Cuerpo - mente - consciencia - conciencia (I)
¿Qué es la «mente»? ¿Cómo se genera la «consciencia»? ¿Es lo mismo «consciencia» que «conciencia»?
Seguramente el problema de la consciencia/conciencia sea uno de los desafíos intelectuales más excitantes de nuestro tiempo: ¿Cuál es la relación entre «mente» y «cerebro», «cerebro» y «consciencia/conciencia» ?
¿Cuestión menor alejada de las preocupaciones cotidianas de la gente? ¿Discusión para gente ocisa? ¿Un simple debate académico?
- La mayoría de las personas no se detienen en este tipo de cuestiones.... tienen otras preocupaciones más urgentes. Están demasiado alejadas de la preocupación por las cosas del comer...
- Sin embargo, este debate es de extrema importancia para todos nosotros: cualquier búsqueda de sentido o de propósito en nuestra existencia, de conexión con los demás y con el universo, de nuestro sentido de libertad e incluso conceptos como una vida post-mortem o la reencarnación... todos esos profundos temas dependen directamente del resultado del debate mente-cuerpo.
- La relación entre la mente y el cerebro constituye, pues, uno de los misterios más profundos e importantes de todo el pensamiento humano.
¿Cuál es la relación entre la «mente» y el «cerebro»? La mayoría de las personas no se detienen en esta pregunta. Es mejor dejar tales elucubraciones a los neurocientíficos y los filósofos. ¿Para qué perder el tiempo pensando sobre esos asuntos académicos, puede uno pensar? El cerebro y la mente están claramente relacionados, y saber eso nos basta a la mayoría de nosotros. Tenemos cosas más importantes en las que concentrarnos en nuestra vida.
Sin embargo, este debate es de extrema importancia para todos nosotros, porque muchos de nuestros presupuestos sobre la naturaleza de la realidad dependen de la dirección que ese debate tome. Cualquier noción de significado y de propósito en nuestra existencia, de conexión con los demás y con el universo, de nuestro sentido de libertad e incluso conceptos como una vida post-mortem y la reencarnación, todos esos profundos temas dependen directamente del resultado del debate mente-cuerpo. La relación entre la mente y el cerebro constituye, pues, uno de los misterios más profundos e importantes de todo el pensamiento humano. Relacionar directamente la conciencia con la actividad cerebral sigue siendo difícil de lograr. Y el cuadro que emerge de los descubrimientos de la investigación científica más avanzada se muestra muy opuesto a nuestro punto de vista científico convencional. Parece inminente una revolución en nuestra comprensión de las cosas.
Eben Alexander: He aprendido a no ser seducido por las falsedades simplistas sobre cómo se supone que es el mundo, a esforzarme por valorar y tratar con el mundo tal como realmente es. Como seres humanos que buscan entender más profundamente su existencia, todos nos beneficiamos si nos tomamos en serio ese enfoque. Mi consejo para ti, querido lector, es que hagas lo mismo: suspende la desconfianza e incredulidad, de momento, y abre tu mente todo lo que puedas. Una comprensión más profunda de la realidad exige esta liberación. (Eben Alexander. La conciencia infinita. El viaje de un neurocirujano al corazón del universo consciente )
Como sugirió Einstein, la conciencia y el cerebro siguen siendo el gran misterio de la Humanidad.
La existencia de esa realidad que denominamos «conciencia» es algo que por el momento escapa a toda justificación convincente por parte de la ciencia. Eh aquí, pues, una de las preguntas más fundamentales para la ciencia: ¿qué es la «conciencia» y de dónde surge? La búsqueda de respuestas a esta cuestión nos invita a reconsiderar las fronteras entre la ciencia, la filosofía y la espiritualidad. Aún no comprendemos plenamente los misterios de nuestra propia mente y su relación con el cosmos y aún queda mucho por descubrir sobre la naturaleza de nuestra mente y su relación con el mundo físico, con el universo.
Palabras clave: cuerpo, cerebro, mente, subjetividad, experiencia subjetiva, consciencia, conciencia… «localidad», «no-localidad»
La materia es en su esencia cuántica, tiene propiedades cuánticas. Sería muy extraño que las propiedades cuánticas de la materia no tuvieran relación con la psique. Las sensaciones, las percepciones, la conciencia, la atención, la subjetividad psíquica, el conocimiento, las emociones, el lenguaje, el pensamiento… son algo producido por la unidad psico-bio-física que constituye al ser humano. Son una emergencia que brota de las posibilidades propias de lo que constituye la esencia del universo. Bajo el término «mente» o «mental» agrupamos de hecho un conjunto bastante heterogéneo de propiedades y estados: sensaciones, recuerdos, creencias, deseos, sentimientos, emociones, intenciones, decisiones, rasgos de carácter, disposiciones y habilidades diversas. La «mente» es una realidad que se despliega en paralelo con la complejidad de las estructuras cerebrales que la sustentan. La «psique» es el conjunto de pensamientos, emociones y procesos que realiza la «mente». El cerebro y la «vida mental» que éste genera son responsables de la enorme variedad y diversidad de la conducta humana.
