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Formas de alienacion en la sociedad burguesa (II): como marionetas que creen ser libres

¿Qué formas específicas de alienación se dan en esta sociedad?

Para millones de personas el mundo real es vulgar y anodino. Su nivel de conciencia es tan bajo que no les permite plantearse la posibilidad de transformarlo.

¿Dejar de ser nosotros mismos para pasar a ser según otros o el ambiente nos dictan?

Estamos llamados a «ser» y no a caer en la disgregación, la dispersión, la «alienación» o la negación de uno mismo. En toda persona humana existe una tendencia latente al pleno desarrollo de sus potencialidades, un dinamismo interno que nos impele hacia la autorrealización, hacia el desarrollo de lo que cada uno de nosotros puede llegar a ser, de avanzar en la dirección de nuestro propio desarrollo, de nuestra propia madurez. Se trata de una tendencia innata hacia el crecimiento, un impulso hacia la autorrealización. Esta tendencia, sin embargo, puede hallarse encubierta, enmascarada, por múltiples factores: defensas psicológicas desarrolladas por uno mismo o por velos fomentados por el ambiente. Y es aquí donde intenta incidir el perverso mecanismo de la «alienación» creado por el mismo sistema social, velando nuestros más auténticos anhelos y necesidades humanas y sustituyéndolos por sucedáneos vacuos a menudo artificiosamente creados, epidérmicos, insustanciales, banales y convenciéndonos a su vez de que esos son nuestros verdaderos objetivos y metas reales en la vida...

«Alienación», en su sentido más simple y utilizado, se refiere a una forma de deshumanización, de negación o renuncia a lo más esencial del ser humano. ¿Qué es un ser humano «alienado»? Un ser que renuncia más o menos conscientemente a una auténtica autorrealización. Un ser que no se permite ser él mismo, un ser alejado de sí mismo, extraño a sí mismo. Un ser cuya idiosincrasia le enajena, no le remite hacia ese autodesarrollo, hacia la integración y coherencia consigo mismo sino que más bien le arrastra hacia la dispersión y disgregación de sí mismo. Se denomina «alienación» al proceso mediante el cual un individuo se convierte en alguien ajeno a sí mismo, que se extraña, que ha perdido el control sobre sí, las riendas responsables de su propia existencia... De ahí que «alienación» sea también sinónimo de «enajenación», que significa estar fuera de sí, perder el control de sí mismo. La "alienación" designa extrañamiento y pérdida de sí mismo. La "alienación" expresa la realidad de "algo" ajeno a sí mismo. Alienarse es perder el control de uno mismo, es estar en lo ajeno. Supone una renuncia a intentar desplegarse auténticamente como ser humano. Erich FROMM define la alienación como "el hecho por el cual el hombre no se experimenta como portador activo de sus propios poderes y riquezas, sino como una "cosa" empobrecida, dependiente de poderes externos a él, en los que ha proyectado su sustancia vital". El sentido de "pérdida", de "algo que falta", de "privación", de "extravío en lo ajeno", de "mutilación".., se encuentra subyacente en dicho concepto.

¿Podrá existir alienación más grande para el ser humano que la de renunciar a ser uno mismo, más allá de los dictados del sistema, y verse reducido a ser un mero espectador del mundo, incapaz de crearse responsablemente a sí mismo y recrearlo y transformarlo? Si una persona se identifica a tal punto con el ambiente que le rodea, con lo que le viene dado por el sistema ideológico y sus instituciones, que no es capaz de separarse mentalmente de él, será difícil que esa persona logre reflexionar sobre el sentido de su propia existencia. La vida cotidiana de cada hombre se convierte así en una letanía de actividades intrascendentes, con algún acontecimiento extraordinario de vez en cuando, como un nacimiento, una muerte, un logro o un fracaso. Sí nos preguntamos sobre nuestra vida cotidiana, llegamos a pensar que ésta es banal y sin importancia. Pero no vemos que la vida cotidiana es nuestra vida, y que si es carente de importancia es porque está alienada, no porque la vida de cada hombre no tenga en realidad ningún sentido. Esto nos muestra que algo anda mal. ¿Qué posibilidades tengo de realizarme como ser humano, si mi vida consiste en una serie de actividades mecánicas y repetitivas, si todo me está ya dado y yo sólo debo consumir: comprar, usar, tirar y volver a comprar? ¿Cómo puedo ser yo mismo, conocerme y conocer al otro, si no puedo entablar una relación verdaderamente humana con otra persona, trascendiendo las relaciones de dominación? (Gabriela Segovia: Alienación en la sociedad capitalista de consumo: manifestaciones en la vida cotidiana de las personas.)

