Apunts Jota'O

Material de suport de l'assignatura de filosofia per alumnes de primer i segon de batxillerat

 

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DESCARTES

Enllaços


Guió
 
1) Situació històrica.
Recerca d'un nou mètode.
Critica del sil·logisme.
2) La raó com a criteri de veritat.
Què és un criteri de veritat ?
Les matemàtiques i les veritats de raó.
3) La Filosofia cartesiana.
El dubte metòdic.
"Penso, aleshores existeixo".
L’existència de Déu.
Existència de les coses materials.
4) El Mètode.
Importància del mètode.
El mètode cartesià.

 



C. Tejedor

EL SIGLO XVII. PANORÁMICA GENERAL.

Las transformaciones económicas hacen que el centro de gravedad se traslade de Italia y España a Francia, Holanda e Inglaterra. A las esperanzas del Renacimiento le siguen una etapa de crisis, desequilibrios y angustias. El estado de ánimo resultante encuentra su forma de expresión en el BARROCO. Es un siglo muy inquieto, en el que se buscan nuevas soluciones.

LOS CONOCIMIENTOS.

El siglo XVII se enfrenta a una "crisis de la razón". Las Universidades entran en decadencia y la vida intelectual se centra en los salones y las recién creadas Academias. La Filosofia ESCOLASTICA ha perdido fuerza creativa. La NUEVA CIENCIA ha provocado el hundimiento de la imagen aristotélica del mundo, y por todas partes se buscan nuevos horizontes intelectuales. Tampoco la TEOLOGIA es capaz de unificar los conocimientos. La Biblia deja de ser una enciclopedia de las ciencias, y los teólogos pierden influencia.



EL BARROCO.

El Barroco -cultura y arte de toda Europa- supone una crisis de la sensibilidad, consecuencia de las demás crisis. Es la ruptura del equilibrio emocional, la necesidad de vivir apasionadamente. Los cuadros de Rubens son un buen ejemplo: cada escena representa un exceso y un desbordamiento. Y en las grandes obras del Barroco -arquitectura y artes representativas- se adivinan las tragedias y amenazas de la época. También en la nueva visión del mundo que parte de Copérnico: un mundo infinito y en movimiento en el que el hombre -arrojado del centro- busca encontrar su lugar. Por eso, la visión del Barroco no podía ser sino pesimista. Es frecuente hablar de la "locura del mundo", o de un "mundo al revés" en el que todo parece alterado. Y se convierte en proverbial el verso de Plauto: "homo homini lupus" ("el hombre es un lobo para el hombre"). En el mismo año (1651) aparece en el "Leviatán" de Hobbes y el "Criticón" de Gracián; pero también es citado y comentado por otros muchos autores. "El misántropo" de Molière, parece, pues, reflejar un cierto estado de opinión.

Todo es movimiento, mudanza, fugacidad: "la vida no es otra cosa que movimiento: (Hobbes); nada es estable, "no hay estado, sino contínua mutabilidad en todo" (Gracián), por lo que la metafísica escolástica -basada en la permanencia de la substancia- parece derrumbarse. El tiempo se convierte en una obsesión, justamente en una época en la que el reloj es la máquina por excelencia: "Tú eres, tiempo, el que te quedas/ y yo soy el que me voy" (Góngora). En este tiempo fugaz manda el capricho de la Fortuna (tema favorito de renacentistas como Maquiavelo); todo es contingente y azaroso: no hay en el mundo humano necesidad ni orden. Por fin todo es apariencia, y la esencia de las cosas queda oculta: "La vida humana -dirá Pascal- no es sino ilusión perpetua; y el hombre es disfraz, mentira e hipocresía para sí mismo y para los demás". Por eso, cuando Calderón habla de la vida como "sueño", del mundo como un "gran teatro", o busca como título: "En esta vida todo es verdad y es mentira", no hace sino utilizar los tópicos de la época. La búsqueda de Descartes de la certeza en medio de las dudas y de los engaños del sueño no es, pues, una búsqueda retórica.





