MÈTODE HIPOTÈTICO DEDUCTIU. 
		Un cas pràctic 
Filosofía de la Ciencia Natural. “La investigación científica”.
		La febre puerperal. Semmelweiss. Raonament 
		científic 
		
		
		http://www.youtube.com/watch?v=HkoyxigGRAM 
		
 
 
UN CASO HISTÒRICO A TÍTULO DE EJEMPLO. 
 
“Como simple ilustración de algunos aspectos importantes de la investigación 
científica, parémonos a considerar los trabajos de Semmelweis en relación con la 
fiebre puerperal. Ignaz Semmelweis, un físico de origen húngaro, realizó esos 
trabajos entre 1844 y 1848 en el Hospital General de Viena. Como miembro del 
equipo médico de la Primera División de Maternidad del hospital, Semmelweis se 
sentía angustiado al ver que una gran proporción de las mujeres que habían dado 
a luz en esa división contraían una seria y con frecuencia fatal enfermedad 
conocida como fiebre puerperal o fiebre de sobreparto. En 1844, hasta 260, de un 
total de 3.157 madres de la División Primera – un 8’2%- murieron de esa 
enfermedad; en 1845, el índice de muertes era del 6’8%, y en 1846, del 11’4%. 
Estas cifras eran sumamente alarmantes, porque en la adyacente Segunda División 
de Maternidad del mismo hospital, en la que se hallaban instaladas casi tantas 
mujeres como en la Primera, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal era 
mucho más bajo: 2’3%, 2%, 2’7% en los mismos años. En un libro que escribió más 
tarde sobre las causas y la prevención de la fiebre puerperal, Semmelweis relata 
sus esfuerzos para resolver este terrible rompecabezas. 
 
Semmelweis empezó por examinar varias explicaciones del fenómeno, corrientes en 
la época; rechazó algunas que se mostraban incompatibles con hechos bien 
establecidos; a otras las sometió a contrastación. 
 
Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a 
“influencias epidémicas”, que se describían vagamente como “cambios 
atmosférico-cósmico-telúricos”, que se extendían por distritos enteros y 
producían la fiebre puerperal en mujeres que se hallaban de sobreparto. Pero ¿cómo 
–argüía Semmelweis- podían esas influencias haber infestado durante años la 
División Primera y haber respectado la Segunda? Y ¿Cómo podía hacerse compatible 
esta concepción con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital, 
apenas se producía caso alguno en la ciudad de Viena o sus alrededores? Una 
epidemia de verdad, como el cólera, no sería tan selectiva. Finalmente, 
Semmelweis señala que algunas de las mujeres internadas en la División Primera 
que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los dolores de 
parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo, a 
pesar de esas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por fiebre 
puerperal entre estos casos de “parto callejero” era más bajo que el de la 
División Primera. 
 
Según otra opinión, una causa de mortandad en la División Primera era el 
hacinamiento. Pero Semmelweis señala que de hecho el hacinamiento era mayor en 
la División Segunda, en parte como consecuencia de los esfuerzos desesperados de 
las pacientes para evitar que las ingresaran en la tristemente célebre División 
Primera. Semmelweis descartó asimismo dos conjeturas similares haciendo notar 
que no había diferencias entre las dos divisiones en lo que se refería a la 
dieta y al cuidado general de las pacientes. 
 
En 1846, una comisión designada para investigar el asunto atribuyó la frecuencia 
de la enfermedad en la División Primera a las lesiones producidas por los 
reconocimientos poco cuidadosos a que sometían a las pacientes los estudiantes 
de medicina, todos los cuales realizaban sus prácticas de obstetricia en esta 
División. Semmelweis señala, para refutar esta opinión, que a) las lesiones 
producidas naturalmente en el proceso del parto son mucho mayores que las que 
pudiera producir un examen poco cuidadoso; b) las comadronas que recibían 
enseñanzas en la División Segunda reconocían a sus pacientes de modo muy análogo, 
sin por ello producir los mismos efectos; c) cuando, respondiente al informe de 
la comisión, se redujo a la mitad el número de estudiantes y se restringió al 
mínimo el reconocimiento de las mujeres por parte de ellos, la mortalidad, 
después de un breve descenso, alcanzó sus cotas más altas. 
 