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En el análisis sobre las diferentes formas de alienación estudiaremos aquéllas más significativas en la sociedad actual. He aquí algunas de las formas específicas de alienación: en el consumo, en el status, en la publicidad y la propaganda, en la moda, en la cultura importada, en la religión y la moral, en el amor, en la sexualidad, en la burocracia, en las normas sociales y pautas de comportamiento, la ‘adaptación” como alienación. Indudablemente hay otras formas y manifestaciones de alienación, pero éstas son las más importantes. Estas formas se relacionan entre sí.

Un diagnóstico de nuestro malestar moral actual podría resumirse de la siguiente manera: “la vida es para el trabajo; el trabajo pata ganar dinero; el dinero para el ocio; el ocio para el consumo y el consumo para el capitalista”, con lo que nos pone de relieve la relación e interdependencia de las diferentes formas de alienación.

Pero las formas de alienación no sólo se relacionan entre sí, sino que tienen también un elemento que está en la base de todas estas manifestaciones, un determinante en última instancia, y éste es la alienación económica, o más precisamente, la alienación en el trabajo. Si bien la alienación ha existido a lo largo de toda la historia, en la sociedad capitalista, el “trabajo queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías” (K. Marx).

LA ALIENACION EN EL TRABAJO

En qué consiste la alienación en el trabajo, se pregunta Marx. El trabajo en sí no es una forma de alienación, pero viene a ser enajenante cuando es externo al trabajador, cuando el trabajador no se afirma haciéndolo, cuando no es voluntario sino forzado, cuando no es satisfacción de necesidades, sino un medio para satisfacer necesidades fuera del trabajo. En último término, prosigue Marx, para el trabajador la alienación en el trabajo se muestra en que éste no es suyo, que no le pertenece, es producto de él, pero va a beneficio del patrono, quien acredita su capital y en consecuencia su poder. El producto del trabajo que pertenece al obrero, le es quitado por quien posee los medios de producción y se vuelve contra él. El obrero no se pertenece a sí mismo sino a otro.

Con erl tiempo, la enajenación había de convertirse en el destino de la gran mayoría de la gente.  En la sociedad actual, el empleado, el vendedor, el ejecutivo están todavía más enajenados que el trabajador manual calificado. El funcionamiento de este último todavía depende de la expresión de ciertas cualidades personales como destreza, el desempeño de un trabajo digno de confianza etc., y no se ve obligado a vender en el contrato su “personalidad”, su sonrisa, sus opiniones; los manipuladores de símbolos son contratados no sólo por su capacidad sino por todas esas cualidades de personalidad que los hacen “atractivas cajas de personalidad”, fáciles de manejar y de manipular.

Un "ejecutivo" vale y se cotiza en relación directa con la cifra de ventas. Como persona no cuenta, aunque su narcisismo y su machismo lo haga pavonear como si tuviese personalidad. Sus formas, sus tonos, su cordialidad, su traje elegante, su corbata de moda, su camisa impecable y hasta el betún de sus zapatos, muestran su comercialización a favor de la empresa. El “ejecutivo” no tiene proyecto de vida, lo que él cree que es su proyecto son los objetivos comerciales de la empresa. Como lo importante y decisivo es servir a la empresa y dentro de ella gozar de la mayor consideración, vive una tensión laboral permanente. Para poder seguir con su tren de trabajo enloquecido - y la empresa tiene formas para estimularlo — el ejecutivo debe recurrir a la bebida (los whiskies se le hacen necesarios para superar las angustias y tensiones), los somníferos le resultan imprescindibles para dormir y las relaciones públicas exigen buenas comidas... Todo ello configura lo que se ha denominado el “perfil clínico de los ejecutivos”. Han agotado la vida en una actividad enloquecedora por ganar dinero —que consideran el principal medio para la felicidad — y no han tenido tiempo para ser felices...

