Historias de profetas
El Antiguo Testamento recoge toda una serie de mensajes divinos transmitidos a la humanidad a través de los profetas. Buena parte de esos mensajes aluden a acontecimientos que deberían suceder en el futuro, entre ellos el nacimiento del Mesías. Se les suele representar vestidos con túnica y manto y una filacteria o fragmento de pergamino con su nombre o con un fragmento significativo de sus profecías:
Tres de los varios profetas representados en el siglo XIV por Duccio di Buoninsegna en el retablo de la Maestà de la catedral de Siena
De todos los profetas nos centraremos únicamente en aquéllos que tuvieron un más amplio eco en el arte cristiano.
En primer término hay que considerar al profeta Elías. Retirado en el desierto fue alimentado por un cuervo y por un ángel. En otra ocasión fue alimentado por la viuda de Serepta, a cuyo hijo resucitó.
Retó a los sacerdotes de Baal a una especie de competición para demostrar cuál era el Dios verdadero. Hizo construir dos altares sobre el monte Carmelo, uno para Jehová y otro para Baal. El verdadero dios sería el que encendiese su altar correspondiente con el fuego enviado sobre él desde el cielo. Pese a las súplicas y rezos de los sacerdotes de Baal es únicamente el Dios de Israel el que enciende con su fuego su propio altar:
Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno; córtenlo en pedazos y pónganlo sobre leña, pero que no le prendan fuego. Yo prepararé el otro buey, lo pondré sobre leña, y tampoco le prenderé fuego. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses; yo invocaré el nombre de Jehová. El Dios que responda por medio del fuego, ese es Dios. 1 Reyes 18, 23-24
En la miniatura se ven en efecto ambos sacrificios, pero tan sólo arden los trozos de buey que Elías ha preparado y sobre los que Jehová ha arrojado su fuego.
El acontecimiento más importante de su vida fue sin embargo su ascensión al cielo en vida, arrebatado por un carro de fuego, en presencia de su discípulo Eliseo, al que arroja su manto desde el carro:
Aconteció que mientras ellos iban caminando y hablando, un carro de fuego, con caballos de fuego, los partó
a los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino. Al ver esto, Eliseo clamó: "¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!". Y nunca más lo vio. Entonces Eliseo tomó sus vestidos y
los rasgó en dos partes. Alzó luego el manto que se le había caído a Elías, regresó y se paró a la orilla del Jordán.2 Reyes, 2, 11:12
Muy representadas serán también los acontecimientos de la vida del profeta Daniel. Ya el arte paleocristiano recurrió desde los primeros tiempos del arte cristiano a algunos episodios del libro de Daniel, particularmente la historia de los tres jóvenes hebreos en el horno y la de Daniel en el foso de los leones. La primera hace referencia a la negativa de tres jóvenes judíos a adorar a un ídolo de oro levantado por el rey Nabucodonosor. Son arrojados por ello a un horno ardiente en el que la protección de Dios impide que las llamas les hagan ningún daño:
Los tres hebreos han sido representados en esta pintura de las catacumbas de Priscila en medio de las llamas y con los brazos alzados en actitud orante. El fuego, gracias a la protección divina, no les afecta.
La imagen de Daniel en el pozo de los leones hace referencia al episodio de su historia según el cual el profeta habría sido condenado en dos ocasiones a ser arrojado a un pozo para ser devorado por los leones que había en él.
La única referencia al número de leones del pozo la da el texto bíblico cuando se refiere a la segunda ocasión en que el profeta es arrojado al mismo:
"Había allí siete leones y allí estuvo Daniel siete días" (Daniel, 14, 32)
Ya desde las primeras representaciones del tema, como ésta de las catacumbas de Calixto en Roma, se optó por disponer en torno a Daniel, por motivos de simetría, dos leones, uno a cada lado. No faltan sin embargo imágenes en las que figuran los siete leones.