Introducción preliminar al "Discurso del Método"

RISIERI FRONDIZI

1. La situación histórica.

Con el "Discurso del método" -1637- se remata el período de preparación del pensamiento moderno. Las ideas y creencias que cristalizan en Descartes se venían preparando a lo largo de dos siglos de lucha, búsqueda e intentos fallidos que dan a toda la época los caracteres clásicos de una situación de crisis. Descartes vive el final de esa época dramática y la supera al hallar un derrotero seguro para las fuerzas que, rebeladas contra el pasado, no lograban todavía encontrar su camino. Este nuevo derrotero será el camino de la razón. Descartes consagra la razón como fuente principal de conocimiento y seguro criterio de verdad. Sobre tales principios racionalistas apoya, a su vez, su famoso método, que será, a un mismo tiempo, el punto de arranque y la meta de su filosofía.

BUSQUEDA DE UN "ARS INVENIENDI".

Se derrumban un sistema de ideas y creencias que había imperado durante muchísimos siglos. Tal concepción del mundo -conocida con el término general de escolástica- se fundaba sobre dos autoridades principales. Aristóteles (384-322 a.C.) y Santo Tomás (1225-1274). Una concepción del mundo se derrumba cuando es incapaz de explicar hechos fundamentales de la naturaleza o de la vida espiritual y social del hombre. La escolástica ofreció una explicación que satisfizo durante siglos. Llegó el momento, sin embargo, en que la realidad parecía desmentir la doctrina escolástica y sólo el peso de su autoridad la mantenía en pie. Por las primeras grietas que se produjeron, al no poder explicar ciertos fenómenos naturales, se colaron en la escolástica los nuevos vientos, que pronto sacudirían el edificio entero. Y así como antes se aceptaba a la escolástica en bloque, se la llegará a rechazar ahora también en bloque.
El derrumbe de un sistema de ideas y creencias se produce generalmente antes de que haya cristalizado una nueva concepción del mundo y de la vida. Es lo que sucedió al caer la escolástica. Europa pierde su tradicional punto de apoyo antes de haber encontrado uno nuevo que la sostuviera. Y más de dos siglos de búsqueda infructuosa agitan a la época en un vaivén de corrientes encontradas. No es que en esos dos siglos faltaran hallazgos notables -y aun geniales-; los hubo, pero todos tuvieron carácter parcial. Lo que se necesitaba no eran descubrimientos ocasionales, sino un nuevo CRITERIO DE VERDAD -que viniera a sustituir a la autoridad de la escolástica, de Aristóteles y de la Iglesia- y un nuevo método que reemplazara al silogismo expuesto por Aristóteles y usado durante toda la Edad Media.

El SILOGISMO es una forma de razonamiento deductivo que puede aplicarse siempre que se disponga de una verdad general, esto es, de una premisa mayor. Consta, en efecto, de dos premisas: una mayor -que enuncia el principio general- y una menor -que se refiere al caso particular incluido en el principio general-. De ambas premisas se extrae una conclusión, que es la nueva verdad que interesa:
"Todos los hombres son mortales" (premisa mayor, que enuncia el principio general).
"Sócrates es hombre" (premisa menor)
"Sócrates es mortal" (conclusión).
Sin la premisa mayor no es posible construir un silogismo.

La escolástica pudo utilizar el razonamiento silogístico porque disponía de principios generales alcanzados por medio de la fe, de la verdad revelada o fundados en la autoridad de Aristóteles o de la Iglesia. El descubrimiento de nuevas verdades consistía primordialmente en subsumir un caso particular en una verdad más general. Con tal procedimiento nunca lo particular podía rebelarse en contra de las supuestas verdades generales.

CRITICA AL SILOGISMO.

Pero qué valor tiene el silogismo cuando la duda alcanza a los principios generales, cuando no se acepta la verdad de la premisa mayor? Sin premisa mayor no hay silogismo, dijimos. De ahí que, al caer la validez de los principios generales, arrastrara consigo al silogismo, y éste se convirtiera en el blanco de los ataques de los forjadores del pensamiento moderno.
Descartes y Bacon son los dos filósofos que a principios del siglo XVII proporcionan al pensamiento moderno los dos pilares que lo sostendrán. Descartes impulsa la filosofía -y también la ciencia- por el camino de la razón. Francis Bacon por el de la experiencia. A pesar de representar yno y otro los dos extremos de la filosofía moderna -racionalismo y empirismo-, concuerdan ambos, sin embargo, en sus críticas al silogismo, al que hacen responsable del atraso de la ciencia.
Por qué el silogismo sirve -en el mejor de los casos- para exponer lo ya conocido, y no para descubrir nuevas verdades? Sencillamente porque es un razonamiento deductivo que parte de una verdad general, enunciada por la premisa mayor, para descender, apoyado en la premisa menor, al caso particular que interesa. Pero si no hay verdades generales, no hay premisa mayor y, por lo tanto, no hay silogismo.
En la Edad Media era común que los principios generales se alcanzaran por la fe o se sustuvieran en la autoridad de Aristóteles o de la Iglesia. Cuando la fe flaqueó y la autoridad se debilitó, los principios generales se derrumbaron y el silogismo perdió la validez que había tenido durante tantos siglos.


