Apunts Jota'O

Material de suport de l'assignatura de filosofia per alumnes de primer i segon de batxillerat

 

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LOS SIETE SABIOS DE GRECIA

Carlos García Gual.

GUIÓN

La época y la significación de la sabiduría
Evolución del término “sabiduría”
- Poetas y sabios
- Sabios, filósofos y sofistas
Tales, el primero de los sabios
Solón de Atenas, legislador y poeta (640- 560 a C)
La época y la significación de la sabiduría
 

Aparecieron en distintas ciudades, todas prestigiosas entonces: Tales era de Mileto, Bías de Priene, Pítaco de Mitilene, Cleobulo de Lindos (habitantes, pues, de la zona costera de Asia Menor, colonizada por jonios y eolios); Solón era de Atenas, Quilón de Esparta y Periandro de Corinto (es decir, de tres famosas póleis de la Grecia peninsular). Según la leyenda, los sabios trabaron pronto relaciones de amistad, y se escribieron cartas y se reunieron en algún “banquete” a charlar, en Delfos, en sardes o en Corinto.

Estos personajes representan un tipo de ciudadanos que traspasan su entorno local y se perfilan como portavoces de un espíritu panhelénico... Los Siete Sabios son figuras significativas de un tiempo bien marcado en el progreso de la civilización antigua: el de la emergencia de la inteligencia política, con la organización de las póleis en su marco institucional y legal, con el ocaso de las oligarquías aristotélicas y la fundamentación del orden cívico en leyes escritas y para todos. Es, sin duda, un momento de transición y crisis de valores, de convulsiones económicas y sociales profundas, de las que surge un nuevo orden y la creencia en la razón como medio para entender ese cosmos....En medio de esa revolucionaria época arcaica los sabios son paradigmas de sensatez.

De algún modo sus figuras contrastan con las de los héroes de antaño, rememorados por los cantos épicos y afincados en los mitos tradicionales. No son grandes guerreros, sino constructores de un orden social, gente de paz y de diálogo, de ciudad y de justicia..... El triunfo no se logra ya mediante hazañas bélicas y estrépito de armas fulgurantes, sino a través de la habilidad y la inteligencia en el tato civilizado. En esas ciudades que prosperan con un comercio variado y que progresan en la administración de su economía, con instituciones cívicas nuevas... Marco histórico marcado por la colonización y la invención de la moneda... Ahí se destacan, junto a los poetas líricos y otros políticos audaces, los llamados sabios...

A finales del siglo VII las aristocracias locales se encuentran muy apuradas por las circunstancias sociales y económicas; la táctica política contribuye a un cambio no sólo de los hábitos marciales, sino de la estructura política general; la justicia va dejando de ser el monopolio de la clase dominante que interpretaba las leyes, y aparecen los primeros códigos escritos, a favor de la comunidad y no de los nobles; el comercio y la economía elevan a unos y arruinan a los aristócratas de antaño; los ideales sufren la presión del progreso. Si la gloria y el honor familiar marcaban las pautas de antaño, ahora importan también el respeto y la justicia, y también las ganancias y la riqueza adquirida.

Lo importante en este tiempo es la apreciación de que la riqueza no es ya la abundancia, el ploûtos, sino los bienes de uso, los chrémata, y que por ellos, se define un hombre. No por sus antepasados, ni por su valor para la guerra, sino por sus chrémata. El valer de un hombre se cotiza ya mediante un patrón lejano al de la época heroica y aristocrática en esta sociedad, arcaica, pero progresista.

La “sabiduría” en su praxis cívica es un arma para el medro y el enriquecimiento en estas comunidades abiertas a las técnicas y a las nuevas ideas, con afán comercial y gusto por el lucro y el progreso. El sabio es el que domina una técnica, el que profesa la excelencia de un arte, y también el político que sabe manejar los asuntos de la polis con arte y sagacidad en un trato civilizado. Los sabios son útiles para la economía de las ciudades...

A veces los sabios intervinieron sólo como jueces o como consejeros en política, como Bías y el mismo Tales; en otros casos tuvieron un papel político muy claro e intervenciones históricas: Solón fue legislador en Atenas y sus actuación marcó un hito en la historia de la ciudad, Pítaco fue nombrado árbitro de la situación –aisymnétes- en la revuelta Mitilene para actuar como dictador sobre las facciones enfrentadas, y Periandro heredó la tiranía en Corinto, ejerciendo un poder personal sin trabas en la próspera ciudad comercial.

