Apunts Jota'O

Material de suport de l'assignatura de filosofia per alumnes de primer i segon de batxillerat

 

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EL MUNDO DE LOS SOFISTAS
(W.K.C. GUTHRIE.



Hubo una rama de la filosofía presocrática que ejerció profunda influencia en la sofística y en el pensamiento griego en general: el monismo extremo de Parménides y sus seguidores. Su desafío a la evidencia de los sentidos, y su rechazo de todo el mundo sensible como irreal, inspiraron una violenta reacción en las mentes empíricas y prácticas de los sofistas, que se opusieron en nombre del sentido común.
No fueron, sin embargo, los sofistas más capaces que otros aspirantes a un pensamiento serio de eliminar del todo el dilema eleata, que forzaba a la elección entre ser y devenir, estabilidad y flujo, realidad y apariencia. Y, dado que no era posible ya mantener ambas premisas dicotómicas, los sofistas abandonaron la idea de una realidad permanente bajo las apariencias, en pro de un fenomenalismo, relativismo y subjetivismo a ultranza.
Los sofistas, ciertamente, fueron individualistas, en realidad rivales, compitiendo entre sí por el favor del público. No se puede, por consiguiente, hablar de ellos como de una escuela. Ahora bien, pretender que filosóficamente no tenían nada en común es ir demasiado lejos.
Compartían el punto de vista filosófico general como empirismo, y unido a él un común escepticismo acerca de la posibilidad del conocimiento cierto, sobre la base tanto de la inadecuación y falibilidad de nuestras facultades como de la ausencia de una realidad estable para ser conocida. Todos por igual creían en la antítesis entre naturaleza y convención.
La verdad era individual y transitoria, no universal ni eterna, ya que la verdad para cualquiera era simplemente aquello de lo que podía estar persuadido, y era posible persuadir a cualquiera de que lo blanco era negro. Podía haber creencia, pero no conocimiento.


LA ANTITESIS nómos-physis EN MORAL Y POLITICA.

Los dos términos nómos y physis son palabras clave del pensamiento griego que en los siglos V y IV sería posible considerar como un slogan. En los escritores antiguos no aparecen necesariamente como términos incompatibles o antitéticos, pero en el entorno intelectual del siglo V llegaron a ser comúnmente considerados como opuestos y mútuamente excluyentes: lo que existía "por nómos" no lo era "por physis", y viceversa.

Simplificando, se pueden distinguir tres posturas principales: prevalencia del nómos frente a la physis, prevalencia de la physis frente al nómos, y una actitud de realismo práctico o pragmático que, sin pronunciarse en ningún sentido, declara que el más poderoso siempre se aprovechará del más débil, y dará el nombre de ley y justicia a todo lo que establezca o dictamine en favor de sus propios intereses, manteniéndole el nombre todo el tiempo que retenga el poder.

Defensores del nómos.

Para Protágoras, el autocontrol, dominio de sí mismo o moderación y el sentido de la justicia son virtudes necesarias para la sociedad, que es, a su vez, necesaria para la supervivencia humana; y los nómoi son las líneas maestras o pautas establecidas por el Estado para enseñar a sus ciudadanos los límites dentro de los que pueden moverse sin quebrantarlos. Ni el nómos ni las virtudes políticas son "por naturaleza" , y una "vuelta a la naturaleza" es lo último que se desea. El estado de naturaleza era incómodo y salvaje, con cada hombre contra su prójimo, y hubiera llevado, de persistir, a la destrucción de la humanidad.

Para un ateniense del siglo V que aún respetaba las tradiciones de su raza la ley justa era un regalo de la providencia, vehiculado a través de las decisiones de sabios hombres de Estado, y ratificado por el consenso de toda la ciudad.

Los realistas.