Ejemplo anterior:


Todos los hombres son mortales.
Socrates es hombre
Conclusión: Sócrates es mortal.

Cómo sabemos que la premisa mayor es verdadera? Porque hemos observado que miles y miles de hombres han muerto. Esto es, por experiencia.
Por estas razones, Bacon invierte por completo el orden del razonamiento. El silogismo -y, en general, el llamado razonamiento deductivo- parte de lo general y desciende a lo particular. Pero como no puede haber verdades generales -según Bacon- que no se sostengan en los respectivos casos particulares, tendrá que partirse siempre de los casos particulares, y ascender paso a paso y con mucha cautela a las verdades más generales. Sólo así tendremos la seguridad de no cometer un error, basado en una generalización precipitada. A la deducción opone Bacon, por consiguiente, la inducción, que parte de la observación de los casos particulares para remontarse a la enunciación de verdades de generalidad cada vez mayor.


2. La razón como criterio de verdad.

El criterio de verdad es el patrón que utilizamos para determinar la verdad o falsedad de un juicio. Cómo podremos confirmar o rechazar una afirmación que escuchamos, o que leemos en un periódico o un libro?. Hay muchos modos de confirmarla o rechazarla. El más conocido, pero no el más seguro, consiste en consultar a otra persona u otro libro, al que le reconocemos autoridad mayor que al anterior. Este es el criterio de autoridad. Muchas veces basta con decir: "Lo dijo Fulano", para que la cuestión quede decidida. Siempre que tal autoridad se reconozca. Eso era lo que sucedía en la Edad Media. Bastaba con que alguien indicara: "Lo dice Aristóteles", o "Lo dice la Biblia", para que se pusiera fin a una disputa. Pero si no se reconoce tal autoridad, qué hacer?

El criterio empírico es superior al de autoridad y parece satisfactorio cuando se trata de determinar, por ejemplo, el número de libros que hay en una biblioteca u otra cuestión semejante. Mas la duda nos asalta cuando nos preguntamos si todas las cuestiones pueden resolverse definitivamente utilizando tan sólo el criterio empírico, esto es, si todo se puede reducir, en última instancia, a contar y medir, ver y palpar. La experiencia sensible tiene también sus límites. Los europeos, acostumbrados a ver durante años y años miles de cisnes blancos, enunciaron la proposición general: los cisnes son blancos. Tal verdad estaba respaldada por la experiencia sensible de miles de hombres en las más diversas circunstancias. Tiempo más tarde, sin embargo, se halló en Australia un cisne negro y ese solo desmentido echó por tierra la validez universal de una proposición que descansaba en millones de observaciones coincidentes.

No es éste un caso aislado. Si la validez de un principio general depende por entero de los casos particulares observados, nunca podremos estar seguros de que un nuevo hecho no venga a desmentirnos. En la mayoría de las cuestiones, los casos posibles son infinitamente superiores a los casos que podemos observar.
La debilidad del criterio empírico -que se advierte hoy claramente- y la imposibilidad de extraer de la experiencia leyes o principios que sean universales fueron ya advertidas por Descartes, de ahí que éste no buscase en el mundo de la experiencia los sólidos pilares sobre los cuales habría de reconstruir el edificio recientemente derrumbado del conocimiento humano.

A dónde acudir si la autoridad ha perdido su validez y la experiencia puede darnos una sorpresa?


LAS MATEMÁTICAS Y LAS VERDADES DE RAZÓN

Descartes había cultivado desde su juventud las matemáticas. Si se observa la naturaleza de las verdades matemáticas se advertirá que tienen un carácter completamente distinto al de las verdades que se basan por entero en la experiencia.

