El homo sapiens

Paleontología

El homo sapiens


Pero volviendo a nuestra historia, recordemos entonces que el H. sapiens se convierte en figura central de la escena hace medio millón de años, tanto en Africa como en Cercano Oriente, Lejano Oriente y Europa. Hace unos 100.000 años los humanos se habían establecido en al menos tres tipos de población distintos, que ocupaban diferentes partes del Viejo Mundo. Estos fueron los últimos humanos que podemos llamar realmente primitivos. Consideremos, entre ellos, aquellos cuya anatomía nos es mejor conocida, y que se han convertido en un símbolo de brutalidad: los Neanderthal.

¿Dónde y cuándo vivieron? Su nombre proviene del valle de Neander, en Alemania, donde se encontraron los primeros esqueletos (en alemán, thal significa "valle"). Su área geográfica se extendía desde Europa Occidental, pasando por el Sur de la Rusia europea, hasta alcanzar el Uzbekistán, en el Asia Central, cerca de Afganistán. En cuanto a la fecha de su origen depende de cómo los definamos, pues algunos viejos cráneos muestran características que se anticipan a la forma Neanderthal hecha y derecha. Los más antiguos ejemplares indiscutiblemente Neanderthalianos son de hace 130.000 años, pero la mayor parte de los especímenes conocidos son de hace aproximadamente 74.000 años. Pero si su fecha de origen es un tanto arbitraria, en cambio su final es abrupto: el último de los Neanderthal murió hace unos 32.000 años.

Durante el tiempo en que florecieron los Neanderthal, Europa y Asia estaban en medio de la última glaciación (la cuarta, llamada de Würm) , así que los Neanderthal debieron ser gente bien adaptada al frío, aunque sólo hasta cierto punto: ellos no llegaron a cruzar, hacia el Norte, una frontera climática que unía el Sur de Gran Bretaña, el Norte de Alemania, la actual ciudad rusa de Kiev y el Mar Caspio.

La anatomía de la cabeza de los Neanderthal era tan peculiar que si ahora mismo apareciera uno de ellos vestido de traje y corbata por la calle, todos los demás H. sapiens nos daríamos la vuelta para mirarle, sorprendidos. Imagínese que una cara humana fuera de arcilla blanda, y entonces uno cogiera la parte inferior de la cara, desde el puente de la nariz hasta la mandíbula, y apretando los dedos, al mismo tiempo tirara hacia adelante: cuando la arcilla endureciera, sería aproximadamente el aspecto de un Neanderthal. Además sus cejas descansaban sobre prominentes protuberancias óseas, sus ojos estaban hundidos en cuencas profundas, y su frente era baja e inclinada, muy distinta de nuestra frente vertical. Su mandíbula inferior estaba inclinada hacia atrás, y no tenía mentón. A pesar de todos estos rasgos tan primitivos, el tamaño del cerebro del Neanderthal era ¡un 10 % más grande que el nuestro! Eso no significa que fuera más inteligente; obviamente no lo era.

Un dentista que hubiera examinado los dientes de un Neanderthal habría quedado tanto o más impresionado que alguien que se lo cruzara por la calle, camino de su oficina. En los Neanderthal adultos los incisivos estaban gastados en la superficie externa, de una forma que es imposible encontrar en los humanos actuales. Evidentemente esta manera de desgastar los dientes era la consecuencia de que usaba los dientes como herramientas, aunque no está claro cómo
lo hacía exactamente
.

Es posible que los usara habitualmente como tenazas. También es posible que mordisquearan las pieles duras de los animales para ablandar el cuero o que royeran la madera para tallarla y hacer sus toscos instrumentos.

Y si un Neanderthal en traje y corbata (o en vestido de noche) llamaría la atención, para qué hablar de uno (o una) en bañador (o bikini). Los Neanderthal eran mucho más musculosas, sobre todo en el cuello y los hombros, que el más fornido culturista de hoy día. También los huesos de sus extremidades, que debían sostener toda la fuerza de esas masas musculosas al contraerse, eran mucho más gruesos que los nuestros. Sus brazos y piernas nos habrían parecido demasiado gruesos y rechonchos, porque las partes inferiores de sus cuatro extremidades eran comparativamente más cortas que las nuestras. Hasta sus manos eran más fuertes; si nos hubieran estrechado la mano podrían habernos roto un hueso. Si bien su altura media era de 1,60 metros, pesaban en promedio unos 10 kilos más que un humano moderno de esa altura, y ese exceso de kilos no era grasa, sino huesos y músculos.

