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Introducción sobre Leyendas

El género de leyenda aparece con el Romanticismo. En él se condensan dos características importantes de este género: la revalorización de lo histórico y lo popular. En la literatura española existía un verdadero filón para este género con los romances. Durante el período romántico se escriben romances históricos (Duque de Rivas) y relatos en verso (Espronceda) y muy especialmente los poemas narrativos de Zorrilla. Hacia mitad de siglo surge una forma de tratar la tradición popular, se trata simplemente de recoger cuentos populares y transmitirlos al lector. Proliferan las colecciones de relatos breves, de técnica realista, incluso en el habla. (Fernán Caballero).
Bécquer recoge las dos posibilidades, la leyenda romántica y el cuento folklórico, pero prefiere la prosa como vehículo en lugar del verso. También hay que señalar como características de las leyendas de Bécquer la manera de entender el mundo real y la carga lírica que encierran. El lirismo y la depuración del lenguaje ha llevado a algunos autores ha calificarlas de poemas en prosa.
El autor Rubén Benítez distingue tres tipos de leyendas: las que tratan de una tradición transmitida, sea de forma oral o escrita, y poco elaborada literariamente; relatos ficticios basados en motivos o temas tradicionales muy elaborados literariamente; la leyenda ideal que se aleja de la tradición, que son verdaderas creaciones que reproducen los motivos y el esquema de los relatos tradicionales. Del primer tipo, poco frecuente, sería La promesa cuyo tema aparece en el romance La mano muerta. En el segundo tipo podría situarse El caudillo de las manos rojas, referida a un relato hindú sobre el culto al ídolo del Jaganata. Las restantes leyendas tradicionales proceden de la tradición europea y española y pueden relacionarse con los lugares que el poeta visitó. En La corza blanca el motivo fundamental es el de la mujer perversa y caprichosa que obliga al hombre a realizar actos que le conducen al fracaso o a la muerte. Este mismo tema aparece en La ajorca de oro, El monte de las ánimas y El Cristo de la calavera. También está presente en Los ojos verdes, en la que un hombre se siente fuertemente atraído por unos hermosos ojos verdes que ve en el agua de la Fuente de los Álamos. Junto a este tema hay otro que también aparece en varias ocasiones, el de la mujer inalcanzable. Varias leyendas recogen el tema del “mal caballero”. Este tema se da en La cruz del diablo y en El miserere. También el tema del “cazador maldito” que se da en El monte de las ánimas y en Creed en Dios. Otro tema es el de las estatuas animadas, en el que las estatuas toman vida. Aparece en La ajorca de oro. Respecto a las leyendas ideales se podrían incluir tres: La creación, Maese Pérez el organista y El rayo de luna. En este última obra el protagonista, Manrique, recuerda al propio autor, es un poeta soñador que separa con dificultad lo real de lo imaginario. También recoge aquí el tema de la mujer inalcanzable.
En las leyendas de Bécquer el tema se pone al servicio de alguna idea, detrás de cada leyenda se encierra una meditación sobre el ser humano y sus conflictos.
En bastantes de estos relatos el autor introdujo un epílogo donde se esfuerza en recalcar el origen tradicional de la historia.
En general, no aparecen descripciones de los personajes en las leyendas, no interesan sus rasgos físicos, y en caso de que aparezcan es para preparar el hecho maravilloso que vendrá después. Los personajes son fuerzas morales que están en contraste, unos son fuerzas del mal y otros del bien, y se delatan por lo que hacen o dicen. Bécquer no se identifica con los personajes negativos para los que sólo existen dos salidas: arrepentirse o ser castigados.
En cuanto al narrador, suele identificarse con el propio Bécquer. En general, adopta ante la historia una actitud escéptica, para después dejarse ganar por lo maravilloso de ella.
Importante es también el ambiente, la atmósfera que crea, y el paso de lo real a lo fantástico.
En cuanto al mundo medieval viene dado únicamente por detalles de la ambientación, sin que intente la reconstrucción del pasado, típica de los autores románticos.

 

 

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