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«CULTURA DE LA VIDA»: estrategias para una larga marcha.

Un nuevo lenguaje para la cultura de la vida en Europa

Hace unas semanas el movimiento pro-vida en España y otros países del ámbito europeo e hispanoamericano salió a la calle para reivindicar el derecho a vivir de los aún no nacidos, en defensa de la dignificación social de la vida humana en su fase prenatal y en reclamo de un apoyo decidido a la maternidad.

Hace décadas que está en marcha una verdadera revolución cultural a nivel mundial, un cambio de paradigma cultural. Nos encontramos inmersos en una sórdida pero real batalla cultural: uno de sus flancos gira en torno a la identificación del principal «bien» que nos constituye como especie: la vida humana (considerada ésta en toda su amplitud y manifestación) y la consideración y el respeto que socialmente le otorgamos (su infravaloración o dignificación, especialmente en sus fases iniciales y finales).

Gran parte de la sociedad europea está profundamente impregnada desde hace décadas de una mentalidad abortista; revertir ese hecho no será una tarea fácil. Es fundamental que el movimiento pro-vida sepa que se tratará de una batalla larga pero necesaria y posible. Tratándose del destino futuro de miles de seres humanos concebidos pero aún no nacidos la cuestión no es de menor importancia. Y aunque desde ciertas posiciones e instancias sociales y políticas se pretende continuar manteniendo el tema en la penumbra es positivo todo cuanto se haga para mantener el tema en la agenda política y obligar a la opinión pública a mirar de frente el horror de tan grave lacra social.

A continuación presentamos una síntesis adaptada de una amplia e interesante ponencia de Francisco José CONTRERAS, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Sevilla. Desde la fecha de su presentación (2010) las cosas han cambiado mucho para bien y la causa del movimiento pro-vida avanza de forma imparable en todo el mundo. El último hito: el éxito de la Iniciativa Ciudadana Europea "One of Us".

Frente a cualquier eventual contrariedad a que pueda estar expuesta la vida humana lo auténticamente progresista y lo verdaderamente revolucionario hoy, es posicionarse a favor de la vida humana en toda su extensión y amplitud no solo de los ya nacidos sino también de los que van a nacer y no permanecer instalados en una cultura del cortoplacismo social coyuntural, la estrechez interesada de miras o en una cultura de la muerte.

La «cultura de la vida» pretende dignificar la vida humana en todos sus extremos y por tanto abarca un amplio conjunto de aspectos de la misma. Sin embargo en el mundo occidental, una vez proclamada y asegurada la dignidad y respeto a la vida humana en sus etapas posnatales, en nuestros días todavía no está clara entre muchos ciudadanos la idea de esa dignidad y respeto cuando se trata de esa misma vida en sus estadios iniciales o finales. Por eso hoy la «cultura de la vida» focaliza principalmente su atención en estas dos fases del ciclo vital humano.

La «cultura de la vida» identifica la «vida humana» como el principal «bien» que nos constituye como especie. Persigue su dignificación en toda su extensión, trabaja para el reconocimiento social de la misma e implica no sólo la erradicación del aborto sino la transformación de la mentalidad colectiva y las estructuras sociales que lo hacen posible, con alternativas realistas y viables.

Se trata de ir gestando una nueva mentalidad, en medio de una Europa instalada desde hace décadas en la lógica perversa de la minusvaloración de la vida humana en gestación y el abortismo.

Ponencia del profesor Francisco José Contreras, presentada en seminario de European Ideas Network, Noviembre 2010

La brecha cultural EEUU/Europa

La cuestión del aborto es una de las que más claramente revelan la creciente brecha cultural entre Europa y los EEUU. En los EEUU se registra en los últimos 15 años una clara tendencia al alza de la posición pro-vida. En nuestro continente, en cambio, en una macroencuesta el 62% de los europeos se mostraban de acuerdo con la tesis “cuando una mujer no desea un niño, debe poder abortar”. El bando pro-vida avanza en EEUU, mientras retrocede lentamente en Europa.

