LA METAFISICA DE ARISTOTELES
EL ESQUEMA CONCEPTUAL DEL CAMBIO.
Justus Hartnack.
Para Platón la filosofía tenía una importancia decisiva: sin la
filosofía el hombre no tendría conocimiento de la realidad, y sin este
conocimiento no tendría orientación acerca de cómo vivir y cómo
organizar su vida social. Para fomentar la filosofía fundó la Academia
en Atenas en el 387 aC.. El único fin de la Academia era enseñar
filosofía. Cuando Platón murió en el 347, su alumno más famoso
Aristóteles (384 a 322 aC) había estudiado unos veinte años en aquella
Academia.
Aristóteles fue alumno en la Academia de Platón, pero no fue discípulo
de Platón. Aristóteles se ocupa, como es natural, del mismo tipo de
problemas que Platón -podemos conjeturar, que ese tipo de problemas
fueron la herencia intelectual de la Academia. Pero, aunque Aristóteles
se ocupa del mismo tipo de problemas, esto no implica que Aristóteles dé
la mismas soluciones a los mismos problemas, o que dé las mismas
respuestas a las mismas preguntas. De hecho, no lo hace.
Aristóteles estaba ocupado, como también lo estaba Platón, en el
problema del conocimiento de la realidad y en el conocimiento del
correcto modo de vida.
Uno de los problemas del conocimiento de la realidad es que el mundo
empírico se caracteriza por el cambio y la destrucción. Como ya había
defendido Parménides, la realidad no podía estar sometida a cambio. Por
tanto, Platón negó que el mundo empírico tuviera realidad -era un mundo
de sombras, una imagen incompleta del mundo real. Aunque las sombras e
imágenes existen, no son reales (por eso utilizamos expresiones tales
como: "sólo es una sombra" y "sólo es una imagen"). Igual que existen
imágenes y sombras, el mundo empírico, según Platón, existe, pero carece
de realidad.
Aristóteles ataca el problema de modo diferente y llega a otra
conclusión. Aristóteles es un maestro en el análisis filosófico. Tenía
probablemente la mente analítica más clara de todos los filósofos
griegos. No comienza sus análisis negando que el mundo empírico tenga
realidad, sino que examina el concepto de cambio o, más bien, intenta
descubrir el esquema conceptual necesario para nuestra comprensión,
explicación y descripción del cambio.
Una condición para comprender el cambio es el uso del concepto de sujeto.
No tendría sentido hablar del cambio si no hubiera ninguna respuesta a
la pregunta de qué es lo que está cambiando. Cuando Juan cambia de ser
niño a ser adulto y las hojas del árbol cambian de ser verdes a ser
amarillas, la persona y las hojas del árbol se llaman sujetos de estos
cambios.
Un cambio ha de ser cambio de algo a algo diferente. Juan cambia de ser
niño a no ser ya niño. Las hojas cambian: de ser verdes a no ser ya
verdes. En general se puede decir que un cambio implica que una
propiedad p cambia a la propiedad no -p. El concepto de sujeto del
cambio permanece constante durante el proceso de cambio. Juan sigue
siendo Juan incluso después de haberse convertido en hombre. Y la hoja
que cambia su color de verde a amarillo sigue siendo la misma hoja. En
todo proceso de cambio siempre debe haber algo que permanezca incambiado.
Que esto sea así no es algo que se haya aprendido por la experiencia. Es
un marco conceptual dentro del que se ha de hablar necesariamente del
cambio y dentro del que se hacen los descubrimientos del cambio.
Aquello a lo que se refiere o nombra el sujeto se llama el sustrato del
cambio. Cuando Juan se hace mayor y las hojas cambian su color, Juan y
las hojas, respectivamente, son el sustrato del cambio.
Aristóteles llama sustancia a las cosas o a los objetos tales como hojas
u hombres. En los procesos del cambio descritos, las sustancias (es
decir, Juan y la hoja) son los sustratos del cambio, y los nombres de
estas sustancias son los sujetos de los cambios.
