AGUSTIN DE HIPONA
Navarro-Calvo.
- La culminación del platonismo cristiano: San Agustín.
- Fe y razón.
- Origen de la actitud agustiniana ante la fe y la razón.
- Autotranscendimiento del hombre en el conocimiento.
- Autotranscendimiento del hombre en la voluntad.
- Antropología.
a) La naturaleza del alma.
b) La libertad y el problema del mal.
- Política.
- El agustinismo.
LA CULMINACION DEL PLATONISMO CRISTIANO: SAN AGUSTIN
San Agustín conoció el platonismo fundamentalmente a través de dos obras
de Platón, El Fedón (dedicado al tema de la inmortalidad y de la
afinidad de ésta con las ideas) y El Timeo (dedicado a exponer el origen
y formación del universo). Conoció también (aunque no sabemos si en su
totalidad) Las "Eneadas" de Plotino. Su contacto con el platonismo le
produjo la firme convicción de que éste es íntimamente afín al contenido
de la fe cristiana.
FE Y RAZON
San Agustín no es un filósofo en sentido estricto, si entendemos por
filósofo un pensador que se limita al ámbito de lo que puede ser
conocido por medios exclusivamente racionales.
San Agustín no se preocupó jamás de trazar fronteras entre fe y razón,
sino que consideró que ambas, conjunta y solidariamente, tienen como
misión el esclarecimiento de la verdad que, como creyente, no podía
considerar otra que la verdad cristiana: 1) en un principio, la razón
ayuda al hombre a alcanzar la fe; 2) posteriormente, la fe orientará e
iluminará a la razón; 3) la razón, a su vez, contribuirá ulteriormente
al esclarecimiento de los contenidos de la fe.
ORIGEN DE LA ACTITUD AGUSTINIANA ANTE LA FE Y LA RAZON.
Desde el punto de vista teórico, la actitud agustiniana ante la fe y la
razón proviene de su convicción de que la verdad es única. Solamente hay
una verdad y al hombre interesa alcanzarla y esclarecerla por todos los
medios. Esta verdad única es, según San Agustín, el cristianismo.
Desde el punto de vista histórico cultural, dos son las circunstancias
que seguramente contribuyeron a configurar la filosofía agustiniana como
un todo en que no se distingue lo dado por la fe y lo argüido por la
razón: de un lado, la forma en que el cristianismo se enfrentó con la
filosofía
- 1) el cristianismo se presentó como un sistema de doctrinas, como un
conjunto de afirmaciones acerca de Dios, del hombre y del mundo, que en
algunos aspectos resultaba equiparable a ciertas afirmaciones de los
filósofos y en otros aspectos resultaba incompatible con éstas.
- 2) Hubo un segundo factor cultural que favoreció de manera decisiva la
actitud agustiniana de no distinguir entre la razón y la fe: la
naturaleza misma de la filosofía neoplatónica. La filosofía neoplatónica
consideró siempre que el entendimiento puede conocer la realidad divina
y el resto de las realidades inmateriales.
La filosofía platónica se desarrollaba de arriba abajo, a partir de un
reino de realidades inmateriales, lo cual supone que éstas son objeto
propio y adecuado del conocimiento humano. Sólo será posible trazar
límites a la razón cuando se parta de la convicción de que el edificio
del conocimiento se construye de abajo arriba, es decir, a partir del
conocimiento de las realidades sensibles. Esta será la tarea que
emprenderá Tomás de Aquino en el siglo XIII. Y tal tarea solamente podrá
prosperar sustituyendo la teoría del conocimiento platónica por una
teoría del conocimiento de orientación aristotélica.
AUTOTRANSCENDIMIENTO DEL HOMBRE EN EL CONOCIMIENTO.
El pensamiento agustiniano arranca de una llamada a la interiorización.
El punto de partida para la búsqueda de la verdad no se halla, pues, en
el exterior, en el conocimiento sensible, sino en la intimidad de la
conciencia, en la experiencia que le hombre posee de su propia vida
interior.
Esta exigencia de interiorización posee, sin duda, resonancias
platónicas y neoplatónicas. Tanto en el neoplatonismo como en San
Agustín, la interiorización, el replegarse sobre sí, es el punto de
partida de un proceso ascendente que lleva al hombre más allá de sí
mismo.
No es difícil reconocer en este proceso la influencia de la doctrina
platónica de las ideas. Como Platón, San Agustín reconoce que las ideas
que son auténtico objeto de conocimiento son inmutables y necesarias.
Como Platón, San Agustín asigna un lugar en este reino inteligible a las
ideas de orden lógico y metafísico (verdad, falsedad, semejanza, unidad,
etc.), a las ideas de orden matemático (números y figuras) y a las ideas
de orden ético y estético (bondad, belleza, etc.).