El aborto fue legalizado aproximadamente en las mismas fechas (años 70) en ambos continentes. Las leyes tienen una dimensión didáctica. El Derecho conforma las creencias morales de la sociedad. El Derecho envía constantemente mensajes morales a los ciudadanos. En ausencia de otras referencias, la gente tiende a considerar la ley como fuente de moralidad: el legislador la permite; por tanto, será que no hay nada incorrecto en ello”. Mientras en EEUU cuatro décadas de bendición legal del aborto no han bastado para erradicar de gran parte de la población la creencia de que se trata de una práctica inadmisible, en Europa la legislación sí ha conseguido modelar las conciencias, reduciendo a los pro-vida a una minoría menguante y habitualmente silenciosa.

En la sociedad americana el aborto es una cuestión sangrante y abierta, de gran relevancia pública (los candidatos se ven obligados a posicionarse al respecto, y sus actitudes suman o restan votos); en Europa, el debate parece cerrado: el tema ha dejado de ocupar un lugar relevante en la agenda política.

¿Una cuestión de “framing”?

Las teorías del psicólogo y lingüista George Lakoff pueden, quizás, resultar de interés para nosotros, europeos empeñados en relanzar la cultura de la vida en un continente mayoritariamente abortista. Él es un “progresista” norteamericano que busca dificultosamente un resquicio para transmitir mensajes izquierdistas a una sociedad impregnada mayoritariamente de presuposiciones conservadoras; nosotros somos conservadores europeos intentando abrir un hueco en el muro de la hegemonía cultural izquierdista.

Según Lakoff, debemos desechar el “mito ilustrado” según el cual “basta con explicar los hechos a la gente: como son seres racionales, llegarán entonces a las conclusiones correctas”. Lakoff sostiene que las personas no analizan los hechos uno a uno, sino que piensan “en paquetes”: están comprometidas previamente con marcos o estructuras intelectuales generales, e interpretan los hechos en función de su acomodabilidad a ellos. Si el nuevo dato es del todo incompatible con el marco sustentado, se lo rechazará o negará. Si los hechos no encajan en nuestro marco ideológico previo, son simplemente expulsados por la mente: resulta más “económico” negar el hecho que revisar el marco.

La tesis central de Lakoff, pues, es que “cada vez más, las fuerzas políticas no disputarán sobre la realidad, sino sobre cómo enmarcar la realidad”. La batalla ideológica se centrará en acuñar e inculcar en la conciencia de los ciudadanos metáforas eficaces, que vehiculen un trasfondo ideológico y funcionen como esquemas interpretativos que permiten “filtrar” los nuevos datos y hechos.

La regla de oro que Lakoff propone a sus correligionarios izquierdistas es: “¡no utilices nunca su lenguaje!; ¡no caigas en su marco!”. No se debe intentar refutar el marco del adversario (desde el momento en que se lo niega, se está quedando ya atrapado por él); se debe, por el contrario, proponer uno  alternativo, e intentar que vaya calando en la conciencia del público.

Bien, creo que, sin necesidad de haber leído a Lakoff, el movimiento pro-vida aplica instintivamente desde hace tiempo las reglas del framing: debemos evitar el marco lingüístico-conceptual del adversario (“derechos reproductivos”, “control de la mujer sobre su propio cuerpo”, “producto de la concepción”, “extensión de derechos”,  etc.) y afirmar el nuestro (“madre” en lugar de “mujer”; “bebé” o “niño no nacido” en lugar de “producto de la concepción”; “derecho a la vida” en lugar de “derechos reproductivos”; “aborto” en lugar de “interrupción del embarazo”, etc.)

Por otra parte, el enfoque de Lakoff –que cifra la persuasividad de una argumentación, no en su veracidad o razonabilidad intrínsecas, sino en su habilidad para “formatear” dialécticamente la realidad y difundir las etiquetas lingüísticas adecuadas. Para Platón, la finalidad de un debate no estriba en “vencer a toda costa” o “poder convencer a alguien de cualquier cosa”, sino en avanzar cooperativamente hacia la verdad. Si uno no tiene la verdad, lo mejor es ser derrotado en el debate y así tomar conciencia de su error. Y la victoria en los debates no la alcanza el que maneja con más  habilidad los trucos dialécticos sofísticos, sino el que tiene (mayor parte de) la verdad. La verdad cuenta.

