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Nuestras necesidades

Ya lo dijo Sócrates: “Una vida sin examen no merece la pena ser vivida”.

Una vida plena, de calidad, requiere, pues, una mayor toma de consciencia sobre la realidad de nuestra existencia: una mente bien ordenada, organizar nuestra mente, dirigir nuestra conducta, estructurar nuestra vida, tomar consciencia de nuestras verdaderas necesidades como seres humanos y en orden a su satisfacción, aprender a jerarquizarlas.

El hombre de hoy está inquieto, ajetreado, vive absorto en sus preocupaciones cotidianas. En medio de tanto ajetreo no siempre encuentra la calma, la serenidad necesaria, para ordenar su mente, para ir estructurando su conducta, su vida, para ir descubriéndose a sí mismo, para tomar conciencia de sus necesidades, para aprender a distinguir entre las verdaderas necesidades y aquellas creadas artificialmente, para saber valorarlas y jerarquizar a la hora de su satisfacción.

En el primer tercio de la vida, el sujeto va desarrollando su forma de ser y de relacionarse a través de las relaciones que establece con las personas de su entorno y con los objetos que le rodean, las cuales además de satisfacer sus necesidades van configurando una determinada forma de ser. Posteriormente la sociedad capitalista y de consumo crean en los individuos una serie interminable de necesidades, muchas de ellas "artificiales", que condicionan inconsciente y sutilmente nuestra orientación en la vida y nuestra acción hacia la satisfacción de nuestra necesidad de “ser” y nuestra necesidad de “tener”. En medio de este tipo de sociedad un ciudadano crítico y responsable se ejercitará en distinguir entre lo epidérmico, superfluo, banal y prescindible y las “verdaderas” necesidades, aquellas que de verdad llenan las más profundas aspiraciones humanas.

Necesidades primarias y secundarias

El ser humano nace con una serie de necesidades. Por “necesidad humana” entendemos la carencia de algo que, si no se consigue, hace imposible una vida sana, normal, armoniosa y plena. Existen unas necesidades básicas que solemos denominar como “primarias” (necesidades fisiológicas, necesidad de alimentarnos, la necesidad de nutrirse, de protegernos de la intemperie, la necesidad de vivienda...). Algunas de estas necesidades se satisfacen de forma casi instintiva. El hombre necesita alimento para su cuerpo. El recién nacido, por ejemplo, realiza todos los movimientos precisos para amamantarse, sin que nadie se lo haya enseñado. Desde el mismo momento de su aparición sobre la tierra, hasta nuestros días, el hombre lucha por procurarse los alimentos...

Además de las anteriores, el ser humano tiene otro tipo de necesidades: son las llamadas necesidades “secundarias”. Una vez satisfechas las necesidades primarias, surgen otras necesidades, no menos importantes que las primeras. Son las necesidades originadas por el psiquismo humano y por la dimensión social del ser humano: la necesidad de autoafirmación, la necesidad de sentirse reconocido, aceptado y amado, de ser tenido en cuenta y formando parte de un grupo, la necesidad de disponer de su propia identidad personal y social, la necesidad de amar, de desarrollar al máximo sus capacidades, de saber y conocer, etc. Así pues, el ser humano tiene, además de todas las necesidades de cualquier otro animal (comer, beber, sudar, jugar, soñar, etc.), otro tipo de necesidades y su carencia puede ser causa de desequilibrio y enfermedad.

El hombre de hoy está inquieto, ajetreado, vive absorbido por sus preocupaciones cotidianas. En medio de tanto ajetreo no siempre encuentra la calma, la serenidad necesaria, para ir descubriéndose a sí mismo, para tomar conciencia de sus necesidades, para aprender a distinguir entre las verdaderas necesidades y aquellas creadas artificialmente, para saber valorarlas y jerarquizar a la hora de su satisfacción. Repasemos algunas de ellas. Entre las necesidades básicas del ser humano cabe destacar:

  • Necesidades fisiológicas: respirar, comer, beber, dormir...
  • Necesidad de contacto físico.
  • Necesidades afectivas.
  • Necesidad de intimidad.
  • Necesidad de pertenencia a grupo.

