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Relaciones humanas: construcción, deterioro y reparación

La importancia de unas buenas relaciones cercanas significativas.

Las relaciones sociales y las conexiones humanas de calidad son clave para una vida satisfactoria.

La felicidad es el resultado del auténtico encuentro con otros seres humanos... El elemento más importante para la felicidad es la conexión humana… (Mario Alonso PUIG, médico, conferenciante, ensayista)

Cuando hay un diálogo verdadero, ambos lados están dispuestos a cambiar... Una escucha verdadera del otro implica estar dispuesto a cambiar el propio punto de vista.

Son muchas las personas que anhelan tener una relación que las haga felices. Un buen encuentro personal nos transforma. Salimos de él de manera distinta a como entramos. Nos sentimos gratificados. «Toda vida auténtica es encuentro» (M. Buber). La falta de unas auténticas relaciones personales es un déficit grave de nuestro tiempo. Para ello primero hay que construir: para “construir” algo en primer algo se necesita “voluntad”, intención, propósito de construir, voluntad de edificar… después disponer de los materiales o ingredientes necesarios… posteriormente, ponerse “manos a la obra”. Sin embargo, roces, encontronazos, crisis, desencuentros, rupturas o simplemente el paso del tiempo, pueden deteriorar una relación, pero todo "deterioro" abre la puerta a una posible "reparación", reconstrucción. A las personas nos gusta sentirnos escuchadas, atendidas, comprendidas y que se nos considere seres especiales e importantes. La satisfacción personal por la calidad de las relaciones depende de su “cercanía emocional”, más que del gran número de ellas. Aunque sean pocas las amistades, si son especialmente significativas en su vinculación emocional, es mucho más importante que la cantidad de ellas. Las relaciones personales son la principal fuente de bienestar y felicidad, debido a que gracias a ellas cubrimos necesidades humanas relacionadas con nuestro bienestar fisiológico y psicológico. Tener relaciones auténticas y significativas, nos ayudará a sentirnos más felices. Es muy importante también ser uno mismo y aceptar nuestras propias características, dando valor así a como somos realmente. La sinceridad en las relaciones, su autenticidad, el interés mutuo y la comprensión, unida al respeto, son las claves de la buena relación amistosa y también saber escuchar con atención e interés: cuando muestras una actitud sincera y espontánea de escucha atenta la otra persona se siente acogida, especial e importante para ti.

Todas las personas queremos disfrutar de unas buenas relaciones, pero tenemos distintas expectativas de cómo deseamos que sea nuestra relación, al depender de diversas variables como la relación que tenían nuestros padres, nuestras necesidades afectivas, nuestras propias convicciones sobre las relaciones amorosas, experiencias afectivas personales, etc. Nuestra distinta y personalísima concepción del amor es el resultado de nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos afectivamente por lo que dependerá de las ideas que nos hayamos ido forjando, voluntaria o involuntariamente, sobre el amor, los sentimientos positivos o negativos que hayamos vivido y nuestras propias vivencias más o menos gratificantes de la afectividad interpersonal. En cualquier caso, es fundamental que seamos flexibles, adaptándonos mutuamente con nuestra pareja, siendo respetuosos y generosos al amar, compartiendo de manera positiva y altruista, disfrutando de manera libre y placentera nuestra relación afectiva. A continuación presentamos de forma sintética algunas ideas al respecto, algunas de ellas de la mano de Fernando Gálligo Estévez en su interesante y orientativa obra MEJORANDO MIS RELACIONES PERSONALES: Amistades, Familia y Pareja

La personalidad, resultado de nuestras interacciones vitales

 Dimensiones para el bienestarDesde que nacemos interaccionamos, no sólo con nuestro entorno físico sino especialmente con muchas otras personas, sobre todo en los primeros años de vida en los que somos poco conscientes de ello y muy dependientes de nuestra madre y también de nuestro padre. A medida que vamos viviendo empezamos a relacionarnos con un círculo creciente de personas, familiares, compañeros de clase, de trabajo, etc. De esta manera va forjándose nuestra personalidad como resultado del continuo flujo de relaciones interpersonales y sociales, de modo que según sean satisfactorias o desagradables van a ir modelando nuestra actitud vital. La calidad de esas en la familia, los centros educativos, las amistades, los grupos sociales, el trabajo, los lugares de ocio, las relaciones afectivas, etc. propiciarán personalidades felices y estables emocionalmente o infelices y problemáticas.