El legislador, el dictador y el tirano dejaron una huella histórica memorable

Evolución del término “sabiduría”

1. La Sabiduría primitiva es la capacidad de respuesta a las necesidades naturales: mediante su ingenio el hombre responde al reto planteado por un entorno hostil con la invención de las primeras técnicas agrícolas... Mediante esa habilidad el hombre logra escapar de la necesidad apremiante, la ananke, que en un comienzo le agobia.

2. Viene después la sabiduría del artífice, esa sophía productora de las artes y técnicas (unidas en griego bajo el término de téchnai). Es la éntechnos sophia prometeica, que permite avanzar más allá de la etapa anterior y encaminar el quehacer humano más allá de las limitaciones de la subsistencia elemental, hacia la belleza y el refinamiento de lo civilizado.

3. La tercera etapa es la de la sabiduría politiké o cívica, cuyo objetivo es el de asegurar la convivencia en un marco civilizador, el de las ciudades y las leyes y las virtudes cívicas. A esta etapa pertenecen los siete sabios, inventores de algunas politikàs aretás. Preceden a los sabios de las dos etapas siguientes, en los que la sophía se desliga de su aplicación práctica y se vuelve teoría, especulación acerca de la naturaleza terrena o supraterrenal.

4. Los sabios de la cuarta etapa son los physiólogoi, es decir, los presocráticos que, como los milesios, se dedicaron a la investigación de la naturaleza creadora, esa Physis demiourgiké, de la que todo surge y en lo que todo se resuelve.

5. Los de la etapa posterior son los filósofos que, trascendiendo el campo de la experiencia inmediata, elevan su reflexión hacia los objetos superiores, hacia lo divino, trascendente e inmutable. En su grado más alto recibiría el nombre de metafísica.

6. El sophós de ciertas escuelas helenísticas –de los cínicos, los epicúreos y los estoicos- es un ideal característico del individualismo y el desarraigo helenístico. Es un saber que lleva a la felicidad, basada en la virtud o en el placer bien administrado (según los códigos), pero en todo caso fundamentado en la autosuficiencia del individuo al margen de los demás. Este es el último tipo de sabiduría, desligada de la política, de la inventiva técnica e incluso de gran parte del bagaje científico anterior.

En las dos últimas etapas, la “sabiduría” es investigación, contemplación y meditación de los principios eternos y las esencias últimas.

Los siete sabios se encuentran en la zona central de este abanico de acepciones de la sophia. Está muy claro que algunos de ellos son por entero políticos, maestros de una ética cívica, legisladores y constructores del orden social, mientras que ya alguno, como el mismo Tales, anuncia el tipo del filósofo posterior.

Pero aun éste, Tales, dista de ser un mero científico, un mero observador desinteresado de la naturaleza universal, entregado por entero a la “vida contemplativa”, como lo será de un modo claro Anáxagoras. Incluso en una tercera y aun cuarta etapa el “sabio” (que entonces prefiere llamarse “filósofo” con una cierta modestia) no renuncia a ocuparse de la política, al menos en el plano teórico. Ejemplos de ello son Platón y el mismo Aristóteles. Pero su prestigio está en razón de su teoría y no de su influencia práctica o de su actuación real, a veces ineficaz.

Los siete sabios se hallan en un lugar de transición. Todavía son aceptados como guías de la comunidad por su saber, en el que lo intelectual no se disocia de lo político, y sus palabras sirven de máximas para todos. Más tarde el sabio es un individuo destacado por su saber, pero no acatado como maestro de ciudadanía.

La sophia que califica a los siete famosos está al servicio de sus ciudades y todos ellos gozan de un prestigio popular... Está claro que la insistencia de Sócrates en ser considerado como un buscador de la verdad, no un representante de la sabiduría, en oposición a los sofistas, marca un apartamiento de esa tradición en que el sabio aparecía como un didáskalos tés aretes, un maestro de excelencia, al decir de Protágoras. El rechazo de la opinión general, la doxa, como criterio de referencia valorativa, hace que el filósofo se sitúe como un individuo marginal, un tipo a menudo paradójico, respecto a sus conciudadanos, dentro o fuera de su ciudad. Pero ni aun así renuncia a desempeñar su papel de guía de la comunidad hacia el objetivo general: una existencia justa y feliz. Platón no participa en la política de su tiempo; pero escribe La República y las Leyes y gran parte de su extensa obra con intención de educar políticamente a sus contemporáneos. Aristóteles, un meteco en Atenas, sin derechos de ciudadanía y, por tanto, sin capacidad para actuar políticamente, reflexiona y estudia las constituciones griegas para dar a sus convecinos unos documentados consejos cívicos. La ética está en el mundo griego unida siempre a la política, por lo menos hasta el helenismo. Es en esta época, después de Alejandro Magno, cuando se perfile otro tipo de sabio y de sabiduría. Un sexto tipo de sabio.

