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Etty Hillesum: una vida plena

«Mi “hacer” consistirá en “ser”»
«Tengo, simplemente, que ser, vivir, intentar alcanzar una cierta humanidad»

El encuentro con Dios y con su gente de una mujer judía durante la persecución nazi.

Spier la ayudó a progresar en su itinerario personal pero los acontecimientos iban a ser sus maestros y ella misma, sola con Dios, la artífice de su devenir.

¿Quién fue Etty Hillesum? ¿De dónde surge la atracción por sus escritos? La singularidad de su testimonio radica en su valor humano, ético y trascendental.

Etty Hillesum
(1914-1943) es una joven judía holandesa, asesinada en Auschwitz, autora de un diario escrito en el campo de concentración de Westerbork entre marzo de 1941 y octubre de 1942.  Etty Hillesum fue una mujer que eligió «tomarse en serio lo serio» de su vida personal en un momento de crímenes contra la humanidad. Intentó expresar por escrito, con palabras veraces, su vida profunda. Esta joven mundana, que escribió un diario para ser escritora, ha acabado siendo una autoridad espiritual, sin más escuela que la experiencia y la reflexión sobre el sufrimiento de su tiempo.

Un ser que evoluciona y madura, una persona que transita desde la disgregación y la dispersión a la integración de su personalidad, un alma que bucea en su interior, que en su intimidad encuentra su centro, que descubre a Dios dentro de sí y que eso le lleva a colaborar con Él en el servicio y entrega a los demás. Nos proponemos adentramos en el itinerario humano y espiritual de una mujer enamorada de la vida, una mujer llena de vida, centrada en Dios y atenta a las necesidades de los demás, sobre todo cuando la existencia llega a situaciones límite. Su objetivo fue siempre regalar esperanza aun en la desesperanza. Una vida que alcanzó dimensiones extraordinarias en medio de dificultades también extraordinarias. Una mujer que «perdió» su vida, aunque una vida rica y plena de sentido. Un testimonio magistral de auténtica humanidad cuya singularidad radica en su valor humano, ético y trascendental.

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Etty (apelativo familiar de Ester) Hillesum nació el 1914 en Midelburgo (Holanda). El padre, Luis, doctor en Lenguas Clásicas, ejerció como profesor en institutos de diferentes localidades, obligando a la familia a varios traslados. La madre, Rebeca, había llegado a Holanda ya con 27 años desde Rusia, huyendo de una persecución salvaje contra los judíos. Desde 1937, la joven vivía en casa de un experto contable holandés que era viudo. Se alojaba sin pagar pensión a cambio de prestar algunos servicios en el mantenimiento de la gran casa, en la que vivían además otras personas. Como su madre, Etty daba clases particulares de ruso. Escribió su diario íntimo, durante veinte meses a partir del 9 de marzo de 1941. Poco antes, había empezado una psicoterapia con un judío berlinés, Julius Spier, que vivía en su barrio; se convirtió en su secretaria y en su amiga.

En esos años "toda Europa se va transformando en un gigantesco campo de concentración" … ella veía que "todo es campo". Y si todo es campo no hay un lugar exterior en el que refugiarse, de ahí la necesidad de organizar la resistencia interior. Aunque todo sea “campo”, hay un espacio para la resistencia interior. Etty piensa que para no sucumbir espiritualmente a la barbarie nazi hay que armarse interiormente. Para hacerle frente no basta el bagaje que se traiga de fuera. Se impone "un cambio en el corazón y en la mente de cada individuo". Esta lucidez y este coraje es lo que hace de Hillesum un personaje fuera de lo común. 