Para un desarrollo sano desde niños necesitamos sentirnos aceptados, amados y estimados, ya que la vinculación emocional constituye una de las necesidades humanas básicas. La base de la personalidad se forja en estos primeros años y por ello es muy importante procurar que sean lo más sanos posibles. En la medida que durante la infancia se consiga este sentirse aceptados por los padres y otros adultos, se propiciará la estabilidad emocional básica necesaria para un crecimiento saludable de la personalidad. Cuando no se produce esa aceptación y tampoco se ama suficientemente al bebé, se producen trastornos emocionales que pueden perdurar a lo largo de la vida adulta en forma de dificultades para amar, conductas agresivas por reacción a las frustraciones personales, dificultades para establecer vínculos afectivos sanos y comportamientos anómalos diversos…Una personalidad adulta madura y equilibrada implica el equilibrio entre algunas dimensiones básicas: la salud física, unas buenas relaciones sociales, equilibrio mental, sentido de la vida y cultivo de la interioridad.

La importancia de mantener buenas relaciones cercanas significativas

La satisfacción personal por la calidad de las relaciones depende de su “cercanía emocional”, más que del gran número de ellas. Aunque sean pocas las amistades, si son especialmente significativas en su vinculación emocional, es mucho más importante que la cantidad de ellas. La sinceridad de las relaciones, su autenticidad, el interés mutuo y la comprensión, unida al respeto, son las claves de la buena relación amistosa y, especialmente, debemos mantener contactos con frecuencia. Según el trato y la educación recibidas desde la infancia vamos a ir adquiriendo una identidad, concepto y autovaloración distintas, que formarán nuestra autoestima y asertividad personales, produciendo diferentes habilidades sociales. Así, desde pequeños incorporamos ideas, creencias, valores, según nuestra propia forma de percibir, pensar y reaccionar con los demás y el entorno más cercano. Enumeremos algunos rasgos que fomentan unas buenas relaciones interpersonales.

Interés sincero. Es muy diferente tener curiosidad que sentir auténtico interés personal, ya que la curiosidad se sacia tras conocer lo que se desea mientras que el interés sincero es una actitud espontánea y permanente por la otra persona. Mostramos genuino interés cuando nos preocupamos por cómo se siente, tratamos de comprender su situación empatizando, le exteriorizamos nuestra alegría o pesar por lo que le sucede y sentimos que le importamos de manera habitual.

El respeto al otro. Es muy importante fomentar, especialmente desde la niñez, el respeto a la otra persona y una relación de aceptación y amor que proporcionen estabilidad emocional y seguridad afectiva. Para una relación resulte saludable la relación debe ser de respeto, tratando a la otra persona de forma positiva, apreciando y sintiendo su valor, procurando darle el mismo trato que deseamos nos den a nosotros, evitando manipular y utilizar al otro en beneficio propio. En la verdadera amistad debe darse un exquisito respeto personal por mucha y antigua que sea la relación, debiendo ser flexibles con nuestras opiniones, respetuosos con nuestras decisiones y comprensivos con nuestras acciones. La regla de oro de las relaciones humanas es la reciprocidad en el buen trato con las demás.

Si tratamos de manera positiva a las personas, apreciándolas y manifestando nuestro reconocimiento de sus valores positivos, mejoraremos nuestras relaciones interpersonales además de ayudarles en su desarrollo personal, ya que estaremos satisfaciendo las necesidades básicas de sentirnos aceptados, apreciados y vinculados emocionalmente. Si aceptamos, respetamos y simpatizamos con la otra persona, seremos capaces de comprenderla mejor, facilitando acercarnos a su modo de sentir, pensar y actuar, acomodándonos a su modo de ver el mundo desde su perspectiva.

El respeto a la singularidad de cada uno. Respetar sanamente las diferencias individuales. Desde la base biológica común de la especie humana se producen multitud de diferencias entre las personas, ya que cada ser es único e irrepetible, lo cual hace que cada persona tenga su propio modo personalísimo de percibir, sentir y reaccionar en la vida. Acomodarnos y saber respetar esas diferencias posibilitará el fomentar su libre y sano desarrollo, además de enriquecernos en la interacción humana. A nivel individual y social respetar las diferencias humanas es básico para la convivencia armoniosa y la salud mental comunitaria.

Saber escuchar con atención e interés. Cuando muestras una actitud sincera y espontánea de escucha atenta la otra personase siente acogida, especial e importante para ti, lo cual hace que aumente la reciprocidad en la relación, incrementando y mejorando la comunicación. A las personas nos gusta sentirnos escuchadas, atendidas, comprendidas y que se nos considere seres especiales e importantes. Cuando hay un diálogo verdadero, ambos lados están dispuestos a cambiar... Una ecucha verdadera del otro implica estar dispuesto a cambiar el propio punto de vista.

