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Aborto y horizontes de futuro

Algunas líneas de reflexión que pueden contribuir a ampliar las perspectivas del debate.

Necesitamos más reflexión conforme a la razón y menos banalidades y frivolidades para labrar un nuevo futuro digno del hombre. Para los que aman el auténtico progreso el confort material no es el único horizonte de futuro.

Nos encontramos inmersos en una crisis de modelo de sociedad y de sus fundamentos. En algunas de las plataformas de los procesos constituyentes en los que estamos llamados a participar en algunas latitudes, las posibles alternativas que se proponen están focalizadas básicamente a la solución de los problemas de tipo fundamentalmente socio-económico. Pero los grupos humanos en su organización social no solamente se nutren de “pan” sino que su desarrollo pleno se rige también por principios y valores dignos de tal nombre. En su orientación evolutiva éstos resultan claves.

Para conseguir una sociedad auténticamente democrática hemos de tener bien claro el fin último que perseguimos y en qué principios y valores fundamentamos nuestro ordenamiento social. Uno de ellos, quizá el más primordial de todos, es determinar en un grupo humano quién tiene derecho a la vida, quién tiene derecho a ser acogido en su seno y quién no. En un futuro inmediato el tratamiento social que se dé al más primordial de los derechos, el derecho a la vida inherente a todo ser humano concebido pero aún no nacido, se erigirá en la prueba del algodón para medir la pureza, profundidad, generosidad y autenticidad democrática de una sociedad.

Uno de los primordiales no debería ser otro que acoger con generosidad a TODOS en el seno de la nueva sociedad, incluso a aquellos no deseados por sus padres, posibilitando socialmente el desarrollo más pleno y digno posible de cada uno de sus miembros. En el seno de la nueva sociedad que estamos gestando el grado de responsabilidad social en este tema debe ser mayúsculo. Empezar excluyendo socialmente a los hijos no deseados, privándoles del derecho primordial a existir no es en absoluto un buen principio democrático. Hay que remover los obstáculos por los cuales algunos padres no desean tener a sus hijos.

En el contexto mental y cultural de las sociedades materialmente desarrolladas y opulentas no es fácil el cambio de mentalidad, pero hay que hay que ponerse a ello. Para ello el Estado, en nombre de la sociedad, se ha de poner las pilas y asumir sus responsabilidades en defensa y protección del más débil. Hay que transformar la mentalidad actual, como todas coyuntural y fruto de su tiempo. Empezando por impulsar una constante y tenaz pedagogía social y una transformación de la mentalidad colectiva como fundamento de una auténtica regeneración democrática. Históricamente nos encontramos, pues, hoy en el umbral de dicho cambio. Por ello, en el marco de una nueva civilización dotada de un mayor alto grado de humanidad, el aborto debe ser considerado una práctica ancestral regresiva a superar y erradicar. La abolición de la esclavitud, impensable en su época, constituyó una conquista histórica paradigmática que nos puede servir de ejemplo en nuestros días.

En España la anunciada reforma de la actual ley del aborto de 2010 (Ley Aído) por parte del PP nos brinda la oportunidad de nuevas reflexiones al respecto.

El debate actual sobre el aborto no afronta en profundidad las causas, la raíz del problema,  se suele quedar en lo secundario y anecdótico, por eso resulta superficial, epidérmico y en ocasiones por parte de algunos opinadores públicos hasta banal y frívolo.

La actual ley del aborto degrada, desvaloriza y empequeñece la grandeza del ser humano en el primer estadio de su vida.  

En una sociedad de verdadero progreso humano la creatividad de la sociedad tiene que implementar alternativas a la práctica atroz del aborto.

Aspiramos a que el reconocimiento, dignidad y respeto de toda vida humana independientemente del estadio de desarrollo en que se encuentre sea un principio compartido cada vez más por el conjunto de la sociedad. En ese esfuerzo estamos.

En el conflicto de intereses entre la maternidad no deseada y la vida de uno de nosotros en gestación los poderes públicos no pueden dejar "indefenso al no nacido". En la Ley Aído "se le ignora" primando a la mujer durante las 14 primeras semanas.

En el marco de una nueva civilización dotada de un mayor alto grado de humanidad, el aborto debe ser considerado como una práctica ancestral regresiva a superar y erradicar.

