrazo.
            -Buenos días preciosa, ¿ has dormido bien?. Aquí tienes ya el desayuno, tómatelo y cuando acabes ven que te peinaré.
            Me tome el gran tazón de leche e impaciente hacia el cuarto de baño me dirigí. Allí encontré a mi tía, con el peine en la mano me cepilló pausadamente mi larga y enredosa cabellera. 
           -La próxima vez que vengas, deberás llevar el pelo corto. Susurrando entre risas me dijo. Menchu, dejó la comida hecha y me llevó al campo, a las montañas, todo eso me gustaba mucho. Sólo tenía diez años, pero hablaba de cualquier cosa con mi tía, era mi gran amiga. Al llegar la noche me quedé dormida en el sofá, la noche era fresca y oscura. Menchu cogió una manta, me la echó por encima, me cogió en brazos y me llevó hasta mi cama.
             -Buenas noches mi princesita, que sueñes con los angelitos.
             Me tapó bien, me dio un beso cuidadosamente en la frente y apagó la luz.
             Menchu, me trataba como si fuera su hija, ya que ella siempre tuvo ganas de tener una hija, pero tuvo dos niños a quien también les quería mucho, pero para ella, yo siempre sería su princesita.
             Los días pasaron, tuvimos que irnos hacia la ciudad. Por una parte quería quedarme allí en la casa de campo con mi tía, pero por la otra no, deseaba regresar a casa, para poder ver y abrazar a mis padres y a mi hermana menor , a los que echaba de menos.
           Los años pasaron, mi cuerpo lo notó, yo empecé a alejarme de la familia, como suele pasar cuando tienes 14 años, a la tía a quien más quería, solo llegaba a verla los fines de semana, pero aún así; seguía queriéndola tanto como siempre, y aunque me había convertido en una mujercita, ella seguía llamándome princesita.
           Una noche, Menchu se notaba molesta, empezó a quejarse de un fuerte y extraño dolor en el hombro. Toda mi familia empezaba a inquietarse, ya que el dolor de Menchu aumentaba progresivamente, era imparable. A base de pastillas, pudo dormir, y a la mañana siguiente, se fueron hacia el hospital. Los médicos, estuvieron con ella horas y horas, pero sin diagnóstico ninguno. Menchu pasó la noche ingresada en el hospital, y yo, confundida y desconsolada, empecé a llorar , no sabia lo que sucedía, quería quedarme a pasar la noche con ella, pero no me dejaron, ni siquiera pude pasar a verla.
             -Es injusto, es mi tía, debo verla. 
             Al día siguiente, cuando fui con mis padres hacia el hospital, nos informaron de que a habían trasladado a otro hospital. Al llegar, nos dijeron el número de planta y habitación donde se encontraba. Subimos hasta la sexta planta, allí nos encontramos con mis tíos y mis abuelos. Ellas estaban esperándonos, ya que el médico estaba en la habitación esperando para poder dar el diagnóstico. Me encargaron y me dijeron, que me quedara en la sala de visitas, con los más pequeños. Yo pensé, que debía hacer todo lo posible para poder enterarme de lo que estaba haciendo sufrir a mi tía.
           Como pude me deshice de mis primos, y llegué hasta la puerta, la abrí un poco y escuché que el médico dijo:
             -Carmen, lo siento mucho pero usted va a morir. Tiene leucemia.
             Yo me quedé parada, pasaron mil pensamientos funestos por mi cabeza. El doctor fue muy brusco al darnos la noticia y poco sensible. No logré verlos pero si oírlos, sobre todo a mi madre, mi abuela y mi tía, lloraban a lágrima viva, unos llantos dolorosos, me sentí impotente. No pude contener las lágrimas.
           Las cosas pasaron muy deprisa, y yo ya me acostumbré a ir cada domingo al hospital, ver a niños y niños de mi edad, incluso más pequeños, pasearse por los pasillos, arrastrando una especie de carrito, donde colgaba la radioterapia. Esas escenas eran impactantes.
