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EL ARTE DE BOSTEZAR
“Un perro que bosteza junto al hogar es la señal que invita a los cazadores a
aplazar sus preocupaciones hasta el día siguiente. Esa fuerza de la naturaleza
que se estira sin miramientos y contra todas las normas de educación es algo
digno de ver y empuja a imitarla de un modo irresistible; todos los presentes se
estiran y bostezan, preliminares de irse a dormir. No quiere decir que el
bostezo sea la señal del cansancio, sino más bien un permiso concedido a la
atención, gracias a una profunda aireación del saco visceral. Con este enérgico
gesto, la naturaleza anuncia que se contenta con vivir y que está cansada de
pensar.
Cualquiera puede comprobar cómo la atención y la sorpresa cortan, como suele
decirse, la respiración. La fisiología, en este aspecto, elimina cualquier
género de dudas, mostrando cómo los poderosos músculos defensivos están ligados
al tórax y sólo pueden contraerlo y paralizarlo en cuanto se ponen en movimiento.
Y es evidente que el gesto de levantar los brazos, señal inequívoca de
capitulación, también es el más indicado para bostezar enérgicamente. Ahora
resulta fácil comprender cómo cualquier preocupación nos encoge literalmente el
corazón, y cómo el esbozo de la acción presiona enseguida el tórax y comienza la
ansiedad, hermana de la espera; el hecho de esperar, aunque sea algo de poca
importancia, es suficiente para provocarnos la ansiedad. A ese molesto estado le
sucede la impaciencia, una rabia contra uno mismo que no soluciona nada.
Podemos preguntarnos por qué los bostezos se contagian como una enfermedad. Yo
creo que son más bien la gravedad, la tensión y el aire de preocupación quienes
se transmiten como una enfermedad; el bostezo, por el contrario, al ser una
revancha de la vida y un recobrar la salud, se contagia por lo que tiene de
abandono de la seriedad, como una enfática declaración de despreocupación. Es la
señal que todos estaban esperando, como la orden de romper filas. Es un
bienestar que no puede ser rechazado; la gravedad ha encontrado su punto débil.
La risa y los sollozos son soluciones del mismo tipo, pero más contenidas y
también más enfrentadas, ya que se entabla una lucha entre dos ideas, una que
encadena y otra que libera. En cambio, mediante el bostezo, todas las ideas se
dispersan, tanto las que oprimen como las que liberan; la facilidad de la vida
las eclipsa. Es, de nuevo, el perro que bosteza.
Todo el mundo sabe que el bostezo es una señal favorable en ese tipo de
enfermedades denominadas nerviosas y que están provocadas por la mente. Pero
creo que el bostezo, como el sueño que anuncia, es saludable en todo tipo de
enfermedades; es la señal de que nuestra mente siempre tiene mucho que ver en
las enfermedades. Esta idea nos resultaría menos sorprendente si pensáramos en
el daño que podemos hacernos al mordernos la lengua; el sentido figurado de esta
expresión demuestra hasta qué punto el arrepentimiento –justamente denominado
remordimiento- puede llegar hasta la lesión física. El bostezo, por el
contrario, no entraña riesgo alguno”.
24 de abril de 1924
Alain (Émile Chartier, (1868-1951)
“Mira a lo lejos. 66 escritos sobre la felicidad”. RBA Editores, 2003.
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