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«Conócete a ti mismo»

La «actitud filosófica», una dimensión constitutiva del ser humano

«Filosofía», «actitud filosófica», «sabiduría humana» y su vinculación con los «fines de la vida humana» 

La «actitud filosófica» es una de las dimensiones que nos caracterizan, una dimensión de lo humano. Sin esa dimensión, sin esa actitud, sin «filosofía» ni somos seres humanos plenos y libres, ni podemos llegar a ser ciudadanos verdaderamente autónomos.

En cierto sentido todos los seres humanos somos «filósofos», porque todos nos quedamos perplejos ante el gran interrogante que es nuestra vida. Este es el reto que la «filosofía» nos propone: una forma diferente de mirar el mundo y nuestra propia vida.

«Filo-sofía» etimológicamente significa amor a la «sabiduría». La «Filosofía», un camino para llegar a una «sabiduría vivencial», a la «sabiduría humana». Esa «sabiduría» empieza con el conocimiento de lo que es el ser humano y de su papel y función en el mundo…

La «actitud filosófica», una actitud que contribuye a una profundización en los diversos «ámbitos de la realidad»: una mayor comprensión de nosotros mismos, de nuestras acciones, del mundo, del cosmos, de Dios, … La «actitud filosófica» nos permite acrecentar, aumentar, progresar, crecer, en la comprensión del mundo, de la vida humana, de las acciones de los hombres…

La «actitud filosófica» es una de las dimensiones que nos caracterizan, una dimensión de lo humano. Sin esa dimensión, sin esa actitud, sin «filosofía» ni somos seres humanos plenos y libres, ni podemos llegar a ser ciudadanos verdaderamente autónomos… Dejemos aflorar al «filósofo» que cada uno llevamos dentro.

A. LA «ACTITUD FILOSOFICA», UNA DIMENSION DE LO HUMANO

El ser humano está constituido por un variopinto abanico de facetas, aspectos o «dimensiones» (corporal, psíquica, dimensión «espiritual o trascendente» …).  La «actitud filosófica», se presenta como otra de las dimensiones fundamentales del ser humano… pero a menudo en nuestra sociedad aparece atrofiada, no cultivada, no roturada, no cuidada. 

1. La actitud filosófica, presente en todo ser humano

El ser humano es un ser multidimensional (podemos señalar su dimensión (corporal, económica, política, espiritual, trascendente…) En diversas ocasiones hemos ido destacando algunas de ellas.  Hoy vamos a poner de relieve otra de las dimensiones constitutivas de todo ser humano: su potencial «filosófico», la actitud filosófica.

La «actitud filosófica», «filosofar» (esa capacidad de interrogarse, de plantearse preguntas y buscar respuestas), la «Filosofía», como la economía, la política, la solidaridad, el altruismo, la capacidad de trascender o la espiritualidad son dimensiones diversas que nos constituyen como seres humanos. Forman parte de la naturaleza humana. Son dimensiones constitutivas del mundo humano, y están presentes de forma más o menos evolucionada, más o menos desarrollada en todo ser humano ...

Quizás no lo sepas, tal vez lo desconozcas o quizás no seas demasiado consciente de ello: en todo ser humano existe un importante potencial filosófico, una actitud innata para «filosofar» que nos lleva a interrogarnos, plantearnos preguntas, intentar hallar respuestas...  Un potencial a menudo inconsciente, “velado”, escondido en nuestro interior que hay que educir, extraer, aflorar y cultivar.

2. ¿En qué consiste la «actitud filosófica»? Su génesis

De una manera u otra, todos adoptamos una cierta actitud interrogativa ante lo que nos rodea. Desde siempre la «actitud filosófica», que responde al anhelo y afán innatos de conocimiento, ha intentado conseguir respuestas a determinadas cuestiones que nos preocupan.

Ante todo, la admiración! La admiración es considerada, tanto por Platón como para Aristóteles, como el origen de la «actitud filosófica». La actitud de curiosidad, de sorpresa o admiración ante lo que nos rodea hace despertar lo que podríamos llamar «actitud filosófica» del ser humano. Según estos autores la filosofía que etimológicamente significa deseo de «sabiduría», amor a la «sabiduría», surgió de la admiración, de la perplejidad, de la sorpresa, de la maravilla o de la extrañeza. Quien admira, quien experimenta la sensación de sorpresa o se maravilla ante algún problema, lo hace porque experimenta una cierta desorientación, admira porque hay cosas o problemas ante los que quedamos boquiabiertos, desconcertados, que no comprendemos, a los que no les encontramos el sentido, que no responden a un orden conocido. La respuesta a esa admiración es la búsqueda de este orden, de este sentido.