Etty fue una joven holandesa de veintinueve años, que amaba apasionadamente la vida. Aunque su familia tiene la condición de "Prominenten", que le garantiza un trato excepcional, ella decide compartir el destino de su pueblo, por eso se va voluntariamente al campo de Westerbork donde se alistó como voluntaria en julio de 1942 para ayudar, en nombre del Consejo judío de Ámsterdam, a toda la gente que enviaban a «trabajar a Polonia», lo que le permitió una cierta autonomía de movimientos y posibilidades de influjo y ayuda... De allí partía cada semana un fatídico tren con carga humana para alimentar los hornos crematorios de los campos de exterminio. Ella consuela como puede a los seleccionados por el propio Consejo Judío, pero cuando ve cómo los ricos e influyentes se las arreglan para evitar la selección, entiende que es ella la que tiene que subirse al tren.

De sus relatos se desprende una extraordinaria impresión de humanidad, de fraternidad. Etty Hillesum está allí, tejiendo nuevos lazos de amistad entregada, atenta al dolor que la circunda, tierna hacia sus padres, a quienes hace discretos favores: agua caliente para té o una recopilación de textos del Maestro Eckhart para su padre. Etty está allí con su Dios, al que reza día y noche. Con los Salmos, con Rilke. Con sus amigos que están «en la retaguardia», en Ámsterdam o en La Haya. Les pide ropa, mantequilla, medicamentos para su madre, calzado para una joven; agradece los paquetes que son además lazos afectivos. Etty desapareció junto con toda su familia en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943, sólo dos meses después de su deportación desde el campo de tránsito de Westerbork.

Un encuentro transformador

Etty tuvo una intensa vida amorosa y dedica abundantes páginas a contar su apasionada relación con Julius Spier (S), una persona clave en su existencia, un afamado quirológo alemán muy reconocido en los años treinta y cuarenta por sus análisis psicológicos basados en la lectura de las líneas de las manos. Etty acudió por vez primera a su consulta psicológica en febrero de 1941. El encuentro con este hombre supuso un hito en la vida de Etty, era mucho mayor que ella, vivieron una intensa historia de amor hasta la muerte de (S) Spier. S. le ayudó mucho en su autoconocimiento.  Es él quien la anima a comenzar a escribir un diario y la impulsa a leer el Nuevo Testamento y la Biblia, y a san Agustín, san Francisco de Asís, Tomás de Kempis..., entre otros autores no necesariamente espirituales ni cristianos. 

Sus encuentros con Spier serán a menudo cotidianos y prolongados. Lo que rápidamente suscitó una admiración rayana con el fervor fue su personalidad y su asombroso itinerario interior. De él afirmaba: Me cautiva y me fascina como persona y aprendo lo indecible de él. Desde que lo conozco estoy pasando por un proceso de madurez con él que a esta edad, nunca hubiera podido soñar. Desde el día en que llamó a su puerta S. preparó a Etty para enfrentarse a la dramática situación que se avecinaba, lo cual le serviría también para afrontar con “dignidad” su paso por el campo de concentración de Westerbork. Escapó de la depresión encontrando su «centro», superando sus contradicciones, sus deseos de posesión, sus celos. Tendía hacia la vida simple, hacia lo esencial. Alejó de su corazón todo sentimiento de odio, de rebelión incluso. Había asumido su soledad y no paraba de sentir, a pesar de la angustia y de la tristeza que a veces la asaltaban, cómo la vida era bella, llena de sentido, a pesar de todo. Había integrado el sufrimiento y la muerte en su forma de comprender la vida en su totalidad. Spier liberó en ella sus propias fuerzas creativas. «Soy el ser humano más feliz de toda Europa y toda Asia», le declaró en aquel domingo de junio del 42 cuando paseaba con él en las últimas horas apacibles de sus vidas. Aquel domingo en que la guerra causaba estragos precisamente en Europa y Asia. Etty libraba otro combate cara a lo que se avecinaba: disminuir el odio y aumentar el amor entre los hombres. Unos días antes de su traslado a Westerbork, el 22 de julio del 42, constataba: Estoy agradecida, sobre todo, por no sentir en mí ni rencor ni odio, sino una gran aceptación, muy diferente de la resignación.