LA ALIENACION EN EL TIEMPO LIBRE

En la actualidad el tiempo libre u ocio, o sea, la disponibilidad de tiempo después del trabajo sea una realidad, no sólo para minorías, sino para amplios sectores de la población. La utilización del tiempo libre u ocio constituye un nuevo tema y un nuevo problema.  ¿Qué hacer con el pesado fardo de no tener nada que hacer?

En el empleo del tiempo del hombre contemporáneo, se pueden distinguir tres categorías: el tiempo obligado (el del trabajo profesional), el tiempo libre (el del ocio), el tiempo forzado (el de las diversas exigencias fuera del trabajo, transporte, gestiones formalidades, etc.)”. Lo que aquí interesa analizar es el tiempo libre que, en muchos aspectos, está ligado del tiempo obligado y del tiempo forzado.

Nuestra tesis puede formularse del modo siguiente: en la sociedad actual, no sólo se consumen mercancías, sino también se consume tiempo libre, y este modo de “llenar” de “consumir” el tiempo libre, constituye una forma de alienación, ya que el tiempo libre no es libre en absoluto desde el momento en que es administrado por la esfera económica y por la esfera política. El así llamado “tiempo libre” en nuestra sociedad es enajenante, porque no es libre. En ese tiempo los factores sociales de control siguen actuando a fin de organizar el empleo del tiempo libre para asegurar en el hombre-productor un mejor rendimiento en su trabajo, en el hombre-ciudadano una mejor adaptación a su sociedad, y en el hombre-consumidor, para que consuma lo que produce la industria del tiempo libre, tiempo que además se aprovecha para constreñirlo a consumir todo tipo de mercancías, necesarias y no necesarias.

Es sorprendente el dinero que se puede gastar para descansar, simplemente porque el tiempo libre se ha transformado en un bien de consumo. El neocapitalismo, a diferencia del capitalismo del siglo XIX y de comienzos de siglo XX no sólo explota al hombre en el tiempo libre… sino en todo tiempo. Se le explota no solo en la fábrica (la esfera de la producción), sino también fuera (la esfera del consumo), esto es así, porque se ha hecho menester que el tiempo “libre” se “ocupe” de tal manera, que garantice a los grupos dominantes, la dominación y el control del ocio, lo que facilita el control del no-ocio.

Pero el tiempo libre, ¿es verdaderamente “libre”?

¿En qué se ocupa el tiempo libre? o ¿en qué se invierte el tiempo de ocio? A poco que analicemos la ocupación de ese tiempo, es fácil constatar una serie de formas de utilizarlo bastante generalizadas en la sociedad actual: televisión, cine, eventos deportivos, revistas, historietas o cómics, bares, discotecas, boîtes, vacaciones, turismo... en fin, ese tiempo se llena con y en diferentes entretenimientos y diversiones, todos ellos “consumibles” como si fuesen mercancías. El tiempo libre se transforma así, en una necesidad de la sociedad de consumo, pues ese tiempo está destinado al consumo generalizado.    

En lo sustancial ese tiempo se llena de “entretenimiento”, o sea, de actividades para “ser-tenido-entre”. En el tiempo de ocio, el hombre es “tenido” entre dos tiempos de trabajo, y todo ello, en el marco de un determinado sistema que controla el uso de ese tiempo. Para ello se ha montado lo que Edgard Morin denomina como “industria cultural”; como señala este autor, la “cultura” ha adquirido una estructura industrial siguiendo el modelo empresarial de la industria tradicional.  Ese tiempo libre, así organizado, va siendo parte de la vida del hombre moderno.