Todos necesitamos del contacto físico. Al comienzo de la vida lo táctil tiene mayor peso que la intimidad y que la pertenencia a un grupo. Un niño pequeño satisface las necesidades de contacto físico con las caricias y abrazos de sus padres y familiares. Si no se trata de familias especiales, es raro que el niño tenga carencia de las mismas. Los niños pequeños tienen necesidad de ser tocados, acariciados, sentir la ternura de otro ser humano porque es una manera de satisfacer sus necesidades afectivas. Porque los tranquiliza. Porque es fuente de estimulación sensorial. Para el desarrollo de los niños es fundamental la estimulación sensorial. Los niños con déficit de estimulación sensorial sufren retrasos en el desarrollo. A medida que crecemos la necesidad de contacto físico pierde peso, pero nunca pierde importancia. Ser tocados, acariciados, es una de las sensaciones más necesarias que tenemos.

Las necesidades afectivas han de satisfacerse desde el comienzo de la vida. Si no se cubren, puede haber consecuencias negativas para la persona. Cuanto antes se produce el déficit en el curso de la vida, mayor es el efecto del mismo sobre la persona. El efecto es afectivo y repercute en la personalidad. En ciertas circunstancias, en los niños pequeños ese déficit incluso puede costarles la vida. La interacción con iguales hace florecer con intensidad las relaciones afectivas y emocionales ligadas al amor entre iguales en todas sus formas: compañerismo, amistad y, más tarde, enamoramientos ligados a los deseos de placer sexual y de intimidad. El afecto interpersonal genera, probablemente, las situaciones interactivas más positivas que podemos mantener a lo largo del ciclo vital.

Ante la necesidad de intimidad, las relaciones interpersonales son fuente importante de apoyo, nos ayudan mucho y nos dan seguridad. Gracias a ellas, no nos sentimos solos. Los niños tienen las relaciones íntimas fundamentalmente en la familia. Primero tienen una relación muy íntima con la madre, o con el cuidador principal. Esta primera relación es una de las más importantes de nuestra vida. Puesto que se trata de la primera relación, es una relación que modela al niño. Le enseña una forma de relacionarse, aprendiendo un determinado estilo de relación. Los teóricos a esta primera unión, relación, la han llamado “apego”. Esa primera relación íntima da seguridad al niño. Cada vez que tiene miedo se acerca y agarra a esa persona. Cuando está con ella se siente seguro y se lanza a explorar “el mundo”. Con miedo no es posible explorar “el mundo” ni establecer nuevas relaciones. Esta primera relación es fundamental puesto que es modelo de las relaciones íntimas posteriores. El niño establece después relaciones íntimas con otros miembros del hogar y de la familia, y después en la calle con los amigos.

Necesidad de Identidad personal y social ( en relación a uno mismo y en relación a grupos de pertenencia (familia, barrio, amigos, país...)

La necesidad de contactar con otros, comunicarnos con otras mentes, con otras intimidades

En el marco de las relaciones interpersonales vamos adquiriendo la capacidad de pensar no sólo sobre nosotros mismos, sino támbién de pensar sobre lo que les ocurre y piensan los demás. Las relaciones interpersonales nos permiten saber lo que los otros piensan, sienten, creen o pretenden. Cuando nos relacionamos con los demás en nuestra mente realizamos una serie de inferencias con la finalidad de hacer predicciones sobre la conducta de los otros (Teoría de la mente). La Teoría de la Mente hace referencia a esa capacidad que tenemos los seres humanos de atribuir a uno mismo y a los demás determinados estados mentales o anímicos y, en base a ellos, tener la competencia suficiente para explicar y predecir la conducta ajena. De esta forma, interpretamos los estados emocionales, intenciones, deseos y creencias de los otros.

En la interacción con los demás está implicada la comunicación, por lo que los orígenes comunicativos del lenguaje coinciden con la posibilidad de que los otros nos hagan partícipes de lo que están deseando, sintiendo o creyendo. Comunicar es expresar nuestros pensamientos, deseos, intenciones, emociones a los demás y comprender los de los otros. Por lo tanto, el dialogo interpersonal sería el tipo discursivo más temprano por el que expresamos nuestra mente y comprendemos la de los demás. La comunicación directa, cara a cara, se beneficia del contacto ocular, de la intencionalidad pragmática, de las tareas compartidas y de la atención conjunta. Ser capaz de procesar las características discursivas del diálogo significa poder respetar turnos, ser contingente con las propuestas ajenas, ser sensible a lo que otros expresan, etc. Y eso es interpersonal. Mediante esta comunicación los niños y niñas además de aprender las lenguas naturales, se socializan, se despliegan-desarrollan en el seno de un mundo "humano", adquieren el contacto con la mente de los demás, se hacen "personas" que viven en un mundo de personas, entre “personas”.

Elaboración a partir de materiales y recursos diversos

Ver también:

Les necessitats humanes

LES NECESSITATS HUMANES


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