La práctica y su contexto: hay que erradicar dicha práctica por civilizatoriamente regresiva, modificando el contexto que la hace posible.

La mayor intromisión desde fuera en la “vida privada” del «nasciturus» es cercenarle la posibilidad de existir y desarrollarse.

En un inmediato futuro el tratamiento social que se dé al más primordial de los derechos, el derecho a la vida, se erigirá en la prueba del algodón para medir en profundidad la pureza y autenticidad democrática de una sociedad.

Un modelo social auténticamente democrático no puede ser excluyente. La madurez de un grupo humano se mide por su capacidad de acoger e integrar con generosidad a todos cuantos se encuentran bajo su amparo. Hay que eliminar el derecho de admisión al mismo.  Bienvenidos, pues a todos al club de la vida. Ellos son también uno de nosotros.

Hacia un nuevo modelo de sociedad

A nuestra sociedad le hace falta mayores alturas de miras, en vista al presente y a un futuro inmediato que desde este mismo presente, más o menos conscientemente, estamos construyendo ya.  Hacen falta nuevos horizontes de futuro, más amplios y generosos, mayor claridad de ideas en vistas a ese futuro y una cierta pedagogía al respecto que contribuya a superar la mediocridad con que se abordan ciertas cuestiones vertebradoras de nuestro futuro modelo de sociedad y civilización.

Uno de esos ejes vertebradores, primordial donde los haya, es el que tiene que ver con el reconocimiento social o no y jurídico del primer y principal derecho humano, el derecho a la vida de todo ser concebido y aún no nacido. Quienes van a tener derecho a la vida? A quién se le concederá tan extraordinario privilegio y a quién no? ¿Quién lo determinará?¿En función de qué criterios y de qué valores?¿Habrá quien controle y determine por razones históricamente coyunturales los procesos naturales que conducen a la existencia de un nuevo ser humano único e irrepetible y su desarrollo? ¿La decisión de truncar ese proceso natural que se inicia con la concepción es una decisión que sólo incumbe a los padres y la hacemos recaer exclusivamente en ellos o socialmente damos un paso adelante y en perspectiva de un verdadero progreso civilizatorio es el conjunto del cuerpo social quien a través del Estado se hace responsable, por medio de una protección integral, del apoyo a la maternidad y sus derivadas.

Esos nuevos horizontes de futuro requieren ya desde ahora de cierta pedagogía. En el debate actual sobre el aborto es necesaria la extensión de la «cultura de la vida» entre la ciudadanía. Es necesario abrir las perspectivas del debate contribuyendo así a ensanchar la conciencia social sobre el valor y dignidad de toda vida humana, con independencia de la fase de desarrollo o etapa de la vida en la que el ser humano se encuentre. Necesitamos más reflexión conforme a la razón y menos banalidades para labrar un nuevo futuro digno del hombre. Para los amantes del auténtico progreso el confort i bienestar material no es el único horizonte de futuro.

Para ello será conveniente traer a primer plano de forma crítica algunos de los rasgos del contexto mental y «cultural» en los que transcurre el debate actual y desenmascarar algunas de sus tretas a fin de elevar el tono y centrar el foco del debate para no perdernos en nimiedades o superficialidades epidérmicas. Y denunciar las perversiones y limitaciones de una mentalidad relativista muy extendida entre nosotros, para transitar así desde una concepción materialista y egocéntrica de la vida, -mentalidad como todas históricamente condicionada, pero por la misma razón con posibilidades de evolución y transformación en perspectiva humanizadora y civilizatoria- a una nueva sociedad en la que el valor, el reconocimiento, la dignidad inherente y el respeto a toda vida humana independientemente de la fase en la que se encuentre por parte de todo el cuerpo social constituyan una de sus principales señas de identidad.

Responsabilidad de los medios y líderes de opinión. En todo ello los medios de comunicación, los líderes de opinión y comentaristas diversos con acceso a esos medios tienen la gran responsabilidad de no marear la perdiz con frivolidades, nimiedades y superficialidades impropias del rol social que deben jugar en la orientación crítica de la opinión pública y contribuir a centrar y elevar el tono del debate.

Una mentalidad anclada en el relativismo: la práctica y su contexto.  

