Crucifixión

 

Al llegar al monte Calvario Cristo es despojados de sus vestiduras y obligado a tenderse sobre la cruz para ser clavado en ella. Levantada la cruz, la imagen de la crucifixión, como culminación de la Pasión de Cristo, se convierte en uno de los temas más recurrentes del arte cristiano, y, como tal, de iconografía muy diversa. Su representación más sencilla es la del Cristo crucificado sin más. Evoluciona desde el tipo del Cristo triunfante, con los ojos abiertos y rostro inexpresivo, hasta el Cristo doliente, representación mucho más humanizada en la que se exalta el dolor y el sufrimiento.

Progresivamente la escena de la cucifixión fue aumentando el número de personajes. Primero fueron las figuras de la Virgen y San Juan flanqueando la cruz, para derivar hasta un complejo escenario que, además de incluir a los dos ladrones crucificados con Cristo, introduce diversas escenas secundarias:

 

Hans Memling. Crucifixión (Budapest, Museo de Bellas artes). Finales del siglo XV.

 

Las representaciones complejas de la crucifixión, como ésta, suelen incluir la escena del desmayo de la Virgen ante el dolor de Cristo, la Magdalena, los soldados jugándose a los dados la túnica de Cristo, la imagen del soldado que le ofrece una esponja empapada en vinagre en la punta de una caña, la lanzada con que se atraviesa el costado del crucificado y el centurión que se convierte al cristianismo. La escena se completa con un grupo más o menos numeroso de soldados y curiosos que contemplan lo que acontece.

La calavera que se ve a los pies de la cruz de Cristo se identifica como la de Adán. Por él entró en pecado en el mundo al ceder a la tentación de Eva. El sacrificio de Cristo está destinado precisamente a redimir los pecados de la humanidad.