Poetas y sabios

Hay, además, otros sophoí: los poetas, antiguos competidores de los filósofos. Puede alegarse que ellos son intérpretes de un saber no enteramente racional ni personal; pero en Grecia, tanto en la época arcaica como en la clásica, los poetas son los profetas de una sabiduría solemne y prestigiosa, tradicional y política también... En el avance crítico (marcha del mythos al logos) los poetas quedarán marginados por los filósofos como buscadores e intérpretes de la verdad.

El saber, en todo caso, se va haciendo en los pensadores posteriores a los Siete Sabios cada vez más abstracto y crítico.... Pero también los poetas tienen encomendada la misión de “decir la verdad”, y son, en consecuencia, calificados de sophoi, “sabios”. .. Desde Homero a Platón , de una “verdad” tradicional, religiosa, se ha avanzado hacia un concepto racional, mediante una secularización de la palabra en un nuevo contexto social y cultural. En ese proceso el papel de los poetas como proclamadores de la alétheia se ha ido difuminando y han sido los filósofos los que han acaparado esa función social e intelectual.... Como el adivino, el poeta extiende su saber por encima del momento y sabe el presente, el pasado y el futuro.

Sophos es el poeta, por inspiración divina. Es el intérprete del mensaje que le inspiran las musas; no un adivino, sino un “profeta” en el sentido griego del vocablo prophétes, el que da expresión métrica a los dictados de las diosas o de Apolo... En esa referencia a la inspiración divina está el punto débil de la sapiencia poética, en tiempos en que la garantía religiosa no es ya de recibo. Platón es un duro crítico de esa pretensión de los poetas. Es curioso que los sofistas recurrieran a citas poéticas como un elemento pedagógico tradicional. El astuto Sócrates, en el Protágoras platónico, parodia ferozmente ese procedimiento.

Los poetas, y no los sacerdotes, fueron, como es bien sabido, los educadores del pueblo griego, los transmisores de su mitología y los consejeros morales, uniendo en sus obras la belleza formal y la expresión de un saber heredado y vivaz. Pero ya los poetas criticaron a sus antecesores, por falsos y embusteros. Jenófanes criticó a Homero, y Solón declaró en frase rotunda que “mucho mienten los aedos”.

La filosofía surge en ese período crítico con una enorme desconfianza hacia el saber tradicional, no fundamentado en el logos, sino en mythoi vehiculados por la poesía. El escepticismo ante el saber de los poetas es luego potenciado por Sócrates y Platón, y en nombre de la filosofía éste decide eliminarlos de la polis ideal, como a unos competidores perniciosos de los filósofos, maestros de seducción y no de veracidad. El filósofo se proclama heredero de los sabios, y deja a los poetas excluidos de ese legado, injustamente tal vez.

El saber del poeta está basado en su habilidad profesional, se funda en su dominio de la techne poética, pero a la vez en un don divino... En su concepción aristocrática, esa sabiduría se funda en la naturaleza, y no en el aprendizaje, que en algunos casos trata de suplir y emular la excelencia natural.

Para Píndaro, mal merecen el calificativo de “sabios” los que se esfuerzan en el estudio de la naturaleza mediante un fatigoso y no inspirado intento de conocer. Esos se empeñan en su arduo y estéril cultivo. “Cosechan el fruto inmaduro de su sabiduría”.

Esta concepción de la sabiduría, de claro origen aristocrático (tanto la areté como la sophía la poseen unos pocos por su “naturaleza” superior, por su Phycis), es discutida y rechazada por los pensadores y los demócratas contemporáneos del poeta. Tanto la techne como la sophía son inseparables del aprendizaje, señala rotundamente Demócrito... Ni el saber es por naturaleza, ni lo dan los dioses, ni consiste en conocer muchas cosas.

Esquilo advierte: “Sabio es el que conoce lo útil, no el que conoce muchas cosas”... La utilidad parece un distintivo de la sabiduría... Los sabios son, en la época de los Siete, hombres útiles. Hombres útiles para la comunidad, a la que aportan su inteligencia y su consejo oportuno.... Y no destacan por amontonar conocimientos, sino por su sagaz manejo del saber y por la invención de otros saberes... Frente a los poetas, esos sabios antiguos son sentenciosos y lacónicos; nada gárrulos ni palabreros, se expresan con pocas palabras, con una memorable austeridad de lenguaje. La tradición oral ha acentuado, sin duda, esa faceta. También ahí late un enfrentamiento a la irrestrañable palabra de los aedos relatores de mitos.