Un aspecto de la mente es la consciencia. Podemos definir la consciencia como un aspecto de la mente, una experiencia y un darse cuenta internos. El psiquismo humano producto de la mente está íntimamente estructurado y conectado con la biología del cerebro, de la que depende, pero no es una propiedad biológica, no puede reducirse exclusivamente a lo biológico. Resulta difícil comprender, sin embargo, cómo de una red nerviosa extendida por todo el organismo y una red neuronal cerebral surja una capacidad tan espectacular como es la «consciencia», es decir, la capacidad de percibirse y representarse a sí mismo y el mundo que le rodea y que pueda unificar sus percepciones y «decisiones» motoras en vista a la supervivencia. Una «capacidad mental» que nos ha permitido logros muy notables en cuanto al conocimiento de la realidad, la reflexión filosófica, la previsión de futuro, la ordenación de las relaciones sociales, el aumento de la confortabilidad en el vivir, etc. De esta peculiaridad mental humana se deduce también la singularísima capacidad de interrogarse sobre el sentido de la existencia y sobre los orígenes o el destino de la realidad, más aún, esos interrogantes que nos planteamos los humanos sobrepasan en mucho la cuestión del sentido y se lanzan al terreno desconocido del más allá, de la religión, la espiritualidad y la trascendencia.
Nada existe en el Universo conocido tan singular como la «capacidad mental» del ser humano. La «mente» aparece y se despliega en el ser humano como una capacidad singularísima y con un grado de excelencia extraordinario. De dónde sale, como se genera, esa extraordinaria y maravillosa habilidad mental capaz de reconocer y atribuirse a uno mismo o a los demás intenciones, motivaciones, deseos, creencias, estados de ánimo… o la habilidad para el reconocimiento y la comprensión de los actos de los demás creando en uno mismo un estado mental propio capaz de identificarse o empatizar con el estado mental de los demás (capacidad de crear estados mentales propios en conexión con los de otros = capacidad de compartir estados mentales subjetivos entre individuos). Y más aún, ¿cómo es posible que de la «materia» emerjan actitudes y conductas humanas típicas como la generosidad, la empatía, la compasión, el altruismo, el sacrificio, la gratitud, el Amor…? La misma capacidad empática –capacidad de situarse en el interior de la mente del otro– es una habilidad clave para determinar la calidad mental de un individuo... la extensión de esta capacidad mental empática explica la creciente capacidad de “leer” la mente del otro, la capacidad de captar la intención del otro, etc. Se puede suponer que la «vida» acaba manifestándose en procesos mentales en una forma parecida a como la materia acaba manifestando la «vida», pero ni los átomos explican por su naturaleza la «vida», ni las neuronas la consciencia suprema que deviene en conciencia/supraconsciencia... La ciencia de la conciencia debe explicar la relación exacta entre los estados mentales subjetivos conscientes y los estados cerebrales formadas por interacciones electroquímicas en el cuerpo, el llamado gran problema de la consciencia.
Seguramente el problema de la consciencia sea uno de los desafíos intelectuales más excitantes de nuestro tiempo. Debido a que la conciencia es, al mismo tiempo, tan fundamental y tan incomprendida, una solución al problema podría afectar profundamente nuestra concepción del universo y de nosotros mismos. La conciencia es un gran misterio. Es, tal vez, el mayor obstáculo pendiente en nuestra búsqueda de una comprensión científica del universo. La ciencia física aún es incompleta, pero tenemos de ella una buena comprensión; la ciencia de la biología se deshizo de muchos antiguos misterios acerca de la naturaleza de la vida. Existen resquicios en nuestra comprensión de estos campos, pero no parecen imposibles de abordar. Tenemos una buena idea de la forma que podrían tener las soluciones de estos problemas; solamente necesitamos precisar los detalles. Incluso en la ciencia de la mente se hicieron muchos progresos. Trabajos recientes en la ciencia cognitiva y en la neurociencia nos llevan a una mejor comprensión de la mente humana y de los procesos que la rigen. Seguramente, no tenemos muchas teorías detalladas de la cognición, pero los detalles no pueden estar muy lejos de nuestro alcance. La conciencia, sin embargo, sigue siendo tan desconcertante como siempre. Todavía nos resulta algo totalmente misterioso que la causalidad de la conducta esté acompañada de una vida interior subjetiva.
Tenemos buenas razones para pensar que la conciencia surge en sistemas físicos como el cerebro, pero tenemos poca idea de cómo es que surge o por qué existe.¿Cómo podría un sistema físico como el cerebro ser también un experimentador, un productor de la singular experiencia subjetiva íntima? ¿Por qué debiera existir algo como un sistema de este tipo? Las teorías científicas actuales casi no abordan las preguntas realmente difíciles sobre la conciencia. No sólo carecemos de una teoría detallada; estamos totalmente a oscuras acerca de cómo encaja la conciencia en el orden natural. (David-J-Chalmers: La mente consciente, –filósofo analítico australiano, especializado en filosofía de la mente–)
- Somos seres multidimensionales: el cuerpo físico y el cerebro son más básicos o fundamentales que la mente, ya que, sin estos, la mente pierde su anclaje y no puede operar.
- Sin embargo, la mente es más relevante que el cuerpo físico, cerebro incluido, ya que los incorpora a la vez que los trasciende, aportando una mayor información. Compartimos cuerpo físico con el reino animal pero no mente racional.
- A su vez, el alma es más relevante que la mente, ya que el alma incluye, y a la vez trasciende, la dimensión racional. El alma puede operar separada de la mente y del cerebro; la mente, en cambio, para operar, necesita del cerebro.
