Article publicat a “El País” el 22/10/02 per Rosa Mora

Tres señores de Barcelona

'Pensé que esto sería aburrido, pero es tan agradable como un beso de Sal Mineo, y que me perdone el señor alcalde', dijo Terenci Moix, ayer, poco después de recibir de manos de Joan Clos la medalla al Mérito Cultural. Muchos temíamos, como él, que iba a ser un acto un poco peñazo. Pero no hay protocolo que se resista cuando los homenajeados son, además de Moix, Juan Marsé y Josep Maria Espinàs. Entraron en el Saló de Cent, del Ayuntamiento de Barcelona, flanqueados por guardias urbanos de gala. Terenci iba hecho un dandi, echando besos a todo el mundo; Marsé, sin corbata, y un pelo abrumado; Espinàs, con su elegancia de siempre, la misma que exhibe en los pasillos de la Feria de Francfort o en la presentación de un libro de su editorial, La Campana.
El concejal de Cultura, Ferran Mascarell, inició la velada con un elogio a Barcelona, 'la ciudad de las letras', a cuyo rico universo pertenecen los tres escri tores. 'Ellos nos han narrado los latidos de la ciudad, del Eixample a Ciutat Vella o el Carmel. Nos han explicado muchas cosas de nuestra historia, de la ciudad real y de la imaginaria. Los tres han mostrado siempre su compromiso con la democracia, el civismo y la libertad. Los tres nos han dado muchas horas de buena y feliz lectura'.
Fue Espinàs quien empezó a quitar solemnidad al asunto, al comparar, y que le perdone el señor alcalde, el Saló de Cent con un estadio. 'Los tres pasamos la misma prueba y los tres recibimos la misma medalla, aquí no hay oro, plata o bronce. Representamos a tres barrios de la literatura y no hay competencia entre nosotros. Son los ciudadanos anónimos los que eligen'. Espinàs fue el que más guardó las formas a la hora de los discursos de agradecimiento. 'Soy barcelonés de nacimiento y de vocación, un barcelonés vital', y citó algunos de sus libros que sobradamente lo demuestran, como Viatge pels grans magatzems y Guia de ciutadans anònims. 'He procurado escribir con cierta dosis de coherencia para ganarme la vida siendo como soy'.
Marsé fue el más parco. 'Cuando el alcalde me colgaba la medalla, me he acordado de cuando yo tenía 13 o 14 años y trabajaba en una taller de joyería en Gràcia. Hacíamos medallas del amor, aquellas que decían: 'Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana'. Aquel chico jamás habría imaginado que un día le darían una medalla a él. Gracias'.
Terenci fue el más provocador. 'Es el primer premio oficial que recibo. He tenido muchos, pero todos se deben a la beneficencia privada. Me alegro de que éste me lo den de este lado de la plaza de Sant Jaume [el Ayuntamiento] y no del otro [la Generalitat]'. Moix dedicó el homenaje urbi et orbi: 'A mi querida ciudad de Barcelona; a Alejandría, que tiene los taxis del mismo color que los de Barcelona; a la nena Moix, por ser como es; a Inés González, porque sin ella, desde 1990, no habría escrito artículos ni libros; a mi médico; a mis amigos de siempre y a sus hijos; a los compañeros de la prensa; a mis editores... Y a tres que ya no están, pero seguro que se alegrarían mucho: a Maria Aurèlia Capmany, a Néstor Almendros y a Fernando Lara'. Ahí a Terenci se le fue un poco la voz, se emocionó.
Antes de los agradecimientos, hubo las laudatio, por riguroso orden alfabético, de los tres premiados.
El arquitecto Oriol Bohigas resumió en cinco puntos su admiración por Espinàs. 'Participación, desde que empezó con la nova cançó su trabajo en la normalización de la lengua. Resistencia, porque publica un artículo diario desde hace 30 años. Fidelidad a una lengua y a un país. Diversidad de temas, objetivos y propósitos. Calidad, demostrada en su exigencia literaria'.
Lluís Izquierdo, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, hizo un recorrido por la obra de Marsé, de la que destacó su 'exigencia estética y el interés de sus tramas'. 'Imagina la realidad y la exagera para convertirla en puro realismo. Marsé nos devuelve la ciudad como un lugar de la memoria y hace una cierta radiografía de todos nosotros'.
El escritor y académico Pere Gimferrer rindió un cálido homenaje a Terenci Moix, a quien se siente 'biográficamente vinculado' desde 1965, cuando Terenci concebía ser escritor como el héroe de una aventura. 'Se sentía como héroe byroniano, aunque yo siempre pensé que estaba más cerca de Chesterton'. Gimferrer habló del escritor que mezcló la alta cultura con la popular, el de la literatura cinematográfica, del que ha escrito todo tipo de novelas, de su serie autobiográfica, aún no cerrada. 'En ella se unen el Terenci que yo conocí, el de Byron y Chesterton, y el de la calle de Ponent'. Gimferrer se extendió sobre la épica y la lírica de Moix. 'Incitador de mitos y crítico de los mitos; entusiasta del kitsch y crítico del kitsch; autor de novela histórica, a la que satiriza cu ando quiere; cronista de Barcelona, desde una relación de amor y odio. Terenci ha estudiado, también con amor y odio y una inteligencia lúcida, su propio mito. De manera a veces triste y amarga, otras alegre, nos ha explicado nuestra propia vida', concluyó.
Y tras los discursos y las medallas, la fiesta. Estuvieron en ella Esther Tusquets, Ana María Moix, Joan de Sagarra, Colita, Xavier Rubert de Ventós, Rosa Maria Sardà, Borís Izaguirre, y los editores Rafael Borràs, Nuria Tey, Julián León y Carles Revés, entre otros muchos admiradores de los premiados.

 

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