No es la obra escrita de los sabios lo que los hizo reputados como tales, sino sus memorables sentencias. Esas gnómai, recopiladas más tarde por Demetrio, se han transmitido por tradición oral durante largo tiempo, y, por su misma forma breve y su densidad semántica, estaban destinadas a esa transmisión. Las sentencias más afortunadas –una de cada uno de los Siete- formaron un curioso tesoro sapiencial. Las más preciadas quedaron inscritas en el templo de Apolo en Delfos, como muestra de una sabiduría apolínea... Todos ellos son exponentes de una sabiduría vital que está al margen de los libros y los poemas, y es anterior a la fijación del saber por escrito. Pocas palabras y mucho sentido caracterizan esas frases escuetas y admirables.

Los Siete Sabios pertenecen a una generación marcada por la crisis política –una crisis de desarrollo tanto económico como social en las ciudades helénicas más adelantadas –y por la desconfianza frente a las recetas tradicionales del saber. En esos duros tiempos la desconfianza hacia la poesía como normativa para la ética y la paideia tradicional aristocrática se refleja en una actitud de recelo hacia las palabras fluidas de los guardianes del mito... En esa atmósfera es comprensible que “la corona de la sophía les fuera reconocida antes a los políticos que a los poetas”... Se les otorga a estos “hombres prudentes” el calificativo de “sabios” que se regatea a los líricos: es su inteligencia práctica lo que les ensalza.

Sabiduría en píldoras, condensada en unas secas frases indiscutibles y concluyentes: “De nada demasiado”, “lo mejor es la mesura”, “los malos son mayoría”, etc. Reflejan bien esa mentalidad astuta, calculadora, antipoética, que exhorta a una moral basada en la prudencia y la búsqueda de beneficios materiales... Apelan con mayor frecuencia a un sano sentido de lo útil que a lo moral.

Mientras que los filósofos –y también los poetas- suelen contradecirse, porque sustentan visiones propias del mundo, opuestas entre sí, los Sabios parecen estar bien avenidos, porque comparten una concepción de la vida. Buscan el orden, la paz y concordia, el provecho comercial, la moderación, en fin, unos ideales mínimos de la utilidad comunitaria.
Sabios, filósofos y sofistas

El primero en rechazar el calificativo de “sabio” y en sustituir el nombre de sabiduría por el más modesto de “amor a la sabiduría”, fue, acaso, Pitágoras, según Diógenes Laercio: Filósofo es el que ama la sabiduría. Los sabios también eran llamados sofistas... En los diálogos platónicos Sócrates encarna ejemplarmente la figura del filósofo buscador del saber, experto en nada, a no ser en la tenaz técnica de la inquisición crítica.... ¿Fue entonces Pitágoras o fue Sócrates el primero en rechazar el calificativo de zopos y en adoptar el más modesto de philósophos?... En el círculo platónico la concepción del filósofo como un pensador puro y apartado de la praxis política, era habitual.

Tanto Pitágoras como los pitagóricos del sur de Italia, tan interesados en la política activa, fueron más que espectadores en las ciudades de su tiempo. No fue Pitágoras un escéptico impenitente como Sócrates, sino un personaje solemne y orgulloso de su magisterio. Entre sus adeptos, sus sentencias eran acatadas como máximas de sabiduría.

Por otro lado, un cierto escrúpulo religioso en el rechazo del título. “Sabio” es sólo dios, y el saber humano es limitado e inestable. En ese aserto coinciden también Pitágoras y Sócrates. Al elevarse, el concepto de sophía resulta excesivo para ajustarse al conocimiento humano y sólo puede adjudicarse a un dios infalible y omnisciente.

En tiempo de Sócrates el vocablo no era novedoso, aunque pudiera revestir cierta originalidad el proclamarse filósofo de profesión, ya que el término tenía su sentido más amplio de “amante del saber”. Sócrates lo adopta no sólo en contraposición al título de zopos, sino frente a la calificación de sophistés... “Sofista”, en oposición a “filósofo”, irá cobrando un sentido peyorativo dentro de la tradición platónica, ya que, en la opinión de Platón, el sofista no es un sabio, sino alguien que “se las da de sabio” y finge un saber que no posee. También el verbo sophizomas, frente a philosophéo, tiene esa connotación negativa: “pasar por sabio (sin serlo)”.