En relación con este episodio cuenta la Bíblia como durante su segunda estancia en el pozo fue auxiliado por otro profeta, Habacuc, que, transportado por un ángel, llevó a Daniel su comida:
Vivía entonces en Judea el profeta Habacuc, el cual, cocida la comida y mojado el pan en la cazuela, se iba al campo para llevarlo a los segadores. Pero el ángel del Señor dijo a Habacuc: "Lleva la comida que tienes preparada a Daniel, que está en Babilonia en el foso de los leones". Y contestó Habacuc: "Señor, nunca he visto a Babilonia y no sé qué es el foso de los leones". Y tomándole el ángel del Señor por la coronilla, por los cabellos de su cabeza, le llevó a Babilonia, encima del foso, con la velocidad del espíritu"
Daniel, 14, 33-36
En la imagen se ve a Daniel en el foso y a Habacuc que es llevado por el aire por un ángel que lo agarra efectivamente por los cabellos. La presencia del segador obedece al hecho de que, como reza el texto, la comida de Habacuc estaba destinada a alimentar a los segadores.
Otro episodio importante de la historia de Daniel que pone de manifiesto sus dotes proféticas es el del banquete de Baltasar. Este rey, hijo de Nabucodonosor, profana en un banquete los vasos sagrados que su padre había robado en el templo de Jerusalén cuando conquistó la ciudad. Mientras se desarrolla el festín aparece en la pared de la sala una misteriosa inscripción que Daniel, convocado para tal fin, descifra, anunciando la ruina de Baltasar, que efectivamente es asesinado la noche siguiente y su reino conquistado por el rey persa Darío. Una de las representaciones más conocidas del tema es la pintada por Rembrandt:
También, sobre todo en el Renacimiento y en el Barroco, por las posibilidades que ofrecía para pintar el desnudo femenino, se representó con una cierta frecuencia la historia de Susana y los viejos.
De la historia de Jonás se ha representado repetidas veces, desde los mismos inicios del cristianismo, el pasaje relativo a las vicisitudes de su naufragio. Embarcado en un navío fenicio, durante una tempestad es arrojado al mar por la tripulación para aligerar el peso de la nave. Antes de perecer ahogado es tragado por un enorme pez en cuyo vientre permaneció tres días completos:
Aquellos hombres se esforzaron por hacer volver la nave a tierra, pero no pudieron, porque el mar se embravecía cada vez más contra ellos. Entonces clamaron a Jehová y dijeron: "Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni nos hagas responsables de la sangre de un inocente; porque tú, Jehová, has obrado como has querido". Tomaron luego a Jonás y lo echaron al mar; y se aquietó el furor del mar. Sintieron aquellos hombres gran temor por Jehová, le ofrecieron un sacrificio y le hicieron votos. Pero Jehová tenía dispuesto un gran pez para que se tragara a Jonás, y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches. Jonás 1, 13:17
Tras los tres días con sus correspondientes noches el pez lo vomitó sobre las playas de la ciudad de Nínive en la que Jehová le había encargado predicar.
La reiteración de esta historia en la iconografía cristiana se debe al hecho de que los teólogos vieron en ella una prefiguración del entierro y resurrección de Cristo.
La historia de Isaias no es tan rica en acontecimientos como las de los anteriores. Sin embargo la importancia de algunas de sus profecías hacen de él un profeta de importante presencia en determinados ciclos iconográficos. Dos de ellas:
Por tanto, el Señor mismo os dará señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel (Isaías 7, 14)
Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre su hombro (Isaías 9, 6)
han sido interpretadas como un anuncio de la maternidad de la Virgen María y el nacimiento de Cristo. Es por ello por lo que en ocasiones aparece representado en relación con la Anunciación:
En ambas imágenes figura en la parte superior un anciano barbudo, que en un caso se rodea de una filacteria con un texto y en el otro sostiene un libro. El anciano es Isaías y la filacteria y el libro aluden a las profeciás anteriores.