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El cuarto poder: control e influencia

  • El control de la información en España.
  • Las presiones políticas, las del poder económico y algunos de los vicios de la profesión periodística.
  • Finalidad: conseguir que los ciudadanos perciban la realidad, valoren y piensen sobre ella según los intereses y los criterios del grupo dominante.
  • Hacia el encauzamiento, la decantación, el sesgo de la información y hacia la uniformización y homogeneización del pensamiento. Y de aquí, hacia la imposición de una visión, una interpretación uniformizada, única, de la realidad que nos lleve, nos induzca, al pensamiento único.
  • Todo ciudadano debería conocer quienes son los que están detrás de las instituciones que controlan la información que recibimos en el momento en que encendemos la televisión, o sintonizamos la radio.
  • Saber de donde viene la información debería interesarnos tanto, como la información en sí, ya que de este modo el receptor de la información podría en muchos casos estimar la intención, o los intereses que puede haber detrás de los datos proporcionados por un determinado medio.

Tres grandes poderes: legislativo, ejecutivo y judicial (teóricamente independientes) y el llamado cuarto poder: los medios de comunicación-la prensa, teóricamente libre, pero enormemente codiciado por el resto de poderes fácticos debido a su potencial influencia en la conformación, modulación y modelación de la opinión pública.  

Los tres poderes clásicos de Montesquieu (ejecutivo, legislativo y judicial); el cuarto poder se atribuye a los medios de comunicación. "Cuarto poder" es la expresión con la cual suele designarse a la prensa, en clara alusión a la importante influencia que tienen los medios de comunicación entre la sociedad y opinión pública y, sobre todo, en muchos gobiernos y sus representantes, colocándolo junto a los tres poderes del Estado: el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial. Muchos críticos consideran que la prensa no se limita a reflejar la opinión pública, sino que puede crear o modular esa misma opinión pública, proporcionando y controlando la casi totalidad de la información con la que esta cuenta en cualquier momento dado. El análisis crítico de la interacción, relaciones e influencias entre los grandes poderes y los medios de comunicación es una cuestión que debería estar mucho más presente en el debate público ante la indefensión del gran público frente a la avalancha de información existente y como mecanismo de información y de defensa del ciudadano corriente, ante el embate de esos grandes medios para “colonizar” y “domesticar” la opinión pública a través de la “opinión publicada y controlada” por ellos.  

Una novedad editorial ha dado pie a un cierto revuelo y debate público sobre la cuestión. La publicación de El director de David JIMENEZ, quien fuera en su día director del diario El Mundo, ha dado pie a comentar críticamente el trasfondo no siempre explícito y conocido por el gran público sobre la trabazón e interacción entre los poderes fácticos y la prensa. La propiedad de los medios, la participación accionarial del poder económico en los mismos y del poder político a través de más o menos explícitas, o a veces sutiles, formas de influencia nos dan algunas claves para entender el entramado entre los mismos. Se trata de ofrecer elementos para entender mejor cómo funciona el sistema, cuáles son sus vicios y cómo de difícil es romper las ataduras con el poder económico y político. A continuación, presentamos un artículo sobre la cuestión y algunos retazos de situación española que ilustran la interacción entre esos poderes y algunos medios de comunicación.

Medios de desinformación masiva

“Lo malo que tiene esta edad de oro de la comunicación es que no hay forma de saber lo que realmente está pasando” dice una viñeta de El Roto. Y José Luis Sampedro, con la lucidez y sabiduría que le caracterizaba lo confirma: “En nuestra sociedad hay libertad de expresión: podemos decir lo que pensamos; pero no hay libertad de pensamiento: nos faltan muchos datos para conocer lo que realmente está pasando y, en consecuencia, nos resulta difícil formarnos un pensamiento propio”.

¿Informacion o manipulación?

Los medios de comunicación crean opinión pública que se manifiesta luego cada vez que elegimos a nuestros gobernantes. Son canales básicos para adquirir los datos que conforman nuestro pensamiento. ¿Quiénes son los que deciden los datos que estos medios de comunicación transmiten- ocultan – interpretan- manipulan? ¿A qué intereses está sirviendo la opinión pública que difunden? Preguntas que conviene hacerse si queremos evaluar la calidad de nuestra democracia y caminar por la vida con la dignidad de ciudadanos.

En este comienzo del s.XXI asistimos a una creciente deriva totalitaria que pretende consolidar la instalación de una dictadura financiera. Y el triunfo de todo sistema totalitario consiste en dominar las conciencias de los sometidos; lo que la pedagogía de Paulo Freire llama “introyectar al opresor”. Conseguir que los ciudadanos perciban la realidad, valoren y piensen sobre ella según los intereses y los criterios del grupo dominante. Y los avances tecnológicos permiten una influencia, incomparablemente mayor que en el pasado, sobre prácticamente todas las conciencias que habitan hoy el planeta, por lo que la difusión global de un “pensamiento único” está prácticamente asegurada.