(Domingo Oslé y Gonzalo Rodríguez-Fraile: Espiritualizarse)
¿Cómo es posible que una porción de cosmos-materia (un conjunto de átomos, partículas…) se haya organizado y haya mutado hacia materia orgánica-vida-vida humana-seres que piensan, reflexionan, se interrogan sobre sí mismos, sobre su origen y su destino y evolucionen y... sean depositarios de prestaciones de tan alta y excelentes cualidades trascendentes (gocen con unas vacaciones, se extasien ante la belleza, se maravillen ante la inmensidad cósmica o trasciendan el sufrimiento o lo cotidiano, empaticen con el otro o practiquen el altruismo...)?
¿Es posible que de la «materia» surja cualidad tan específicamente humana como es la «mente»? ¿Cómo es posible que el ser humano sea el lugar donde el cosmos “toma conciencia de sí mismo”? ¿Cómo es posible que el cerebro que sólo procesa señales eléctricas o químicas de lugar a la «experiencia subjetiva» consciente? ¿Cómo surge, emerge o se produce esa «experiencia subjetiva…»?
Experiencia subjetiva: más allá de las experiencias físicas de todo estímulo están los «qualia», las sensaciones singulares que cada uno vivenciamos a nuestra manera.
La conciencia, la experiencia subjetiva de un Yo interior; plantea uno de los mayores retos de la neurociencia. Incluso un conocimiento detallado del funcionamiento del cerebro y de los correlatos neuronales de la conciencia resulta insuficiente para explicar cómo y por qué los seres humanos poseen mentes conscientes de sí mismas. (David J. Chalmers)
Del «cuerpo» a la «mente»
Una de las preguntas más fundamentales de la existencia es ¿qué es la conciencia y de dónde surge? Aún no comprendemos plenamente los misterios de nuestra propia mente y su relación con el cosmos y aún queda mucho por descubrir sobre la naturaleza de nuestra mente y su relación con el universo. La búsqueda de respuestas nos invita a reconsiderar las fronteras entre la ciencia, la filosofía y la espiritualidad.
En su obra La mente consciente-David-J-Chalmers sostiene: Presupongo que todo lector tiene sus propias experiencias conscientes. El tema quizá pueda caracterizarse mejor como «la cualidad subjetiva de la experiencia». Cuando percibimos, pensamos y actuamos, existe un ruido de fondo de causalidad y procesamiento de información, pero este procesamiento por lo general no ocurre en la oscuridad. Existe también un aspecto interno: hay algo que se siente como ser un agente cognitivo. Este aspecto interno es la experiencia consciente. Las experiencias conscientes van desde las vividas sensaciones de colores hasta las experiencias de los más tenues aromas en el ambiente; desde agudos dolores a la huidiza experiencia de pensamientos en la punta de la lengua; desde sonidos y olores mundanos hasta la grandeza envolvente de la experiencia musical; desde la trivialidad de una fastidiosa comezón al peso de una profunda angustia existencial; desde la especificidad del sabor de la menta a la generalidad de la propia experiencia de uno mismo. Cada una de estas experiencias tiene una calidad experimentada distintiva. Todas son partes prominentes de la vida interior de la mente. Un estado mental es consciente si está ligado a una sensación cualitativa, una cualidad asociada de experiencia. Estas sensaciones cualitativas se conocen también como cualidades fenoménicas o qualia. El problema de explicar estas cualidades fenoménicas es justamente el problema de explicar la conciencia. Esta es la parte realmente difícil del problema mente-cuerpo.
Por su parte, la intuición central de la psicología perenne es que la conciencia más íntima del hombre es idéntica a la Realidad Absoluta y fundamental del universo, a la cual entre otros nombres se le denomina Mente o Deidad. La Mente (con mayúscula) es todo lo que hay, es inespacial, infinita, intemporal y fuera de ella nada puede existir. La conciencia humana es un espectro de múltiples manifestaciones de una sola Conciencia, y cada nivel del espectro tiene un sentimiento de identidad individual diferente.
El problema mente-cuerpo
A veces se habla de los tres grandes misterios de la ciencia: el origen del universo, el origen de la vida y el origen de la conciencia.
- El origen del universo. De dónde sale el Big Bang o Gran Explosión.
- El origen de la vida. Cómo la materia inorgánica se organiza en algo tan complejo como la vida.
- El origen de la consciencia. En nuestro cerebro unas neuronas guardan recuerdos, algunas coordinan movimientos, otras perciben el mundo exterior, otras procesan e integran esas percepciones… pero es como si del conjunto emergiera algo más, una especie de entidad capaz de reconocerse a sí misma como una unidad individual que lo integrara todo y que podría recordar lo que antes se llamaba «espíritu» y que ahora la ciencia trata de comprender su naturaleza y origen.