Su despertar religioso lo recibió de una manera espiritual, práctica, vital, como quien descubre una dimensión importante en su vida, la más importante, que desconocía, pero que estaba en ella. Ese despertar  no lo debe a un pastor, sacerdote o rabino, ni siquiera a un laico confesional, sino a un amigo, judío como ella, Julius Spier. De la mano de su amigo terapeuta, Etty tuvo la suerte de descubrir la dimensión religiosa como lo que es, como una praxis de espiritualidad, no como una fe o como una teoría. Fue Julius Spier quien, con su propio ejemplo, inició a Etty en la oración y en la lectura de la Biblia. Leía con ella pasajes de La imitación de Cristo y le recomendó leer las Confesiones de San Agustín. Spier sucumbió a un cáncer de pulmón el 15 de septiembre de 1942, tras varios meses de enfermedad. Fue este hombre, veintisiete años mayor que ella, el que va a «despertar a Dios» en ella: «el hombre que te despertó en mí», dice Etty a Dios en su diario el mismo día en que su amigo ha muerto. Su amigo terapeuta acompañó a esta mujer para que hiciese el descubrimiento de tan importante dimensión por ella misma y se adhiriese a ella como lo hizo. En efecto, solamente se la mostró de una manera práctica y reveladora, terapéutica en el sentido más profundo, en términos de ser, no de una manera teórica o confesional, y, menos aún, convencional y retórica. Etty no tuvo que esperar varias citas para oír dicha propuesta. La escuchó en la primera y en palabras que iban más bien a la recuperación de sí misma como unidad y totalidad: «Lo que hay aquí dentro» (y señaló a la cabeza), «tiene que salir de aquí» (y se señaló el corazón), recuerda ella en su diario que le dijo entonces. Sin embargo, Dios estaba ya en ella. Su amigo Julius no hizo más que despertar algo que ya estaba en ella, un algo, eso sí, que era su realidad más profunda y más total. Por ello lo llamaba mediador: «mediador entre Dios y yo» o, en expresión equivalente, «eres tú quien ha liberado en mí las fuerzas de que dispongo»; y de manera más gráfica aún, evocando sin duda el método socrático, pero también la significación biológica de la expresión, partero (“mayeutas”): «el partero de mi alma».

Etty se abre, a través de este camino de sanación psíquica, a la dimensión espiritual, a la realidad de la oración, a la presencia de Dios en lo más profundo de su ser. Al acceder a su «centro», a su «fuente», Etty encuentra las palabras para expresarse y expresar lo esencial de la vida, de sus juicios sobre el alcance moral de los acontecimientos. Spier la ayudó a progresar en su itinerario personal pero los acontecimientos iban a ser sus maestros y ella misma, sola con Dios, la artífice de su devenir. La fuerza espiritual había aumentado en ella resueltamente, como atestiguan estas líneas: De hecho, mi vida no es otra cosa que una escucha continua «en el interior» de mí misma, de los otros, de Dios. Y cuando digo que escucho «en el interior», en realidad es más bien Dios en mí el que está escuchando. Lo más esencial y lo más profundo en mí, escucha la profundidad del otro. Dios escucha a Dios. Iba descubriendo que lo importante, no era ya salvar su pellejo sino la manera de sobrevivir y de morir.

Sus escritos

Su obra básicamente está constituida por su Diario íntimo y unas pocas Cartas. La redacción del Diario que ha llegado hasta nosotros sólo duró veinte meses, de marzo del 41 a octubre del 42. Etty Hillesum decide empezar su diario pocos días después de su primera entrevista con Julius Spier. Este trabajo de auto­análisis, seguramente aconsejado por él, completa y sostiene la psicoterapia a la que ella cree necesario someterse y que sólo continuará durante unos meses. Las cualidades de intuición, la capacidad de reflexión personal y el coraje para no engañarse a sí misma, convertirán rápidamente este trabajo en un camino de profundización, de pacificación y de unidad interior. Su diario le sirve como laboratorio del alma y taller de su expresión. La joven despliega en él una energía constante, llena de realismo y de dulzura hacia sí misma. Es lo que ella llama: «explicarse con» y «estar a la escucha de sí misma».