Lealtad permanente. Sentimos que nos son leales cuando la confianza es continua y saben guardarnos las confidencias y secretos que les confiamos. Percibimos que el vínculo de la amistad recíproca verdadera refuerza la confianza frente a amenazas externas como la agresión verbal, chantaje emocional, manipulación u otras.

Honestidad personal. Cuando existe verdadera amistad hay libertad para expresar las opiniones personales, aunque difieran de las nuestras o puedan ser desfavorables, “nos dicen verdades, a veces, que nos cuestionan”. La expresión es sincera y con ánimo constructivo, para mejorar, aunque a veces “nos duela” escuchar lo que se nos dice.

Solidaridad altruista. ¿Sentimos que la otra persona sería capaz de aplazar algo personal o quedarse sin algo por ayudarnos?, ¿se muestra disponible cuando le decimos que le necesitamos?, ¿deja su descanso o disfrute para acudir a atendernos cuando tenemos problemas?, etc. Si percibimos que nuestra presunta amistad pone excusas, alega problemas, se niega o dilata su compromiso en ayudarnos sentiremos que su amistad es interesada y que no está dispuesto a ayudarnos verdaderamente.

Diferencias en las relaciones de pareja. Todas las personas queremos disfrutar de unas buenas relaciones de pareja, pero tenemos distintas expectativas de cómo deseamos que sea nuestra relación amorosa, al depender de diversos variables como la relación que tenían nuestros padres, nuestras necesidades afectivas, nuestras propias convicciones sobre las relaciones amorosas, experiencias afectivas personales, etc. Por lo tanto, nuestra distinta y personalísima concepción del amor es el resultado de nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos afectivamente por lo que dependerá de las ideas que nos hayamos ido forjando, voluntaria o involuntariamente, sobre el amor, los sentimientos positivos o negativos que hayamos vivido y nuestras propias vivencias más o menos gratificantes de la afectividad interpersonal. En cualquier caso, es fundamental que seamos flexibles, adaptándonos mutuamente con nuestra pareja, siendo respetuosos y generosos al amar, compartiendo de manera positiva y altruista, disfrutando de manera libre y placentera nuestra relación afectiva.

Principales enemigos de la pareja. El principal enemigo es la falta de respeto. Al igual que en cualquier relación interpersonal, la falta de respeto es el peor enemigo de la buena armonía en la pareja; pero en lo que no suelen ponerse de acuerdo muchas personas es en qué consiste el respeto en la pareja.  Es fundamental aceptar a la otra parte, tal como es, aunque haya aspectos que no nos agraden. Una idea equivocada es pretender que nos adivinen lo que deseamos sin haber hablado de ello, también exigir que nos cuente todo, renunciando a su propia intimidad o parte privada.

Saber indicar y corregir errores y fallos sin dañar. En ocasiones puede ser necesario advertir de errores ajenos para poder corregir y mejorar la realización de determinada conducta, pero siempre debemos saberlo hacer respetando la autoestima y dignidad personal sin dañar sus sentimientos. Para ello es necesario que sepamos distinguir entre la persona y su conducta, por lo que no debemos valorar a la persona sino su conducta concreta que deseamos mejorar, de manera que pueda aceptarlo sin problema al no sentirse cuestionada como persona globalmente, sino que vea que nuestra motivación es sólo ayudarle a optimizar su realización en sucesivas actuaciones.

Así que deberemos centrarnos en la conducta que deseamos mejorar, pidiendo primero que nos explique su punto de vista para que se sienta escuchada y tenida en cuenta, luego comentaremos de manera tranquila las consecuencias de la conducta errónea, las ventajas de realizarla mejor y explicarle cómo hacerlo, de manera que al hacerlo de manera serena y educativa, será mucho mejor aceptado y reforzará los vínculos personales o grupales, mejorándolos.

Deterioro de las relaciones y reparación

Sin embargo, muchas personas de muy diferentes edades se encuentran en relaciones problemáticas de pareja donde hay chantajes afectivos, dependencia emocional, frustraciones amorosas, sentimientos de incomprensión y soledad, conflictos frecuentes y en ocasiones incluso malos tratos psicológicos o también físicos. Estamos en una relación insana cuando nuestra pareja no nos respeta y acepta tal como somos, pretende cambiarnos a su gusto, exige u obliga que seamos a su manera, nos chantajea o manipula…

En una relación la comunicación es fundamental. Cualquier comunicación o ausencia de respuesta en esa comunicación influye recíprocamente a las partes, lo cual hace que de alguna manera siga determinando, más o menos parcialmente, las reacciones de ambas partes intervinientes en la relación. En una comunicación no sincera las relaciones seguirán siendo lo que siempre han sido: comunicaciones defectuosas. Solamente será posible una auténtica relación cuando las dos partes consigan sincerarse recíprocamente admitiendo los sentimientos, viviéndolos y comunicándoselos sinceramente, sin miedo. Es bonito cuando esto sucede, pero ocurre pocas veces, porque el miedo de ambas partes a la pérdida de las apariencias y de la máscara con las que ya están familiarizadas impiden el intercambio sincero... con veracidad y autenticidad...