Para comprender, o intentar aproximarse a la comprensión de lo que es ese tiempo, basta imaginar qué ocurriría si durante un mes todas estas ocupaciones” o “inversiones” del tiempo libre dejaran de funcionar. La mayoría de la gente —que vive una existencia trivial— no sabría qué hacer, sin los medios que le proporciona la industria cultural. Esto nos hace pensar que el hombre está como aprisionado en ese tiempo: el tiempo que pretende ser libre, no es libre. Como lo explica Fromm, en realidad la gente “no es libre de gozar “su” tiempo disponible; su consumo de tiempo disponible está determinado por la industria, lo mismo que las mercancías que compra, su gusto está manipulado, quiere ver y oír, lo que le obligan a ver y a oír. La diversión es una industria como cualquiera, al consumidor se le hace comprar diversión lo mismo que se le hace comprar ropa o calzado. El valor de la diversión lo determina su éxito en el mercado, no ninguna cosa que pueda medirse en términos humanos”.

Un rápido análisis de las actividades más comunes durante el tiempo dedicado al ocio, nos revela que cuando más se acerca una sociedad al modelo de la sociedad de consumo, lo que la gente hace con más asiduidad en el tiempo libre es ver televisión, asistir a eventos deportivos, ir al cine y divertirse, entrando en esta última categoría formas muy variadas, desde las discotecas, pasando por los “juegos mecánicos” parques de diversiones…. Es cierto que algunos se dedican a leer, a pintar, a escuchar música o a pasear, pero ello no es la tónica general. En estos casos habría que preguntarse qué leen, qué música escuchan, etc.., porque una actividad no es en sí misma una forma que ayuda el propio desarrollo. Algo tan “inocente” como los cómics o historietas también son medios de control de quienes se dedican a su lectura. El chateo en las tabernas, otra forma de diversión y de pasar el rato, se transforma fácilmente en una forma de evasión, aumentada por los efectos del alcohol.
Las diferentes formas de ocupación del tiempo libre, no constituyen en sí mismas, factores de alienación del hombre. Sin embargo, buena parte de esos “entretenimientos” están inmersos en un circuito comercial y en el contexto de un sistema que expresa ciertos intereses y que se sustenta en determinados valores y actitudes. La paradoja es que con más tiempo libre se descansa menos. Hay algo que no funciona a escala de lo humano.

Marionetas del sistema pensando que actúan libremente

Para millones de personas el mundo real es vulgar y anodino. Su nivel de conciencia es tan bajo que no les permite plantearse la posibilidad de transformarlo; los que detentan el poder tienen un interés explícito de que las cosas no cambien sustancialmente. Pero como en la persona siempre puede saltar una chispa que lo empuje a “ser lo que debiera ser”, el sistema debe crear formas que lo consuelen de la vida vulgar y anestesien de la enajenación en que vive. El sistema ha encontrado esa forma de consuelo y evasión: al habitante robot que vive, o mejor, “que está” en las grandes ciudades en medio de una “muchedumbre solitaria”, se le crea en el tiempo libre un “mundo imaginario” como lo llama Edgard Morin, que lo consuela y anestesia de la enajenación de la vida. Los espectáculos de masas sirven para ese fin y son parte de una industria: televisión, foot-ball, cantantes y estrellas de moda, cine, etc. A través de ellos es posible trivializar la vida en tomo a temáticas de evasión... con ello se asegura que todo siga como está.

Si a través de diversiones y entretenimientos organizados en conformidad a lo instintivo y a lo hedónico se produce un “mundo de ensueño” o un “mundo imaginario”, la utilización del tiempo libre —la inversión del ocio que hace cada persona y la inversión que el sistema hace para ocupar los ocios— tiene finalidades bien definidas por quienes detentan el control de la sociedad: potenciar el consumo masivo y provocar actitudes vitales de conformismo y evasión. El tiempo libre, entonces, no sólo no es libre, sino que se transforma en una vía de escape a través de un mundo imaginario que permite evadirse de una realidad no siempre agradable, al mismo tiempo que inculca un ideal de vida que nace de la ensoñación en el confort, el éxito y la tranquilidad.

Fuente: E. Ander-Egg: Formas de alienación en la sociedad burguesa


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