Las cartas están escritas en Ámsterdam y en el campo de Westerbork, poco antes de su viaje final a Auschwitz. Desde allí, va escribiendo cartas a un grupo reducido de amigas, y familias conocidas, en las que cuenta cómo es el campo, qué hace ella y cómo vive la situación. Sus cartas no son sólo la crónica y la descripción de la vida cotidiana en esta antecámara del horror sino que nos aportan el eco de su vida profunda: la configuración de los lugares, las alambradas, la construcción apresurada de nuevos barracones, la masificación y la indigencia resultante, la ansiedad que precede y acompaña la salida de los trenes de deportados cada martes, la llegada al campo de personas en condiciones deplorables, detenidas en plena noche o transferidas brutalmente desde otros campos penitenciarios. La más impresionante de todas es quizá la escrita, por encargo de un amigo, a dos hermanas a las que Etty no conocía, para informarles de lo que era el campo. En medio de lo estremecedor de muchas descripciones, destaca el afán por la ausencia de odio, la afirmación de que cuando se ama la vida es bella, aun allí, y que "al final seremos juzgados por nuestra calidad humana".

La hondura y la plenitud de su vida. A través de sus escritos conocemos la hondura de su vida y de su humanidad… Etty quiere estar constantemente dispuesta a revisar la orientación de su existencia: «En cada instante de la vida hay que estar dispuesto a una revisión desgarradora y a partir de nuevo en un marco enteramente distinto». Esta disciplina le permite saber siempre dónde está y no extraviarse cuando las contradicciones, ambivalencias y ambigüedades personales, por una parte, y la complejidad de las situaciones, por otra, borran el rastro. En sus escritos se observa su evolución interior, un corazón que avanza —no sin caídas y recaídas— hacia un retorno al centro de sí misma. Todo el camino y el proceso interior de Etty Hillesum podrían identificarse como un éxodo hacia el corazón, en el que la autenticidad y la humanidad se unifican por completo.

En la última etapa de su existencia, Hillesum ha llegado a vivir en función de los otros, a aceptar los sufrimientos de los demás como si fueran suyos, a orar por ellos y mantener viva la esperanza en un mundo convulsionado. «Mi “hacer” consistirá en “ser”» expresa el deseo de «ser un fermento de paz en esta casa de locos», porque quien vive plenamente irradia paz. Ésta era la tarea que se asignaba Etty Hillesum: estar ella en paz para pacificar todo lo posible. «Tengo, simplemente, que ser, vivir, intentar alcanzar una cierta humanidad». En ella resuenan las palabras de ternura por excelencia que Dios dirige a sus hijos: «Escoge la vida», «Vive». La tarea, pues, consiste sencillamente en vivir y proteger la vida en sí. «Me siento depositaría de un precioso fragmento de vida» -dice la joven-. «Me siento responsable del sentimiento grande y hermoso que la vida me inspira, y tengo el deber de intentar transmitirlo intacto a través de esta época para llegar a días mejores. Es lo único que importa. Soy constantemente consciente de ello». «Dios mío, estos días son demasiado duros para los seres frágiles como yo. Pero sé que habrán de venir otros días mucho más humanos. ¡Me gustaría tanto sobrevivir para transmitir a esa nueva época toda la humanidad que he preservado en mí, a pesar de los hechos de que soy testigo cada día...!». «Ser», «vivir», «preservar la humanidad en sí» o en medio de tanta barbarie «intentar alcanzar una cierta humanidad»...