            Mi tía, a causa del tratamiento, se quedó calva, la primera vez que la vi, me impactó mucho, pero intenté ser fuerte y hacía todo lo posible por hacerla reír, me sentía orgullosa, satisfecha de alegrar los días de vida que le quedaban a mi tía.
           Al cabo de un año, la dejaron salir del hospital, toda mi familia, incluso ella parecían que habían perdido el miedo, fueron optimistas, pensaban que había alguna esperanza. A Menchu ya le había crecido el pelo, y como la dejaron salir cuando era verano , yo fui voluntaria para irme con ella a la casa del campo.
           Ese fue mi último verano con ella, lo aproveché al máximo, le ayudaba en todo lo posible, y ella se sentía querida, estaba rodeada por sus dos hijos y su marido, no se sentía sola. Y siempre tenía una sonrisa preparada, a pesar de todo sonreía con facilidad. Vivió intensamente aquellos días.
            Al acabar el verano, recayó, la enfermedad la consumía.
            Un domingo que fui a verla, me quedé a solas con ella en la habitación, ella estaba muy mal, tenía la cara muy blanca, los ojos morados y llorosos. Yo fui la última que la vio en vida, en cierto modo, ya que luego cayó en coma.
             Me cogió de la mano, me apretó fuerte y me dijo:
           -Cariño, yo ya sé que me queda muy poco tiempo para morir , quiero que sepas que te quiero mucho, y te pido, por lo que más quieras, que cuides a tus primos, que les hagas feliz, que no sufran. Para ellos va a ser muy difícil aceptar que su madre se ha muerto. Hazme ese favor .
           Dos gotas cristalinas se deslizaban por su rostro pálido e ingrávido y , yo me quedé perpleja, impresionada, no me cayó ni una sola lágrima, sólo me quedé mirándola, ella cerró sus ojos, y yo me acerqué le di un beso en la frente y le dije:
           -Adiós mi princesita 
           Durante esa semana mi tía estaba en coma, -sumida en un profundo sueño- le dije yo a mis primos.
           El día veinte de Diciembre, estaba yo en mi casa con mis primos y mi hermana, cuando de repente sonó el teléfono. Lo cogí y una voz no conocida me preguntaba que si mi madre se encontraba en casa, mi contestación fue negativa, y ella me dijo:
           -Bueno, a lo mejor tu sabes a que hora es mañana el entierro, pero es que no sé si tus padres podrán recogerme con el coche.
           Yo colgué el teléfono rápidamente, y pensé que era una broma de mal gusto. El mismo día, por la noche, regresaron a casa mis padres, ya que habían estado todo el santo día en el hospital. Mi madre iba toda vestida de negro, ella me vio la cara de preocupación y de ignorancia por todo lo que estaba sucediendo y me llevó a la habitación. Yo ya sabía lo que me iba a decir, no quería escucharla pero ella me dijo:
           -Marga, tu tía se ha muerto. 
           Me pareció que el tiempo se quedó parado a mí alrededor, con los ojos cristalinos escuché a mi madre.
           -Por favor Marga, te pido que no llores, hazlo por tus primos, ellos no saben nada y no deben saber.
           No vertí ni una sola lágrima, me contuve. Aquella noche me tocó dormir con mi primo Samu, era el mayor de los dos, él al meternos en la cama me preguntó que si yo sabía como estaba su madre, no le pude contestar, respondí con un silencio. Cuando toda la casa callaba y la noche nos envolvía, me volvió a preguntar pero esta vez algo diferente. Me preguntó que si existía otro mundo, si Dios existía, ya ves el pobre sólo tenia nueve años, y él me dijo:
           -Yo cada noche rezo para que mi madre sobreviva, que vuelva a ser la misma de siempre 1a que por las noches me tapaba, la que me ayudaba a hacer los deberes, la echo tanto de menos, lo que yo daría para que mi madre se curara, sería capaz de dar mi vida.
           -No digas eso tonto, tú eres muy joven y aunque a tu madre le pasara algo tu tienes que seguir adelante, tienes que que ser fuerte, porque a ella no le gustaría verte llorar, ni sufrir ni mucho menos perder la vida. Ella te quiere mucho, eres su hijo, y tú la quieres a ella, este sentimiento por nada del mundo llegará a cambiar .
