De la alienación al «cuidado/cultivo de sí»
El «cuidado de si» o «cuidado de uno mismo» es algo que tiene que ver con la transformación de uno mismo, con el perfeccionamiento de uno mismo, con la liberación personal de uno mismo.
Deberíamos aprender a considerar y a tomar la propia vida como una obra de arte a construir, como un proceso creativo de construcción y transformación personal.
Sócrates: es el "alma" la que es preciso cuidar, debiendo ser éste el único fin que nos propongamos.
En nuestro entorno y en nosotros mismos existen multitud de factores que nos impiden ser nosotros mismos, ser lo que realmente podemos llegar a ser, llegar a ser lo que nuestra más profunda naturaleza humana nos impele a ser. Frente a los peligros de una acechante alienación a la que nos impele el «sistema» (ver aquí), fomentemos «el cuidado de sí», es decir, el cuidado que todo ser humano debería tener de su propia existencia.
La noción de “cuidado de sí” como un modo de vida, como un modo personal de afrontar la propia existencia, ha sido objeto de especial interés por parte de algunos filósofos contemporáneos, recuperando la visión originaria de la actividad filosófica como arte de vivir, como estilo o modo de vida, como la actividad terapéutica por antonomasia en la antigüedad. Sócrates fue el hombre del cuidado de sí. Su estilo de vida es una llamada a sus discípulos a ocuparse de ellos mismos, como medio para el perfeccionamiento de sí mismos y como medio para aprender a cuidar (gobernar) adecuadamente a los otros, ciudadanos de la polis: deberás ocuparte de ti mismo, no tienes que olvidarte de ti mismo, es preciso que te cuides (te cultives).
Este mandato que fue determinante en la cultura griega, helenística y romana, luego olvidado después de Descartes y Kant, es necesario en la contemporaneidad volver sobre él. Es un llamado urgente, un llamado socrático muy necesario en nuestra época: ¿Qué saber es el que enseña cómo se debe de vivir? ¿cómo hacer para que uno mismo se convierta y pueda llegar a ser lo que por naturaleza está llamado a ser? Eh ahí el reto ante el que cada uno de nosotros tenemos que responder .
Cuidarse a sí mismo En la antigüedad clásica, el cura sui en latín, o la epimeleia heautou en griego, se refería a un conjunto de prácticas de gran importancia. Uno debe cuidarse, atenderse, tener preocupación por sí mismo. Esto requería desarrollar una actitud consciente, una forma de atención hacia uno mismo. En la Apología, Sócrates se presenta ante sus jueces como el maestro del cuidado del el cuidado del alma, y esa tarea que debe llevarse a cabo a lo largo de toda la vida. Sin embargo, la filosofía, tanto en Grecia como en Roma, aclara el autor de la epístola, no hace más que transponer a sus propias demandas un ideal social que está mucho más difundido a través del otium. La palabra “ocio”, que hoy se usa en español para referirse al tiempo en que disfrutamos y nos divertimos, tiempo de ocio, proviene del latín otium. La concepción romana del término significaba el tiempo dedicado a cuidarse a uno mismo. Cuando los filósofos recomiendan cuidarse a uno mismo, debemos entender que no simplemente están aconsejando que prestemos atención a nosotros mismos, evitando errores o peligros y protegiéndonos. Se refieren, en realidad, a todo un dominio de actividades complejas y regulares. Podemos decir que, “para toda la filosofía antigua, el cuidado de uno mismo era un deber y una técnica, una obligación fundamental y un conjunto de maneras de comportarse cuidadosamente elaboradas. [...] Este principio de cuidado continuo, concebido en términos del modelo jurídico-político: ser soberano sobre uno mismo, ejercer control perfecto sobre uno mismo, ser completamente independiente, estar completamente ‘poseído por uno mismo’ [...] También se representan a menudo en términos del modelo del disfrute posesivo, el auto-disfrute, tomarse el placer consigo mismo, encontrar todo el deleite en el yo.”18 Cuidar de uno mismo para vivir plenamente implica deshacerse de los malos hábitos y las opiniones falsas que otros puedan tener de nosotros. Desaprender (de-discere) es una de las tareas importantes de la cultura del yo. “La práctica del yo se concibe como una batalla continua [...]