Hay otra posible diferencia anatómica que causa cierta intriga, si bien su realidad así como su interpretación son dudosos, pues las pruebas fósiles aún no permiten una respuesta definitiva. Pero el hecho es que el canal de parto de una mujer Neanderthal parece haber sido más ancho que el de una mujer moderna, lo que permitía que un bebé alcanzara más tamaño dentro del vientre de su madre antes de nacer. De ser así el embarazo de una Neanderthal puede que durara un año, en lugar de los actuales 9 meses.

Aparte de sus huesos fósiles, la mayor fuente de información acerca de los Neanderthal son los instrumentos de piedra que han dejado. Al igual que las herramientas de piedra de los humanos anteriores a ellos, las de los Neanderthal parecen haber sido piedras que se sostenían a mano, sin ningún tipo de empuñadura, y no eran de una forma bien definida según la función a cumplir; tampoco existían los instrumentos de hueso, ni se habían inventado el arco y las flechas.

Algunas de las herramientas de piedra fueron usadas para tallar otras herramientas en madera, de las que casi ninguna se ha conservado. Una notable excepción es una jabalina o lanza arrojadiza: de 2,40 metros de largo, encontrada clavada en las costillas de una especie de elefante que se extinguió hace mucho tiempo, en una excavación arqueológica realizada en Alemania.

A pesar de este afortunado hallazgo, es probable que los Neanderthal no fueran muy buenos en materia de caza mayor: incluso los contemporáneos africanos de los Neanderthal, pese a ser anatómicamente más modernos y evolucionados, eran cazadores más bien mediocres. Si usted hace la prueba de preguntar a sus amigos con qué asocian la palabra Neanderthal, la mayoría le contestarán "hombre de las cavernas".

Si bien es verdad de que la mayor parte de los restos fósiles de Neanderthal proviene de cuevas, esto seguramente se deba a que en las cuevas se conservaron mejor esos restos, pues los depósitos que quedaron al aire libre sufrieron mayor erosión y se destruyeron más rápidamente.

Es posible que construyeran algún tipo de refugios en otras partes, aparte de las cuevas, para defenderse del frío, pero debieron ser muy toscos y precarios: todo lo que queda de ellos son agujeros para postes y algunos montículos de piedra. Hay una larga lista de cosas típicas o representativas de los humanos modernos de las cuales los Neanderthal carecían. En primer lugar no dejaron nada que se pueda considerar inequívocamente como objeto de arte.

Deben haber usado algún tipo de vestimenta para protegerse del frío ambiente, pero esa ropa debió ser muy tosca, pues carecían de agujas y no hay pruebas de que supieran coser.

Parece demostrado que no construían embarcaciones; pues no existe ningún resto de asentamiento Neanderthal en las islas del Mediterráneo, ni tampoco en el Norte de Africa, pese a la corta distancia entre la Península Ibérica -donde los Neanderthal fueron numerosos- y la otra costa del Estrecho de Gibraltar. Tampoco hubo ningún tipo de tráfico de bienes: las herramientas de los Neanderthal están hechas siempre con piedras disponibles a pocos kilómetros del asentamiento.

Hoy en día damos por sentado que entre la gente que habita diferentes áreas deben existir ciertas diferencias culturales. Cada población humana moderna tiene su característico estilo de vivienda, sus implementos típicos y su propio arte. Si a usted le muestran un par de palillos para comer arroz, una botella de vino tinto espumoso y una cerbatana, y le piden que asocie cada objeto con uno de los siguientes tres lugares: China, Italia y la selva amazónica, seguramente no tendrá la menor dificultad en hacerla correctamente. Entre los Neanderthal no parece haber existido tal diversificación cultural, y sus herramientas siempre son las mismas, no importa dónde uno las encuentre.