Algunas noticias preocupantes: El gran salto cualitativo de los últimos años es la supeditación de los periódicos, ahogados por la situación financiera que atraviesan, al poder financiero. El Gobierno y el núcleo duro de las empresas del Ibex siempre han sido anunciantes clave para los grupos privados de comunicación, pero ahora han pasado a ser prácticamente la única publicidad asegurada. De esta manera los grandes holdings de la información están controlados por el sector bancario, multinacionales y constructores (muchos de ellos involucrados en tramas de corrupción).

El ejemplo del periódico “El País” es paradigmático: En una década (2004-2014), ha pasado de unas ventas medias de 469.000 ejemplares a 259.000. La cifra de negocios de la empresa editora pasó de 410 millones de euros a 176 entre 2007 y 2013; con una facturación publicitaria que cayó en el mismo periodo de 217 millones a 78. Esto ha supuesto el cambio del accionariado, ya que muchos de sus acreedores del sector bancario pasaron a ser socios del grupo. En 2015 en su accionariado estaban presentes, entre otros grupos financieros, los siguientes: Daiwa Securities, BNP Paribas, Bank of America, Deutsche Bank, Caixabank, Banco Santander y HSBC, contando con mayoría en su consejo de administración.

Y cuando la información se reduce a mera mercancía y/o propaganda, la labor del periodismo es poco más que ejercer de agencias de publicidad que promocionan la intromisión del capital privado en todas las esferas de nuestra vida. Y los profesionales del periodismo pierden su carácter de informadores. Sólo un 20.7% de los periodistas encuestados por la Asociación de la Prensa de Madrid manifiestan no haber recibido nunca presiones en el ejercicio profesional. Y la precariedad laboral funciona como una mordaza para la prensa libre. Desde 2008 se han perdido 11.875 empleos.

En cuanto a los nuevos canales de comunicación, recientemente hemos sabido que en Estados Unidos la Comisión Federal de Comunicaciones revoca la neutralidad de la Red y entrega a las operadoras el control de Internet. Podrán discriminar el tráfico de sus redes como les parezca comercial y políticamente oportuno. Las libertades que dieron forma a la red abierta y democrática inicial han sido atacadas. En China y otros regímenes autocráticos los líderes censuran el contenido que amenaza a sus gobiernos. En el “democrático” Occidente se está haciendo de manera diferente: El Estado no tiene que interferir directamente, subcontrata su trabajo sucio a las corporaciones.

Entre nosotros, la ministra de Defensa insiste en lo que denomina “campaña contra las noticias falsas” (“fake news”) e insta a “mejorar la labor conjunta y coordinada de los servicios de inteligencia y reforzar los mecanismos esenciales para la seguridad colectiva y la estabilidad internacional”. Ha calificado las redes sociales e Internet en su conjunto como “un nuevo campo de batalla. ¿Serán los estamentos militares los que, en adelante, dispongan del monopolio de la verdad?, ¿los que definan cuándo una noticia es falsa o verdadera y cómo afecta a la seguridad nacional?

En este sentido, hemos sabido que “el nuevo algoritmo de Google limita el acceso a portales de izquierda”. Aun utilizando términos de búsqueda como “socialista” y “socialismo”, resulta cada vez más difícil localizar, por ejemplo, el World Socialist Web Site. En los tres meses desde que Google, el monopolio de Internet, anunciara planes para impedir que los usuarios accedieran a “noticias falsas”, ha caído significativamente el posicionamiento global de tráfico de un amplio abanico de organizaciones izquierdistas, progresistas, contrarias a la guerra y a favor de los derechos democráticos” ( AVN, kaosenlared, 5-8-2017).

¿Qué podemos hacer? Para conformar un pensamiento realmente libre necesitamos una actitud lúcida y herramientas mediáticas adecuadas. Hemos de investigar sobre los accionistas de los grandes medios para saber quién está detrás de la información que nos suministran, a qué intereses están sirviendo. No aceptar acríticamente lo que nos dicen, sino saber quién lo dice y por qué. Es evidente que la lectura de la realidad depende del lugar socio-económico desde el que se hace. Necesitamos además echar mano de medios de comunicación alternativos, que nos proporcionen información crítica, complementaria. No abundan, pero, a pesar de todo, en nuestro país todavía hay experiencias de medios de comunicación financiados de otra manera, con otros criterios.

