Todo
sistema pedagógico debe concordar con la realidad, si no, no sirve.
Cualquier tema de enseñanza debe contribuir a la formación
integral del hombre, si no, es poco útil. La educación, de
la cual la escuela no es más que uno de sus recursos, debe estar
relacionada con un proyecto de nación, si no, no tiene sentido.
Entre los más
importantes objetivos de la enseñanza destacan: que los alumnos
aprendan a pensar por sí mismos, que reflexionen antes de tomar
decisiones, que desarrollen una actitud mental capaz de adaptarse a cualquier
circunstancia, que tengan metas y objetivos concretos hacia los cuales
ir. Todo esto lo enseña de manera directa o indirecta la práctica
del ajedrez.
Cualquier partida
representa una interacción entre dos oponentes. La estrategia define
los objetivos; la táctica, los realiza. Las jugadas son actos. Los
principios del desarrollo y la técnica son esquemas de acción
que copian conflictos de la realidad. El juego en sí es la expresión
de un conjunto de relaciones concretas (la posición) y al mismo
tiempo un ejercicio de comprensión y formulación de relaciones
abstractas (el cálculo de jugadas).
Según el sociólogo
holandés Joan Huizinga, la cultura proviene del juego: "El juego
es libertad e invención, fantasía y disciplina al mismo tiempo.
Todas las manifestaciones de la cultura están calcadas de él.
Son tributarias del espíritu
de investigación y del respeto a la regla. En ciertos aspectos,
las reglas del derecho, las de la prosodia, del contrapunto y de la perspectiva,
las de la puesta en escena y de la liturgia, las de la táctica militar,
las de la controversia filosófica son otras tantas reglas de juegos.
Constituyen convenciones que es preciso respetar. Sus redes sutiles fundan
nada menos que la civilización".
De ahí la importancia
de incorporar el juego ciencia a los sistemas de enseñanza. Por
último, a manera de conclusión, estos cuatro versos de Miguel
de Unamuno:
La poesía y el
juego,
fuego, fuego.
La producción y el consumo
humo, humo.
17 de julio 2001