            Las palabras de mi primo me conmovieron, era demasiado joven y ya hablaba de perder la vida.
           Al día siguiente fue al entierro, yo me quedé en casa, con mis primos y mi hermana. Estaba muy dolida, pero intenté hacer todo lo posible para ocultarlo. Casi al mediodía llegó a mi casa mi tío Jesús, el padre de mis primos, se llevó a la habitación de mis padres a Samu y al momento se podía escuchar desde la otra parte del piso, los llantos de mi primo, llantos de dolor y rabia. Brian, mi otro primo de seis años de edad, se enteró más tarde el pobre, se quedó aturdido, se 1e escaparon unas lágrimas contenidas.
           De todo esto ya ha pasado unos dos años, pero aún logro recordarlo como si me hubiera pasado ayer. La palabras de mi tía, las preguntas de mi primo y los llantos de todos, se quedaran gravados en mi mente para todo el resto de mi angustiada vida.
            Samu y Brian han aprendido a vivir sin su madre, sin sus caricias, sus besos, sus... que podría decir más, se necesita mucho a una madre, y más en la edad que tienen ellos. 
            Madre solo hay una y si llegas a perderla es como si te faltara la mitad de tu cuerpo, de tu ser, logras sobrevivir sin ella, pero la vida llega a ser muy diferente y dura. 
''¿Porqué llega la vida a ser tan cruel? , ¿Porqué se mueren las personas que llegan a ser más felices, las más inocentes, las más buenas? Estas y muchas más preguntas me podría llegar a hacer pero no valdrían de nada, la vida de mi tía ya no existe, sé ha esfumado. En mi mente siempre permanecerá su dulce recuerdo. 
             La vida es muy bella pero también muy traicionera, tengo que seguir viviendo, debo hacerlo sin mirar hacia atrás, tengo muchos sueños por cumplir y uno de ellos es llegar a ser doctora, así podré salvar preciosas vidas, y no dejar que nadie sufra por la perdida de un ser querido, es muy doloroso y angustioso, lo sé por experiencia."

 
Autor/a:  Título:
Raquel Galaso, alumna de 4rt ESO Yo y mi mundo

¿Qué es la vida para una adolescente de 16 años? Me pregunto yo. 
La vida es esa arma de doble filo, que siempre ha estado en nuestro exterior y que a petición propia, empezamos a rozar. Es una curiosidad que revuelve nuestras neuronas, la que nos hace creer con firmeza, que vida no es aquello que ya tenemos seguro, sino aquello que está fuera, que nos queda por recorrer, lo que aún no ha sido conquistado. ¿Es acaso la vida haberlo hecho todo, haber realizado todos tus sueños con rapidez y saber que ya no hay nada que te ilusione y te sorprenda? Quizá para algunas personas..., pero que triste sería encontrarse en esa situación. La belleza de la adolescencia se encuentra en el lejano horizonte al que tan sólo alcanza la imaginación y miles de miradas que buscan en la esperanza de saber que vida es tener siempre algo por hacer y sueños por realizar. Tenemos ganas de comernos el mundo en un bocado y no tenemos miedo a atragantarnos, a indigestarnos, a pesar de la mezcla de ingredientes que puede ser peligrosa y a veces hasta mortal. Exponemos nuestra inexperiencia y nuestra curiosidad a todas esas "pirañas". No, no nos pueden enganchar a todos, gracias a ese repelente que se puede convertir en antídoto ( si es que la piraña llega a morder un poquito pero te escapas a tiempo ), que se encuentra en uno mismo y que se llama valor, un factor que engloba determinación, fuerza, voluntad, autoestima y sobre todo unas inmensas ganas de vivir. Quizá algún día entendamos que no debemos transitar sobre el fino hilo que separa la realidad de la ficción, el bien del mal, y dejemos de creer que estamos siempre en el lado ¿ correcto ?


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