La historia de Moisés

 

El libro del Éxodo se centra en la liberación del pueblo judío de su cautividad en Egipto y su camino hacia la tierra prometida. El protagonismo en ese proceso lo ostenta Moisés que es la figura que va a liderar a los israelíes en su liberación y en su viaje hacia la tierra de Canaán.

El pueblo judío había sido sometido a la esclavitud por los egipcios. En un momento dado el faraón, temeroso por el aumento de la población judía en Egipto, ordena matar a los varones recién nacidos en las familias judías. La madre de Moisés, para evitar la muerte de su hijo, lo deposita en un cestillo de mimbre y lo abandona en la orilla del Nilo. La hija del faraón y sus sirvientas encuentran al pequeño Moisés flotando en su cesto sobre las aguas del río:

La hija del faraón descendió a lavarse al río y, mientras sus doncellas se paseaban por la ribera del río, vio ella la canasta entre los juncos y envió una criada suya para que la tomara.

Éxodo, 2: 5

Orazio Gentileschi. Moisés salvado de las aguas. Museo del Prado. 1630-1633.

 

 

La imagen muestra el momento en que Moisés es salvado de las aguas. Una de sus sirvientas lo presenta ante la hija del faraón, ricamente vestida en el centro de la imagen. La muchacha joven arrodillada en la parte izquierda es una hermana de Moisés que, escondida, ha contemplado la escena. Le está ofreciendo a la hija del faraón la posibilidad de que una nodriza judía cuide al niño. Será así la propia madre de Moisés la que se haga cargo de él durante sus primeros años.

Cuando el niño creció se lo entregó a la hija del faraón que lo crió como un hijo propio y le llamó Moisés.

 

 

Ya adulto, Moisés mató a un egipcio que se hallaba maltratando a un judío. A consecuencia de ello abandona Egipto por temor a las consecuencias de su acción. Huye a la tierra de Madián donde, tras defender del ataque de unos pastores a las hijas del sacerdote Reuel, éste le lo acoge en su tienda y le ofrece a su hija Séfora como mujer. En el monte Horeb, pastoreando el rebaño, se le aparece Jehová en una zarza ardiendo y le encarga sacar al pueblo judío de Egipto.

Estos episodios fueron representados por Boticelli en el siglo XV en la capilla Sixtina del Vaticano:

 

Sandro Boticelli. Episodios de la historia de Moisés. Capilla Sixtina (Vaticano). 1481-1482.

 

Moisés, tras recibir el mandato divino de liberar al pueblo judío de su cautividad en Egipto, regresa a Egipto con el objetivo de convencer al faraón de que libere al pueblo judío y le deje marchar hacia la tierra de Canaán.

Él y su hermano Aaron piden al faraón que dejen partir a su pueblo. Delante del rey de Egipto Moisés, siguiendo instrucciones de Jehová, obra el milagro de convertir su vara en una serpiente:

 

Nicolás  Poussin. Moisés y Aaron ante el faraón. París, Museo del Louvre. 1647.

Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: -- Si el faraón os responde: "Mostrad un milagro", dirás a Aarón: "Toma tu vara y échala delante del faraón, para que se convierta en una culebra". Fueron, pues, Moisés y Aarón ante el faraón, e hicieron como lo había mandado Jehová. Y echó Aarón su vara delante del faraón y de sus siervos, y se convirtió en una culebra.

Éxodo, 3: 7-8

 

El faraón, que no se muestra impresionado por el prodigio, se niega a que los judíos abandonen Egipto. Dios había advertido a Moisés acerca de las dificultades que la liberación de su pueblo iba a comportar:

Yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por la fuerza. Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con todas las maravillas que obraré en el país, y entonces os dejará ir.

Éxodo, 3: 19

Las maravillas a las que se refiere Yahvé son las diez plagas con las que decide azotar a Egipto. Tras la décima que implicó la muerte de todos los primogénitos varones de los egipcios, incluido el del propio faraón, éste decide dejar marchar a los judíos.

Guiados por Moisés y Aarón emprenden el camino hacia la tierra de Canaán que Jehová había prometido a Abraham. Un camino lleno de dificultades. La primera de ellas al poco de abandonar Egipto, pues el faraón, arrepentido de haberlos dejado marchar, inicia su persecución para obligarlos a regresar. Cuando casi los alcanza, a orillas del mar Rojo, Moisés, a instancias de Jehová, obra un espectacular milagro:

 

El paso del mar Rojo. Biblioteca Nacional de Holanda. Manuscrito MMW 10A 18. Hacia 1435.