Hoy la cuestión se plantea en los siguientes términos: Los avances científicos que se han producido durante los últimos ciento cincuenta años sobre la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso han puesto de manifiesto el papel rector que el cerebro ejerce respecto del resto del organismo. Todas las funciones orgánicas están reguladas por el cerebro y hay un permanente flujo de información entre los órganos y el cerebro. Al preguntarse sobre el cerebro humano, nos preguntamos inevitablemente sobre el mismo centro de ser del hombre, pues los cambios en la actual concepción del cerebro y la mente tendrán un efecto profundo sobre la idea de la humanidad misma y el mundo. Problema de fondo en la relación cuerpo-mente: ¿Qué relación hay entre el cuerpo y la mente, la relación entre el cerebro, (en cuanto centro que recibe los estímulos del medio, los integra con la experiencia acumulada) y la mente, (como conjunto de los procesos de recepción y procesamiento de información y de la ejecución o inhibición de las respuestas)? ¿Son los procesos mentales distintos o idénticos a los procesos cerebrales? Si son idénticos, ¿cómo los procesos cerebrales producen los procesos mentales? Si mente y cerebro son realidades distintas, ¿cómo interactúan entre sí?
Uno de los grandes enigmas de todos los tiempos es el llamado problema de la mente y el cuerpo. Expresado en forma sencilla, ese problema puede enunciarse mediante las siguientes preguntas: ¿Cerebro y mente son una misma cosa? ¿Existe alguna diferencia fundamental entre la mente y el cuerpo? ¿Es la mente un producto del cerebro? ¿Si cerebro y mente son la misma cosa cómo se las arregla el cerebro para generar «experiencias subjetivas»? ¿Si el cerebro procesa información a través de redes neuronales y de impulsos eléctricos o químicos cómo puede producir «experiencias subjetivas» concretas? ¿Cómo es posible que el cerebro que sólo procesa señales eléctricas o químicas de lugar a «experiencias subjetivas» conscientes? ¿Cuál es la relación entre los estados mentales con los estados físicos y también cuál es la relación entre la conciencia, lo psíquico, el alma con el cerebro, lo material o el cuerpo? ¿Se trata de dos realidades diferentes? ¿O dos propiedades diferentes de una misma realidad? ¿O lo mental y la materia son una sola cosa? ¿Qué es la conciencia? ¿es ella simplemente la suma de lo que sucede en nuestro cerebro o es algo más, algo fundamentalmente distinto de la materia y, por lo tanto, quizás capaz de sobrevivir a la muerte del cuerpo físico? ¿Podemos seguir hablando de conciencia cuando se ha dictaminado la muerte cerebral de una persona? ¿Equivale la muerte clínica a la pérdida de conciencia? De las respuestas a estas preguntan derivan otras muchas: por ejemplo, ¿puede existir la mente sin el cuerpo? ¿cuál es el origen y la naturaleza esencial de esa entidad que llamamos «conciencia»? ¿cuáles son sus propiedades y características? ¿son libres nuestro pensamiento y nuestra voluntad? ¿podrían las computadoras poseer una mente?...
El problema de la relación que existe entre la mente y el cuerpo/cerebro ha estado presente en la reflexión filosófica occidental desde sus orígenes, y en el epicentro de dicho problema, al menos desde la modernidad, está nuestra experiencia consciente. ¿Cómo es posible que un conjunto de átomos organizados en forma de neuronas dé lugar al tipo de experiencias que tenemos al ver una rosa, oler el café o tener un orgasmo...? Porque parece que, sin importar el conocimiento científico que acumulemos sobre ellas, hay un aspecto esencial de las experiencias conscientes: la manera en que sentimos tenerlas («qualia») que solo entendemos cuando estamos experimentando ese tipo de estados. He aquí el problema de la consciencia. Provisionalmente podemos definir la conciencia como mente, una experiencia y un darse cuenta internos. Por ejemplo: tu conciencia está experimentando la lectura de estas palabras justo ahora. La conciencia es la sensación de ser tú y tu sensación de experimentar la vida. Cuando dices: «Yo estoy leyendo estas palabras», podrías considerar ese «yo» como la conciencia. La parte más innegable y obvia de nuestra existencia es que tenemos la experiencia interna, subjetiva, de sentirnos vivos, y todavía no sabemos explicarlo. ¿Produce el cerebro la conciencia?». Hay quienes opinan que «el cerebro crea la conciencia». La ciencia sabe sorprendentemente poco acerca de la materia y la conciencia. La ortodoxia actual sostiene que la conciencia es producida por reacciones electroquímicas en el cerebro, y que las experiencias mentales cumplen alguna función esencial en el procesamiento de datos. Sin embargo, nadie tiene ni idea de cómo una acumulación de reacciones bioquímicas y corrientes eléctricas en el cerebro produce la experiencia subjetiva de sufrimiento, ira o amor [ . . .] No tenemos ninguna explicación y sería mejor que fuésemos claros al respecto. El hecho es que no sabemos cómo la materia física, aparentemente inconsciente, crea una conciencia no física. No sabemos de dónde procede la conciencia. ¡Todavía no sabemos de dónde proceden nuestras mentes!
La respuesta de la ciencia clásica, dominada mayoritariamente por el paradigma materialista, es que no existe ninguna distinción última entre «mente» y «cuerpo». Para la ciencia tradicional «conciencia» es sinónimo de cerebro y cuando el cerebro muere, todas aquellas cosas que asociamos a la conciencia (la percepción de nosotros mismos y de otras cosas, las emociones, los sentimientos, las experiencias y aprendizajes de vida, los actos del entendimiento, etc.) mueren con él. El punto de vista opuesto sostiene que somos más que la suma de nuestras partes y que cuando morimos algún aspecto de nuestra conciencia sobrevive (como se puede comprobar en las ECM -Experiencias Cercanas a la Muerte-. Si aceptamos esta perspectiva, ahora la pregunta sería la siguiente: ¿qué es ese «algo» que sobrevive?