El aborto ha sido históricamente y continúa siendo una práctica entre nosotros. Como tal práctica social requiere una regulación legal. Lo cual no impide que, como ha sucedido con prácticas y costumbres ancestrales como la esclavitud, la pena de muerte, el derecho a la protección de la vida de las más diversas conspicuas especies animales o vegetales, etc., en pleno s. XXI luchemos para defender la vida humana en todos sus estadios y para erradicar definitivamente tan horrenda práctica de nuestro horizonte civilizatorio.

Hay que erradicar dicha práctica perversa, modificando el contexto que la hace posible. El contexto cultural en el que nos encontramos es el que es y debemos ser críticos con él para contribuir a mejorarlo. Nuestra mentalidad actual es fruto de nuestro tiempo y está asentada en el predominio de los valores propios de nuestra época. En la actualidad, sobre todo en las sociedades occidentales, materialmente desarrolladas pero instaladas en un restringido y pobre concepto de «progreso», se ha extendido una mentalidad relativista, históricamente condicionada, de cariz cortoplacista, que hunde sus raíces en ciertas corrientes de pensamiento materialista, utilitarista y nihilista, y asentada en valores que parten de un reduccionismo antropológica atroz, de corte materialista, miope y de corto alcance. No podemos hablar de auténtico «progreso» humano si se cuestiona lo más fundamental para el hombre, que es su propia vida.

La izquierda, aliada con un feminismo radical trasnochado, empieza por desconsiderar que en esta cuestión existen al menos 4 grandes partes afectadas: padre, madre, el ser humano en gestación, y el Estado que actúa en nombre de la sociedad. Considera y presenta la extensión de la práctica legal del aborto como la gran conquista social de nuestro tiempo, como un «derecho» al que no está dispuesta a renunciar. Bandera que forma parte de la agenda internacional del feminismo radical: la extensión de la práctica del aborto como hito de una mal entendida liberación de la mujer (ver aquí). En realidad ese supuesto “derecho” entendido de forma unilateral, absoluta y excluyente es un derecho ficticio, inventado. No respeta el derecho de la otra parte a existir. Eso sí que es de verdad inmiscuirse en la “vida privada” de otro ser humano que no tiene la posibilidad de defenderse y a quien se cercena la posibilidad de existir y desarrollarse. La libertad de la madre, tratándose de la eliminación de vidas humanas, es relativa. Existe sí el derecho a la vida de todo ser humano concebido y aún no nacido, no existe el derecho a eliminar una vida humana aunque esté en el seno materno, y además en nombre de no se sabe bien qué oscuras justificaciones. En todo caso ante la colisión de derechos entre una y otra parte habrá que regularlo legalmente, pero ponderando ambos derechos y sobre principios y parámetros diferentes a que los que nos propone actualmente la filosofía de cierta izquierda reflejada en la Ley Aído.

Sin embargo, mientras esa izquierda se entretiene en asumir la protección y defensa de determinadas especies animales, siguiendo la estela de un cierto ecologismo radical trasnochado, no es capaz de asumir también la evidencia científica y reconocer explícitamente en voz alta, porque su diseño social perverso es otro, que de lo que estamos tratando es de vidas humanas y no sólo de un amasijo informe de células, de la importancia, dignidad y valor de la vida humana en sus estadios iniciales. El aborto es un fracaso social, individual y colectivo, y no una conquista. Su práctica denota un aún mayor fracaso civilizatorio.

Bienvenidos al club de la vida. Son uno de nosotros. No al derecho de admisión

Una sociedad  que no es capaz de proteger y acoger en su seno a los hijos que engendra y que permite que el Estado, en nombre de la sociedad, haga dejación de su responsabilidad de proteger a los más débiles e indefensos, optando por desentenderse de aquellos hijos concebidos aunque quizás no deseados por unas madres en situación de extrema necesidad, que a su vez son víctimas del contexto y la mentalidad propios de la época, no protegiéndolas y ofreciéndoles como única alternativa la salida del aborto, no es en absoluto una actitud progresista, sino civilizatoriamente regresiva. El derecho a decidir de la madre resulta una falacia si la mujer no tiene alternativas entre las que poder elegir y por lo tanto la esa mujer en extrema necesidad impelida seguramente por unas circunstancias adversas no es realmente libre, puesto que el Estado no le ofrece alternativas reales. Por consiguiente, no se puede considerar a una sociedad como auténticamente democrática y justa si es excluyente, si interesadamente excluye, no da cabida, mediante justificaciones de escasa entidad estando en juego la vida de otro ser humano, a algunos de nuestros congéneres. Son uno de nosotros.