La cultura de una democracia digna de tal nombre sólo florecerá si nos constituimos en sujetos participativos, con opinión propia. Si no pasamos a actuar como sujetos responsables y libres no podremos interactuar democráticamente, ya que no viviremos desde nosotros mismos sino a partir de las pautas emanadas del poder, sea económico o político. Para ello es necesario leer la realidad, como recordaba Ellacuría, “ desde abajo”, desde “el espesor de la realidad”, desde la perspectiva de los “despojados de nuestras sociedades”. Es desde ahí desde donde se puede hacer un buen diagnóstico de todo el cuerpo social y echar las bases de un proyecto cristiano. Pensar y proyectar desde los hechos concretos, desde la manera cómo afectan a las personas concretas los grandes acontecimientos y decisiones económicas, políticas.

Fuente: http://www.redescristianas.net/medios-de-desinformacion-masiva/

Situación en España

Interesante es saber quién controla los más poderosos medios de comunicación en España, como Grupo Prisa, Grupo Planeta, Mediaset, Vocento, etc... En España, los grandes holdings de la información en la mayoría de los casos están controlados por el sector bancario, multinacionales y constructores, aristócratas, la conferencia episcopal, Opus Dei... (ampliar imagen adjunta)

Una novedad editorial ha dado pie a un cierto debate público sobre la cuestión: la publicación de El director de David JIMENEZ. Veamos algunos comentarios aparecidos en la prensa a raíz de dicha publicación. El libro hace refrencia a la etapa de un año en que el autor fue director del diario El Mundo, que describe como “uno de los mayores centros de influencia del país, cortejado por reyes y jueces, ministros y celebridades, escritores y cantantes, caciques y conseguidores”. Supone una clara denuncia del establishment político y económico español en relación a sus alargados tentáculos para dominar e influir en los grandes medios de comunicación y por medio de ellos condicionar / manipular la opinión pública a través de la opinión publicada.

Los dueños de
la información
en España
(2012)
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Los dueños de la información (2012)

El gran fracaso de la prensa, el cuarto poder pretendidamente crítico con la actuación del resto de poderes, ha consistido en convertirse en parte interesada del mismo sistema que debía vigilar. Se ha normalizado lo que no es normal. Todos los gobiernos presionan y tratan de influir en los medios. Las empresas quieren buenas coberturas. En el libro se desvelan bastantes de las interioridades, de los perversos planes de directivos, políticos y empresarios en relación al tratamiento informativo que practican esos medios. Cierta prensa y determinados medios de comunicación (determinados directores y periodistas) tienden a recordar y convertirse, aunque no sea explícitamente, en prensa al servicio de determinados intereses y círculos de influencia, en prensa “orgánica”, en parte del sistema que debía vigilar. Hay indicios evidentes como se ha denunciado y puesto de manifiesto por medios no tan adeptos a los aledaños del poder (cloacas del Estado, policía patriótica, tratamiento informativo por parte de los medios españolista contra el referéndum de autodeterminación y el movimiento soberanista catalán…) de acuerdos inconfesables entre la prensa, las empresas del Ibex 35 y el poder político. Se airean cuestiones escabrosas relativas a un inconfesable triángulo de amor entre prensa, poder y capital. Algunos de los episodios detallados así nos lo muestran. Veamos alguno: En su primer encuentro con un David Jiménez recién nombrado director de El Mundo, el entonces ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, le hizo una pregunta y le lanzó un aviso. Aquella fue “¿podemos contar con vosotros?”, mientras este alertaba de que España se enfrentaba a enemigos peligrosos. El político cerró el diálogo con una sentencia: “No son tiempos para la neutralidad”. Era 2015 y faltaban pocos meses para las elecciones generales del 20 de diciembre. El Partido Popular quería amarrar la victoria y revalidar a su candidato, Mariano Rajoy, como inquilino de La Moncloa, pero los continuos escándalos por casos de corrupción y los sondeos favorables a Podemos eran obstáculos serios. Había que combatir la indecisión del electorado mandando un mensaje claro. “La Razón y ABC no nos preocupan. Ya sabemos que están con nosotros y dirán que todo lo hacemos estupendamente. Pero vosotros podéis decidir las elecciones, ahí están los indecisos, en El Mundo”, aseguró el ministro al director del diario. La alusión a la no neutralidad de estos tiempos es algo que Jiménez volvió a escuchar en boca de otros ministros en varias ocasiones. Una trama que, desde el ministerio encabezado por Fernández Díaz, proveía de información falsa sobre los partidos de la oposición, particularmente Podemos, que era filtrada por policías a medios que no hacían ascos a su publicación y le concedían trato preferencial en sus portadas.