En el cerebro se producen problemas «fáciles» que a juicio de los neurocientificos son computables: la cognición, la emoción, la memoria, la conducta, etc… son cuestiones que a la larga acabarán conociéndose dado que son problemas que pueden ser comprendidos y planteados de forma algorítmica. Todos los científicos están persuadidos de que en un momento determinado nuestro conocimiento del cerebro y de su conectividad terminará por hacer visibles la mayor parte de estos problemas que son -en la jerga clásica- computables. ¿Sucederá lo mismo con el problema «difícil» de la conciencia, es decir la comprensión de su origen, naturaleza y propiedades?
Sigue sin explicarse cómo el cerebro produce la conciencia. Supongamos por un momento que el materialismo es correcto y que el cerebro produce la experiencia consciente. Exploremos el milagro que esto implicaría. Piensa sobre tus pensamientos y sentimientos. Sabes que estás experimentándolos, pero no puedes tocarlos. No son físicos. ¿Cómo es que estos pensamientos y sentimientos no físicos, de la mente, surgen mágicamente de la materia física del cerebro? ¿Cómo es posible que trillones de células en el cuerpo humano se unan de modo que permitan que surja la experiencia consciente no física? Esto es justamente lo que hace que el «problema difícil» de la conciencia sea tan complicado de resolver. No tenemos respuesta. «Tras décadas de esfuerzo concertado por parte de neurocientíficos, psicólogos y filósofos, solo una proposición acerca de cómo el cerebro nos hace conscientes – cómo da lugar a la sensación, el sentimiento, la subjetividad – ha permanecido incuestionada: no tenemos ni idea». Los fenómenos psíquicos sugieren, sin embargo, que la conciencia no está localizada en el cuerpo físico. La investigación sobre ECM, comunicaciones con personas fallecidas y niños que recuerdan vidas anteriores sugiere que la conciencia incluso sobrevive a la muerte corporal. Como afirma Sir David Hawkins, médico y filósofo: «La conciencia no depende de la fisicalidad, sino que existe independientemente de ella».
«Mente» y «cerebro» no son lo mismo
¿Qué entendemos por «mente», qué es la «realidad subjetiva» o la «experiencia subjetiva», cómo se genera ésta? Empecemos haciendo una pequeña referencia a estas cuestiones… Generaciones de neurocientíficos han dedicado su tiempo a buscar una respuesta a esta pregunta... La incapacidad de los científicos para ponerse de acuerdo sobre lo que constituye la «mente» es una consecuencia inevitable de la inmaterialidad intrínseca de pensamientos, sentimientos y percepciones básicas de la experiencia. Sin embargo, la premisa en la que están de acuerdo la mayoría de los neurocientíficos es que de alguna manera la mente inmaterial (limitada, como generalmente suponen, a los seres humanos y a lo sumo a los animales de orden superior) surge de cerebros materiales. Pero cómo pudo suceder esta suposición sigue siendo un misterio. Muchos neurocientíficos adoptan un enfoque materialista, basado en la premisa de que el contenido de los pensamientos, los sentimientos y los recuerdos puede ser explicado a partir de una actividad cerebral. Según estos científicos, la conciencia surge enteramente de la materia que constituye nuestro cerebro. No obstante, la hipótesis de que la conciencia y la memoria son producidas y almacenadas exclusivamente en el cerebro está todavía por demostrar. No hay evidencia directa que pruebe eso. El enfoque materialista se queda corto en muchos aspectos y no puede mantenerse en su forma actual. Está cada vez más claro que la actividad cerebral, por sí misma, no explica la conciencia. Stanislav Grof, estudioso de la conciencia humana desde hace más de 50 años, comparó el esfuerzo de intentar descubrir cómo surge la mente del cerebro con el de un ingeniero que intenta comprender el contenido de un programa de televisión simplemente observando qué componentes electrónicos se encienden dentro del televisor. Si alguien hiciera algo así nos reiríamos y , sin embargo, este es el enfoque que adopta la ciencia convencional, a pesar de que no hay evidencia que lo respalde y sí una gran cantidad de evidencia que lo contradice.
Mente y cerebro no son la misma entidad. Es evidente, eso sí, que la primera no sería posible sin el segundo. Mente y cerebro están conectados, pero la mente lleva a cabo sus propias funciones. La ciencia aún no ha clarificado con exactitud cómo funciona la mente humana. No hay unanimidad a la hora de concebir qué es la mente ni cómo trabaja. Se sabe que la mente humana funciona básicamente de dos modos: de forma consciente e inconsciente. Buena parte de lo que haces cada día de forma automática lo lleva a cabo tu mente inconsciente, que aglutina todas esas tareas automáticas efectuadas de forma frecuente y que no requieren de un procesamiento de la información activo y consciente. La conciencia es parte de la mente, porque gracias a ella damos sentido a la persona que somos, lo que nos rodea y a cada una de las experiencias que vivimos.
