Revista trimestral de poesía
Nº 1, Marzo de 2006
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Antonio Machado
Juan Ramón Jiménez
García Lorca
José Agustín Goytisolo
Ángel González
INTRODUCCIÓN
En este número de la revista "Poetas- palabra y música" vamos a ponernos en contacto con el movimiento romántico a través de uno de los poetas que mejor lo simbolizan: Gustavo Adolfo Bécquer. Aunque este autor escribe su obra cuando dicha corriente se da por terminada, es el creador de una poesía que nos ofrece la más honda vivencia romántica.
El Romanticismo es básicamente emoción e imaginación; es el triunfo de la visión subjetiva de la realidad, y las cosas son como le parecen al artista, que se dedica a recrear un mundo personalísimo cargado de sentimiento. Y es la pura contradicción: la nostalgia del pasado frente a sueños utópicos para el futuro, la defensa de la religiosidad tradicional junto a la negación de toda creencia, el cosmopolitismo frente al nacionalismo, o la confianza en la realidad frente a la insatisfacción y el desengaño. Todo ello se refleja en sus temas y en sus tendencias.
Temas

El yo del artista

El autor se ofrece a sí mismo como espectáculo, nos exhibe sus sueños, sus sentimientos, sus emociones... En cierto modo es como si nos confesase, de manera exaltada y sincera, toda su intimidad . La expresión de esta intimidad es precisamente uno de los temas centrales de este movimiento. El hombre romántico es egocéntrico, es el centro de un universo recreado a partir de su visión personal.

Personajes especiales

Los seres que viven dentro de la norma no constituyen un tema literario. Interesan sobre todo el rebelde, el solitario, el desterrado, el oprimido, el débil... es decir, todos aquellos personajes marginados por la sociedad. Muchos de ellos rechazan la tiranía de las reglas y todo tipo de ataduras y barreras, haciendo un uso apasionado de la libertad. El pirata es el prototipo clásico de rebelde movido por este afán.

La naturaleza

Sobre ella los románticos proyectan sus estados de ánimo, casi siempre depresivos, y por ello puede aparecer melancólica, tétrica o turbulenta.
El paisaje grandioso de las altas cumbres, del mar en tempestad o de los bosques inaccesibles, así como el nocturno bajo la luz de la luna, son los favoritos. Las ruinas y los cementerios, símbolos de fugacidad y de muerte, emergen en el paisaje como elementos plenamente romanticos.

Motivos exóticos

El romántico desea huir de una realidad que le resulta gris y limitada, y se enfrenta a las normas políticas, religiosas y sociales. Un buen modo de evasión es el de instalarse con la imaginación en países lejanos, sobre todo en los orientales y los nórdicos. También pueden abandonar su tiempo y situarse en otras épocas. La Edad Media es para ellos la favorita, y se utiliza como icono su arte más representativo, el gótico.

El amor y la mujer

El amor es un tema clave que sigue una trayectoria típicamente romántica: ilusión inicial, choque contra la cruda realidad y, finalmente, amargo desengaño.
La mujer aparece como un ser benigno, suave y delicado, o como alguien caprichoso y malvado que puede arrastrar a la muerte o a la locura al amante, que suele ser víctima de una gran violencia emocional.

El desengaño

La realidad no responde a las ilusiones del romántico, y éste la vive como un problema que no tiene solución. Se siente un inadaptado y es víctima de una continua frustración por no alcanzar un más allá que no puede definir. Siempre está angustiado. Y, de este modo, su desengaño lo aboca al abandono de la patria, la evasión con la fantasía, y, en su vertiente más radical, el suicidio.

Tendencias

Romanticismo tradicional

En esta tendencia se desea restaurar los valores tradicionales (cristianismo, Trono y Patria). Se exalta lo nacional y se siente nostalgia hacia la Edad Media caballeresca y cristiana.
Sus máximos representantes son Chateaubriand en Francia, Walter Scott en Inglaterra, los Schlegel en Alemania, Manzoni en Italia y, en España, José Zorrilla (en la foto). Bécquer se adherirá a esta tendencia.

Romanticismo liberal

Este romanticismo, de tipo liberal y revolucionario, persigue la destrucción de las ideas morales, políticas y estéticas vigentes hasta entonces y busca una nueva cultura. Su consigna es la libertad en todos los órdenes alentada por un rabioso subjetivismo.
A esta tendencia pertenecen autores como Byron en Inglaterra, Víctor Hugo en Francia, Leopardi en Italia y Espronceda (en la foto) en España.

"Ruinas en un claustro", por W. Steuerwaldt, 1863 (Louvre)