Frente a toda esa mentalidad tan extendida hoy día entre nosotros, la «cultura de la vida» pretende contribuir a ampliar la conciencia de la ciudadanía resaltando la importancia, el valor y dignidad intrínseca de toda vida humana, en toda su amplitud y con independencia del estadio de desarrollo en que se encuentre, es decir, desde su concepción hasta su muerte natural. Ello supone un enorme progreso y un avance social y civilizatorio y no una regresión cultural como pretenden inocular en el imaginario colectivo ciertos planteamientos ventajistas propios de una izquierda y ciertos feminismos radicales miopes y civilizatoriamente cortoplacistas, al servicio de planes y agendas internacionales de más largo alcance por ellos mismos diseñados.

La actual Ley del aborto de 2010: una ley perversa

Una ley perversa preversa en su filosofía, gestada oportunísticamente para legalizar el aborto libre en las primeras semanas y no para afrontar a fondo la raíz del problema. La regulación legal del aborto no puede incurrir, como sucede hoy en España con la actual Ley del Aborto de 2010 (Ley Aído), en la infravaloración de la vida humana en sus fases iniciales, en obviar los derechos del concebido y aún no nacido, también en sus primeras fases de desarrollo, como bien jurídico a proteger de acuerdo con la doctrina del tribunal Constitucional, ni transmitir el mensaje subliminal que la práctica del aborto es un puro trámite, poco más que como la eliminación de una verruga, ni desdramatizar ventajísticamente las consecuencias de su práctica para la madre, ni obviar la consecuencia irreversiblemente dramática para el “nasciturus”, etc.

Además la actual ley no es pedagógica y resulta des-educativa (la finalidad con que se fraguó su fue muy otra). Parece pensada no para afrontar realmente el problema y reducir el número de abortos, sino para dar barra libre a dicha práctica  hasta las 14 semanas además de otros intereses inconfesables, con el mensaje subyacente degradatorio para la vida humana. No se preocupa, sino todo lo contrario, de promover y fomentar entre la ciudadanía el valor y el respeto por toda vida humana aunque ésta se encuentre en sus fases iniciales. En la Ley Aído "se ignora" al nasciturus primando a la mujer durante las 14 primeras semanas. Subyace en ella una concepción de la sexualidad y la educación sexual muy sesgada, el modelo de educación sexual que propone es insuficiente, parcial y sesgado, no propone una auténtica educación afectivo-sexual superadora de la pura genitalidad, no fomenta unas relaciones afectivas humanamente constructivas y sanas, ni la responsabilidad en las mismas; "se ignora" al nasciturus primando a la mujer durante las 14 primeras semanas; no valoriza la maternidad ni hay un plan real de apoyo a la misma sobre todo para casos de extrema necesidad, no permite a la mujer necesitada ser realmente libre ( su concepto de “libertad” resulta esperpéntico: en el fondo, vulgarmente hablando, viene a transmitir que cada uno dentro del plazo de las primeras semanas haga lo que le dé la gana sin tener en cuenta el drama y las implicaciones de dicha práctica); no ofrece a la mujer en extrema necesidad posibilidades reales alternativas para escapar a tan atroz práctica, etc. Dicha ley está al servició de una agenda internacional propia del feminismo radical y la izquierda que tiene por finalidad fomentar la extensión de la práctica legal del aborto por todo el mundo, obviando que están en juego vidas humanas en gestación.

Algunas falacias de la campaña: “Decidir nos hace libres”

Es cierto existe una compleja realidad social que hay que abordar. Pero para ello, lo hemos indicado ya, es necesario partir de un diagnóstico adecuado y certero de esa realidad, yendo a la raíz y a las causas profundas del problema y no partir de análisis precipitados y epidérmicos de ellas. Y planteándonos  posteriormente cuál es el tratamiento más adecuado, con medidas a corto y medio plazo, para afrontar adecuadamente y superar dicho problema. Un cáncer no se puede curar suministrando simplemente aspirinas.