Los Siete Sabios son siete variantes individuales del tipo del sophos, una figura ejemplar de la época arcaica. El sophos arcaico tiene poco en común con el sophos idealizado por los filósofos helenísticos. Es, a la par, sage y savant, es decir, maestro de un saber amplio que incluye también un aspecto moral. Suele ser un maestro de la sensatez, esa sophrosyne tan apreciada por los griegos. El sophos está valorado como útil a la comunidad y resulta un paradigma cívico, en un tiempo en que los héroes antiguos de la épica, figuras solitarias y guerreras, resultan inadecuados para ese papel, desde la perspectiva de la polis emergente. Más tarde los filósofos pretenderán también un papel similar, aunque serán ya, con el paso de los tiempos, personajes solitarios, mucho más limitados y discutidos por su orientación más teórica y su posición marginal en la praxis política.

TALES, EL PRIMERO DE LOS SABIOS

Existe unanimidad en los antiguos en considerar a Tales de Mileto como el primero de los famosos Siete, y como el primer filósofo, inaugurador de la secular tradición de investigadores de las causas de lo real... Tales representa un nuevo tipo de zopos. Probablemente no escribió ningún libro ni tuvo un sistema filosófico definido... El prestigio de Tales está ligado a una tradición oral que nos lo presenta como el fundador de una manera nueva de considerar las cosas.

Fue el primero en predecir un eclipse de sol, en un plazo fijo, y por causas naturales.. Advertir tal fenómeno era algo totalmente distinto a lo que podía profetizar un adivino. El eclipse, motivo de pasmo y terror para los pueblos primitivos y también para los griegos, en cuanto fenómeno natural predecible, pasa a integrarse en los portentos del cosmos determinados por la mecánica de la physis. No es un milagro divino de oscuros presagios, sino una muestra de la regularidad del funcionamiento de la naturaleza cósmica... Un eclipse del sol había causado siempre un imponente terror.

La hazaña de Tales permitía ver en el eclipse un fenómeno natural regular. No la arbitraria intervención de un dios, ni un desaforado milagro; el eclipse caía bajo la observación humana y era predecible. También el gran astro estaba sometido a control y medida... Hasta el sol obedecía a unas leyes, y el hombre podía conocerlas... Para tal predicción Tales debió de inspirarse en las tablas de frecuencias establecidas por astrónomos babilonios, acaso difundidas por los fenicios. Se trata de un buen ejemplo de cómo los griegos de esa época arcaica aprovecharon conocimientos de procedencia oriental.

Fue el primero en proponer como fundamento y principio de todo el universo un elemento natural: el agua. Tales dijo que el arché de todo es el agua, y que la tierra flota sobre las aguas (un aserto y otro estaban probablemente relacionados en su concepción).

Tanto lo uno como otro tienen antecedentes en la mitología griega y egipcia. Homero dice (Ilíada, 14, 200 y 244) que el océano es el origen de todas las cosas y de los dioses, así como algunos textos egipcios afirman que Nut, la masa líquida primordial, contenía los gérmenes de todos los seres. La originalidad de Tales está, sin embargo, en que lo que él postula como principio no en un inmenso ser divino, sino un principio natural: el agua.

La imagen de la tierra flotante sobre las aguas pronto pareció, sin embargo, demasiado simple; dejaba sin explicar cómo flotaba la tierra y qué sostenía en el cosmos a la masa acuosa. Del mismo modo, los discípulos de Tales buscaron otros principios universales más sutiles: Anaxímenes creyó encontrar el arché en el aire y Anaximandro propuso como tal el ápeiron, “lo infinito e indefinido”... Lo que permaneció, sin embargo, a continuación de Tales fue la indagación de una causa “física”, al margen de lo mitológico, el impulso para buscar lo fundamental en la naturaleza sin recurrir a agentes míticos ni a seres divinos personales o personificados... Tales inauguran la tradición científica de proponer explicaciones de lo real por causas naturales y agentes materiales, mediante procesos sujetos a causas y normas surgidas de su misma conformación física.

Los griegos pensaron en el alma como principio de movimiento; tal vez esa psyché (etimológicamente “soplo, hálito”) es un término utilizado a modo de símil, y más que un algo espiritual, quiere significar lo que un moderno llamaría “energía”, entreverada en las cosas, y manifestada en el comportamiento de algunas, como el imán o el ámbar, capaces de mover a otras... Hilozoísmo (etimológicamente de “materia” (hyle) y “vida” (zoé), que estarían compenetradas en esta visión de la naturaleza animada.

Lo que parece apuntar en sus asertos es la convicción de que hay, en forma latente, debajo de la superficie mostrenca y yerta de las cosas, un cierto hálito animado, incluso en una piedra, como la del imán, algo que despierta una respuesta física en el hierro. Esa sospecha de que en todas las cosas late algo, que por todo cruzan efluvios o dioses, es un acicate a la investigación.