También damos por sentado que debe existir cierto progreso cultural. Nos parece obvio que los utensilios que se encuentren en una villa de la antigua Roma, en un castillo medieval y en un piso de Manhattan de 1989 deben ser diferentes. Y no hay que ir tan lejos: acostumbrados a las calculadoras electrónicas, mis hijos miran hoy con asombro la regla de cálculo que yo usaba en la década de 1950.

Pero las herramientas de los Neanderthal de hace 100.000 y de hace 40.000 años son iguales. Para decirlo en pocas palabras, sus herramientas no mostraban ninguna variación ni en el tiempo ni en el espacio como para sugerir la más humana de las características: la innovación.

Los Neanderthal ya enterraban a sus muertos, pero no se sabe si tenían una verdadera religión, aunque los antropólogos suelen vincular ambos hechos

Lo que ahora consideramos vejez debe haber sido muy rara entre los Neanderthal. Sus esqueletos dejan muy a las claras que los adultos llegaban hasta la treintena de años y algunos a los cuarenta, pero que no superaban los 45. Piénsese en cómo sufriría la capacidad de nuestra sociedad para acumular y transmitir conocimientos e información si no supiéramos escribir y además nadie viviera más allá de los 45 años. A pesar de todos estos rasgos subhumanos, hay sin embargo tres cosas en las que los Neanderthal se mostraban realmente humanos. Ellos fueron los primeros que han dejado pruebas concluyentes de que usaban el fuego en forma regular, todos los días: prácticamente todas las cuevas de Neanderthal bien preservadas muestran algún rincón con cenizas y restos carbonizados que indican un lugar donde habitualmente se hacía fuego.

Los Neanderthal también fueron los primeros hombres que enterraron regularmente a sus muertos, aunque si esto significa o no que tenían una religión es algo puramente especulativo. En tercer lugar, los Neanderthal cuidaban habitualmente a sus enfermos y a los más viejos. La mayor parte de los esqueletos de los Neanderthal más viejos muestran signos de severas minusvalías, tales como brazos paralizados, huesos rotos ya soldados, pero que los incapacitaban, mandíbulas a las que les faltaban dientes y artritis severas. Sólo el cuidado de los Neanderthal más jóvenes pudo haberles permitido a los más viejos sobrevivir hasta el punto de invalidez al que llegaron. Después de haber pasado revista a todo lo que les faltaba de humanidad a los Neanderthal, también es justo reconocerles todo esto a esas extrañas criaturas de la Edad de Hielo, humanas pero aún no cabalmente humanas.

¿Pertenecían los Neanderthal a la misma especie que nosotros? Eso depende de si, de haber tenido oportunidad, nosotros nos hubiéramos unido con una mujer o un hombre Neanderthal para tener hijos y para criarlos. A las novelas de ciencia-ficción les encanta imaginar este tipo de situaciones: "Un grupo de exploradores se topa, en un remoto valle escondido entre altas montañas, en lo más profundo del África Central, con una tribu de gente increíblemente primitiva, viviendo de la misma manera que nuestros antepasados de la Edad de Piedra lo hacían hace miles de años. ¿Puede considerárselos gente de nuestra misma especie?" Naturalmente, sólo hay una forma de averiguarlo, pero... ¿quién de entre los intrépidos exploradores -todos ellos varones, por supuesto- ha de prestarse a hacer la prueba? A estas alturas, una de las cavernícolas mascahuesos es descrita, con palabras llenas de un primitivo erotismo, como hermosa y sexy, así que podemos aceptar que el valiente explorador se halla frente a un verdadero dilema: ¿tendrá o no relaciones sexuales con ella?

Créase o no, algo parecido a este experimento realmente llegó a tener lugar. Ocurrió repetidamente hace alrededor de 36.000 años, hacia la época del Gran Salto Adelante. Pero tendrá usted que ser paciente y esperarse un poco más.

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Artículo de Jared Diamond, revista DISCOVER, 1989, recuperado de la revista ALGO, Javier Arrimada, agosto de 2003