Ahora, debilitado científicamente y socialmente gran parte de su argumentario, los defensores de dicha práctica a través de su regulación legal, para atraerse a la opinión pública, focalizan su atención haciendo pivotar su campaña en torno a dos grandes ejes o conceptos tales como “decisión” y “libertad” . En cuanto a la primera, empecemos considerando que en esta cuestión existen al menos 4 grandes partes afectadas: padre, madre, el ser humano en gestación, y el Estado que actúa en nombre de la sociedad. Cómo entienden "el derecho de las mujeres a decidir"? Quién pretenden que decida; decisión unilateral de una sola de las partes o decisión compartida entre las diversas partes afectadas? A quién se tiene en cuenta en esa decisión? Aquí sólo cuenta la decisión unilateral de la mujer o hay que ponderar otros derechos, al menos el derecho inherente de todo concebido a su existencia? Cuáles son las circunstancias que llevan a tomar una decisión? Esas circunstancias que llevan a una decisión tan grave, con la ayuda necesaria de la sociedad, son realmente insuperables? No hay más alternativa para el «nasciturus» que el aborto? Toda decisión debe ser fruto de una conciencia bien formada y absolutamente responsable. Esa decisión se toma con ese tal nivel de conciencia o abrumada por las circunstancias?

Y en cuento al segundo concepto “libertad”, afirman: “Es necesario garantizar la libertad y la seguridad”. Pero qué “libertad”, qué entienden por “libertad”, cómo la entienden? La mujer en su decisión es realmente libre? La vigente ley no favorece que la mujer necesitada sea realmente libre. Su concepción de la “libertad” resulta esperpéntico: en el fondo, hablando en plata, con la escusa de que el Estado no debe inmiscuirse en la vida privada de los individuos, viene a transmitir la idea de que cada uno, dentro del plazo de las primeras semanas haga lo que le dé la gana, sin tener en cuenta el drama y las implicaciones personales y sociales de dicha práctica y que hay otros derechos, los derechos del «nasciturus» que deben ponderarse. El problema de entender tan frívolamente la libertad es que tú (partidario del aborto) no das opción a que el otro que no eres tú («nasciturus») tenga no ya libertad, sino que no le das opción ni a existir. No se ofrece a la mujer en extrema necesidad posibilidades reales alternativas para no verse forzosamente abocada a tan atroz práctica, etc.

En dicha campaña se afirma también que se aborta "con leyes y sin leyes",  pero la legislación es la que debe dar seguridad a las mujeres que deciden hacerlo. Ese es quizás uno de los errores de fondo en el planteamiento de un tipo de leyes que no están orientadas a superar la raíz del problema, sino al servicio de oscuros y quizás inconfesables intereses. Parten de un diagnóstico parcial, reduccionista, miope, estrecho  de miras, de corto alcance del problema y luego claro, el tratamiento es a base de aspirinas para curar un cáncer.

"Me niego", aseguró cierta dirigente socialista, a que el ministro de Justicia, "nos dé lecciones sobre el derecho a la vida a nosotras, que damos la vida".  Primero, eso no depende exclusivamente de manera unilateral de la mujer. Y además podíamos plantearnos, ¿la mujer es la dueña absoluta de la vida, es la que da la vida así en crudo o debemos considerarla como  la especialmente indicada para ser receptora, engendradora, portadora, cuidadora del prodigioso milagro de la vida que nos ofrece la naturaleza, custodiadora responsable del maravilloso proceso de desarrollo de un nuevo ser humano, singular único e irrepetible?

Llamazares criticó "al gran inquisidor" que amenaza a las mujeres con una "contrareforma" en la que se sustituyen los derechos por dogmas. ¿No serán los “dogmas” de la nueva religión relativista adoptada por cierta izquierda y el feminismo radical los que se quieren imponer al conjunto de la sociedad, inventado supuestos derechos (que en todo caso nunca pueden entenderse de forma absolutos) y cercenando el derecho del ser concebido a su existencia?

Implementar medidas y políticas activas a favor de la vida

Realizar un diagnóstico certero y ajustado de la situación e implementar un tratamiento adecuado con la finalidad de superar el problema en su raíz y en sus causas de fondo.