Esta actitud es fruto de la propia naturaleza humana, de su curiosidad por las cosas. Responde a la necesidad innata de encontrar un sentido a los acontecimientos. Según Platón, el hombre ha sido llamado «anthropos» porque, a diferencia de los animales, examina lo que ha visto, lo que existe, es decir, reflexiona sobre ello y le busca un sentido. Una manifestación de esta actitud es el deseo de conocer, el deseo de saber, el deseo de averiguar el por qué de las cosas, los mecanismos que mueven el mundo y a nosotros mismos. Ese deseo de saber, de conocer, está unido al reconocimiento de la propia ignorancia. Es una ignorancia que se pretende superar, abandonar.  

3. Filosofía: amor a la «verdad», amor a la «sabiduría», en busca de la «sabiduría humana»

Se cuenta de Pitágoras que cuando alguien le decía que era un “sabio”, este gran hombre contestaba: «No, yo no soy un sabio, un sofos; yo soy un filo-sofos, un amante de la sabiduría». Y de esta expresión griega surgió el philo-sophos, el que ama la «sabiduría» porque no la posee; porque siente que aún le faltan muchas cosas, y por eso la ama, la busca y la persigue.  Amor a la sabiduría, un inmenso motor que nos hace ir hacia lo que nos falta, hacia lo que necesitamos.

La ciencia actual estudia, primordialmente, cómo se desarrollan los procesos, pero no se suele preguntar para qué. La «filosofía», en cambio, busca la razón de ser que tienen las cosas.

Filosofar no es otra cosa que indagar más allá de lo que nos muestran los sentidos, querer entender el porqué de las cosas, caminar hacia la «sabiduría humana».

La filosofía en las antiguas escuelas era algo práctico que ayudaba al hombre a vivir, le daba herramientas útiles para la vida cotidiana. Para los estoicos la tarea de la «Filosofía» coincide con lo que nos hace humanos y es la capacidad de examinar nuestra «representaciones» de la realidad.

«El filósofo práctico, el maestro de sabiduría, a través de su doctrina y ejemplo es el verdadero filósofo. Pues la filosofía es la verdadera sabiduría que nos revela los fines de la vida humana». (Immanuel Kant, Lógica Jäsche)

«Filósofo» es por tanto aquel que desea saber, aquel que es «amante del saber». Aquel que desea saber, que quiere conocer, porque es consciente de su ignorancia, de alguna manera está filosofando. «Filosofar» es desear conocer. Hay deseo porque nos falta el sentido de las cosas, se desea lo que falta. Filosofar es la fuerza que, movidos por el amor, nos empuja a la búsqueda de la verdad, de lo auténtico, de lo verdadero, más allá de las apariencias. Porque amamos la verdad vamos en su búsqueda. Porque amamos la vida queremos comprenderla; porque amamos el mundo en el que vivimos nos interesamos por él. Filosofía es la «sabiduría» a la que el amor nos conduce. Este anhelo por saber, por conocer, lleva a quien lo practica a la construcción de la propia «filosofía de la vida», es decir, una postura frente al mundo, ante el saber, ante la sociedad y ante uno mismo, que no es sino la sabiduría lograda personalmente. En esto consiste la actitud filosófica inscrita en el interior de todo ser humano.

La «actitud filosófica» es, pues, algo a cultivar; es la actitud de quien no se contenta con lo dado, con lo que ha recibido, la actitud que adopta quien no contento con lo que ha recibido, desea «pensar por sí mismo». «Filosofar» es fomentar el gusto por el saber, por la indagación, una respuesta ante la sorpresa, fruto de la admiración ante la vida. Este deseo innato de saber, de conocer, de comprender se presenta, pues, como una posibilidad de crecimiento y autodesarrollo  para toda persona que sea capaz de sorprenderse por lo que la rodea.

