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APOSTEMOS POR LA VIDA DE QUIENES NO VAN A LLEGAR A NACER.

La vida de cualquier ser humano bien se lo merece.

Se necesita una verdadera campaña de sensibilización en defensa de la vida.

El aborto es un fracaso individual, pero también colectivo.

El aborto es una práctica inhumana, injusta y socialmente gravemente insolidaria.

Como país nos convendría hacer una reflexión a fondo sobre las causas que nos llevan a tan cruda realidad y cuáles pueden ser las posibles alternativas.

En medio de tan saturado y turbulento ambiente, conviene redoblar nuestro esfuerzo en el combate por la lucidez.

Como consecuencia del "caldo de cultivo" gestado durante años,en el ambiente se aprecia una cierta dificultad para percibir con claridad el valor de lo intangible: ¿quién ha “decretado” que acabar con la vida de seres humanos no nacidos es lo moderno y progresista?

Considerar la vida humana, incluso en su fase inicial, como algo valioso, digno de admiración y respeto, es lo propio de una sociedad verdaderamente progresista y altamente civilizada.

Es un reto de nuestra sociedad hacer compatible la dignidad de la mujer con el derecho a la vida del no nacido.

Las generaciones futuras nos interrogarán sobre nuestra incompetencia para encontrar una salida más humana y humanizante al problema.

La generaciones futuras nos acusarán seguramente de no saber acabar, mediante el fomento de alternativas, con práctica tan cruel e inhumana y tan regresiva en términos civilizatorios.

En definitiva, ésta no es una buena ley: ni por el procedimiento sesgado seguido en su gestación, ni por su intencionalidad oculta, ni por su contenido expreso.

El verdadero progresismo consiste en una apuesta decidida por el cuidado de la «vida», independientemente de la fase en que ésta se encuentre.

Lo verdaderamente culto es respetar incondicionalmente la vida humana. A este alto grado de «civilización» habíamos llegado.

A todos nos corresponde contribuir a la difusión
de la «cultura de la vida»

Se necesita una verdadera campaña de sensibilización de la opinión pública en defensa de la vida. Y situar el debate en torno al aborto en el marco de una verdadera defensa de la mujer necesitada y de los derechos humanos fundamentales, empezando por la reivindicación del «derecho a la vida» de todo ser humano y el reconocimiento de su «dignidad» como tal.

  • En opinión de Julián Marías, «lo más grave que ha acontecido en el siglo XX» ha sido la aceptación social del aborto.
  • El aborto es un homicidio en el vientre de la madre. Una criatura es un regalo de Dios. Si no quieren a los niños, dénmelos a mí. Madre Teresa de Calcuta
  • El aborto no es asunto exclusivamente de vida privada porque en él están en juego intereses y derechos de otros.
  • ¿Pero quién ha “decretado” que matar a seres humanos no nacidos es lo moderno y progresista? Legislando en contra de la dignidad de una parte de los seres humanos, se está legislando en contra de un verdadero progreso humano.

Desde hace ya unos cuantos meses la opinión pública española está que trina y no solo por la crisis económica. Ésta con ser muy profunda no es el único problema grave que nos acecha. Aborto y crisis económica son dos de los asuntos que más crispan la convivencia nacional en la actualidad. Dos graves realidades que en los últimos tiempos ensombrecen nuestra vida colectiva. Aquélla es coyuntural y sin duda pasará con el tiempo. De liberalizarse el aborto la sociedad española habrá entrado en unos tiempos oscuros de larga duración. Uno y otra degradan nuestra dignidad colectiva. La más alta jefatura del Estado ha tenido que hacer, en su discurso navideño, una llamada al consenso nacional en temas de tan enorme calado.

En España tenemos una dura y cruda realidad y es el considerable aumento del número de abortos en los últimos años. Ello es un drama y supone un fracaso individual, pero también colectivo. El problema presenta aspectos científicos, médicos, sociales, éticos y jurídicos. Sus partidarios se muestran decididos a liberalizar una práctica tan inhumana, queriemdo aparentar así estar al lado de quienes ellos consideran las víctimas; persuadiendo a la mujer de que puede decidir libremente, cuando en realidad lo único que le ofrece este gobierno es el aborto como única alternativa. Nosotros, sin embargo, desde aquí, para compensar, vamos a situarnos en el otro extremo, en la perspectiva del más débil, de quien apenas encuentra defensa, de la verdadera víctima. Como país nos convendría realizar una reflexión a fondo sobre las causas que nos llevan a tan cruda realidad y examinar qué estaremos haciendo mal para que esto ocurra y cuáles podrían ser las posibles alternativas a tan cruel práctica humana.