Se acudió a varias explicaciones psicológicas. Una de ellas hacía notar que la 
División Primera estaba organizada de tal modo que un sacerdote que portaba los 
últimos auxilios a una moribunda tenía que pasar por cinco salas antes de llegar 
a la enfermería: se sostenía que la aparición del sacerdote, precedido por un 
acólito que hacía sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico y 
debilitante en las pacientes de las salas y las hacía así más propicias a 
contraer la fiebre puerperal. En la División Segunda no se daba este factor 
adverso, porque el sacerdote tenía acceso directo a la enfermería. Semmelweis 
decidió someter a prueba esta suposición. Convenció al sacerdote de que debía 
dar un rodeo y suprimir el toque de campanilla para conseguir que llegara a la 
habitación de la enferma en silencio y sin ser observado. Pero la mortalidad no 
decreció en la División Primera. 
 
A Semmelweis se le ocurrió una nueva idea: las mujeres, en la División Primera, 
yacían de espaldas; en la Segunda, de lado. Aunque esta circunstancia le parecía 
irrelevante, decidió, aferrándose a un clavo ardiendo, probar a ver si la 
diferencia de posición resultaba significativa. Hizo, pues, que las mujeres 
internadas en la División Primera se acostaran de lado, pero, una vez más, la 
mortalidad continuó. 
 
Finalmente, en 1847, la casualidad dio a Semmelweis la clave para la solución 
del problema. Un colega suyo, Kolletschka, recibió una herida penetrante en un 
dedo, producida por el escalpelo de un estudiante con el que estaba realizando 
una autopsia, y murió después de una agonía durante la cual mostró los mismos 
síntomas había observado en las víctimas de la fiebre puerperal. Aunque por esa 
época no se había descubierto todavía el papel de los microorganismos en ese 
tipo de infecciones, Semmelweis comprendió que la “materia cadavérica” que el 
escalpelo del estudiante había introducido en la corriente sanguínea de 
Kolletschka había sido la causa de la fatal enfermedad de su colega, y las 
semejanzas entre el curso de la dolencia de Kolletschka y el de las mujeres de 
su clínica llevó a Semmelweis a la conclusión de que sus pacientes habían muerto 
por un envenenamiento de la sangre del mismo tipo: él, sus colegas y los 
estudiantes de medicina habían sido los portadores de la materia infecciosa, 
porque él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después de 
realizar disecciones en la sala de autopsias, y reconocían a las parturientas 
después de haberse lavado las manos sólo de un modo superficial, de modo que 
éstas conservaban a menudo un característico olor a suciedad. 
 
Una vez más, Semmelweis puso a prueba esta posibilidad. Argumentaba él que si la 
suposición fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal 
destruyendo químicamente el material infeccioso adherido a las manos. Dictó, por 
tanto, una orden por la que se exigía a todos los estudiantes de medicina que se 
lavaran las manos con una solución de cal clorurada antes de reconocer a ninguna 
enferma. La mortalidad puerperal comenzó a decrecer, y en el año 1848 descendió 
al 1’27% en la División Primera, frente al 1’33% de la Segunda. 
 
En apoyo de su idea, o, como también diremos, de su hipótesis, Semmelweis hace 
notar además que con ella se explica el hecho de que la mortalidad en la 
División Segunda fuera mucho más baja: en ésta las pacientes estaban atendidas 
por comadronas, en cuya preparación no estaban incluidas las prácticas de 
anatomía mediante la disección de cadáveres. 
 
La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre 
los casos de “parto callejero”: a las mujeres que llegaban con el niño en brazos 
casi nunca se las sometía a reconocimiento después de su ingreso, y de este modo 
tenían mayores posibilidades de escapar a la infección. 
 
Asimismo, la hipótesis daba cuenta del hecho de que todos los recién nacidos que 
habían contraído la fiebre puerperal fueran hijos de madres que habían contraído 
la enfermedad durante el parto; porque en ese caso la infección se le podía 
transmitir al niño antes de su nacimiento, a través de la corriente sanguínea 
común de madre e hijo, lo cual, en cambio resultaba imposible cuando la madre 
estaba sana. 
 