Lo que cuenta es tremendo y afecta a terminales muy sensibles. Nada novedoso, a qué negarlo, para quien haya trabajado algún tiempo en la redacción de cualquiera de las principales cabeceras de prensa, pero sí muy impactante para el resto, que en sus páginas puede confirmar intuiciones nunca hasta ahora presentadas en público como certezas por alguien que ha ostentado la mayor responsabilidad en una de las grandes fábricas de realidad —de sus marcos, de lo que se puede o no hablar y desde donde— en este país.

Lo que relata Jiménez resulta obsceno, por impúdico y por ser lo que permanece alejado del proscenio, oculto a la vista del espectador: la injerencia descarada y sin filtro de grandes empresarios y políticos en el trabajo cotidiano de un director de periódico. Las líneas editoriales y la información publicada como resultado de un intercambio de favores en las alturas y también de un juego de la silla en el que —ay— siempre gana el más poderoso. Quien paga manda, y quien manda quiere mandar más.

El autor denuncia la existencia de una serie de pactos tácitos, no escritos, entre los grupos de comunicación y las grandes empresas por los que ambas partes ganan y el lector pierde. Una suerte de fondo de reptiles de carácter privado. A cambio de una vía de financiación extra que pudiera ser el flotador al que agarrarse para cuadrar el balance de cuentas anual, las grandes corporaciones se garantizan el silencio de los medios sobre sus malas prácticas, sus desmanes o aquellas cuestiones que pueden empañar la imagen de sus cargos directivos.

Jiménez asegura que algunos bancos, al igual que otras compañías que cotizan en el Ibex 35, disponen de partidas dedicadas a “comprar favores periodísticos, ayudar a crear diarios de periodistas afines y premiar a los líderes mediáticos que ayudan a mejorar la imagen de su presidente”. Jiménez vende como algo extraordinario lo que es común a cualquier director de periódico o publicación: las presiones aparejadas a un cargo con esa responsabilidad y sueldo. En la Avenida de San Luis existe el convencimiento de que se le nombró director porque, por un lado, la empresa creía que podría modernizar el periódico y, por otro, porque Fernández-Galiano le consideraba fácilmente manipulable: una persona sin contactos en los círculos de poder, que le iba a dejar hacer y deshacer a nivel político. En opinión de un redactor bregado en varias secciones del periódico, el diagnóstico que Jiménez hace en el libro es completamente acertado —los medios grandes son meriendas de poder en las que la información importa poco si no mueve palancas de poder, olvidándose del lector.

Existe un ecosistema formado por grandes directivos de empresas de comunicación y políticos en el que los medios son palancas del poder. La relación entre los medios y el poder está contaminada y no será fácil revertirla. La salud democrática se resiente, porque uno de los vigilantes del sistema no hace su trabajo. El gran fracaso de la prensa fue convertirse en parte del sistema que debía vigilar. El problema es que de los directores de la prensa tradicional se espera que sean algo más: “ministroperiodistas”. Es casi un cargo político e institucional. La independencia de un medio solo es posible si depende de sus lectores.

Los Acuerdos. ¿qué son los acuerdos ¿A qué obligan esos acuerdos? Son los pactos con los que el Ibex riega de dinero a los medios tradicionales, ofreciendo en publicidad y patrocinios más dinero del que les corresponde por audiencia. Pero esas empresas no son ONG, a cambio de esos favores esperan un trato amable y protección para sus directivos. Y en sentido contrario, ¿a qué condenan a los medios que no quieren pasar por ahí?  Si no participas, tus posibilidades de subsistir son escasas. Sin apenas modelos de suscripción, la prensa depende de una publicidad institucional y privada que se utiliza para premiar a los amigos y ahogar a los incómodos. Digamos que el terreno de juego está viciado en favor de quienes aceptan ese trato no escrito por el que determinadas empresas, instituciones o Gobiernos, a nivel local, regional o estatal, utilizan sus recursos para condicionar los contenidos. Hay periodistas despedidos por órdenes que llegan desde despachos, el dinero de todos utilizado para castigar a los independientes, medios digitales que chantajean a empresas para que paguen dinero a cambio de no hablar mal de ellas, informadores al servicio de las Cloacas del Estado... Nada de eso es normal y no ocurre en la mayoría de las democracias.

En todo esto lo realmente importante es diferenciar entre el error y la manipulación. No es lo mismo equivocarte en la búsqueda de la verdad que buscar deliberadamente la mentira. Lo segundo, desgraciadamente, se impone en un sector de la prensa. Por suerte, todavía hay medios y profesionales que no están dispuestos a venderse al mejor postor, medios públicos y privados independientes que continúan manteniendo como principio el rigor y la búsqueda de la verdad.

Fuente: retazos de prensa española


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