El uso de la palabra “dioses”, theoí, en la famosa frase indica también una concepción un tanto peculiar de lo divino. Para un griego el término theós era más un epíteto que un sustantivo y podía predicarse de muchas cosas, con tal de que estuvieran por encima de los seres efímeros.

Pero en ese intento de reducir la maravilla coloreada y multívoca del mundo a un único principio está el salto mental que abre el camino de la filosofía sobre la naturaleza. No había aún una distinción entre lo material y lo espiritual. (Acaso podríamos decir que lo “espiritual” no estaba inventado del todo). Pero decir que hay dioses en todo y que en todo late un alma es aportar una visión del universo material como animado; no un auténtico panteísmo, ya que es dudoso que esa noción de la “inteligencia cósmica” pueda llevarse hasta Tales.

Tales fue un pensador que tenía intereses científicos muy varios: en Egipto investigó las crecidas del Nilo y midió la altura de la gran pirámide, mediante un cálculo matemático sobre su sombra... Lo que le hace ser filósofo es su voluntad, manifestada en cada detalle, de hallar una causa razonable que quitase a lo asombroso su misterio y lo hiciera familiar al hombre.

Como estadista práctico lo recuerda Heródoto. Tales fue quien dio el sabio consejo a las ciudades jonias de que, para contrarrestar la amenaza persa, constituyeran una federación, con un centro de gobierno común en la isla de Teos... También Heródoto recoge la leyenda de que desvió el curso del río Halis ante el avance del ejército de Creso; por tanto también fue un prestigioso ingeniero. Su observación de que la atención a la Osa Menor mejor que a la Osa Mayor es buen criterio para encontrar el Plo Norte la menciona Calímcaco... En su viaje por Egipto habría aprendido de los sacerdotes de aquel país, al tiempo que demostraba sus conocimientos de geometría, midiendo las pirámides, y de geografía, interesándose por las crecidas del Nilo. También habría tratado de medir matemáticamente las distancias de los barcos en el mar. Se le atribuyeron algunas formulaciones de teoremas matemáticos, también aprendidos en Egipto.

La propuesta de unión en un estado federado con capital en una isla que está en el centro geográfico de Jonia es una muestra del espíritu ilustrado de Tales, que hace de consejero político con una visión antilocalista. La unión de las ciudades jonias habría reforzado su poder naval y su potencial bélico, habría beneficiado a su comercio y mejorado sus relaciones, conservando sus libertades cívicas... Tanto en la propuesta de Bías (otro Sabio) como en la de Tales, se deja sentir ese afán panhelénico, esa apertura hacia las buenas relaciones ente griegos. Como los sofistas posteriores, ya los Siete tenían un talante “internacional”, por encima de sus procedencias de tal o cual ciudad. Pregonaban la concordia entre los griegos, como aplicación del principio elemental de que la unión hace la fuerza y la buena vecindad la paz.

SOLÓN   DE   ATENAS,    LEGISLADOR Y POETA.           (640 – 560 a C)

Su obra de legislador allanó el camino a la futura democracia en Atenas. Elogiado por Aristóteles por su política de “centro”... Como arconte obtuvo poderes para introducir leyes y promover reformas constitucionales de largo alcance. Entre ellas la remoción de la esclavitud por deudas, la liberación de hipotecas que gravaban las tierras, la cancelación del sistema de los hectémoroi (arrendatarios de la sexta parte, que debían entregar un sexto a sus patrones); introdujo los tribunales populares; estableció un nuevo censo, con cuatro clases, distinguidas por sus ingresos económicos; favoreció el comercio y la artesanía, etc.. En una época de dura crisis social, en la época en que Atenas, centro de una región agrícola pobre, empieza a convertirse en una ciudad donde unos se enriquecen con el comercio y donde los artesanos tienen ya un peso específico, las reformas de Solón abren la vía hacia una concordia entre los sectores de población enfrentados, mediante una legislación escrita y un talante claramente conciliador.

Las reformas sociales de Solón no satisficieron a los sectores más extremistas del demos ni a los aristócratas y nobles. Aunque alivió las cargas de los más pobres y salvó de la esclavitud por deudas a muchos, no otorgó ningún reparto de tierras, como querían los más desposeídos. Y los nobles, que vieron perderse definitivamente algunas de sus prerrogativas y mermar los réditos de sus préstamos, se sintieron traicionados por un miembro procedente de sus filas.