Considera que cambiar el mundo, convertirlo a la justicia y al amor, comienza por un trabajo sobre sí: «Si la paz llega a instalarse algún día, sólo no podrá ser auténtica si cada individuo establece antes la paz. en sí mismo, extirpa todo sentimiento de odio hacia la raza o el pueblo que sea, o bien domina ese odio y lo transforma en otra cosa, quizá incluso, a la larga, en amor. ¿Es demasiado pedir? Sin embargo, es la única solución». «Es la única solución, verdaderamente la única; no veo más salida, sino que cada uno de nosotros se vuelva sobre sí mismo y extirpe y aniquile en sí todo lo que cree deber aniquilar en los demás. Y convenzámonos bien de que el más mínimo átomo de odio que añadamos a este mundo nos lo hace más inhóspito de lo que ya es».

La manera como Etty Hillesum llega a Dios

Etty Hillesum, aun siendo judía, no tuvo una adscripción religiosa explícita. Su equidistancia religiosa, en el sentido de alejamiento por igual, tanto respecto del judaísmo como del cristianismo, tanto respecto de la sinagoga como de la iglesia. Para Etty Hillesum, la vida de fe, en el tiempo de su mayor intensidad los años 1942 y 1943, se convirtió, según sus propias palabras, en «un diálogo ininterrumpido con Dios, un largo diálogo». Diálogo que se expresa «sin religión» pese a que la experiencia de esta judía está capilarmente irrigada de influencias cristianas y hunde, simultánea y oscuramente, sus raíces en la herencia religiosa y cultural del judaísmo. Sin iglesia y sin sinagoga, Etty Hillesum es una mujer de fe sin fronteras. Acoge libremente lo mejor que le llega a través de conversaciones y sobre todo de su lectura de testigos, pensadores, novelistas y poetas, en especial su querido Rilke. A lo largo de sus escritos vemos como se va desarrollando en ella una honda conciencia religiosa, siempre fue «buscadora de Dios» y cuando lo encuentra sus días transcurren en un diálogo ininterrumpido con Él. Habiendo sido insensible a la realidad de Dios durante la mayor parte de su corta vida, cuando la descubre, descubre simultáneamente dos cosas: que es real y que es profunda, la realidad más real y más profunda, y que está presente siempre y en todo, por muy inhumanas y degradantes que sean las circunstancias.

Esta concepción de Dios como realidad ya existente en todo ser humano, que solamente hay que despertar, sacar a luz, es tan fuerte en Etty que, ante su Amigo muerto, es en estos términos como quiere que sea su vida en adelante: «sacarte a la luz en los corazones de los otros, Dios mío». Compara el Dios preexistente en lo más profundo de su ser con la imagen del «pozo aterrado de piedras y escombros»: «Dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y ahí dentro está Dios. A veces me es accesible. Pero a menudo hay piedras y escombros taponando ese pozo y entonces Dios está enterrado. Hay que desenterrarlo de nuevo». Ella aprende que en lo que toca a lo religioso lo que está en la mente tiene que salir del corazón. En efecto, «lo esencial no es objeto de enseñanza». Recordemos que en su diario recuerda que en cierta ocasión le dijo Spìer: «Lo que hay aquí dentro» (y señaló a la cabeza), «tiene que salir de aquí» ( y se señaló el corazón)».