Supongamos que tengo una cazuela llena de agua. Caliento el agua. El
sujeto del cambio es el agua. Sigue siendo la misma cazuela de agua. El
agua en la cazuela es la misma. Ahora supongamos que el agua en la
cazuela no sólo hierve, sino que se evapora. El agua se ha evaporado por
completo. En este proceso de cambio el agua no es el sustrato del cambio,
ya que sencillamente ha desaparecido; se ha evaporado. En este caso cuál
es el sustrato del cambio? La respuesta es que el vapor que proviene del
agua debe contener las mimas moléculas que el agua -las mismas en el
sentido según el cual se podría reidentificarlas si se hubiera marcado
cada una de ellas-.
La afirmación de que en cada proceso de cambio debe haber un sustrato,
es una verdad conceptual. Que sea así se sigue del hecho de que si no
hubiera nada que hubiera permanecido incambiado durante el proceso del
cambio ya no se podría hablar del proceso de cambio. En lugar de eso se
diría (y se tendría que decir necesariamente) que algo había desparecido
(había sido aniquilado o había dejado de existir), y que algo nuevo
había sido creado o había venido a la existencia. Pero al decir esto,
uno se encuentra con el problema eleático, esto es, el problema de
comprender cómo se puede crear algo de la nada.
Cada objeto, cada sustancia lleva consigo ciertas posibilidades de
cambio, pero no para todo tipo de cambio. Es posible que la madera se
queme, pero no que se disuelva en agua. Es posible que la nieva se
derrita en agua, pero no que se queme. La semilla de una cierta planta
lleva consigo la posibilidad de convertirse en este tipo de planta, pero
no en otro tipo. Un embrión de perro puede transformarse en perro, pero
no en gato. Aristóteles llama a aquello en lo que algo se puede
convertir las propiedades potenciales de ese algo. Si algo tiene la
propiedad potencial p, entonces es materia para p. Aristóteles expresa
esto diciendo que la cosa o el objeto es la causa material o
determinación de p. El embrión de perro tiene el perro como propiedad
potencial. El embrión de perro es la causa material o determinación del
perro.
Cualquier objeto (en el lenguaje de Aristóteles: cualquier sustancia)
puede clasificarse como un tipo de cosa: como piedra, cachorro o cubo de
hielo. Las propiedades o características que determinan si una cosa o
sustancia es éste o aquel tipo de cosa podrían llamarse propiedades
definitorias o esenciales. Las propiedades de una piedra, sin las cuales
ningún objeto podría llamarse piedra, son las propiedades definitorias o
esenciales de una piedra. Aristóteles llama forma a las cualidades que
determinan que una cosa exista como un tipo especial de cosa, o en otras
palabras, a las propiedades definitorias o esenciales. Además de estas
propiedades, la cosa también posee propiedades que no tienen nada que
ver con su forma; son propiedades o cualidades no esenciales o, como
Aristóteles las llama, accidentales.
La figura externa de una piedra o de un perro son propiedades no
esenciales o accidentales. No tienen nada que ver con la esencia o forma
de una piedra o de un perro. Si un objeto puede o no llamarse piedra, no
depende ni de su color ni de su forma.
Además de ser un tipo especial de algo, una cosa o una sustancia también
es materia para una o más cosas distintas, es decir, tiene la
posibilidad de cambiar en una o más cosas distintas. Potencialmente es
todas estas cosas. Depende de varias circunstancias cuál de estas
posibilidades se realizará o actualizará. Toda cosa, toda sustancia es,
según Aristóteles, una cosa actualizada; lo que en un momento fue sólo
una posibilidad, ahora ha sido actualizado. No hay nada que no haya sido
creado de algo, cambiado de ser algo a ser otra cosa o convertido de una
cosa en otra, etc.. Para todo objeto, toda sustancia que existe, debe
haber una respuesta a la pregunta qué es lo que la hizo posible? La
respuesta a esta pregunta es lo que Aristóteles llamó la causa material.