El hombre tiende por naturaleza a saber, decía Aristóteles. El hombre por naturaleza aspira a encontrar un sentido a las cosas. En cierto modo todos los seres humanos somos filósofos, porque todos nos quedamos perplejos ante el gran interrogante que es la vida. «Filosofar» es una actitud. «Vivir con filosofía» es vivir en una actitud de apertura y búsqueda constantes. El amor por las cosas es lo que nos impulsa a la búsqueda de la verdad escondida. El filósofo se esfuerza por la búsqueda de esa verdad. La «verdad» no es un conocimiento o un objeto que se posee de una vez por todas. «Vivir con filosofía» es una actitud, una disposición, una forma de mirar las cosas, el mundo, las personas, la vida. El verdadero filósofo mantiene permanentemente esa actitud de apertura. Siempre está en condiciones de revisar el saber adquirido y empezar de nuevo. No es dogmático, aunque puede ser firme en algunas cosas. Es conciliador y tiene la disposición de transigir, pero sin abdicar de lo que considera fundamental. En esto del pensar y reflexionar, lo decisivo es dar el salto y comenzar a desarrollar un pensamiento propio, espontáneo, original, personal.

B. ¿PARA QUÉ SIRVE LA «FILOSOFÍA»?

Nos podemos preguntar: ¿Para qué sirve «filosofar», para qué sirve la «Filosofía», la actitud filosofica? ¿qué utilidad puede tener, qué nos puede aportar, en qué puede mejorar nuestra existencia?

4. La doble orientación de ese potencial o actitud filosófica: Filosofía «teorética» / Filosofía «práctica»

Kant distingue la filosofía como «disposicón natural» («filosofía práctica») y la filosofía como «ciencia» («filosofía teorética»). Para Kant en todo ser humano hay una disposición natural, una capacidad de filosofar («filosofía práctica») que tiene que ver con la praxis, la acción, la vida.

Nos hallamos inmersos en el seno de una sociedad muy hábil en el ámbito del desarrollo tecnológico, pero bastante analfabeta en el conocimiento de lo que son los principios y los fines de la vida humana, en todo lo que puede dar un sentido y un significado humano a la existencia.

Nos podríamos preguntar también para qué sirve la filosofía frente a los problemas de guerras, hambre o paro que ahora mismo tenemos.

Para qué sirve «filosofar», para qué sirve la «Filosofía»? La «Filosofía» no es simplemente un agregado a la vida humana. «Filosofar» es algo de lo que no se puede prescindir. No es una cuestión optativa, porque es una dimensión esencial, primordial de lo humano. El ser humano es constitutivamente «filósofo», amante de la «sabiduría». «Filosofar» (la «Filosofía») es una necesidad humana básica. Necesitamos « filosofar» /«Filosofía» para vivir.

Hay una serie de cuestiones que desde siempre han inquietado al ser humano. Ante los interrogantes planteados el ser humano históricamente ha respondido de diversas maneras: a través de mitos, supersticiones y religiones y también a través de la aplicación de la razón y la lógica. La filosofía es la búsqueda de la verdad por parte de aquellos que saben que la verdad nunca se acaba de poseer.

Desde sus orígenes, el ser humano impelido por el anhelo y afán de conocimiento ha cultivado esta actitud. A través de la práctica filosófica ha buscado conseguir respuestas razonadas a las cuestiones que han preocupado al hombre a lo largo de su historia. Desde el comienzo, el hombre ha buscado entender el universo y su propia existencia, movido por el deseo de saber y impulsado por el empeño de comprender la realidad. En el prólogo de su libro Lógica (1800), Kant afirma que las cuatro cuestiones básicas de la filosofía son: 1.- ¿Qué puedo conocer ?, 2.- ¿Qué debo hacer, 3 - ¿Qué puedo esperar? 4.- ¿Qué es el ser humano? (La «Filosofía» en su dimensión teorética). Las preguntas planteadas están dirigidas no sólo a resolver las necesidades vitales y urgentes sino explicar y calmar la admiración, la perplejidad que nos produce lo que nos rodea, a satisfacer la necesidad de comprender, el deseo de saber. A través de estos discursos y razonamientos los humanos intentamos averiguar el sentido de las cosas, (este presunto orden de la realidad que la hace inteligible), atribuyéndoles un lugar, un momento, una trayectoria.

Más allá de la búsqueda de conocimiento o del afán de saber, (filosofía teorética) se ha buscado también cómo vivir bien y cómo convivir en armonía en este universo que nos acoge (filosofía práctica). Etimológicamente «filosofía» está formada por “file” que significa deseo, anhelo, y “sofia” que significa sabiduría. Los griegos relacionaban muy directamente la "sofía” con la "eudaimonia" que es la “felicidad”. Es decir, se trata de perseguir un tipo de sabiduría que nos conduzca a una vida “lograda, una vida feliz”. El fin último de la “filosofía” no sería pues la filosofía en sí (especulación teórica), sino la “sofia” es decir, alcanzar la sabiduría vital que nos conduzca a la felicidad.

