El atractivo indudable del espectáculo de las cataratas Victoria es, de por sí, una sensación para el viajero. Sin duda, cuando uno las ve por primera vez, con un permanente arcoiris atravesándolas por la mitad, se remonta a los tiempos en los que Livingstone se quedó prendado de sus maravillas.
Pero una serie de factores hacen que esta sea una visita diferente a todo lo demás que puedas hacer por estos parajes: 
 

    
     Obligado es realizar un rafting por el río Zambezi, de un día entero de duración para los más valientes y de medio día para los menos osados. Caer en un río lleno de cocodrilos parece una aventura inabordable hasta que te encuentras allí, y no sólo no evitas caerte sino que decides lanzarte a las bravas aguas agarrado de la canoa. Debe ser el sol o el aire de aquella zona, pero os aseguro que nadie se quedó en su lancha.

     Para aquellos que no sufran de vértigo, aquí se puede realizar el bungi-jumping o puenting más alto del planeta, desde el puente que separa las fronteras de Zimbabwe y Zambia.

     Un pasatiempo más calmado pero lleno de glamour es visitar o alojarse en el Victoria Falls Hotel, de principios de siglo, probablemente el hotel más conocido y lujoso de toda África. Sin embargo, y si el presupuesto escasea, conviene preguntar por las "escondidas" casas de Bed & Breakfast o ir directamente al camping situado en el mismo corazón de la ciudad. Cualquier opción nos parecerá cara después de haber recorrido otras partes del sur de África, pero... ¡Es que realmente vale la pena venir!