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El apego infantil: un vínculo irrenunciable

A pesar de encontrarnos en el siglo de la información, hay cosas básicas e importantes que son todavía desconocidas para muchos.

Importancia del apego en los primeros años de vida.

  • El vínculo materno, un vínculo antropológicamente irrenunciable
  • La mirada de una madre y la función maternal: “soy mirado, luego existo”
  • ¿Cómo influye la mirada entre madre e hijo para desarrollar un vínculo de apego?
  • La relación que se establece entre un bebé o un niño de menos de dos años y su principal cuidador es clave para su desarrollo físico, emocional e intelectual. Estos niños más pequeños necesitan sentirse seguros, protegidos y cuidados por sus adultos de referencia. Una madre, padre o cuidador que es poco receptivo o indiferente puede alimentar la aparición de dificultades sociales, emocionales o de comportamiento, que pueden afectar al desarrollo físico y emocional del pequeño.

La cultura moderna exalta el valor de la salud física y mental, y dedica toda clase de esfuerzos para prevenir y combatir las enfermedades. Pero, al mismo tiempo, estamos construyendo entre todos una sociedad donde no es fácil vivir de modo sano. Por otra parte, venimos fomentando un estilo de vida donde la falta de sentido, la carencia de valores, un cierto tipo de consumismo, la trivialización del sexo, la incomunicación y tantas otras frustraciones impiden a las personas crecer de manera sana.

Ya S. Freud, en su obra El malestar en la cultura, consideró la posibilidad de que una sociedad esté enferma en su conjunto y pueda padecer neurosis colectivas de las que tal vez pocos individuos sean conscientes. Puede incluso suceder que dentro de una sociedad enferma se considere precisamente enfermos a aquellos que están más sanos. A. Pagola

En la tarea de contribuir a una mejora en el desempeño de la función parental, continuamos ofreciendo elementos de conocimiento y de reflexión que nos ayuden a profundizar en ello. Cara a construir una sociedad sana la adecuada crianza de los hijos es una pieza esencial. Las bases para una sociedad sana se empiezan a establecer a través de una buena crianza de los hijos. El vínculo materno, un vínculo antropológicamente irrenunciable. Importancia del apego en los primeros años de vida. El apego es una vinculación afectiva intensa, duradera de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas, por medio de su interacción recíproca y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad.

Ha sido interés general de toda civilización y toda cultura humana engendrar hijos que contribuyan a la supervivencia y continuidad del grupo, pero nuestros padres también se han desvelado por mejorar la calidad de vida de sus hijos y de las nuevas generaciones. En la Grecia clásica, por ejemplo, se solía fomentar la actividad física de las mujeres con el objetivo de preparar las futuras madres para tener hijos sanos y robustos, con el objetivo de convertirlas en madres vigorosas capaces de engendrar hijos robustos. El principal objetivo del matrimonio era engendrar y tener hijos y prepararlos adecuadamente para contribuir cada uno desde su posición social a la vida de la polis. Hoy como ayer nuestra sociedad debería también velar por ofrecer a todos los conocimientos necesarios y los medios adecuados para engendrar y educar adecuadamente a los hijos, a fin de asegurarles el mejor desarrollo bio-psico-emocional posible en la perspectiva de contribuir a la creación de una sociedad humanamente sana y la más apropiada calidad de vida en el seno del respectivo entorno socio-económico y cultural a cada uno de sus miembros. Unos hijos criados saludablemente podrán construir una sociedad humanamente mucho más sana. Una crianza emocionalmente saludable de los hijos, será un buen antídoto para superar cierto malestar de nuestra civilización.

Como padres conviene conocer algunos extremos en relación con la gestación y crianza de nuestros hijos.
Ya en el vientre materno establecemos un fuerte, intenso, poderoso vínculo bio-psico-emocional con nuestra madre (ver aquí). Al nacer, al abandonar el útero materno, nuestro entorno de confort durante el período de gestación, accedemos a un nuevo mundo, un nuevo entorno con unas condiciones a las que no estamos habituados, al que no estamos acostumbrados y al que tenemos que aprender a adaptarnos. Nacemos necesitados, débiles y vulnerables. Nos sentimos solos, desamparados y buscamos protección y seguridad.

Tras el nacimiento la continuidad del vínculo afectivo establecido con nuestro ser gestante es fundamental. El apego materno es aquel que se genera luego del parto y que permite garantizar un desarrollo emocional adecuado del niño. El apego es fundamental para sobrevivir física y emocionalmente. La comunicación entre un bebé y su figura de apego es esencialmente emocional. El apego es una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos individuos, por medio de sus interacciones recíprocas, y cuyo objetivo inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad especialmente en momentos de amenaza, ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección. Desde el punto de vista emocional, el apego surge cuando se está seguro de que la otra persona estará ahí incondicionalmente, lo que facilita que aparezcan la empatía, la comunicación emocional y hasta el amor entre estas personas.