Como se ha escrito estos días, en relación con el aborto, «en esta cuestión no sólo se halla en juego el prestigio moral del Estado, sino la dignidad moral del conjunto de nuestra sociedad. Si el proyecto se convierte en ley, nuestra democracia habrá entrado en un invierno gris y nuestra sociedad habrá perdido buena parte de su humanidad» ( Duran i Lleida ). Somos cada uno de los ciudadanos quienes tenemos la responsabilidad de contribuir a elevar el listón moral de nuestra sociedad. Para ello es imprescindible que todos hagamos un esfuerzo para intentar ver claro en medio de la penumbra. Discernir no siempre es fácil sumidos como estamos en una grave crisis de valores, de sentido común y de racionalidad.

La sutil manipulación de la mentalidad colectiva

Durante décadas se ha estado sacudiendo el árbol y ahora estamos recogiendo los frutos. Eso ocurre con diversos asuntos, por ejemplo, con cuestiones como la formación humanística de nuestros conciudadanos que en general es pobre y raquítica y luego claro, nos lamentamos de que tengamos dificultad en reconocernos a nosotros mismos, del déficit de formación antropológica reinante, de la actitud mostrada ante el aborto como práctica habitual ante el problema de un embarazo no deseado y  de realidades como la aceptación social de práctica humanamente tan monstruosa en el seno de nuestra sociedad;  y luego claro, así nos luce el pelo. Al Igual ocurrirá en las próximas décadas con otras cuestiones como consecuencia de algunos desaguisados en la situación actual. En las últimas décadas se ha ido gestando la forja de una nueva mentalidad, inducida educativa y mediáticamente. Mentalidad que ha sido sometida a un intenso bombardeo y que ha experimentado una profunda transformación en su escala de valores. Esta situación ha desembocado en la configuración de una nueva mentalidad colectiva en la que los valores propios del mercado, de la sociedad de consumo, de la inmediatez y del utilitarismo se han convertido en los predominantes, por encima de otros valores tradicionalmente vigentes. 

Los laboratorios de “ingeniería social” hace tiempo que tienen el camino claro y conviene desenmascararlo, sobre todo si conlleva una intencionalidad perversa.

En esta sutil manipulación de la mentalidad colectiva el camino seguido es siempre muy parecido: se empieza a admitir socialmente una práctica cuando menos cuestionable. Se introduce en el discurso ético colectivo  y en la legislación. Y al final, arraiga en la cultura social como práctica normalizada y aceptada socialmente.

Por otra parte, las leyes ejercen una función conformadora de la mentalidad colectiva. Los cambios en la legislación producen cambios en la valoración sociológica de esas prácticas: si es legal es que no será malo, lo permitido legalmente es considerado como aceptable por la mayoría; si no es malo y no está prohibido por qué no acogerse a esa práctica, se piensa. E incluso al final es inevitable que la gente llegue a pensar que quien se opone a esas leyes está denegando un derecho.

Ese es el proceso que se está siguiendo con algunas cuestiones espinosas, personas e instituciones “molestas” para el poder y también con la práctica del aborto. En su momento, en los años 80, consideramos que el aborto era tolerable en determinados supuestos y ahora se nos quiere convencer ya de que es algo a lo que la mujer tiene derecho en el uso de su libertad. Lo que hasta el presente era considerado delito, a partir de ahora se transforma en derecho.

En medio de un mar de confusión, redoblar el esfuerzo por la lucidez

La forja de esa nueva mentalidad ha supuesto un verdadero lavado de cerebro. Pero el ciudadano crítico y responsable no debe aceptarlo tal cual, sino  que, como viene siendo habitual hoy día en otras muchas cuestiones, debemos someterla a juicio, a crítica, tanto en su proceso de gestación como en su intencionalidad y contenido. Para ver cuál es la consistencia de sus fundamentos y hacia dónde nos llevan esos nuevos planteamientos, a fin de quedarnos con lo que de positivo conlleve pero también para combatir abiertamente cualquier intento de manipulación. Es la actitud que nos parece más honesta. Y ésta la actitud que debemos adoptar en relación con ciertos temas como el del aborto. Someterlo a juicio crítico y despojarnos de cualquier intento de manipulación.