Exigimos que nuestras leyes protejan el derecho a vivir y a ser madre, amparando la vida en todo momento y circunstancia y ayudando a las mujeres embarazadas a superar cualquier problema que un embarazo imprevisto pueda generarles.

Por supuesto, en el contexto social actual sería una hipocresía exigir la abolición del aborto y no reivindicar con la misma contundencia políticas públicas paralelas y complementarias a la misma. Los poderes públicos han de implementar políticas públicas y medidas para que el aborto quede reducido a su más mínima expresión. El sentido común nos indica el mensaje a transmitir a la opinión pública en esa pedagogía necesaria: estamos tratando de vidas humanas, como pone de relieve la ciencia, la vida humana es un continuo. No hay unas fases o etapas más dignas que otras. Eso lo pone de manifiesto la ciencia cada vez con mayor contundencia. El valor intrínseco de tota vida humana no sabe de fases evolutivas. Su importancia, valor y dignidad intrínsecas no están en función de la fase evolutiva en la que se encuentren (este es uno de los graves errores de los proabortistas). Como la ciencia no está de su parte los defensores del aborto van ladeando la cuestión acudiendo a variedad de argumentos a ver con cuál de ellos encuentran mejor acogida en la opinión pública para imponer sus tesis (los llamados derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, la libertad o derecho de la mujer a elegir-al margen de todo principio ético-, la no injerencia en la vida privada de las mujeres y su sexualidad, la acusación de la imposición moral de unos sobre otros, la homologación con los países nuestro entorno cultural… argumentos en cuya crítica no entramos a fondo en este artículo. Ver arriba el comentario crítico a la campaña “Decidir nos hace libres”.

Por supuesto que hay que velar y preocuparse por los ya nacidos ("natus") y más en tiempos de crisis aguda como la que padecemos, pero una sociedad avanzada, en perspectivas de verdadero progreso humano, no puede dejar en la cuneta, sin protección, a los indefensos «nasciturus», concebidos pero aún no nacidos: ellos también son uno de nosotros.

Para progresar en la buena dirección hay que poner en marcha una serie de políticas activas necesarias. El Estado debe abanderar esa transformaión. En consecuencia hay toda una serie de acciones que se pueden llevar a cabo: promoción social de la vida humana independientemente de la estadio de desarrollo en que se encuentre (todo lo contrario de lo que ahora hace la Ley Aído), extensión de los postulados de la «cultura de la vida» entre la ciudadanía, acción pedagógica de la misma entre la opinión pública, educación afectivo-sexual integral, sana, fecunda y responsable, información y orientación sobre métodos anticonceptivos, reforzar el fomento, estímulo, apoyo y prestigio social a la maternidad ( con mayor razón en medio del invierno demográfico en el que nos hallamos), apoyo integral mediante políticas públicas a las mujeres embarazadas en extrema necesidad, Plan de Apoyo a la Maternidad y de ayuda a los embarazos imprevistos, ensanchar la conciencia social sobre la necesidad de que sea todo el cuerpo social quien se involucre en la viabilidad social de los hijos no deseados mediante la promoción de instituciones sociales, la adopción, etc.

Una iniciativa europea: "Uno de nosotros"

Iniciativa europea en favor de la vidaLa iniciativa "Uno de nosotros" prtende garantizar protección jurídica al embrión. Tiene como fin inmediato la defensa de la vida humana desde la concepción pero responde también a un objetivo político (en el mejor sentido del término «político») de reconstrucción de Europa y sus valores esenciales; entre ellos, la afirmación de la dignidad y la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. En definitiva, Uno de nosotros es una realización concreta para hacer Europa, para ponerla de nuevo en marcha y reafirmar su identidad.  De ahí que resulte esencial apoyarla y poner todos los medios para que resulte un éxito. Nos jugamos la Europa del futuro.

A ese alto grado de humanización y civilización aspiramos a llegar en un futuro próximo los defensores de la «cultura de la vida». Y para eso trabajamos.

Elaboración y producción propia a partir de materiales diversos

Para ampliar:

Uno de nosotros

Campaña Borra el Aborto

Visitar también la sección: CULTURA DE LA VIDA


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