El interés propio, dice Glaucón, es la finalidad que toda naturaleza (physis) persigue naturalmente como un bien, aunque la ley o la convención (nómos) la obliguen a esta tendencia a desviarse hacia el respeto de la igualdad.
Tucídices atestigua que en las turbulentas circunstancias de finales del siglo V, se ignoraban los cánones morales establecidos, y los hombres alteraban los significados habituales de los términos morales para acomodarlos a sus acciones.
La necesidad (anánké) como fuerza cósmica recorre todo el pensamiento presocrático, en la tradición occidental (Parménides, Empédocles, los pitagóricos), con matices casi místicos o teológicos, pero en el racionalismo jónico, que alcanzó su culminación con Leucipo y Demócrito, aparece como una fuerza natural ciega que se identifica con las colisiones casuales de los átomos y los torbellinos cósmicos que forman.
Esta asociación de necesidad y naturaleza la usan como argumento los oponentes del nómos, al que representan como un intento de frustrar las fuerzas de la naturaleza que está justamente condenado al fracaso.
La conclusión que se saca es que, dado que las leyes de la naturaleza son inexorables, y se aplican a los hombres no menos que al resto de la naturaleza, los hombres las seguirán inevitablemente sin que lo impida la intervención del nómos. Para algunos como Tucídices esto era simplemente un hecho que había que aceptar.

Los defensores de la physis.

Los que atacaban al nómos como un obstáculo innecesario para las obras de la physis desde dos puntos de vista totalmente diferentes, que podrían llamarse el individualista o egoísta, y el humanitario.

a) Egoísmo.
Justamente a los que veían en la historia la prueba de que es propio de la naturaleza humana, tanto para los Estados como para los individuos, el comportarse egoísta y tiránicamente, si se daba el caso, estaban aquellos para quienes esto parecía no sólo inevitable sino justo y apropiado. Para ellos el tirano no sólo era un hecho inevitable sino un ideal.
En su forma extrema: hay algo semejante a la justicia natural, y consiste simplemente en esto, en que el fuerte debe vivir hasta donde le permitan sus facultades y dar rienda suelta a sus deseos. El poder es bueno, y la naturaleza trata de que consiga todo lo que quiere. Los nómoi humanos existentes son totalmente antinaturales, porque representan el intento de los débiles y de las mayorías sin valor, de frustrar el propósito de la naturaleza de que los fuertes prevalezcan. El verdadero hombre justo no es el demócrata, ni el monarca constitucional, sino el tirano implacable.
Esta es la moralidad contra la que Platón se enfrenta de una forma resuelta y recta, desde el momento en que siendo un joven y apasionado seguidor de Sócrates aprendió de él que "nadie hace el mal voluntariamente".

b) Los humanitarios: la ley escrita y no escrita.

Una crítica de la ley, y de una concepción legal de la justicia y el derecho, en favor de la llamada "naturaleza" o "libertad", casi siempre ha tenido dos aspectos. Puede ser egoísta y brutal, como en la forma de Calicles, o, por otra parte, puede ser totalmente bienintencionada porque puede dar lugar, y de hecho lo hizo, a ideas de igualdad y de cosmopolitismo así como de unidad de la humanidad. Hubo algunos (Antifonte) dispuestos a declarar que las distinciones basadas en la raza, el origen noble, el status social o la riqueza, lo eran solamente por nómos. Hubo ideas revolucionarias de incalculable potencia.

¿SE PUEDE ENSEÑAR LA VIRTUD?

La pretensión de los sofistas de que la areté podía enseñarse, a cambio de un salario, por maestros itinerantes como ellos, en lugar de transmitirse libremente por el mandato y el ejemplo de la familia y de los amigos, y por la asociación con la "gente buena", junto con las cualidades innatas del carácter de cualquier joven de buena cuna, chocaba profundamente con las mentalidades conservadoras. Filosóficamente, el problema de si era una cuestión de talento natural o podía adquirirse por la enseñanza o la práctica asidua, es enormemente importante porque, como lugar común de la época, ocupó el pensamiento de Sócrates y Platón, quienes intentaron resolverlo a un nivel más profundo.

 

 

 

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