El vínculo de apego suele aparecer en torno al año y suele darse entre un niño o niña y sus progenitores/cuidadores. Ese vínculo emocional temprano, el apego infantil, es el vínculo afectivo que se va generando entre madre (y/o padre) y el recién nacido, durante el primer o los dos primeros años de vida. En primer lugar, este vínculo garantiza la supervivencia del bebé, pero el apego infantil va mucho más allá. La importancia del apego radica en cuánto amor recibe el bebé durante sus primeros dos años de vida, tiempo en que se desarrolla su seguridad emocional. Su quiebra o deterioro puede acarrear consecuencias nefastas para un sano desarrollo psico-emocional del neonato.

El apego es un vínculo afectivo que se extiende en el tiempo y tiene dos funciones básicas: una función biológica, que es obtener protección para asegurar la supervivencia, y la otra de carácter más psicológico, la de adquirir seguridad. La cercanía con la otra persona brinda resguardo y seguridad: por eso un individuo, cuando se siente amenazado o angustiado, tiende a buscar al sujeto por el cual tiene apego. En los seres humanos el vínculo de apego tarda unos meses en aparecer, ya que conlleva una compleja mezcla de conductas entre la madre y su hijo y adquiere una gran variedad de formas. Momento especial en el que se establece ese vínculo es a través de la lactancia, la mirada, etc. Por su interés formativo presentamos sucintamente todo ello a través del siguiente texto.

La mirada de una madre y la función maternal: “soy mirado, luego existo”
¿Cómo influye la mirada entre madre e hijo para desarrollar un vínculo de apego?

Marianela Esquivel

La importancia de la función materna en los primeros momentos en los que nacemos es algo esencial. Para entender su importante en nuestras vidas, merece la pena examinar lo que ocurre durante la etapa en la que esta juega un papel importante en la protección, educación y proporción de afecto a los más pequeños.

¿Qué es la función materna?La función materna es el deseo de la madre de brindar a su bebé alimento físico y atención emocional. No solo es necesario realizar los cuidados relacionados con el bienestar físico (comida, abrigo, aseo, limpieza, descanso…) sino que también incluye los estímulos afectivos benignos o positivos. Los niños que son desprovistos de estos estímulos afectivos fallecen con frecuencia bajo la afección llamada hospitalismo. Los estímulos afectivos positivos. Los estímulos afectivos benignos o positivos nacen del deseo innato de la madre de amar a esa nueva criatura. Tienen que ver con el tono de voz dulce y suave, las sonrisas, caricias y abrazos, y la mirada constante a los ojos del otro.

Muchas veces las madres que contemplan a sus hijos “se pierden en la mirada de su ser amado, y su ser amado se encuentra en la mirada de su madre”. Es importante mencionar que por razones biológicas las madres suelen tenerlo más fácil a la hora de lograr una mayor vinculación emocional con sus hijos. Por ende, cumplen con la función materna de forma más espontánea. No obstante, la función materna puede ser asumida por cualquier persona que tenga la disposición y competencias afectivas necesarias para demostrar afecto.

La necesidad de contacto afectivo

Un bebé es ese ser humano que depende en todo de los cuidados de los otros. Es una criatura con tendencias innatas al crecimiento y al desarrollo, pero en esta etapa de la vida es el vínculo establecido con esa figura materna, el que le permitirá continuar con su propio desarrollo. Al principio la función materna se circunscribe a brindarle amparo, sostén, protección, resguardarlo de peligros y cubrir sus necesidades fisiológicas, así como emocionales. Es un proceso que las madres aprenden a gestionar mientras amamantan a sus hijos; de ahí la importancia de comprender la importancia de la lactancia.

El valor de la lactancia materna. Cuando las madres amamantan a sus hijos inician un vínculo cálido (madre-hijo) sostenido por las miradas, caricias, gestos, tono de voz, los cuidados… En este vínculo se genera una especie de complicidad entre ambos; de esa manera la madre aprende a conocer las necesidades de su pequeño en las mínimas llamadas de atención que este realice. Es decir, fácilmente logra distinguir un llanto de hambre a un llanto por sueño, así como saber con una simple mirada de su hijo si está enfermo.

Es una condición psicológica especial que desarrollan las madres durante las semanas posteriores al nacimiento. Emocionalmente, su bebé todavía es parte de ella, y por ende, ella muestra una gran sensibilidad ante lo que expresa el bebé. Los bebés por su parte aprenden a reconocer el rostro de su madre especialmente durante los momentos más placenteros que experimentan al inicio de sus vidas: la lactancia. Alimentarse y mirar el rostro de la madre les permite crear esa relación de unidad en donde la madre le refleja lo que él le significa.