El término mente se emplea comúnmente para describir el conjunto de las funciones superiores del cerebro y, en particular, aquellas de las que se puede tener subjetivamente conciencia en diferentes grados, como la sensación, el pensamiento, la intuición, la razón, la memoria, la voluntad, etc. La mente es una entidad abstracta que integra la conciencia e infinidad de procesos psicológicos. La mente es la entidad que lleva a cabo todos nuestros procesos psicológicos. En ella fluyen esos complejos y maravillosos sistemas como el motivacional, el afectivo, el conductual y el perceptivo, necesarios para actuar, aprender y comprender lo que nos envuelve. La mente no está en un lugar físico y concreto, sino que se manifiesta a través de redes neurológicas y se desarrolla mediante nuestra experiencia e interrelación con el contexto que nos rodea. El cerebro es su soporte biológico. La mente es una entidad compleja y aún lo es más la entidad que la sostiene, que le da sentido: la consciencia. Todo lo que somos y la forma en que percibimos, integramos e interpretamos lo que nos ocurre reside en esa entidad tan misteriosa…
La mente modifica el cerebro. Aquello que pensamos y sentimos puede alterar su anatomía y conectividad. Un ejemplo de esto lo tenemos en la propia psicoterapia, los procesos «terapéuticos» tienen la posibilidad de modificar nuestro universo neurológico. Las alteraciones de la mente («trastornos mentales») no se pueden observar de una forma material y es la psicología la que aborda dichas cuestiones.
Hacia la experiencia subjetiva: «Subjetividad» y «experiencia subjetiva»
¿Qué es la subjetividad? La «subjetividad» es una dimensión esencial del ser humano y es lo que nos hace ser seres conscientes de nosotros mismos. Un ejemplo de subjetividad es la conciencia, ya que sólo el ser humano es consciente de sí mismo y de su entorno. Otro ejemplo de subjetividad es la libertad, ya que sólo el ser humano tiene la capacidad de elegir libremente entre diversas opciones. Subjetividad es también el concepto que utilizamos para referirnos a la manera singularísima, personalísima, con que cada individuo percibe la realidad, piensa, siente y actúa.
¿Qué es la «realidad subjetiva»? Frente a la realidad «objetiva» cada uno producimos nuestra propia realidad «subjetiva». La «realidad subjetiva» es la forma que cada uno tenemos de ver el mundo, a través de nuestros propios ojos y experiencias. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia versión de la realidad, versión que está influenciada por nuestras creencias, valores y perspectivas personales. A veces, nuestra percepción de la realidad puede estar distorsionada por nuestros prejuicios y expectativas. La «realidad subjetiva» es la perspectiva que cada uno tenemos de la realidad basada en la experiencia individual. Se trata de cómo cada uno vemos y percibimos el mundo, lo cual suele ser diferente para cada persona. La realidad subjetiva también se refiere a la interpretación personal que cada uno hace de los hechos o la realidad. La realidad subjetiva es la percepción que cada persona tiene de su entorno y su experiencia individual, la manera cómo cada persona interpreta y percibe el mundo a su alrededor. A veces muestra realidad «subjetiva» puede ser muy diferente de la realidad «objetiva». La sociología subjetiva estudia cómo las personas construyen su realidad a través de su cultura, sus creencias, sus valores y sus expectativas.
¿Qué es lo que determina nuestra percepción de la realidad? La «subjetividad», nuestra percepción de la realidad, está determinada en primer lugar por nuestros sentidos. Los sentidos nos permiten interactuar con el mundo que nos rodea y nos ayudan a comprender la realidad. Pero a su vez, la manera cómo percibimos el mundo está influenciada por nuestra cultura, educación, personalidad, experiencias previas, etc... Ese conjunto de factores contribuye a filtrar la información que recibimos para acabar creando nuestra propia percepción personal del mundo que nos rodea.
Conocer la realidad subjetiva es importante para comprender la sociedad y a los demás. La noción de «realidad subjetiva» es importante para entender la sociedad en que vivimos porque nos ayuda a comprender que existen muchos puntos de vista, tantos como personas hay, cada uno crea su propio punto de vista, tiene su punto de vista particular. Dicha noción nos ayuda a darnos cuenta de que cada uno vemos el mundo de forma diferente y que cada persona tiene su propia manera de interpretar lo que sucede a su alrededor. Contribuye a darnos cuenta de los puntos de vista de los demás. Sin comprender la «realidad subjetiva», sería muy difícil ponernos en los zapatos de los demás y ver el mundo desde su perspectiva.
La «experiencia subjetiva» se refiere a las percepciones, pensamientos y emociones personales que experimenta un individuo. Es «subjetiva» porque varía según la persona y no se puede medir objetivamente. Por ejemplo, cuando alguien describe cómo se siente al escuchar su canción favorita o al ver una puesta de sol, está compartiendo su experiencia subjetiva. La experiencia subjetiva es la manera en la que cada persona percibe el mundo y lo que le rodea. Es única e intransferible, basada en su interpretación personal de la realidad. Nuestros sentidos captan estímulos de manera individual, y nuestras experiencias previas influyen en cómo interpretamos lo que percibimos. En resumen, la «experiencia subjetiva» se centra en cómo cada uno de nosotros ve y experimenta el mundo. Las propiedades de las experiencias subjetivas son, por definición, no cognoscibles en ausencia de experiencia directa o comunicabilidad por parte del experimentador. Los métodos objetivos de la ciencia nunca van a ser suficientes, ni aptos para explicar el aspecto subjetivo de la mente. Miles de pequeños detalles que sustentan las biografías de todos: hacer brotar sonrisas con una broma, calcar un dibujo al contraluz de una ventana, jugar el primer partido de fútbol con una pelota de trapo, cuidar gusanillos en una caja de zapatos, secar una flor entre las páginas de un libro, cuidar un pajarillo que se ha caído del nido, pedir un deseo al deshojar una margarita. Todos esos pequeños detalles, lo ordinario- extraordinario, nunca podrán estar entre los algoritmos. Porque el tenedor, las bromas, la ventana, la pelota, la caja de zapatos, el libro, el pajarillo, la flor... se sustentan en la ternura que se guarda en los recuerdos del corazón. Y esa manera propia de sentir, gozar o sufrir es única, personal e intransferible.