Posteriores experiencias clínicas llevaron pronto a Semmelweis a ampliar su 
hipótesis. En una ocasión, por ejemplo, él y sus colaboradores, después de 
haberse desinfectado cuidadosamente las manos, examinaron primero a una 
parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado; procedieron luego a examinar a 
otras doce mujeres de la misma sala, después de un lavado rutinario, sin 
desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes murieron de fiebre puerperal. 
Semmelweis llegó a la conclusión de que la fiebre puerperal podía ser producida 
no sólo por materia cadavérica, sino también por “materia pútrida procedente de 
organismos vivos” 
 
VOCABULARI 
		Escalpelo: instrument quirúrgic de tall. 
		Acólito: escolanet, ajudant del capellà 
		Telúrico: relatiu a la Terra considerada com a planeta 
		Infestar: aglomeració, fer mal, nou 
		Hacinamiento: apilament  
		Obstetricia: part de la medicina que tracta de la gestació (dels parts) 
		Refutar: Contradir, rebatre, impugnar amb arguments o raons el que altres diuen. 
 
 
HIPÓTESIS: 
 
1 
a. Formulació: Influències epidèmiques 
b. Conseqüències (Deducció): Extensió amplia (i no pas selectiva) 
c. Contrastació: Apilament més gran a la 2ª Divisió. En canvi menor mortalitat. 
No queda contrastat 
 
		2 
a. Apilament 
b. També s’ha de verificar en situacions similars d’apilament (“hacinamiento” = 
molta gent en el mateix lloc) 
c. No es verifica tal cosa. 
 
		3 
a. Lesions produïdes pels reconeixements poc curosos per part dels estudiants de 
medicina 
b. També s’ha de verificar a la 2ª Divisió atès que el tractament per part de 
les llevadores era anàleg. 
c. No es dóna el cas. Tot i la reducció del nombre d’estudiants, no minva la 
mortalitat, ans al contrari. 
 
		4 
a. Explicacions psicològiques: efecte terrorífic causat del sacerdot que 
administra l’extremunció. Comparació amb la 2ª Divisió. 
b. Si suprimim aquest itinerari, aleshores desapareixeran els efectes 
c. Un cop posat en marxa aquest criteri, no es verifica el descens de 
mortalitat. 
 
		5 
a. Jeure d’esquena (1ª Divisió), en comptes de costat (2ª Divisió) 
b. Que jeguin de costat i minvarà la mortalitat 
c. No, la mortalitat continua 
 
		6 
a. Enverinament de la sant. La matèria cadavèrica s’introdueix en la corrent 
sanguínia 
b. Es poden evitar les morts si es destrueix el material infecciós adherit a les 
mans 
c. Sí, minva la mortalitat de febrer puerperal. 
 
		7 
a. Febre puerperal produïda per matèria pútrida procedent d’organismes vius 
b. Mortalitat es produirà després de tractar amb aquest “material” encara que no 
sigui manipulant matèria cadavèrica 
c. Sí, després d’haver comprovat que la pràctica dels reconeixements a pacients 
vives sense desinfectar-se les mans. 
		
 
 
 
SEMMELWEIS, UNA CRUÏLLA EN LA 
CIÈNCIA (Extracte) 
 
Diari “AVUI”, dimecres, 9 de gener de 1991. “Diàleg” 
Santiago Riera i Tuèbols, professor d’història de la ciència i la tècnica de la 
Universitat de Barcelona. 
 
Ignac Fulöp Semmelweis, metge 
hongarès.. 
 
“A mitjans segle XIX la medicina es movia en l’obscuritat pel que fa a les 
malalties infeccioses. Pasteur encara no s’havia pronunciat. Però a mitjan segle 
un metge nascut a Budapest el 1818 i graduat en medicina el 1844 s’interessava 
per un fet ben concret a l’Hospital General de Viena, on treballava. Va observar 
que, de les dues sales de parteres, l’atesa pels estudiants de medicina tenia un 
percentatge de morts molt més alt que la sala que atenien les llevadores. Per 
una altra part, les dones que tenien els fills a casa seva gairebé totes 
sobrevivien al part. I àdhuc la mortalitat de les que parien en el curs del 
viatge a l’hospital era inferior a la sala assassina. Les estadístiques que va 
confegir ho confirmaven plenament. 
 