Mantener una buena relación no siempre es fácil. A veces cometemos errores, incluso inconscientemente, que deterioran las relaciones interpersonales, e incluso pueden herir a los otros. Todos podemos causar daños a las personas que queremos en algún momento, decir algo que pueda herir al/la otro/a, ignorar sus necesidades, no tenerlo/a en cuenta, no escuchar o no cumplir una norma de la relación como ser infiel, mentir, manipular, etc. Desde luego hay diferentes grados en que se puede dañar a alguien, y de acuerdo a dicho daño la relación puede verse más o menos afectada. En muchas ocasiones se puede hacer algo para enmendar el error. Con buena voluntad las relaciones se pueden reparar. Al igual que pasa con los objetos rotos, en las relaciones también tenemos la posibilidad de restaurar y fortalecer así el vínculo. Existe la posibilidad de reparar ese daño en alguna medida. Es posible aliviar, apaciguar el dolor o el sufrimiento causado a través de la reparación. Cuando una persona sabe que ha hecho daño a un ser amado, puede sentir la necesidad de remediar el error cometido, o reparar el estropicio provocado. La voluntad de reparación surge como reacción a sentimientos de angustia y culpa. Por precaución será prudente pedir disculpas por el posible daño causado, incluso a veces inconscientemente, al otro. El proceso de reparación no necesariamente implica que se recibirá el perdón de la otra parte, más allá del resultado, el proceso en sí mimo supone tener consciencia de los propios aspectos destructivos, e iniciar un trabajo para modificarlos. Dicha labor permite continuar la vida con la confianza de conservar la capacidad de amar y poder construir buenas relaciones con los otros. El proceso de reparación puede resultar beneficioso para ambas partes, puede posibilitar la sanación personal y del vínculo, y la reconstrucción y el fortalecimiento de la relación.

Cuando somos pequeños, una de las primeras cosas que nos enseñan nuestros padres es a pedir perdón cuando nos equivocamos, es una regla de educación básica que implica una muestra de respeto hacia la otra persona. Esto se debe, en parte, a que comenzamos a percibir el acto de pedir perdón como un signo de debilidad, asumimos que disculparse es sinónimo de derrota y fracaso. Sin embargo, pedir perdón no nos convierte en personas vulnerables ni significa que hemos fracasado, al contrario, saca a relucir nuestra mejor faceta y tiene un impacto muy positivo sobre los demás. De hecho, pedir perdón es un acto admirable que refleja nuestra capacidad para reconocer los errores y muestra la voluntad de mejorar o reparar el daño causado. Además, disculparse también se convierte en una oportunidad para expresar cuán comprometidos estamos con la otra persona y cuánto significa para nosotros. Pidiendo perdón reconocemos que nos hemos equivocado y aceptamos que somos frágiles y vulnerables. A través de ese acto también crecemos como personas y nos liberamos del peso que llevábamos encima.

Saber perdonar es una actitud, una decisión que nos permite crecer porque en vez de albergar ira y rencor, elegimos aceptar el pasado y seguir adelante. Martin Luther King afirmó que “el que es incapaz de perdonar, es incapaz de amar”. De hecho, el perdón es uno de los actos más admirables del ser humano porque implica que, a pesar de los daños que podamos haber sufrido, hemos sabido dejar atrás el pasado y podemos mirar al futuro asumiendo una nueva perspectiva. Quizás no somos responsables de lo que nos ha sucedido, pero sí de cómo nos sentimos al respecto. Debemos darnos cuenta de que tenemos el poder para trasformar las experiencias negativas en una oportunidad para aprender y crecer como personas, para ser más resilientes. No se perdona con las palabras, sino sobre todo con el corazón.  (R. Linares: Cómo pedir perdón y saber perdonar)

Fuente: Fernando Gálligo Estévez: MEJORANDO MIS RELACIONES PERSONALES. Amistades, Familia y Pareja

Ver también la sección: LES RELACIONS HUMANES


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