La causa material del cubo de hielo es el agua. Las causas materiales de
diferentes productos del arte son las habilidades artísticas del
artista. La expresión "causa material" no debe malentenderse. No es una
causa en el sentido en el que normalmente entendemos la palabra. No es
un evento, ni una ocurrencia, que produzca otro evento u ocurrencia,
como una bola de billar que al chocar contra otra bola de billar pueda
ser la causa del rodar de ésta. La causa material no es un evento, sino
la posibilidad de la ocurrencia de ciertos eventos.
Para que una posibilidad se actualice debe haber un evento o proceso que
Aristóteles llama causa eficiente. Por causa eficiente quiere decir
grosso modo lo que ordinariamente entendemos por causa. Si un pedazo de
papel se quema, la causa material es la estructura química del papel que
lo hace inflamable; es lo que posibilita que el papel se queme. Pero el
hecho de que el papel sea inflamable no implica que realmente se queme;
ha de suceder algo más para que se actualice aquella posibilidad. Esto
es, necesita la causa eficiente, que podría ser que alguien lo encienda
con una cerilla. En este caso, la cerilla encendida es la causa
eficiente.
Cuando una cosa o sustancia actualiza una de sus potencialidades debe
haber también el tipo de causa que Aristóteles llama causa formal.
Cuando, por ejemplo, una bellota se convierte en roble y no en otra
cosa, no es puramente accidental; el proceso está gobernado por una ley.
En cierto sentido del verbo determinar, se puede decir que la forma de
un roble determina los cambios que se producen en la bellota, cambios
que ocasionan el roble. La causa formal es una respuesta a la pregunta:
Por qué este cambio se produce de este modo específico, y no de otro
modo?; y la respuesta está en términos de las leyes que gobiernan el
cambio de la bellota en roble. En algún sentido la respuesta está ya en
el término bellota: una bellota se define como aquello que se transforma
en roble.
Finalmente está la cuestión de por qué sucede u ocurre algo. La
respuesta a esta pregunta es lo que Aristóteles llama causa final. La
noción aristotélica de causa final es, sin embargo, ambigua. Si hago
algo de ejercicio, puede responder en términos del efecto saludable de
tal ejercicio. Sin embargo, hay situaciones u ocurrencias en las que no
se puede hablar de causa final, en el sentido ordinario de este concepto.
Si digo que el cubo de hielo está a punto de derretirse he identificado
la naturaleza del proceso como un proceso de derretimiento; esto es, he
identificado la forma del proceso. Si conozco la naturaleza o forma del
proceso, conozco también lo que significa decir que se haya completado.
La situación que cuenta como la culminación del proceso puede llamarse
(y a veces también la llama así Aristóteles) la causa final. Según esta
interpretación, todo proceso, todo lo que sucede tiene una causa final;
según la anterior interpretación, solamente se puede hablar de causas
finales de ciertos tipos de procesos, principalmente de los psicológicos
y biológicos. Según la segunda interpretación todo suceso que se pueda
identificar como cierto tipo de proceso debe tener una causa final.
Como se ha dicho, toda sustancia es una cosa que se actualiza. Toda
sustancia existente tiene, por tanto, una causa formal. La bellota que
se transforma en roble tiene este proceso determinado por la forma del
roble. Esto es, el proceso está determinado por una ley. Así, se puede
considerar la forma como ley que gobierna procesos dentro de ciertas
áreas. Todo lo que existe debe existir como algo, debe existir como
cierto tipo de cosa. Todo lo que existe no sólo puede tener un nombre
propio, sino que debe poder ser descrito también con un nombre de clase.
Y todo lo que pertenece a cierta clase pertenece a ella porque está
sometido a la forma de la clase; está sometido a la ley que expresa esa
forma. Decir que una sustancia tiene una causa formal es, por tanto, lo
mismo que decir que el hecho de que haya sido actualizada en este tipo
especial de cosa no se debe a circunstancias accidentales, sino a un
proceso gobernado por ley.
La actualización de cualquier cosa o sustancia existente está
determinada por las cuatro causas que acabamos de mencionar. Así, toda
cosa o sustancia existente está sometida a ciertas leyes. Pero qué es
lo que determina que las leyes que gobiernan la actualización de
diferentes cosas sean como son? Es algo puramente accidental, o están
gobernadas también por alguna ley, ley que gobierna todas las leyes?