Moisés extendió su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirara por medio de un recio viento oriental que sopló toda aquella noche. Así se secó el mar y las aguas quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron en medio del mar, en seco, y las aguas eran como un muro a su derecha y a su izquierda. Los egipcios los siguieron, y toda la caballería del faraón, sus carros y su gente de a caballo entraron tras ellos hasta la mitad del mar (...) Jehová dijo a Moisés: -- Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y su caballería (...) al volver las aguas, cubrieron los carros, la caballería y todo el ejército del faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó ni uno de ellos.

Éxodo 14, 21-29

En la ilustración puede verse como el miniaturista ha pintado el mar de color rojo. En sus aguas se distingue al faraón (con corona, como corresponde a su condición de rey) y a su ejército. Vemos en la orilla, a salvo, a los judíos, que, con Moisés a la cabeza reemprenden el camino de la Tierra Prometida.

 

 

 

Un camino duro en el que los judíos debieron enfrentar no pocas dificultades que superaron con la ayuda de Jehová. La primera de ellas fue la dureza del desierto. La falta de alimentos y de agua estuvo a punto de hacer quebrar la resistencia de los judíos. La ayuda de Jehová llegó a través de una lluvia milagrosa de codornices y de la caída del maná. Con ello consiguieron saciar el hambre. El agua que necesitaban la obtuvieron igualmente de modo milagroso cuando Moisés hizo brotar agua de una roca golpeándola con su bastón.

En su peregrinar a través del desierto llegaron al monte Sinaí. En él tiene lugar el episodio más importante de la vida de Moisés. Sube a su cima, y, tras permanecer en ella cuarenta días con sus noches, recibe de Jehová las Tablas de la ley. Entretanto los judíos al ver lo mucho que tardaba Moisés en descender del monte, se impacientan y piden a su hermano Aaron que les haga nuevos dioses:

 

Al ver el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron a Aarón y le dijeron: -- Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a Moisés, ese hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. Aarón les dijo: -- Quitad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todo el pueblo se quitó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas y los trajeron a Aarón. Él los recibió de sus manos, le dio forma con un buril e hizo de ello un becerro de fundición.

Éxodo, 32, 1-4

 

Cuando Moisés finalmente inicia el descenso del Sinaí con su frente irradiando luz, se encuentra con el espectáculo de los israelitas adorando a un becerro de oro. Furioso rompe las Tablas de la Ley y destruye el ídolo:

 

Biblioteca Nacional de Holanda. Manuscrito MMW, 10 A 11. Hacia 1475-1480.

En esta miniatura podemos asistir sucesivamente a los diferentes momentos de esta historia. En la parte superior izquierda vemos como Jehová entrega las Tablas a Moisés. Al final del camino que desciende del monte éste, furioso ante el espectáculo que contempla (los israelitas danzando en torno al ídolo), arroja al suelo las Tablas.

 

 

Tras volver a subir a la cima del Sinaí y pasar en ella otros cuarenta días para recibir de nuevo las Tablas de la Ley, Moisés comprendió que, junto a la inquietud por su prolongada ausencia, fue la necesidad de tener un objeto de culto lo que hizo caer a los israelitas en la idolatría. En consecuencia hizo construir un arca para depositar las Tablas en su interior. Los judíos vieron en ella un símbolo de su alianza con Jehová y la llamaron Arca de la Alianza.

A pesar de haber protagonizado la liberación del pueblo judío de la opresión del faraón de Egipto y de haberlo guiado a través del desierto, Moisés morirá antes de llegar a la Tierra Prometida. Tan sólo conocerá sus frutos, traidos por los exploradores enviados a ella para su reconocimiento, y le será dado contemplarla desde lo alto de un monte el mismo día de su muerte. Previamente, por mandato de Jehová, Moisés delegó la tarea de guiar a los israelitas hasta la Tierra Prometida en Josué, uno de los exploradores enviados previamente a ella. Él será quien, tras cruzar el Jordán y tomar la ciudad de Jericó, la conquiste para el pueblo judío.