Como Platón, San Agustín reconoce que, dada su necesidad e inmutabilidad,
las ideas no pueden tener su fundamento en el alma humana. San Agustín
sitúa el fundamento y lugar de las ideas en la mente divina, en Dios,
realidad inmutable y verdad absoluta.
Las ideas están, pues, en Dios como arquetipos o modelos de las
realidades mudables. Cómo conoce el hombre, el alma humana, las ideas?
San Agustín ha respondido a esta pregunta por medio de su Teoría de la
Iluminación. Según esta teoría, el alma conoce las verdades inmutables
por una iluminación divina. Esta teoría agustiniana ha de interpretarse
en función de la filosofía platónica. En ella, en efecto, se hallan
presentes tres importantes elementos de la tradición platónica:
1. La comparación utilizada por Platón en La República (508 y ss.),
según la cual la idea de bien es como el sol del mundo inteligible. (Al
comparar la idea del bien con el sol, Platón quería decir que así como
el sol, al iluminar las cosas, las hace visibles, es decir, hace que las
cosas puedan ser vistas, el bien ilumina las ideas haciéndolas
inteligibles, es decir, haciendo que puedan ser entendidas).
2. El neoplatonismo situó las ideas en la mente divina; de este modo, la
función iluminadora viene a corresponder a Dios, a la mente o verbo
divino.
3. El neoplatonismo había establecido un escalonamiento de lo real desde
Dios a la materia, conforme al principio de plenitud. San Agustín acepta
este escalonamiento juntamente con el principio de plenitud y, de
acuerdo con él, insiste en que la parte superior del alma, el espíritu,
está en contacto con Dios, aunque su parte inferior esté en contacto con
el cuerpo, con el mundo sensible.
AUTOTRANSCENDIMIENTO DEL HOMBRE EN LA VOLUNTAT.
El hombre, según San Agustín, se caracteriza por una actitud de búsqueda
constante que lo lleva a autotranscenderse, a buscar más allá de sí
mismo. Este impulso de autotranscendimiento no tiene lugar solamente en
el ámbito del conocimiento, sino que también tiene lugar en el ámbito
del querer.
El hombre busca la felicidad. Algunos filósofos, como los epicúreos, al
poner la felicidad en el propio cuerpo, "ponen la esperanza en sí mismos".
Sin embargo, piensa San Agustín que, al igual que en el caso del
conocimiento, el hombre se ve obligada a autotranscenderse, ya que
solamente puede hacer feliz al hombre algo que sea más que el hombre
mismo y esto, según San Agustín, no es otra cosa que Dios. La felicidad
se halla en el amor de Dios, en la posesión de Dios prometida a los
cristianos como premio a la tensión y esfuerzos desplegados a lo largo
de la vida.
ANTROPOLOGIA
a) La naturaleza del alma.
La antropología agustiniana está fuertemente teñida de platonismo. En el
hombre existen dos sustancias distintas, espiritual la una, material la
otra. El hombre propiamente hablando no es su cuerpo, ni tampoco el
conjunto de cuerpo y alma, sino el alma. En el alma, a su vez, San
Agustín distingue dos aspectos: la razón inferior y la razón superior.
La razón inferior tiene como objeto la ciencia, es decir, el
conocimiento de las realidades mutables y sensibles, el conocimiento de
nuestro entorno físico con el fin de que nos sea posible subvenir a
nuestras necesidades. La razón superior tiene como objeto la sabiduría,
el conocimiento de lo inteligible, de las ideas, con el fin de que sea
posible elevarse hasta Dios.
Todo esto es básicamente platonismo. San Agustín, atento a las
exigencias de la fe cristiana, niega la preexistencia y la reencarnación
de las almas.
b) La libertad y el problema del mal.
1 - En tanto que religión de salvación, el cristianismo había traído
consigo una concepción del hombre que nada tenía que ver con el
platonismo ni con la filosofía griega, en general. El cristianismo había
traído a primer plano la libertad individual como posibilidad de
elección entre el bien y el mal.
Los filósofos griegos apenas habían reflexionado sobre la libertad en el
contexto moral, principalmente a causa de su intelectualismo que los
llevó a identificar el mal moral con la ignorancia: el que obra mal no
lo hace porque elija libremente realizar una conducta reprobable, sino
porque su ignorancia le induce a creer que tal conducta es la mejor. Los
griegos no experimentaron el drama de la libertad moral.
Según la concepción del ser humano cristiana, el hombre es libre para
aceptar o no aceptar el mensaje del cristianismo. El hombre es libre de
salvarse o condenarse.
La experiencia cristiana de la libertad es, por lo demás, una
experiencia dramática, ya que la libertad se halla amenazada doblemente,
por la corrupción de la naturaleza que lo inclina hacia el mal y por la
fuerza de la gracia que lo empuja hacia el bien. En efecto, la doctrina
cristiana del pecado original transmitido a toda la humanidad parece
llevar a la conclusión de que el hombre no es casi libre de hacer el
bien. Por el contrario, la doctrina cristiana de la gracia parece llevar
a la conclusión de que el hombre, cuando es alcanzado por ella, no es
casi libre de hacer el mal.