Aristóteles no duda que sea esto último. No es accidental que el mundo
sea como de hecho es. El mundo tiene un propósito, lo cual es decir que
se necesita una causa final para la explicación del mundo.
Aristóteles distinguía entre lo accidental y lo planeado. Cree que el
hecho de que el mundo no sea accidental se evidencia por el hecho de que
nada ocurra accidentalmente, sino según regla. Podemos predecir y
calcular lo que va a suceder. El mundo no es caos sino cosmos. Si bien
puede ser correcto oponer lo que ocurre según regla a lo que ocurre
accidentalmente, no lo es identificar lo que ocurre según regla con lo
que ocurre según un plan. El concepto de plan implica de algún modo, no
implicado por el concepto de regla, que hay algo que es planeado; y si
algo está planeado es porque alguien lo ha planeado, lo cual, a su vez,
supone un propósito o causa final.
Lo que determina, en último análisis, la forma de las diferentes cosas o
sustancias, es lo que constituye una respuesta a la cuestión. por qué
es el mundo como es? La respuesta a esta cuestión es también la
respuesta a la explicación de las estructuras del mundo.
Las diferentes formas son las leyes del devenir o de la actualización de
las diferentes cosas o sustancias. Pero aquello que en último análisis
explica la estructura del mundo no es en sí tal ley; no es una ley para
el devenir de una cosa especial. Es una ley sobre leyes. El mundo como
tal no es en sí algo sobre y por encima de las cosas existentes en el
mundo. Si no es una cosa, entonces no es algo que haya sido creado o
actualizado. La forma del mundo, o la ley que lo gobierna es, por tanto,
una forma o ley sobre las diferentes formas de las cosas. Explica todo
lo que ha sido actualización sin que ella misma lo haya sido. Es, por
tanto, lo que Aristóteles llama el motor inmóvil. El concepto "movimiento"
no debe entenderse aquí exclusivamente como cambio de lugar en el
espacio, sino como la actualización de lo potencial.
Para Aristóteles, sin embargo, el motor inmóvil no es solamente lo que
nosotros, hoy día, entenderíamos por ley. Aristóteles también habla del
motor inmóvil como pensamiento. El motor inmóvil es identificado al
pensamiento puro e incluso a Dios. El concepto de pensamiento puro, sin
embargo, puede entenderse por lo menos de dos modos; puede entenderse
como la racionalidad misma, como el principio del pensamiento racional y
lógico. Y esto, de nuevo, es idéntico a las leyes o principios que
constituyen la respuesta al último "por qué" que es posible preguntar.
Pero también puede entenderse como el pensamiento, en sentido
psicológico, esto es, en el sentido según el cual, el pensar es un
proceso que supone pensar en algo.
Se pueden encontrar ambas interpretaciones en Aristóteles. Según la
última interpretación -la interpretación según la cual el pensar supone
pensar en algo-, el objeto del pensamiento, para el motor inmóvil, es lo
que es eterno e inmutable; por tanto, es aquello que constituye la más
alta forma de realidad. Y puesto que el motor inmóvil es eterno e
inmutable, el objeto del motor inmóvil es el propio motor inmóvil. El
motor inmóvil es, por tanto, pura autoconsciencia.
La última interpretación, sin embargo, se encuentra con dos
dificultades. Si el pensar está constituido por un pensar que se tenga a
sí mismo como objeto, no hay entonces nada en qué pensar: el pensar es
un pensar sobre el mismo pensar, y este pensar es, por tanto, pensar en
sí mismo y así ad infinitum. Además, cómo puede el pensar que se tenga
a sí mismo como objeto ser la causa formal de todo lo demás?
La respuesta de Aristóteles a esta cuestión es más poética que
filosófica: mueve al ser objeto de amor. Mueve el mundo como el amado
mueve al amante. Puesto que es la primera interpretación la consistente
con la filosofía aristotélica en su conjunto, parece razonable aceptar
esa interpretación.
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