. Al individuo se le deben dar las armas y el coraje que le permitirán luchar toda su vida. [...] esta cultura del yo tiene una función curativa y terapéutica.”19 Volviendo al presente, vemos una necesidad fundamental del cuidado del yo que fue tan importante en tiempos antiguos. Es vital que aprendamos a cuidar de nosotros mismos, no solo para fuerza sanadora. Acepta tu imperfección. Date permiso para ser tú mismo. Quítate las máscaras defensivas. Siente positividad al sintonizar con tu núcleo vital. No permitas que personas o relaciones tóxicas contaminen tu espacio interior. No alimentes suposiciones negativas. Comunica con los demás lo más claramente que puedas. Desarrolla y aplica el pensamiento sistémico. Los filósofos antiguos aconsejaron incorporar las siguientes prácticas para lograr la autogobernanza y vivir de manera saludable: Preocúpate por tu virtud y tu alma. Enciende la luz de la razón y explora todos los rincones del alma. Filósofa. Dedica tiempo a cuidar de ti mismo. Presta atención a ti mismo. Evita errores y peligros y protégete. Establece relaciones contigo mismo. Disfrútate. Deja ir todos los malos hábitos. Deshazte de todas las opiniones falsas que los demás puedan tener de ti. Desaprende. Mirian SUIRANA EL PLACER DE CUIDARNOS
No pocos críticos de la sociedad actual presentan al ser humano contemporáneo «alienado», «enajenado» por el sistema, abducido por el «sistema», constreñido en su libertad y sin posibilidades de realizar un proyecto de vida dignamente humano. Frente a esta realidad, algunos aceptan resignados vivir en el delicioso aburrimiento de la sociedad de consumo, otros asumen la lucha por construir una sociedad diferente.
Las decantaciones perversas del sistema y la forma de vida actual
El «sistema» que hemos creado no invita precisamente a ejercitarnos en el cultivo de nosotros mismos, a la práctica del fomento de uno mismo, a entrar dentro de nosotros mismos, a la ejercitación de uno mismo... no está demasiado interesado en nuesto desarrollo en vista a nuestro crecimiento, el desarrollo de nuestra "humanidad" y disfrute de una vida humanamente más plena, al autodesarrollo personal en tanto beneficioso para uno mismo y para la comunidad en la que uno vive. Más bien está en otra cosa. Este «sistema» nos empuja a salir fuera de nosotros, a vivir hacia el exterior, a no escucharnos, a desinhibirnos de nuestra voz interior, a vivir entretenidos, distraídos y alienados, recogiendo y mordiendo las “zanahorias” que el sistema nos va presentando a cada paso. Nos desintegra, nos descentra, nos dispersa. Un «sistema» que pretende que sus miembros se sometan a sus dictados, que sean “súbditos”, esclavos del sistema, que reproduzcan sus valores, y se conviertan eso sí en productores y consumidores empedernidos de sus bienes. Un «sistema» encaminado al utilitarismo, mercantilismo, consumismo, hedonismo, individualismo… Un «sistema» cuyos valores están más orientados al «tener» que al «ser». Vivimos, pues, bajo una filosofía de la vida en que como afirma Mónica Cavallé, orientadora sapiencial, nuestra sociedad ha progresado mucho en ámbitos como el desarrollo tecnológico, pero es bastante analfabeta en lo que concierne al conocimiento de lo que son los principios y los fines de la vida humana…
Nos enfrentamos a los retos de un planeta en crisis y a una humanidad cosificada, una sociedad en la que se programan androides para el consumo; una sociedad desigual en la que cada vez más seres humanos se asoman a la pendiente de la lumpenización, la miseria económica, la alienación... La tarea, por tanto, no debería consistir solo en descubrir lo que somos, sino en rechazar el tipo de individualidad que se nos ha impuesto. Para poder llegar a ser lo que por naturaleza humana en esencia somos, se nos propone como tarea previa de reflexión el análisis crítico del mundo en que vivimos. Solo si somos capaces de transformar y revertir valores como educación para la productividad, el desarrollismo económico, y todo aquello que ha subordinado la educación y el ser humano a los intereses de quienes detentan el poder, podremos retomar el rumbo para recuperar una existencia humanamente más digna, en la cual se potencie el desarrollo humano en todas las dimensiones posibles.