La verdad está de nuestra parte

Si somos platónicos y no sofistas, los pro-vida europeos no deberíamos perder el ánimo. Pues, por tupida que sea la red de autoengaños, eufemismos y sofismas tejidos durante 40 años por el “progresismo”, tenemos una baza fundamental: la verdad.

El pro-abortista sólo puede seguir siéndolo mediante el autoengaño sistemático: intentando convencerse de que el bebé in utero “no es un ser humano, sino sólo un amasijo de células” y/o de que “el aborto se seguirá practicando en cualquier caso: la cuestión es si va a ser clandestino e insalubre, o legal y seguro para la mujer”. Estos autoengaños sólo son viables a condición de que se recubra ambas cosas (la realidad maravillosa del niño in utero y la realidad espeluznante de los métodos de aborto) con un velo de invisibilidad. Los pocos centímetros de piel que recubren el útero son la clave de la aceptación social del aborto: si el vientre materno fuese transparente, ninguna mujer sería capaz de abortar, y ningún ciudadano mínimamente civilizado sería capaz de aprobar dicha práctica.

El aborto se sostiene sobre la mentira sistemática acerca de la humanidad del feto y la pudorosa ocultación de los detalles macabros de las técnicas empleadas. El abortismo necesita de la oscuridad; en cambio, todo lo que implique visibilización de lo ocultado favorece a los pro-vida. Nuestra mejor baza propagandística es la simple imagen de un feto de 10 semanas aún pequeño en tamaño, pero ya con forma inequívocamente humana: brazos, piernas, uñas, corazón latiente, actividad eléctrica en el cerebro … La sociedad abortista se niega a mirar el rostro de sus víctimas, de aquéllos a los que ha declarado sacrificables.

En este campo, como en otros, el movimiento pro-vida tiene la fundada impresión de que “el tiempo está de nuestra parte”: la tecnología hace cada vez más transparente el seno materno, ofreciendo imágenes asombrosas de las primeras fases de la vida del ser humano. Cualquiera de esas imágenes basta para derribar la tramoya de mentiras que sostiene al abortismo. Por eso, una de las reivindicaciones en que deberíamos insistir más es la exigencia legal de que le sea mostrada a la mujer que solicita un aborto una ecografía del ser que porta en su vientre (o de otro feto en un estadio similar de desarrollo). Es seguro que muchas cambiarían de opinión. En realidad, la sociedad “sabe” de sobra que lo que hay en el vientre de la mujer es un ser humano en desarrollo, y no “material biológico”.

Y la ciencia también

Si la tecnología está de nuestra parte, la ciencia lo está sin duda también. La embriología es nuestra aliada. Cualquier persona científicamente alfabetizada sabe que la vida humana comienza en la concepción, cuando el cigoto queda definido por los 46 cromosomas que determinan la pertenencia a la especie humana y codifican las características (color de pelo y ojos, sexo, estatura, incluso enfermedades que se desarrollarán) del individuo. El cigoto posee la capacidad de autodesarrollarse rápidamente en un bebé: sólo necesita tiempo (poco) y no ser destruido (es lo que Finnis llama “capacidad radical”).

Lo único que pueden alegar los abortistas contra la humanidad del embrión es su dependencia transitoria respecto del organismo de la madre, su pequeño tamaño, y su forma aún no característicamente humana. Ahora bien, si hacemos depender la dignidad humana de la forma, el tamaño o el grado de dependencia, deberíamos negársela también a los recién nacidos, que siguen siendo muy pequeños, o a los mutilados (que han perdido la “forma humana”), o a los tetrapléjicos (que son también extremadamente dependientes de la ayuda de otros)… La pendiente resbaladiza conduce inevitablemente a una sociedad nietzscheana en la que los fuertes se arrogan el derecho a decidir sobre la vida de los débiles.