Compárense, por ejemplo, estas dos proposiciones:

a) Todos los perros nacen con dos ojos.
b) Todos los triángulos tienen tres ángulos.

Cómo sabemos que la proposición a) es verdadera? Sencillamente, por experiencia. Bastaría que naciera un solo perro con un ojo, o con más de dos ojos, para que el juicio universal dejara de ser cierto. Es posible que nazca un perro con un solo ojo? Sí, desde luego. No hay en la esencia del perro nada que le impida tener un solo ojo.

Veamos si sucede lo mismo con la proposición b)
Podría alguien poner en peligro la verdad de esta proposición al echarse a buscar por el mundo triángulos con más o menos ángulos que los tres enunciados? NO.
Las proposiciones matemáticas no deben su verdad a la experiencia y están inmunes a cualquier desmentido de la experiencia. Por esto se las ha llamado "verdades de razón", pues no dependen de la experiencia, sino de la razón.
A este reino de la razón acudió Descartes. Las matemáticas le sirvieron, pues, de modelo en la búsqueda de las primeras verdades absolutamente ciertas y que pudieran servirle de apoyo en la reconstrucción de la totalidad del edificio de la ciencia y la filosofía.


3. La filosofía cartesiana.

Descartes es muy cauteloso en la búsqueda de esos primeros principios. No quiere correr el riesgo de que el edificio todo se derrumbe porque los primeros principios adolezcan de algún defecto. Esos primeros principios, por tanto, no pueden entremezclarse con ningún supuesto, tienen que ser evidentes e indudables. De ahí que use Descartes la llamada "duda metódica" para eliminar toda falsa verdad y ver si queda algo que realmente sea capaz de resistir la duda.

LA DUDA METÓDICA.

De lo primero que duda es de los datos de los sentidos.
Si bien podemos dudar de los datos de los sentidos, parecería que no pudiéramos dudar de que estamos aquí, en esta habitación, con un papel en la mano y rodeados de un conjunto de objetos. Pero, se pregunta Descartes, No me ha sucedido, acaso, haber soñado de noche que estaba en este mismo sitio, vestido y haciendo lo que ahora me parece que hago, cuando en realidad estaba desnudo y metido en la cama? Bien podría ser que ahora esté también soñando, pues "no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia".
Pero aun en el caso de que estuviera soñando y de que las cosas que creo ver y hacer no sean más que ilusiones, habrá, sin embargo, algunas cosas "más simples y universales" que son verdaderas y existentes, y de cuya mezcla están formadas todas las imágenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento. Entre tales cosas enumera Descartes la naturaleza corporal, la extensión, la figura, la magnitud y su número.De esta observación podrá inferirse, quizá, que la física, la astronomía, la medicina y todas las demás ciencias que tratan de las cosas compuestas son "dudosas e inciertas", mientras que la aritmética, la geometría, etc., que tratan de las cosas muy simples y generales, contienen algo "cierto e indudable", pues duerma yo o esté despierto, siempre dos y tres sumarán cinco y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados.
No obstante la certidumbre de las verdades matemáticas, Descartes, en su esfuerzo por eliminar todo posible error, logrará mostrar que tales verdades no son absolutamente indudables. Señala, en primer término, que muchos hombres se han engañado sobre cuestiones matemáticas y"admitieron como certísimos y evidentes por sí unos principios que a nosotros nos parecen falsos". Por otra parte, Dios, que es omnipotente, puede hacer con nosotros lo que le plazca e ignoramos si El no desea que nos engañemos siempre, aun en aquellas cosas que nos parecen evidentísimas.
Y si pareciera contradictorio que Dios, "que es la bondad suma y la fuente suprema de la verdad", nos pudiera engañar, podemos suponer que un cierto genio o espíritu maligno ("malin génie"), "no menos astuto y burlador que poderoso", sea quien nos engaña.
El recurso dialéctico del geniecillo maligno permite a Descartes dudar de todas las cosas, por más ciertas y evidentes que parezcan. En tal momento nada logra resistir la duda, y cuando un escepticismo completo parece ser la lógica consecuencia de todo un largo proceso de riguroso análisis y se ve al espíritu zozobrar en un mar de dudas, Descartes hace pie en el primer principio absolutamente cierto e indudable que buscaba.