El lavado de cerebro al que estamos sometidos los individuos permanentemente en las sociedades de libre mercado, consumistas y conformadas mediáticamente desde los más diversos ámbitos, con el bombardeo constante de pluralidad de mensajes, diversos e incluso contradictorios, ha creado una atmósfera enrarecida, saturada, que ha sumido al ciudadano normal en la confusión y la perplejidad, haciéndonos perder los referentes básicos que hasta el presente habían estado orientando nuestras vidas e impidiéndonos reconocer, mediante el sentido común, hasta la importancia de lo más valioso. Eso es precisamente lo que está ocurriendo actualmente con cuestiones tan esenciales  como la propia valoración de la vida humana. En ello ha tenido un importante desempeño el relativismo moral reinante. Malos tiempos aquéllos en los que se tiene que estar defendiendo hasta lo evidente. Noche oscura, pues, en la que nos encontramos. Oscuridad que ofusca el valor de lo intangible.  En medio de tan saturado y turbulento ambiente, una tarea tenemos pendiente: redoblar nuestro esfuerzo (individual y colectivo) en el combate por la lucidez. Eh aquí pues, un importante reto para los tiempos que corren: en medio de tan enrarecida atmósfera nuestro reto consiste precisamente en aprender a distinguir “las voces de los ecos”.

Sobre la arena hay un intento de liberalización de una práctica humana abominable y no solamente sobre su regulación.

La crisis pasará y nos recuperaremos con el tiempo. Sin embargo, nada hay hoy de tanto calado en la vida pública española como la reforma legal sobre el aborto que se nos quiere imponer. Asunto de tanta trascendencia e importancia como es la defensa de la vida y la dignidad humana desde el momento de su concepción requiere del esfuerzo y colaboración de todos. Es una problema de toda la sociedad. Todos estamos implicados y todos tenemos la responsabilidad de contribuir su resolución. Cuestiones de tanto calado no se pueden dejar sólo en manos de los políticos. Se puede estar, como estamos muchas personas, en favor de la vida, oponerse al aborto injusto y defender los derechos humanos, pero al mismo tiempo a favor de no penalizar determinados comportamientos que uno no querría adoptar y que considera éticamente cuestionables. La ampliación de derechos de la que tanto le gusta hablar al gobierno debería tener un objetivo claro: la apuesta explícita por la vida y el reconocimiento de la dignidad y la protección del ser humano en gestación, independientemente de la etapa de desarrollo en que éste se encuentre.

Se puede y se debe estar frontalmente en contra de práctica tan inhumana. Basta con ser coherente con la defensa de la vida en toda circunstancia. Es extraño y paradójico que gente hondamente indignada contra la pena de muerte, que se estremece por las dificultades del osito panda para criar en cautividad, defienda el aborto libre porque considera que eliminar un feto es un «derecho» de la mujer. Antes de concederle presuntos derechos, a la embarazada que se ve obligada a abortar habría que darle otros más elementales, como una educación sexual que no tuvo, el apoyo económico, psicológico y médico frente a la adversidad, así como la protección frente a la pareja que la empuja a abortar, que es otra forma criminal de maltrato. El aborto es un fracaso individual y colectivo que deteriora la salud social y daña en especial a la mujer, porque ninguna es libre cuando aborta. Por eso, la obligación del poder político es achicar su dimensión y combatir sus causas, no parchear sus efectos. Sin embargo, el Gobierno aplica al aborto la conocida filosofía: en vez de hacer frente al problema con medidas preventivas y de estímulo, se legaliza el fracaso. Cuando no se sabe o no se puede resolver un problema, se le cambia de nombre, se le da rango de derecho y se vende como una conquista de la igualdad y la solidaridad universal. (J. A. Gundín)

El aborto, de ser aceptado socialmente como mal menor y solo admitido legalmente en casos muy tasados, pasará  a ser liberalizado hasta la semana 14, desprotegiendo legalmente al nuevo ser humano en formación  y abandonando su suerte a la “voluntad” exclusiva de la madre ( algo que raya lo inconstitucional, según sentencia del Tribunal constitucional ).  Además de “venderlo” a la opinión pública como  un derecho absoluto de la madre, que pasará a disponer libremente de la vida de otro ser humano, se  “presenta” como la gran conquista social, de corte progresista, de una determinada forma de entender el feminismo.  ¿Pero quién ha “decretado” que matar a seres humanos no nacidos es lo moderno y progresista? Una trasmutación tal en la escala de valores de la mentalidad colectiva conlleva perplejidad y confusión en el ciudadano normal y la falta de referentes claros en muchos ciudadanos es reflejo del confucionismo mental en que han incurrido, lo cual, en medio de una cultura social como la generada por esa nueva mentalidad con predominio de los valores del mercado, conlleva la dificultad de percibir con claridad el valor de lo intangible: el valor y la dignidad de una vida humana en gestación.