“Dios”, lo más profundo de su ser. Para Etty Dios es lo más profundo de su ser, y por eso es a lo más profundo de ella misma a lo que llama “Dios”. Dios no es algo distinto de su ser más profundo. Y ese ser, el más profundo, su ser, es realización plena, por tanto reposo, quietud, descanso: «Hay en mí una felicidad perfecta y total, Dios mío». Lo mejor es expresarlo con sus palabras: descansar dentro de sí. Y así es, seguramente, como mejor se expresa mi estado de ánimo, afirma: «descanso dentro de mí. Y ese ser yo misma, lo más profundo y rico de mi ser, mi descanso, lo llamo “Dios”». Por ello, cuando reza, lo que en el fondo hace es mantener una conversación con lo más profundo de su ser ,«que para mayor simplicidad llamo Dios», y que es Dios. Y cuando se escucha, otra expresión que la define, y define su experiencia, en realidad es Dios el que escucha en ella: «Lo más esencial y lo más profundo de mí, escuchando lo más esencial y lo más profundo del otro. De Dios a Dios». Esta es su experiencia cuando reza, cuando se escucha, cuando mira y entra en contacto con todo y con todos. Porque lo que ella siente, incluso desde su soledad y especialmente desde ella, no es sólo estar en comunión con todo, sino llevar en ella todo, ser todo. Cada vez más, lo que ve cuando mira algo y a alguien, es su realidad divina, es «el trocito de eternidad» que todo ser lleva en sí. Su oración no se redujo a una forma de devoción exterior o una reiteración de fórmulas, sino que representó un auténtico itinerario interior. Su vivencia religiosa está fuera de toda convención, nunca fue miembro de la sinagoga ni de ninguna iglesia, ella seguía un personal impulso religioso que llenaba toda su vida y la acercó a los demás: «...cuando rezo, nunca rezo para mí misma siempre para los demás…, mantengo una conversación seria en lo más profundo de mí que le llamo Dios…»

La fe la habitaba y le permitía vivir la alegría de ser pese a atravesar tantos tormentos. A pesar de todo… la vida es bella. La experiencia que pese a tanto sufrimiento, muerte y destrucción –destrucción de un pueblo entero, su pueblo–, la vida es bella, es maravillosa y digna de ser vivida, se convertirá en ella en una fuerza incontenible, que no puede dejar de sentir y expresar paseando, por ejemplo, entre los barracones del campo de concentración y al lado de los alambres de espinos. «A pesar de todo, la vida está llena de belleza y significado». Nada ni nadie le podrá ya arrebatar este sentimiento, ninguna medida nueva represiva por brutal que sea, ningún comportamiento de odio, ningún sufrimiento infligido, ni siquiera la muerte.

«¡Me gustaría tanto sobrevivir para transmitir a esta época toda la humanidad que he preservado en mí a pesar de los hechos de los que soy testigo cada día! Nuestro único medio de preparar nuevos tiempos es prepararlos en nosotros». «Me siento depositaria de un precioso fragmento de vida con todas las responsabilidades que esto implica. Me siento responsable del sentimiento grande y bello que la vida me inspira y tengo el deber de intentar transpor­tarlo intacto a través de esta época para alcanzar días mejores. Esto es lo único que importa. Tengo continua conciencia de ello».

Algunas de sus frases

  • «Simplifica, vive simplemente, no solo dentro de ti sino también en el trato cotidiano. No hagas ondas a tu alrededor, no te esfuerces tanto por ser interesante, mantén la distancia, se honesto, lucha contra el deseo ser considerado fascinante por el mundo exterior»
  • «Lo que hemos obtenido libremente por nosotros mismos está mejor fundado y es más duradero que lo que hemos desarrollado bajo presión»
  • «En última instancia, tenemos un solo deber moral: reclamar grandes áreas de paz en nosotros mismos, más y más paz, y reflejarla hacia los demás. Y cuanta más paz haya en nosotros, más paz habrá en nuestro mundo problemático»
  • «El sufrimiento siempre ha estado con nosotros; ¿realmente importa de qué forma viene? Lo único que importa es cómo lo soportamos y cómo lo adaptamos a nuestras vidas»
  • «Qué imprudente afirmar que el hombre da forma a su propio destino. Todo lo que puede hacer es determinar sus respuestas internas»
  • «Cada uno de nosotros debe volverse hacia adentro y destruir en sí mismo todo lo que cree que debería destruir en los demás»
  • «Deberíamos estar dispuestos a actuar como un bálsamo para todas las heridas»

Elaboración a partir de materiales diversos


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