Ante este conflicto de la libertad, el pelagianismo había optado por
minimizar la inclinación del hombre hacia el mal y, con ello, había dado
en negar la necesidad de la gracia, llegando a una postura según la cual
el hombre por sí mismo es capaz de obrar bien.
2. El origen y la naturaleza del mal.
No es Dios, en último término, el responsable de la existencia del mal?
Este problema preocupó también profundamente a San Agustín, quien en su
juventud trató de hallarle solución adhiriéndose al maniqueísmo,
doctrina según la cual existen dos principios, del bien el uno, del mal
el otro. Posteriormente abandonó la explicación maniquea y abrazó la
explicación de Plotino, según la cual el mal no es algo positivo, no es
una realidad positiva sino una privación, una carencia de bien. Al no
ser algo positivo, algo real, no puede ser atribuido a Dios ni es
tampoco necesario atribuirlo, como los maniqueos, a una causa o
principio del mal. Esta doctrina fue unánimemente aceptada por los
teólogos cristianos y es sustancialmente idéntica a la que en el siglo
XVII ofrecerá el filósofo racionalista Leibniz.
POLITICA.
San Agustín insiste en la imposibilidad de que el Estado, cualquier
Estado, realice auténticamente la justicia, a menos que su actuación
esté informada por los principios morales del cristianismo.
La teoría puede interpretarse, en primer lugar, como una fundamentación
teórica de la primacía de la Iglesia sobre el Estado. Puesto que la
Iglesia es la depositaria en la historia de las verdades y principios
del cristianismo, es la única sociedad perfecta y, por tanto, es
superior al Estado. La Iglesia ha de conformar moralmente al Estado.
Esta orientación es la que presidirá las relaciones Iglesia-Estado
durante la Edad Media.
EL AGUSTINISMO
Al transmitirse durante los siglos siguientes, la filosofía de San
Agustín dio lugar a un conjunto de tesis o afirmaciones fundamentales
que conforman la corriente denominada agustinismo. Algunas de esas tesis
están explícitamente formuladas en San Agutín, otras no están en él sino
de un modo implícito y fueron desarrolladas al contacto con otros
filósofos como el árabe Avicena (siglo XI), pero todas ellas, en
conjunto, constituyen una especie de marca de escuela presente en la
filosofía medieval. En los últimos siglos de la Edad Media, el
agustinismo encontró sus principales mantenedores en los filósofos de la
orden franciscana. Las tesis principales del agustinismo son las
siguientes:
a) En lo concerniente a
las relaciones entre fe y razón, el agustinismo mantuvo la postura
agustiniana de que ambas colaboran solidaria y conjuntamente en la
explicación y esclarecimiento de la verdad cristiana.
b) En el ámbito de la
antropología, el agustinismo se mantuvo fiel al dualismo platónico de
San Agustín, estableciendo que el alma y el cuerpo son sustancias
distintas y que el hombre es un "alma inmortal que se sirve de un cuerpo
mortal y terreno". El alma posee un conocimiento directo de sí misma, se
conoce a sí misma mejor y más adecuadamente que conoce las realidades
corpóreas exteriores. Esta afirmación está también presente en San
Agustín quien utiliza el camino de la interiorización, el conocimiento
de sí misma del alma, como punto de partida más idóneo que el
conocimiento de la realidad corpórea exterior.
c) En el ámbito de la
ética, el agustinimso mantuvo la primacía de la voluntad sobre el
entendimiento, del querer sobre el conocer. Esta tesis ejercerá una
notable influencia en todas las discusiones éticas medievales y su
influjo se dejará notar ampliamente en el siglo XIV y más allá de éste,
en las doctrinas de Lutero y Calvino.
d) En lo referente al conocimiento, el agustinismo mantiene la teoría
agustiniana de la Iluminación y la tesis de que, mediante ella, la razón
humana conoce las verdades universales, inmutables y eternas.
e) Por último, en el
campo del conocimiento, el agustinismo se caracteriza por una doble
afirmación: el ejemplarismo (las ideas como arquetipos o ejemplares de
todo lo existente), y el hilemorfismo y la pluralidad de formas, tesis
ésta que fue desarrollada con posterioridad a San Agustín.
El agustinimso se distingue del aristotelismo en dos aspectos
importantes de la teoría. En primer lugar, según Aristóteles, solamente
las sustancias sensibles son compuestas de materia y forma, ya que las
sustancias inmateriales son formas puras; para el agustinismo, todas las
sustancias, excepto Dios, son compuestas de materia y forma: incluso las
sustancias espirituales (los ángeles, en la religión cristiana).
Evidentemente, esta peregrina afirmación tiene una función más teológica
que filosófica. Se pretende subrayar la radical diferencia entre el ser
divino y el resto de los seres.
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