Maniobras gubernamentales

El intento del Gobierno de alterar por vía legislativa, mediante un extraño juego de intereses, equilibrios y cálculos partidistas,  ciertos principios y valores que están en la base del orden constitucional y que han constituido hasta el presente el fundamentando de nuestra convivencia, con respecto a algo tan básico y esencial como es el derecho a la vida de todos los seres humanos, incluidos los no nacidos, desprotegiéndoles legalmente en sus primeras fases de desarrollo, es un fraude a un electorado que no contaba con semejante medida, introducida intencional y subrepticiamente en la agenda política y que además raya la inconstitucionalidad.

Sin embargo, la intención de “modernizar” la conciencia social estaba implícita en este gobierno y la voluntad de sumarse al carro de las legislaciones abortistas también desde hace largo tiempo. Constituye parte de su ideología de fondo. La cuestión era cuándo se encontraría la oportunidad política para ello. Y se ha encontrado. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid… nos lo pretenden "colar". ¿Cuál es la finalidad última de la intención del gobierno? Explícitamente afrontar una nueva regulación legal de una dramática práctica social muy extendida (es la respuesta políticamente correcta). La intencionalidad oculta del gobierno (no explicitada por políticamente incorrecta) es, sin embargo, la introducción del aborto libre en España, asumiendo las presiones del feminismo radical y como medida no exenta de meditado cálculo político, equiparándonos así, también en esto, a los países de nuestro entorno. Lo demás, una apuesta explícita y decidida por la vida, verdaderas políticas de prevención, una verdadera educación sexual y afectiva, el apoyo integral a la maternidad, las medidas para que la mujer pueda realmente decidir libremente, el fomento de alternativas al aborto, el apoyo a las instituciones que ya están ejercitando esa labor, etc. son cuestiones que apenas se apuntan en el proyecto y otras forman parte del "envoltorio" con el que el gobierno pretende vendernos su proyecto y tan solo figuran como “adorno” para camuflar su verdadera intencionalidad. Es ésta una posible lectura ante tal desaguisado, pero sin duda tiene su lógica y su fundamento. 

Con el aborto, la “dignidad humana” en entredicho

Es este proyecto hay dos “dignidades” que de entrada salen malparadas. La dignidad de la mujer que por todo reconocimiento y apoyo social, ante el dramático desgarro que está viviendo, al no ofrecerle el apoyo integral que necesita se la aboca irremediablemente al aborto como única alternativa viable y la del nuevo ser humano en gestación que queda desprotegido legalmente en sus primeras etapas de desarrollo y no se le reconoce ni el más elemental de los derechos: el derecho a la vida. ¡Vaya forma la nuestra de reconocer y respetar  ambas “dignidades” en una sociedad tan “avanzada” Y “progresista” como la nuestra!

Hoy, sin embargo, queremos referirnos preferentemente a la “dignidad” de los que no van ni a poder nacer.  De la dignidad de la mujer hoy no vamos a tratar pero es un reto de la sociedad hacerla igualmente compatible con el derecho a la vida del no nacido. Pero no salvar una, a costa de la otra. El aborto podíamos admitirlo como mal menor y en casos muy extremos, pero no como práctica generalizada. Como se ha escrito estos días entre nosotros, para un Estado que tiene la obligación democrática de garantizar el derecho a la vida, el aborto sólo puede ser la solución última y extrema frente a situaciones graves e irresolubles.

Porque estamos a favor de todo cuanto significa “vida”, nos mostramos en contra del aborto, que significa “muerte”.  Estamos en contra de la nueva ley reguladora del aborto porque es inhumana, injusta,  hipócrita y socialmente descaradamente insolidaria. Porque apuesta por la muerte del más débil y no por alentar su vida. Porque no protege al hijo en sus primeras fases de vida. No apoya realmente a la madre y la abandona a su suerte en tan difícil trance, ofreciéndole el aborto como única alternativa.

Porque estamos al lado de la mujer necesitada exigimos para ella el apoyo total de los poderes públicos,  con políticas de apoyo integral a la mujer y la promoción y el fomento de todas cuantas iniciativas ofrezcan alternativas al aborto, para que así la mujer realmente pueda decidir libremente entre diversas posibilidades y no se vea irremediablemente abocada al aborto como única alternativa. Para que la mujer que tenga que enfrentarse a tan dramático trance no sea vea abandonada y sienta tras sí el aliento de toda la sociedad para llevar adelante aquella vida que está gestando en su seno.

