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Cuando los horizontes se derrumban

Otear el horizonte. Tomar distancia, mirar y ver. Esta es la cuestión. Cuando se toma distancia obtenemos mayor amplitud de mira, podemos apreciar la realidad con mayor perspectiva.

En la vida diaria, la mente humana es comparable a un pasajero en un barco; sólo ve el horizonte. Pero lo que hay más allá, es mucho mayor y más grandioso que lo anterior. Nuestra consciencia del yo sólo reconoce la realidad que es captada por la razón y los sentidos. La magnitud de lo que hay más allá de esa capacidad de conocimiento es inimaginable.

Igual que una mano delante de los ojos tapa la montaña más alta, la pequeña vida terrenal esconde las innumerables luces maravillas que abundan en el mundo, y quien sea capaz de quitársela de delante igual que se retira la mano, ése verá el esplendor enorme de los mundos interiores. (Rabí Nackmann de Brazlar).

El campo de percepción de la consciencia del yo es limitado. Estamos en un sistema cósmico cuya verdadera magnitud está «más allá del horizonte», incomprensible para nuestro yo. Por un lado, en el ámbito subnuclear la materia desaparece en campos energéticos y por el lado macrocósmico desaparece en el «agujero negro». La materia no es nada sólida. Es permeable, surge y se deshace ante nuestros sentidos y nuestra razón. Podemos fisionar la materia, pero ya no se descompone en partículas más pequeñas, sino que se convierte en energía. Y la energía podrá aparecer de nuevo como partícula, como materia. No se puede mantener una visión del mundo según la cual todas las formas del cosmos pueden explicarse exclusivamente por motivos materiales. Las bases de la materia son de naturaleza no material. Lo constante no es la estática, sino la dinámica. La continuidad de nuestra vida tampoco está en lo que somos las formas de existencia.

Dimensiones cósmicas

En la vía láctea existen aproximadamente cien mil millones de estrellas brillantes. Con los aparatos actuales podemos ver aproximadamente cien millones. Desconocemos el número que no podemos ver. Nos encontramos ante un mundo multidimensional del que solamente podemos captar algunas dimensiones. Hans Peter Dürr, físico alemán y director del Instituto Max Planck, lo ejemplificó de esta manera:

Estamos ante el universo como un analfabeto ante una poesía preciosa, Como no sabe leer ni escribir lo mira todo concienzudamente y se da cuenta de que algunos signos se repiten constantemente. Empieza entonces a contar esos signos, a ordenarlos y a clasificarlos. Al final sabe que el papel contiene tantos signos de a, b, c, etc. y se siente orgulloso de haber logrado este descubrimiento, pero no ha entendido absolutamente nada del poema.

El universo que surgió hace impensables años luz y que seguirá seguramente para siempre —la desaparición de mundos y la aparición de nuevos son parte esencial del principio estructural de este universo— se escapa a nuestra facultad de comprensión. Por lo visto está organizado de forma arracional. La racionalidad es sólo un «programa del ordenador». Dios tiene muchos programas de esos.

¿Además de nosotros existen seres inteligentes en el universo? La mayoría de los científicos piensa que es probable que existan civilizaciones similares a la nuestra. Bajo condiciones más o menos parecidas, puede desarrollarse vida, y en el universo hay muchísimos planetas parecidos a la tierra. Harlow Shapley, científico americano, escribe:

Entre todas las estrellas del universo, quizás sólo una de mil tenga también un planeta. Supongamos que, en una estimación muy cautelosa, sólo uno de cada mil sistemas planetarios tenga un planeta con temperaturas aptas para la vida. Sigamos suponiendo que entre ellos haya sólo uno de cada mil tan grande como para tener una atmósfera. De los restantes planetas, escojamos sólo uno entre mil y supongamos que esos planetas tengan una composición química lo suficientemente favorable como para poder engendrar vida. Eso significaría que, según nuestro cálculo, por cada billón de estrellas habría justamente una con un planeta apto para la vida. Una de entre un billón de estrellas. ¿Cuántos planetas aptos para la habría entonces? Pues aún habría cien millones de planetas aptos para la vida en el universo. Cien millones de planetas como la tierra.

No parece pues que seamos tan únicos en el universo como creíamos. Quizás existen seres que están mucho más desarrollados y no seamos el «broche de oro» de la creación.

¿Qué significado tiene nuestra vida en comparación con las dimensiones inmensas del tiempo? ¿Qué significan ochenta años de vida dentro de esos miles de millones de años luz? ¿Qué significa un día, una hora? ¿Qué importancia tiene una guerra en esta motita de polvo que es la tierra? ¿Qué importancia tiene en este contexto un insulto que nos hace perder la sangre fría?

Fuente: W. JAGER: En busca del sentido de la vida. El camino hacia la profundidad de nuestro ser

Ver también la secció: EIXAMPLANT LA NOSTRA CONSCIÈNCIA CÒSMICA


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