Frente a la mentalidad dominantes del «tener», los valores del «ser». En el polo opuesto de esas pulsiones alienadoras fomentadas por el «sistema» se encuentran los valores del «ser». Frente a los valores del «tener», los valores del «ser». Confrontados a los valores del «tener» propios del sistema, profundizaremos aquí en los valores del «ser». Nos proponemos abordar, ni que sea someramente, una problemática inveterada de la humanidad, cual es, el cuidado de sí, foco de preocupación y ocupación esencial en el mundo antiguo, eje vertebrador de la educación griega, la cual siguiendo la sabia recomendación socrática se planteó ¿cómo forjar sujetos que se constituyan virtuosamente? Para ello Sócrates nos recomienda que no nos neguemos a examinar rigurosamente nuestra propia vida. La habilidad en el análisis de uno mismo y de los demás constituía una característica de la persona culta. Sócrates insistía en la importancia de analizar constantemente la propia conducta y sus motivaciones (sostenía que una vida sin ser examinada, sin reflexión, no vale la pena ser vivida), nuestra manera de vivir, a fin de ver si siempre está dirigida e inspirada por la voluntad absoluta de hacer el bien. Una invitación a examinar mediante la reflexión nuestra propia vida, a cuestionar nuestros valores, nuestra manera de vivir, a cuidar de nosotros mismos, a autocultivarnos. Una buena base para la recuperación de lo más esencial y mejor de nuestra humanidad.
El cuidado de sí
Fue Platón quien consagró la figura socrática como el maestro del «cuidado de sí mismo». Es en la Apología donde Platón pone a Sócrates como la encarnación misma de ese cuidado de sí. La Apología de Sócrates es una obra de Platón, que da una versión del discurso que Sócrates pronunció como defensa, ante los tribunales atenienses, en el juicio en el que se le acusó de corromper a la juventud y no creer en los dioses de la polis. La Apología es un discurso sobre el «cuidado de sí». Escuchemos a Sócrates dirigiéndose a su discípulo:
Mi buen amigo, ¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni te interesas por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible?… e intentaba convencer a cada uno de sus discípulos de que no se preocupara de ninguna de sus cosas antes de preocuparse de ser él mismo lo mejor y lo más sensato posible... ...es el alma la que es preciso cuidar, debiendo ser éste el único fin que nos propongamos. (Apología de Sócrates)
En el mundo griego imperaba una inquietud generalizada: deberás ocuparte de ti mismo, no tienes que olvidarte de ti mismo, es preciso que te cuides y te cultives. Y dentro de esto aparece y se forma, como en el extremo mismo de esa inquietud, la regla “conócete a ti mismo”. Uno no puede ocuparse de sí mismo sin conocerse. Conociéndonos mejor a nosotros mismos podremos conocer la manera de cuidarnos mejor a nosotros mismos y por ende a los demás… En el mundo clásico esa actitud hace referencia al cuidado que todo hombre debe tener, a lo largo de toda su vida, de su propia alma. Un mundo y una cultura en el que todo estaba encaminado al mejoramiento de la propia existencia. El cuidado de sí se convierte así en un arte de vivir, para todos y a lo largo de toda la vida; el cuidado de sí es un modo de prepararse para una realización completa de la propia vida.
El «cuidado de sí» busca que el sujeto se escuche y se mire a sí mismo, se interpele como persona, para poder autoformarse adecuadamente y así poder soportar como corresponde todos los avatares de la vida, todas las aflicciones y problemas que puedan afectarle a lo largo de la vida.
El tema del cuidado de sí, sin duda, fue consagrado en la historia por Sócrates. En la antigüedad este cuidado de sí, se erige en centro de una forma de pensar y de estar en el mundo. A partir de él, la filosofía quedó atravesada, inevitablemente, por su figura, y por lo que significó para la misma posteridad ese «cuidado de sí». Esta inquietud de sí atraviesa todo el pensamiento griego, helenístico y posteriormente el romano y a través de él llega también al mundo occidental. La filosofía posterior a Sócrates lo habría retomado y, en la medida en que ella se concibió como un arte de la existencia, la problemática del cuidado de sí ocupó el centro de sus reflexiones, desembocando en una verdadera cultura del cuidado de sí. La problemática del cuidado de sí pasó a ocupar el punto nodal de las reflexiones filosóficas posteriores. El cuidado de sí, principal foco de preocupación y ocupación en la formación del ciudadano en la antigüedad clásica greco-romana, puede traducirse como formación de sí, como conocimiento de sí, como práctica-ejercitación de sí, como autoconstrucción o autoformación de uno mismo, pasando a constituir una formación para la vida, formación que transforma las relaciones humanas y nos arma contra la adversidad. Una rica herencia, un legado que nos ayuda a descubrir nuestro propio ser.