Los «qualia»
¿Qué son los «qualia»? «Qualia», un término empleado para hablar sobre la complicada cuestión de las experiencias subjetivas de los individuos. Una característica importante de lo mental son los «qualia», el conjunto de características o cualidades subjetivas que experimentamos en cada una de nuestras vivencias personales. Los qualia son el conjunto de cualidades sensoriales subjetivas que acompañan nuestra percepción. Los qualia son el enlace explicativo que existe entre las cualidades subjetivas de nuestra percepción y el sistema físico que llamamos cerebro. La palabra «qualia», en latín significa «cualidades» ―un quale, o qualia en plural―. Los «qualia» se refieren al modo concreto personal e intransferible en que cada uno de nosotros experimentamos la vida.
Todo organismo que tenga eso que definimos como “consciencia” experimentará los qualia. Los qualia son experiencias puramente subjetivas. Todos las sentimos a diario y quedan muchas veces en ese arcón privado de lo puramente personal que no siempre compartimos con otros. Esas sensaciones repentinas se manifiestan a veces en escalofríos de placer o de miedo, en percepciones, en inquietudes, admiraciones, sentimientos extraños, cogniciones súbitas y sin sentido…Esas subjetividades también edifican lo que somos, son parte de nosotros. Puede que alguien al ver el color azul sienta paz, otros inspiración y algunos desasosiego… Puede que hoy al tomar el café de la mañana hayamos recordado (sin saber por qué) un momento de infancia y luego, al vestirnos, ese suéter de color rojo nos produzca calor solo con verlo.
Los «qualia» son en sí el conjunto de cualidades subjetivas que se nos presentan en cada una de nuestras experiencias personales. Se refiere a la calidad subjetiva —pero, sobre todo, cualitativa, en contraposición a cuantitativa, de ahí el nombre— de nuestras experiencias, tales como la rojez del rojo, el sonido de una nota musical, el sabor de un alimento, lo doloroso del dolor, y sensaciones más abstractas y complejas como la felicidad, etc. La forma en que sientes el impacto de los colores es un claro ejemplo de los «qualia». Este término describe las experiencias particulares que sentimos al tomar contacto con cada cosa que nos rodea. Ejemplos: el conjunto de sensaciones que experimentas al ver el azulado de lo azul, la forma en que sientas lo caliente del calor, el terror de lo aterrador o cómo encajes lo doloroso del dolor. La lluvia en el rostro en una tarde de verano. La sensación que nos produce el rojo bermellón en un cuadro renacentista. Las sensaciones que nos produce ver a una persona en la calle que nos recuerda a alguien de nuestro pasado…
Ejemplo: estamos viendo un amanecer junto a nuestra pareja y, sin embargo, cada uno experimenta unas sensaciones diferentes ante un mismo escenario. Son vivencias subjetivas, sensaciones personales, únicas que cada uno siente de manera particular. Algo particular que nos sucede muchas veces al mirar una tonalidad rojiza es la sensación de calor. Eso es un qualia. Como lo puede ser también, las sensaciones que experimentamos al pasear por un bosque y experimentar, por ejemplo, de pronto una sensación de paz, tranquilidad, armonía a medio camino entre el equilibrio, la espiritualidad y la libertad. Otro ejemplo más concreto Imagina esto: estás sentado en la playa, frente al mar, escuchas unas gaviotas no muy lejos, bebes un vaso de agua fresca, está anocheciendo y el Sol comienza a bajar. Ante esta situación, ¿Qué estás experimentando, sintiendo? Lo que tu imaginación te ha figurado, las sensaciones de la arena en la que estabas sentado, lo que te evoca el color del cielo y el horizonte con el ocaso, lo que te sugiere el olor del mar o los sonidos de las gaviotas y hasta la sensación que te provoca la frescura del agua del mar, o el sabor del producto que estás bebiendo, son las formas que efluyen de tu experiencia consciente, son el resultado de tu experiencia en la playa, única, subjetiva, individual e inigualable. Estos son ejemplos de «qualias».
Aquello que sucede cada vez que tomamos contacto con un estímulo concreto despierta en nosotros sensaciones únicas, singulares, intransferibles (p.e. lo que “sienta” una persona por otra que para ella es muy “significativa”: el conjunto o ramillete de “sentires”, sensaciones, emociones, sentimientos, pensamientos… que esa persona experimenta con respecto a la otra). Los qualia son experiencias muy personales y singulares, únicas, y en el ámbito de la intersubjetividad prácticamente intransferibles. Las propiedades de las experiencias sensoriales son, por definición, epistemológicamente no cognoscibles en la ausencia de experiencia directa. A menudo, se dice que un robot jamás podría alcanzar este tipo de vivencia con los qualia. A la hora de tomar contacto con un estímulo, como es el caso de la lluvia, solo podría procesar su temperatura, intensidad o dirección. Pero no experimentaría una vivencia emocional del hecho.