La «actitud filosófica», en su dimensión práctica, nos ayuda a examinar nuestra «representaciones», nuestros pensamientos, nuestros juicios, nuestras interpretaciones, la forma en que nos representamos la realidad... La filosofía en su dimensión práctica debe perseguir ante todo la «sabiduría», una sabiduría que nos conduzca a una vida feliz, lograda y plenay para eso debe estar conectada con la vida», con la vida cotidiana y con el conocimiento de nuestro propio ser y debe contribuir a nuestra transformación personal. La verdadera práctica filosófica requiere pues todo un proceso de transformación personal y no se agota con una ejercitación cognitiva de tipo intelectual….

La filosofía nos enseña a conocernos, a descubrir cuál es la naturaleza del ser humano y el fin de su existencia, y lo hace indagando su relación con el resto del universo y descubriendo las leyes de las cuales también forma parte. Desde Grecia, Roma, la India, Tíbet, China, etc., los filósofos nos invitan no solo a conocernos, sino también a dominarnos, a controlar y armonizar las diferentes naturalezas que conviven dentro de nosotros y darles una coherencia. La filosofía enseña con el ejemplo, no con la teoría; es una sabiduría vivencial, es amor a la sabiduría sobre lo humano.

5. Filosofar, reflexionar: una actitud «in-útil» pero necesaria

Para realizarse como «hombre» no es necesario dedicarse a la filosofía, pero es absolutamente indispensable cultivar una cierta «actitud filosófica» ante la realidad, ante los demás y ante uno mismo. En realidad, la «actitud filosófica» consiste en la curiosidad por encontrar sentido a las cosas más allá del sentido común ...

Hay muchas personas que pasan por la vida casi sin reflexionar sobre ella, esclavos de sus condicionantes genéticos y educativos, de sus deseos, de la presión y las normas sociales escritas y no escritas. Estas personas no elaboran un modelo propio más allá de los modelos convencionales dominantes en su entorno social.

La actitud filosófica es intrínseca al hombre. Si "sabemos mirar" comprobaremos que, lejos de ser una improductiva pérdida de tiempo y esfuerzo, filosofar, reflexionar, es la actividad más natural del hombre y necesaria para la vida. El cultivo de esta actividad nos ayuda a incorporar en la personalidad cierta actitud crítica frente a la sociedad, favoreciendo el desarrollo de una verdadera autonomía en nuestro posicionamiento ante la vida y la sociedad; nos permite hacer efectivo de manera más eficiente el ejercicio de nuestra libertad, y nos ayuda a tomar conciencia de nuestra responsabilidad en las consecuencias de nuestras conductas.

En la persona que cultiva la «actitud filosófica» la conciencia se expande continuamente, y con ella el conocimiento de la realidad y la libertad de elegir la propia vida. Este anhelo, ese afán por la comprensión de la vida empuja al ser humano a la búsqueda de lo auténtico, de lo verdadero, en busca de la verdad. La verdad, sin embargo, suele ser parcial. A veces las preguntas son tan complejas que a menudo tienen que quedarse sin respuesta definitiva. La persona que cultiva esta actitud es consciente de que todas las verdades que va consiguiendo son parciales, sujetas siempre a una investigación más profunda.

El sentido de la vida, la verdad, o la felicidad, nunca dejan de buscarse. Son faros que dirigen la vida pero que nunca llegan a alcanzarse. Hablamos de una actitud activa global de la totalidad del ser y no de un conocimiento meramente intelectual y pasivo. «Vivir con filosofía» es dejarse interpelar por las preguntas, no dejarse seducir por las respuestas. La búsqueda nunca concluye.

En los tiempos inciertos donde todo se tambalea y se derrumba la filosofía nos acompaña en la vida y nos ayuda a desarrollar nuestras mejores cualidades de discernimiento, amor y voluntad, para nuestra plena realización personal y la mejora de nuestro mundo circundante. Alejémonos, pues, de uno de los grandes peligros de nuestra época, según el gran filósofo danés, Sören Kierkegaard: estar vivos para el mundo, pero muertos para el espíritu.  

Ver también Cada hombre es un filósofo

VMC


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