El cuidado de sí, que puede traducirse como formación de sí, como conocimiento de sí, como práctica-ejercitación de sí mismo, resulta ser una hermenéutica o interpretación de cómo se va construyendo-constituyendo el propio sujeto; una formación mediante la cual se busca que éste se escuche y se mire a sí mismo, se interpele como persona, para poder autoformarse adecuadamente y así pueda soportar como corresponde todos los avatares de la vida, todas las aflicciones y problemas que puedan afectarle durante toda la vida. El cuidado de sí tiene que ver con la formación no para aprender algo exterior, un cuerpo de conocimiento, sino una formación para propiciar el ejercicio de la reflexión sobre sí mismo y sobre los otros.
En qué consiste este «cuidado/cultivo de sí»
La idea de cuidado o inquietud de sí, según Foucault (uno de los principales rescatadores del principio clásico) implica tres grandes aspectos:
- primero, una actitud general del sujeto, una manera determinada de considerar las cosas, de estar en el mundo, de realizar acciones, de tener relaciones con el otro, es decir, es una actitud con respecto a sí mismo, a los otros y al mundo;
- segundo, es también una manera determinada de atención. Preocuparse por sí mismo conlleva convertir la propia mirada, trasladarla desde el exterior −los otros y el mundo− hacia uno mismo;
- tercero, (no designa simplemente esa postura general o forma de atención volcada hacia uno mismo), sino que designa también acciones que se ejercen sobre sí mismo “por las cuales uno se hace cargo de sí mismo, se modifica, se purifica, se transforma y transfigura”.
El cuidado de sí comprende un conjunto de prácticas mediante las cuales un individuo establece cierta relación consigo mismo y en esta relación el individuo se constituye en sujeto, responsable, de sus propias acciones. Debe dominarse el yo a fin de conseguir concretar una filosofía de vida que haga de la persona un ser más pleno. El cuidado o inquietud de sí comprende una mayor atención sobre el desempeño de la propia existencia, una transformación de la forma de estar en el mundo y también acciones que se ejercen sobre uno mismo “por las cuales uno se hace cargo de sí mismo, se modifica, se purifica, se transforma y transfigura”. Deberíamos aprender a considerar y a tomar la propia vida como una obra de arte a construir, como un proceso creativo de transformación individual. El sujeto ético es aquel que procura forjarse, hacerse, construirse, a sí mismo.
Foucault ha señalado que en la antigüedad entre las técnicas referidas al «cuidado de sí» se encontraban los ritos de purificación, las técnicas de concentración del alma, así como las técnicas del retiro (anachóresis), y los ejercicios de resistencia. [...] no es posible conocer la verdad ni conocerse a sí mismo sin la purificación de sí mismo y del corazón. Las prácticas de sí mismo tenían como función esencial disipar las ilusiones interiores, reconocer las tentaciones que se forman dentro del alma, desatar las seducciones de las que se puede ser víctima. Es una ejercitación integral de uno mismo que el sujeto va integrando con la finalidad de forjarse a sí mismo, una ejercitación orientada a constituirnos a nosotros mismos. En la antigua Grecia eran prácticas, que podían ser de orden físico, como el régimen alimentario, o discursivo, como el diálogo y la meditación, o intuitivo, como la contemplación, pero que estaban todas destinadas a operar una modificación y una transformación en el sujeto que las practicaba.
La práctica del «cuidado de si» o «cuidado de uno mismo» es, pues, algo que tiene que ver con la transformación de uno mismo, con el perfeccionamiento de uno mismo, con la liberación personal que da una buena autoformación. Aun sabiendo que la transformación y perfeccionamiento de uno mismo nunca es definitiva y que exige una perpetua reconquista. Todo un gran reto educativo del mundo actual para la forja de auténticos ciudadanos, de ciudadanos de calidad (libres, responsables, éticos, justos...).
Elaboración a partir de materiales diversos
Ver también:
Formas de alienación en la sociedad burguesa