Solón no quiso hacerse con la tiranía, celoso de su imparcialidad. Emprendió viajes, no sólo para conocer mundo y seguir aprendiendo, sino también para relajarse del ambiente tenso de Atenas. Logró evitar la guerra civil, y ordenó para mucho tiempo las funciones del Estado. Fue el tirano Pisístrato quien, poco después, impulsó, un tanto paradójicamente, el régimen hacia una mayor democratización, favoreciendo los intereses populares y golpeando a los nobles de nuevo. Solón favoreció a los miembros de la clase media, a los que militaban como hoplitas, a los que, como él mismo, querían una ciudad estable y próspera.

Solón insiste en los dos puntales de su actuación política: respeto a la justicia y rechazo de los extremos y los abusos... Una línea ética que premia la sophrosine y detesta la hybris, castigada a la corta o a la larga. Entre los bandos de los oligarcas feroces y los demócratas exacerbados se interpone Solón.

Los poetas fueron para los antiguos griegos los educadores del pueblo. Sus enseñanzas poéticas tenían un valor cívico. Solón es un claro ejemplo de esa función política de la poesía. A las Musas no les pide, como Homero y Hesíodo, el recuerdo de un glorioso pasado, sino el éxito para la ciudad y para sí mismo, como servidor de la Díke.

Solón fue legislador y poeta, e introdujo sus reformas en la constitución ateniense siendo arconte en 594-593 a C. Rehusó la tentación de la tiranía y se presentó como un auténtico mediador entre las facciones enfrentadas en una lucha económica que amenazaba escindir a la ciudad. De un lado estaban los ricos propietarios, a los que el hartazgo de riquezas llevaba a la desmesura, de otro muchos ciudadanos pobres, empujados por sus deudas a la esclavitud y al destierro. Entre unos y otros se alza la figura del legislador que ofrece un camino para la eunomía buscando un medio justo para contener las ambiciones de los unos y las ansias revolucionarias de los otros.

Las reformas de Solón tienen un espíritu muy claro: aliviar la situación desesperada de los más pobres, contener el ánimo de revancha del demos y ofrecer a los más poderosos y a los más numerosos un puesto en el gobierno equilibrado de la polis. De un lado, Solón prohíbe la esclavitud por deudas y restituye a los campesinos endeudados de por vida sus tierras (mediante la seisáchteia o “remoción de cargas”), acaba con la dura presión sobre los hectémoroi (condenados a pagar un sexto o cinco sextas partes de su cosecha al señor de las tierras que ellos cultivan), da una amnistía para el regreso de los exiliados y ofrece un marco legal claro para las reclamaciones de los maltratados por un poderoso, que pueden presentar sus demandas ante un tribunal popular, en caso de agravia o injuria. Pero a la vez distribuye la población en cuatro clases censitarias, según los ingresos y no según los orígenes nobles o plebeyos de los ciudadanos.

Las altas magistraturas quedan reservadas a las dos primeras clases; los zeugitai son soldados hoplitas que pueden costearse su armamento; los thetes, ciudadanos que viven a jornal, de sus manos o de un pequeño campo, forman la infantería ligera o militan en la marina de guerra. Los hippeîs son, como siempre, la caballería. Pero lo mismo que en el ejército cada clase tiene asignado su lugar, así en las magistraturas y cargos de la ciudad se busca un acuerdo: los de las clases adineradas conservan privilegios y puestos de mando, pero el demos no está desprotegido ante los abusos de los más poderosos. Solón ha liberado a los más pobres y les ha devuelto su dignidad y unos medios de vida; por otro lado, ha distinguido, dentro de los ciudadanos nobles, a quienes son los más ricos (pentacosiomédimnoi –novedad destacada de su censo-) de los otros ricos (de menor poderío económico), fundando el censo no en la nobleza de sangre o en alianzas familiares, sino en la economía. El consejo del Areópago, formado por miembros de la aristocracia, mantuvo su prestigio y su poder; pero la asamblea del demos, la ecclesía, contrabalanceaba su peso para las graves decisiones, aunque atendiendo a las propuestas de un Consejo de los cuatrocientos.

En sus leyes, Solón intento contentar a unos y otros. No lo logró del todo, pues tanto los aristócratas como los demócratas pretendían más, y dejó abierto el camino para posteriores reformas en sentido democrático del tirano Pisístrato y de los demócratas como Clístenes..... Objetivo: idea de la convivencia ciudadana basada en un marco legal firme y justo.....

Solón se ocupó de la reforma de la moneda y del sistema de pesas y medidas, así como de fomentar el trabajo de los artesanos. También esto encaja en su programa de formar una ciudad más solidaria y más próspera y moderna. Orientó la polis hacia un régimen timocrático en que cada estamento tenía un cometido y estaba protegido de los otros...

Su legislación sustituyó a las leyes de Dracón, mucho más duras, que sólo quedaron vigentes para los delitos de sangre, juzgados por el Areópago, mientras que muchos otros delitos quedaban a la atención del tribunal popular (la Heliea)...