El espejo de la mirada

La mirada que tiene lugar como parte de la función materna es el primer espejo en donde el niño empieza a diferenciarse y a reaccionar ante el otro, pues se percata de la respuesta que genera su presencia en el otro; de ahí la importancia de retribuir los constantes gestos, movimientos y sonidos que emite el pequeño, pues es el momento que se empieza a descubrir como persona.

En este momento el niño depende de “la mirada”, de la presencia, de los cuidados de esa figura materna. Son los primeros pasos hacia la construcción sana del autoconcepto, autoestima y seguridad. Si hay anomalías en esta fase, pueden aparecer problemas de desarrollo y de conducta. Algunos trastornos que se presentan en la vida adulta pueden tener sus raíces en este tipo de vinculaciones defectuosas realizadas durante los primeros seis meses de vida.

La lactancia en el contexto actual

Lamentablemente, hoy en día las madres tienen sumamente limitadas las posibilidades de brindar este tipo de vinculación con sus bebés, o bien son desconocedoras de la importancia de “mirarlo” y trasmitirle seguridad y tranquilidad. Asumen la lactancia garantizándose sólo el alimento. Por ejemplo, mientras se da el pecho se suele conversar por teléfono, revisar Facebook, leer el periódico… Su atención está en otras cosas.

En ocasiones, también se asume la lactancia como el derecho de la madre a amantar, sumiendo una postura de triunfo a favor de las mujeres cuando en el ámbito social se les permite o facilita espacios para realizarlo cómodamente en público sin censura alguna. En ambos casos es de recordar que no se puede caer en el error de asumirlo solo como derecho de las madres, es el derecho del niño a ser mirado, consentido, atendido, sentido mientras se está alimentando.

La evolución de la función materna

Conforme el niño crece “emocionalmente” empieza a descubrir sus propias necesidades de exploración del entorno. Esta dinámica empieza con conductas como chuparse el dedo, mirar objetos, adquirir mejores y mayores posturas, dominar su cuerpo, tirar y sostener objetos, etc.  Avanza con seguridad hacia una mejor dependencia. El niño está atento a su entorno, receptivo y dispuesto a captar sonidos, movimientos, texturas, etc. Por ende, empieza a desprenderse de la mirada de la madre. Este proceso trascurre de los seis meses a los tres años.

El juguete favorito

En esta etapa, es usual que los niños adquieran un objeto, llámese cobija, almohada, chupón, o simplemente juguete. Los pequeños necesitan este objeto para aliviar la angustia de separación con los familiares y poder empezar a explorar el mundo. Se trata de la primera pertenencia que adquieren, es “casi sagrada” para ellos y los acompaña a todas partes, independientemente de su estado. Puede oler mal, estar sucio, dañado, desagarrado, descolorido, pero ese objeto contiene todo lo necesario para desligarse de su madre y sentirse seguro en nuevos espacios.

Se recomienda mantener esa unión niño-objeto. Generalmente solo logrará desprenderse de su objeto cuando este esté vinculado al sentimiento de seguridad. En ocasiones los padres consultan si pueden lavarlo o cambiarlo por otro nuevo, pero es importante aclarar que para el niño es muy importante mantener el que eligió y sentirse seguro de que está a su alcance, es decir, que no se le hagan comentarios despectivos como: “Vea que feo que está, no sea cochino, cambiémoslo”. El objeto significa para el niño una fuente de seguridad que va más allá de lo que como adultos podemos comprender.

Escondiéndose

Finalmente comienza a esconderse de la madre, juega a desaparecer o a que esta desaparezca; es el inicio o los primeros pasos hacia la independencia. Se comienzan a dar los primeros juegos a escondidas; el niño explora el mundo, pero con la seguridad de poder volver a su lugar de confort: los brazos de la persona que lo protege y le da afecto.

Es en este momento cuando tanto el bebé como la madre deben estar preparados para asumir esta primera separación con seguridad y tranquilidad; sin presiones o limitaciones. La madre debe facilitarle a su hijo nuevas relaciones y posibilidades de comprender su entorno. En adelante el niño estará preparado para iniciar la faceta del juego, donde finalmente no necesita la “mirada de su madre”, se concentra por espacios extensos jugando en su propio mundo e incorporando la participación de otros niños en su diario vivir. Está preparado para continuar y desarrollarse como un ser independiente y estable emocionalmente.

Fuente: https://psicologiaymente.com/desarrollo/mirada-madre-funcion-maternal

Ver también la sección: EDUCACIÓ FAMILIAR


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