El Universo, el «kosmos» no funciona al azar, funciona siguiendo un «orden», unas «leyes». Los seres humanos estamos regidos, por una parte, por el orden cósmico universal; por otra, por las leyes humanas que nosotros mismos nos hemos dado. Si conocemos esas Leyes y aprendemos a fluir con ellas, podremos vivir más plenamente.
¿Es posible que de la «materia» surja cualidad tan específicamente humana como es la «mente»? ¿Cómo es posible que el ser humano sea el lugar donde el cosmos “toma conciencia de sí mismo”? ¿Cómo es posible que el cerebro que sólo procesa señales eléctricas o químicas de lugar a la «experiencia subjetiva» consciente? ¿Cómo surge, emerge o se produce la «experiencia subjetiva…»?
El «ego» en términos generales, se refiere a la percepción que una persona tiene de sí misma, su identidad y su autoestima. También puede estar relacionado con la necesidad de reconocimiento, el deseo de sentirse importante o el apego a una autoimagen determinada que se ha construido él mismo.
No es fácil alcanzar la «mayoría de edad» de nuestro entendimiento, nuestra liberación, nuestra emancipación personal... obstáculos de todo tipo internos y externos, instituciones, antiguos y nuevos «tutores» se interponen en la tarea, lo dificultan sobremanera. La mayoría de las personas no aspiran a alcanzar los fines superiores de la vida humana sino que se hallan apegados a sus fines más básicos y supervivenciales, al deseo de gozar siempre de salud, de proteger su patrimonio y de garantizarse la felicidad en el más allá. Y por ello, buscan tutores que les enseñen.
Existe una genealogía de Caínes a lo largo de la historia que asesinaron, decapitaron y exterminaron naciones. Para mantener su monopolio del poder, Trump rompió con aliados, abandonó casi todos los organismos de la ONU y el Tratado de París de 2015. Donald Trump lo ha dejado claro: no va a hacer diplomacia. Actuará con la fuerza, tanto bélica como económica y comercial. Su construcción de un nuevo orden no pasa por la PAZ sino por la capitulación del adversario.
En una cultura en crisis como la nuestra, el hecho de «creer» aparece como una aventura insólita. La fe no es simple conjunto de prácticas sino una actitud fundamental que abarca la totalidad de la persona, dando un sentido nuevo y permanente a la existencia. La fe: un confiarse incondicional a Dios, a su palabra y a su obra. Si en el acto de fe nos confiamos a Dios es porque le creemos digno de crédito.