Considerar la vida humana, incluso en su fase inicial, como algo valioso, objeto del máximo valor, digno de admiración y respeto, protección y potenciación, es lo propio de una sociedad verdaderamente avanzada, progresista y altamente civilizada. El respeto a la dignidad inviolable de todo ser humano es y debería ser la guía fundamental por la que regir nuestro comportamiento individual y colectivo. Es en esta dirección en la que creemos que todos deberíamos remar y avanzar socialmente y la que guía y orienta una verdadera “cultura de la vida”.

Creemos que un clima social favorable a la vida, ayudaría a arrinconar las minoritarias tendencias necrófilas existentes en el seno de nuestra sociedad. La  buena educación juega un papel clave en toda esta historia, en la construcción de una auténtica «cultura de la vida», ya que la cultura es la base de una civilización. Educar significa introducir a la persona en la realidad, profundizar en el sentido que tienen las cosas, “des-velando” su valor intrínseco, apreciando el valor de las cosas. La «Educación» y la «cultura» nos confrontan con la realidad y nos ayudan a descubrir su valor, nos introducen en la apreciación o depreciación de esa realidad.

Ésta no es una buena ley: ni por el procedimiento sesgado seguido en su gestación, ni por su intencionalidad oculta, ni por su contenido expreso. Los mimbres empleados no creemos que sean los mejores. Creemos que ésta no es una buena ley  y que no sólo no se va a reducir el número de abortos en nuestro país, sino que por la ausencia absoluta de pedagogía en favor de la «cultura de la vida»,  la infravaloración de la vida humana con su desprotección legal absoluta hasta las semana 14, el mensaje de frivolización y banalización de la vida humana en sus primeras fases de desarrollo que conlleva, la falta de apoyo integral a la mujer necesitada y de fomento de alternativas al aborto para que ésta pueda realmente escoger libremente... la práctica del aborto se va a convertir en un método anticonceptivo más. Cada año las cifras nos van a permitir hacer balance de las virtualidades de una ley que el decurso oficial nos impone como la mejor posible. De entrada, decimos no a esta ley del aborto. Creemos que no es la mejor ley posible para una sociedad que aspira a un progreso de rostro más humano.  La vida humana no cabe en las urnas, la vida no se decide en las urnas, ni en el hemiciclo de ningún parlamento. El derecho a la vida es previo a cualquier decisión política. El pueblo, en asunto de tanto calado, quiere también expresar su palabra.

El estigma moral de una sociedad que prefiere mirar para otro lado

El estigma moral producido en el seno de una sociedad que prefiere mirar para otro lado y que está dispuesta a asumir como normal el fracaso colectivo que supone la aceptación del aborto como práctica habitual para resolver el problema de los embarazos no deseados, pesará como una losa sobre nuestras espaldas al no poder, en justicia, justificarla cuando las generaciones futuras nos interroguen sobre nuestra manifiesta incompetencia colectiva para encontrar una salida más humana y humanizante al problema. Nos acusarán seguramente de dejarnos guiar por el despotismo de las leyes de la “nueva religión” que se nos viene encima,  de no ser capaces de continuar protegiendo la vida humana en sus primeras fases de desarrollo, de aceptar una ley inhumana, injusta y socialmente gravemente insolidaria con la mujer afectada, al no saber acabar, mediante el fomento de alternativas,  con práctica tan antinatural, cruel e inhumana y tan regresiva en términos civilizatorios. Herida profunda, difícil de disimular y cicatrizar la que figurará en el “debe” de nuestro balance histórico colectivo. Y es que, como se ha escrito, un pueblo se recupera mucho antes de sus desastres materiales que de los derrumbes de su espíritu. Para cualquier sociedad que se precie de verdaderamente progresista, avanzada y moderna el planteamiento de admitir la posibilidad de matar a sus propios hijos, aunque sea antes incluso de nacer, como la solución al problema de los embarazos no deseados, es más un planteamiento propio de estadios de pre-civilización, expresión de la estrechez de miras de quien lo propone; y su puesta en práctica una atrocidad históricamente abominable. Por eso confiamos en que la cordura retorne a una sociedad que está intentando escapar del letargo moral en que se nos quiere sumir, mediante la anestesia ética que desde la propaganda oficial se intenta inocular en la conciencia social. Una sociedad que, alérgica a todo intento de manipulación, aspira a regirse por valores y principios de mayor altura de miras que los que se nos proponen por los actuales dirigentes políticos en sus miopes proyectos sociales.

V. Meseguer
Elaboración propia, a partir de materiales y recursos diversos


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