Segur del fet, Semmelweis va començar a examinar totes les causes que els seus 
col•legues creien determinants de les morts per febres puerperals... Tot ho va 
examinar amb rigorositat i res no el va convèncer. Fins que va caure en el fet 
que els estudiants de medicina efectuaven les disseccions, com una pràctica 
normal dels estudis. Quan un altre metge de l’Hospital, Kolletschka, que s’havia 
tallat amb un bisturí durant una dissecció, va morir amb els mateixos símptomes 
que els de les parteres infectades de febres puerperals, va creure que tenia la 
causa cercada amb tant de delit: rentar-se les mans amb sabó després d’haver fet 
una dissecció amb un cadàver no era suficient per eliminar les “partícules 
cadavèriques i icoroses”, tal com diu textualment Semmelweis, les quals passaven 
al cos de les parteres quan eren inspeccionades pels estudiants. Per 
aconseguir-ne l’eliminació total calia rentar-se amb una solució d’hipoclorit de 
calci! I així ho va establir, malgrat les protestes que la disposició va 
general. Els resultats estadístics de l’adopció de la mesura foren clars. 
 
El fet, tan ràpidament relat, ens genera, però, algunes reflexions: 
		1. La causa de tan 
nombroses morts per febres puerperals cal cercar-la en una modernització de 
l’ensenyament: a Viena s’estudiava l’anatomia tan a fons com era possible i, 
doncs, les disseccions amb cadàvers eren normals i sovintejaven. La facultat se 
n’orgullia. Un tret modernitzador comportava, tanmateix, la proliferació d’una 
malaltia greu. La ciència és complexa. 
2. Semmelweis s’avançà a 
l’època, és a dir a Pasteur, i s’adonà que les susdites febres es transmetien 
per contacte amb la pacient per mitjà de les “partícules cadavèriques”. Va 
intuir la infecció i el seu mecanisme de contagi tot i no saber res de bacteris. 
En el terreny pràctic va proposar un remei eficaç. Res més. Anys més tard 
Pasteur posaria els fonaments de la microbiologia mèdica i el fenomen de les 
febres puerperals restaria inclòs en una branca de la medicina més general i, 
alhora, explicat per una teoria científica convincent. Tots els descobriments 
tenen la seva època i la seva complicada gestació. 
3. Semmelweis va aplicar 
una metodologia rigorosa al fet en qüestió. Primer va rebutjar amb cura tots i 
cadascun dels arguments que apuntaven cap a suposades causes; després, un cop 
intuïda una de nova, va aplicar el remei que li va semblar adient i tot seguit 
va confegir una estadística que va comparar amb la realitzada abans d’aplicar el 
remei: el percentatge de morts havia minvat significativament. El remei era 
vàlid, malgrat que només fos per a un cas concret. 
4. Com que els fenòmens 
en el camp de la ciència no es presenten isolats, sinó amb interrelacions amb 
d’altres, de vegades indestriables, el resultat de l’estadística probablement no 
va ser tan clar –tot i ser-ho sens dubte- com altres professionals necessitaven. 
A més, les enveges i calúmnies, les passions, la defensa d’interessos 
particulars, embrutaren l’afer. Sense oblidar la manca de savoir faire (mà 
esquerra) per part de Semmelweis, que se sentí perseguit i àdhuc reaccionà amb 
violència, colpit per la impossibilitat de fer entendre allò que per a ell era 
tan evident. 
 
El final de la història és ben trist: Semmelweis va trastocar-se i finalment va 
morir, en infectar-se-li una petita ferida que es va fer mentre disseccionava un 
cadàver de la malaltia que havia combatut tota la seva vida.. 
 
La història relatada constitueix un d’aquells afers que tant sovintegen en el 
desenvolupament de la ciència. Perquè el camí científic no és lineal, sinó ple 
de giragonses; algunes equivalen a retrocessos, d’altres a avenços. Molt sovint, 
ens duen a cruïlles on cal triar en funció de les opcions que el moment històric 
ens ofereix. Acostuma a ser en aquestes cruïlles –en una de les quals Semmelweis 
va arribar abans d’hora- on la discussió és més apassionada i els qui trien el 
camí més discutits. 
 
El final d’aquesta disgressió no és una altra que palesar la necessitat 
d’estudiar amb cura i profunditat aquestes cruïlles, en les quals no hi ha lloc 
per al dogmatisme, i, amb la perspectiva històrica que ens proporciona el temps, 
retornar a cadascú allò que és seu: l’encert o l’error ... “ 
  
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