Christof Koch ―científico alemán-estadounidense con especialidad en neurociencia, conocido por su trabajo acerca de las bases neuronales de la conciencia― sobre el valor de los quale, sostiene que cualquier quale ―cualquier experiencia consciente puntual― por ejemplo, la percepción del verde del pino, es una integración fabulosa de una diversidad de informaciones que nos llegan. En esa percepción inmediata que yo tengo al ver el verde del pino yo estoy integrando en mi mente todo lo que yo sé sobre los pinos: sobre qué es un pino, que es un árbol, que crece, que cambia de color con la luz del día, lo que me sugiere o evoca su forma, su aroma, etc. Y también estoy integrando en cualquier quale no solo lo que hay detrás de ese quale sino también lo que no hay detrás del quale. Cuando yo veo el verde del pino, sé que ese verde no me está diciendo que eso es un submarino nuclear o mi abuela trayéndome una taza de té. Es decir, lo que es y lo que no es está contenido en cualquier quale. Eso permite que nuestro comportamiento sea muy fluido, porque si cada vez que yo percibo algo conscientemente me tuviera que detener a analizar todo lo que hay detrás de esa percepción, yo tardaría mucho más en responder, en actuar, en moverme, en ejecutar una acción necesaria. Por tanto, la integración de información que tiene cualquier quale es fantástica como propiedad evolutiva para la adaptación de los individuos a su medio ambiente.»
Sobre la objetividad o subjetividad de los qualia: en el ámbito científico existe un intenso debate sobre la objetividad o subjetividad de los qualia. La existencia o inexistencia de estas propiedades es un tema calurosamente debatido en la filosofía de la mente contemporánea. Mientras algunos filósofos de la mente materialistas argumentan que los qualia no existen y son incompatibles con la neurociencia y el naturalismo, algunos neurobiólogos y neurólogos sostienen que los qualia sí existen y el deseo de eliminarlos se basa en una interpretación errónea por parte de algunos filósofos respecto de lo que constituye la ciencia. A partir del siglo XVII los físicos y los filósofos (Galileo, Descartes) distinguieron entre las cualidades primarias de los objetos (la forma, la extensión y el movimiento), que son intrínsecas al objeto, y las cualidades secundarias (olor, color, sabor) que son subjetivas. Los valores, lo que llamamos bello, bueno, equilibrio, armonía… ¿están en los objetos, o es sólo «algo» mental? Los qualias primarios hacen referencia a lo que percibimos de manera objetiva como la forma, el tamaño o la extensión. Mientras, los qualia secundarios son los que generan sensaciones subjetivas.
La subjetividad tendría gran importancia en el mundo de los qualia. Todo esto es aplicable, por ejemplo, al mundo del arte pues como decía C. G. Jung, cada creador tendría una imagen particular y distinta de reproducir la realidad debido a la influencia del factor subjetivo, como vemos en las obras de arte en las que se reproducirían objetos externos, de forma que si un mismo paisaje fuera pintado por diversos pintores que intentaran reproducirlo fielmente, comprobaríamos que las obras resultantes no serían iguales, no por la capacidad más o menos desarrollada de los distintos pintores, sino porque sus sensaciones se basarían preponderantemente en el componente subjetivo de la percepción, donde cada uno vería el paisaje distinto e incluso en alguna obra se puede manifestar “una pronunciada diversidad psíquica en la atmosfera y en el movimiento del color y de las figuras. Esas propiedades delatan una intervención más o menos fuerte del factor subjetivo”. Los qualia estarían íntimamente relacionados con el arte al ser experiencias subjetivas donde entrarían no sólo nuestras percepciones, cogniciones, o efectos mentales, “como los sentimientos de amor, compasión, sufrimiento, hostilidad, placer sexual y éxtasis religioso”, sino que también entrarían en un plano más sutil la “introspección, intuición, imaginación, creatividad”. Los qualia variarían en función del estado de nuestra consciencia.
Los «qualia» son cualidades sensoriales subjetivas que acompañan nuestra percepción. Los qualia son el enlace explicativo que existe entre las cualidades subjetivas de nuestra percepción y el sistema físico que llamamos cerebro. Cuando uno ve una nube, se pincha un dedo con un alfiler, o huele una rosa, experimenta internamente «algo» que no se puede observar desde fuera, su forma de sentir o de vivir o experimentar «aquello» es completamente subjetivo. A estas características subjetivas con las que cada uno experimentamos la realidad se las llama «qualia». Algunas propiedades que son comúnmente adscritas a los qualia: inefables, intrínsecos, privados, directamente o inmediatamente aprehensibles en la conciencia.
Elaboración a partir de materiales diversos
Ver también:
La «ment humana», un producte singular en el cosmos
El cerebro humano y la emergencia de la mente
Secció: DE LA CONSCIÈNCIA A LA «CONCIÈNCIA»
Secció: LA CONCIÈNCIA