"PIENSO, LUEGO SOY".

En efecto, si duda de todo, al menos es cierto que duda, es decir, que piensa. Y si piensa, existe en tanto ser pensante. Aun el genio maligno, por más poderoso que fuera, no podría engañarse en este punto, ya que para que pueda engañarme tengo que existir. La duda puede alcanzar el contenido del pensamiento, pero no al pensamiento mismo.
Este descubrimiento fundamental de Descartes -que marca, en verdad, el comienzo de la filosofía idealista moderna, no es solo una primera verdad indudable, sino también el punto de arranque de toda su filosofía. Este proceso es lo que se llama la duda metódica cartesiana. La función del "Cogito" es doble: señala el tipo ejemplar de proposición verdadera y prepara la radical distinción entre el alma y el cuerpo.
"Solo sé que soy -dirá Descartes-, pero aún no sé qué cosa soy". Qué cosa? "una cosa que piensa". El pensamiento comprende para Descartes también la vida emocional, sentimental y volitiva.
Concluye aquí la primera etapa: demostración de la propia existencia como ser pensante -del cuerpo aún no se tiene certeza-, derivación del criterio de verdad, y afirmación de que somos una cosa que piensa (res cogitans) Cuál será la próxima etapa? Hacia la demostración de la existencia del mundo o hacia la existencia de Dios?
A diferencia de la tradición filosófica anterior, Descartes invierte el orden: en vez de apoyar el conocimiento de Dios en el conocimiento del mundo, sustenta el mundo -que la duda metódica había convertido en algo problemático- en el conocimiento de Dios.

LA EXISTENCIA DE DIOS.

Si examinamos los pensamientos advertiremos que unos son como las imágenes de las cosas -cuando me represento, por ejemplo, un hombre, una casa, una quimera o Dios-; a estos pensamientos los llama Descartes ideas. Entre las ideas hay algunas que parecen haber nacido conmigo, otras extrañas y oriundas de fuera y otras inventadas por mí -sirena, centauro,...-. A las primeras podemos denominarlas ideas innatas, a las segundas adventicias y a las terceras ficticias.
Si considero a las ideas como imágenes que representan las cosas, resulta evidente que son muy distintas entre sí. Por ejemplo, las que me representan sustancias contienen más realidad objetiva que las que sólo me representan modos o accidentes; y las que representan una sustancia infinita deben tener más realidad objetiva que las que representan sustancias finitas. Del mismo modo como la nada no puede producir cosa alguna, lo menos perfecto no puede producir lo más perfecto.
Entre las ideas que tengo está la idea de Dios, "una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente y omnipotente" Mas, cómo puedo yo, que soy un ser finito, haber producido la idea de un ser infinito si lo más no puede derivarse de lo menos? Es necesario concluir, por lo tanto, que Dios existe, pues sólo una Sustancia verdaderamente infinita puede ser la causa de la idea de un Ser infinito que encuentro en mí. Tal es la prueba de la existencia de Dios por la presencia en nosotros de la idea de lo perfecto e infinito.
Pierre Gassendi (1592-1655), compatriota y contemporáneo de Descartes, le advirtió que la existencia no es una perfección, y que suponerla es dar por sentado justamente lo que se intenta probar. Objeción semejante, aunque desarrollada en muchos otros puntos, es la formidable crítica de Immanuel Kant (1724-1804).


EXISTENCIA DE LAS COSAS MATERIALES.

Una vez que se ha demostrado la existencia del yo pensante y la existencia de Dios, falta ahora demostrar la existencia de las cosas materiales.
La existencia de las cosas materiales no es algo que pueda darse por demostrado. Un hombre, a quien le han amputado una pierna, cree sentir dolor en la pierna amputada.
Descartes tendrá que echar mano a su doctrina de la "veracidad divina" para tener la seguridad de que las cosas materiales existen efectivamente y no son una mera ilusión:
Dios me ha dado una poderosa inclinación a creer que las ideas que tengo parten de las cosas corporales y Dios no es capaz de engañarme, es patente que no me envía tales ideas inmediatamente por sí mismo. Serán, pues, las cosas corporales las que provocan tales ideas. Por todo lo cual hay que concluir que las cosas corporales existen. Como se ve, la prueba de la existencia de cada una de las cosas y de la totalidad del mundo físico supone la prueba anterior de la existencia de Dios y la imposibilidad de que Dios nos engañe.