Dos ideas fundamentales destacan en las leyes de Solón:
- el intento de favorecer la emancipación del individuo del marco de la familia estableciendo en la unidad superior del Estado. (determinación de la libertad del ciudadano sin hijos para hacer testamento; La introducción de la acusación popular tuvo mucha trascendencia también, pues cualquier persona, no sólo los miembros del linaje, podía ahora elevar acusación pública si era de la opinión de que se le hacía injusticia a alguien)

- La aspiración de fomentar el comercio y la industria. (En tanto que Solón prohibió la exportación de todos los otros productos del suelo, permitió, sin embargo, la exportación de aceite; hacía así frente a las necesidades de la economía ática. El grano era escaso, tenía que ser en parte importado, en tanto que el aceita del Ática, y junto con él los vasos áticos, conquistaban progresivamente mercados. La disposición de que nadie en la vejez pudiera exigir subvención de sus hijos si no les había hecho aprender un oficio, así como los esfuerzos de Solón por atraer hacia Atenas a artesanos extranjeros, subrayan la creciente importancia del trabajo artesano en Atenas en el paso del siglo VII al VI. Según parece, el legislador siguió aquí iniciativas de Jonia, con mucho el territorio más desarrollado del mundo antiguo.

Solón no es un pensador de gran originalidad; sus ideales éticos están en una línea tradicional. Pero es un pensador de ideas claras y muy consecuente, con firmes creencias en una justicia social basada en el equilibrio de poderes y en la contención del exceso. El hartazgo (kóros) produce abuso (hybris) y ese desenfreno lleva a la violencia y al mal gobierno, a la discordia y las luchas civiles. La solución contra ello está en la eunomía, que es un producto de la sensatez y la templanza (esa sophrosyne, que es una virtud capital en el pensamiento clásico, y que entonces recomendaba el oráculo de Delfos).

Como poeta y moralista, Solón vuelve a Hesíodo y recoge la idea de Justicia divina que él liga a la Eunomía. Comparte con Hesíodo la creencia en un Zeus justo que castiga la violencia y los ultrajes y considera a los humanos como responsables de sus pecados. El orden no puede ser asegurado más que si cada uno admite que el camino recto es el de la justicia, no el del abuso, dike y no hybris... Todos deben unirse contra los elementos del desorden, que se encuentran en lo alto y en lo bajo de la escala social. No son ya las sentencias torcidas de los Trabajos y Días, sino los descontentos quienes no desean que la ciudad funcione.

Solón es un “hombre de Estado” en una época de feroz agitación y de contrastes económicos violentos.... En sus versos se puede recoger la idea de que son las propias locuras de los hombres y no la voluntad de los dioses lo que lleva a aquéllos al desastre... De un lado están los ricos insaciables que quisieran acumular fortuna y poder sin término; del otro, los que ansiaban el saqueo y una excesiva igualdad. A unos y otros quiso contener Solón erguido entre ambos grupos

En sus poemas Solón se defiende de las críticas parciales; él ha sabido evitar la guerra civil; ha liberado al pueblo y lo ha contenido.... Frente a la riqueza nueva, la que se obtiene del comercio y de los negocios rápidos, unida al uso de la moneda, la posición de Solón obedece al mismo esquema de sensatez: No es la antigua y noble prosperidad (ólbos) ni la riqueza tradicional (ploûtos), sino el dinero unido a las ganancias aventuradas lo que el aristócrata Solón rechaza.

Su reforma es un hito decisivo en el tránsito hacia la democracia. Al debilitar jurídicamente las estructuras del poder aristocrático, Solón confirma la vía institucional por la que avanza el demos. Luego el tirano Pisístrato, y más tarde el demócrata Clístenes, con su reforma demográfica, sustituyendo la antigua división por fratrías en la de los nuevos demos de base meramente local, darán otros pasos decisivos para la consolidación de una comunidad cívica igualitaria, donde los instrumentos de poder están controlados por la asamblea del pueblo.

En política externa, Solón fue partidario de afianzar el creciente poderío ateniense mediante la conquista de la disputada isla de Salamina –donde él había nacido-.... También se preocupó Solón de dar leyes contra el lujo excesivo, y, según Diógenes Laercio, recortó los honores ofrecidos a los atletas victoriosos en los grandes Juegos y aumentó los dedicados a los caídos en combate, de cuyos hijos se ocuparía el Estado.

Al ausentarse de Atenas después de su reforma legal, mostró su capacidad de retirarse de la política, como antes había mostrado su desinterés al rechazar la posible tiranía.
 

 

 

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