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Arquitectura neoclásica

El neoclasicismo se desarrolla a partir de mediados del siglo XVIII y dura hasta principios del XIX. Es un estilo muy vinculado a la filosofía de las Luces y al desarrollo de la arqueología, que da un nuevo impulso al conocimiento de la Antigüedad clásica. La burguesía ilustrada va a encontrar en Roma, que es «redescubierta» con el hallazgo de las ruinas de Pompeya y Herculano, un modelo en cuanto a virtudes cívicas, heroicas, republicanas.

La arquitectura neoclásica desecha la ornamentación rococó y se inspira en los artes griego, etrusco, romano e incluso egipcio. Desaparece progresivamente la arquitectura religiosa y se construyen edificios públicos con finalidad civil: bibliotecas, mercados, museos, pórticos, etc. Napoleón, con ánimo propagandístico, emula la arquitectura romana (Arco de la Estrella en París). También en los territorios Germánicos triunfa el neoclasicismo arquitectónico. En Inglaterra el clasicismo renacentista no se había olvidado y en el dieciocho se exporta a las colonias norteamericanas.


Neoclasicismo en España

Se adopta el clasicismo, aunque la decoración de las residencias reales de Aranjuez y La Granja son plenamente rococó. El Palacio Real de Madrid, el palacio de La Granja de San Ildefonso y el de Aranjuez fueron proyectados por el arquitecto italiano Filippo Juvara y ejecutados por discípulos suyos. Dos buenos arquitectos neoclásicos son Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva (Museo del Prado).