-Orden de exposición:
Duda metódica.
Afirmación de la primera verdad -"Pienso, luego soy"-.
Derivación de la evidencia como criterio de verdad
Demostración de la existencia de Dios
Demostración de las cosas materiales.


4. El método.

La actitud de Descartes en favor del método no es menos entusiasta que la de Bacon. Es tan grande la fe que ambos han depositado en el método que llegan a restar toda importancia al talento y la capacidad racional.

EL MÉTODO CARTESIANO.

Establece Descartes, en primer término, la evidencia como criterio de verdad. En qué consiste la evidencia?
La evidencia se define por sus dos caracteres esenciales: la claridad y la distinción. Descartes entiende por "claro" aquello presente y manifiesto a un espíritu atento, y por "distinto" aquello que es preciso y diferente de todo lo demás. Dicho en otros términos, una idea es clara cuando está separada y no se la confunde con las demás ideas, y es distinta cuando sus partes están separadas entre sí, esto es, la idea tiene claridad interior.
La evidencia es, pues, el criterio de verdad. Caracteriza al conocimiento científico y se opone a la probabilidad y a la verosimilitud. El acto del entendimiento por el cual se alcanza un conocimiento evidente es la intuición. Habrá que evitar dos vicios fundamentales en la búsqueda de la verdad: tomar por verdadero lo que no lo es, y negarse a aceptar la verdad de lo que es evidente ("precipitación" y "prevención").

En sentido estricto, el método propiamente dicho comienza con la segunda regla del "Discurso": "dividir cada una de las dificultades que examinare en tantas partes como fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución". La división de las dificultades tendrá un límite, y ese límite estará representado por las "naturalezas simples", que constituyen el último término del conocimiento, más allá del cual no podemos ir. (el último término del análisis).
La intuición es, para Descartes, una captación simple e inmediata del espíritu, tan fácil y distinta que no deja lugar a dudas.

Una vez que se han alcanzado las naturalezas simples por medio de la intuición, comienza a actuar la deducción. La deducción no necesita, como la intuición, de una evidencia presente, sino que se la pide prestada a la memoria. Si bien no es tan segura como la intuición -pues ésta aprehende en forma simple, directa e inmediata-, la deducción ofrece gran seguridad siempre que se parta de principios ciertos y se imprima al pensamiento un movimiento continuo y no interrumpido.. La deducción implica, pues, una sucesión de intuiciones. Ella nos permite pasar de la evidencia de una verdad a la evidencia de una nueva verdad, puesto que las relaciones de las verdades representadas por las naturalezas simples son también naturalezas simples y, por lo tanto, captables por intuición..
Una vez que la división de las dificultades nos permite alcanzar las naturalezas simples, que captamos por intuición, se aplicará la tercera regla del "Discurso", que nos aconseja conducir ordenadamente los pensamientos, "comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos". Este ascenso deductivo nos permitirá llevar a las dificultades, que son complejas, la misma seguridad que tenemos al captar, por intuición, los elementos o naturalezas simples.
Mas para tener seguridad sobre la totalidad hay que tenerla sobre cada uno de los eslabones o etapas, pues una sola falla pone en peligro la fortaleza o validez de la cadena. Por eso nos aconseja -como última regla del "Discurso"- que debemos "hacer en todo enumeraciones tan complejas y revisiones tan generales que estemos seguros de no omitir nada". El propósito de esta regla es ponerse a cubierto de los errores provenientes de la debilidad de la memoria.

De todas las ciencias, según Descartes, tan sólo la matemática logra alcanzar demostraciones ciertas y evidentes; bueno será, entonces, que tomemos a esta ciencia como modelo.

En resumen, si se deja de lado la evidencia como criterio de verdad, el método cartesiano consiste en los siguientes pasos: 1) dividir las dificultades hasta alcanzar los elementos o naturalezas simples, que se aprehenden por intuición; 2) ascender por deducción de los elementos simples al conocimiento de lo complejo, y 3) examinar con todo cuidado la cadena deductiva para estar seguro de que no se ha omitido nada ni se ha cometido ningún error.

 

 

 

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