No es cuestión de creencia, sino cuestión de ciencia

Las consideraciones anteriores se basan exclusivamente en la razón, y son independientes de cualquier tipo de creencia religiosa. El anti-abortismo no es (necesariamente) una creencia religiosa, sino una conclusión racional accesible a cualquiera que esté dispuesto a examinar los datos científicos y antropológicos de manera imparcial. Al abortismo le interesa “enmarcar” la cuestión del aborto en el terreno de la religión; los pro-vida debemos eludir esa trampa, y mostrar que el derecho del no nacido es defendible desde premisas independientes de cualquier credo religioso.

El otro “marco” que se ha revelado decisivo para el éxito del abortismo es el concepto de “interés de la mujer-control de la mujer sobre su propio cuerpo”. El feminismo es una baza argumental invencible en la cultura actual: un dogma de la corrección política, un marco irrebasable; nadie puede enfrentarse al feminismo y sobrevivir. Nuestra estrategia al respecto sólo puede consistir en mostrar que el abortismo daña a la mujer, y que los pro-vida somos los verdaderos feministas. Para ello, pueden utilizarse al menos estos cuatro argumentos:

1) El aborto es física y psicológicamente peligroso para la mujer: los posibles daños físicos incluyen hemorragia, embolia, un mayor riesgo de cáncer de mama (el doble), cáncer de ovario y cáncer de hígado; riesgo de perforación uterina, etc. Los daños psicológicos incluyen el llamado “síndrome post-aborto”, sufrido por una proporción significativa de las mujeres que han abortado: depresión, culpabilidad, añoranza del hijo perdido, tendencias suicidas, etc.

2) El célebre argumento abortista según el cual “el aborto seguirá siendo practicado en cualquier caso, y su ilegalización lo único que consigue es que proliferen abortos domésticos que ponen en peligro la vida de la mujer” es una falacia.

3) El aborto no libera a la mujer, sino al varón: exime a éste de toda responsabilidad por su conducta sexual. El aborto facilita que los varones puedan utilizar a las mujeres como “objetos de consumo” sexual, induciéndolas después a desembarazarse de los bebés que resulten de tales relaciones efímeras. El aborto promueve, no la liberación, sino la cosificación de la mujer.

4) El aborto daña a la mujer en la forma más directa: el puro y simple exterminio. A nivel mundial, el aborto se ceba preferentemente en los bebés de sexo femenino.

Junto al falso feminismo (que acabamos de refutar), el abortismo extrae su inspiración y capacidad persuasiva de un segundo venero: el neomaltusianismo; a saber, la creencia en una explosión demográfica que pondría en peligro el futuro de la humanidad, y en la necesidad de atajarla por cualesquiera medios. Es fácilmente refutable con estadísticas: la producción agrícola ha crecido más rápido que la población mundial, y el porcentaje de gente que pasa hambre en 2010 es muy inferior al de 1968. El Informe de Naciones Unidas Population, Environment and Development (2001) prevé que la población mundial alcanzará un pico de 9.000 millones en torno a 2050, e iniciará a partir de ahí un suave descenso.

Volviendo al framing de Lakoff, debemos trabajar por desplazar el desfasado marco “explosión demográfica: demasiada gente en el mundo” con el marco “envejecimiento de la población: insostenibilidad de los sistemas de bienestar”. No porque sea éste el que más conviene a nuestra causa, sino porque es el que se corresponde con la verdad, muy especialmente en el caso europeo. Los índices de natalidad en gran parte de Europa oscilan entre 1.3 y 1.5 hijos/mujer, muy por debajo del índice de reemplazo generacional (2.1). Las consecuencias de ello serán el declive económico y la insostenibilidad del sistema de pensiones.

La ratio de dependencia cuatro personas en edad de trabajar por cada jubilado); para 2050 menos de dos activos por cada jubilado. La Europa gris está abocada a la decadencia y la insostenibilidad. En la Europa actual, uno de cada cinco embarazos termina en aborto: el índice de natalidad europeo podría haber sido un 20% mayor; nuestra situación demográfica habría sido entonces mucho menos desesperada.

Trabajar por etapas

Gran parte de la sociedad europea está profundamente impregnada desde hace décadas de la mentalidad abortista; revertir ese hecho no será una tarea fácil. En mi opinión, es fundamental que el movimiento pro-vida sepa que se tratará de una batalla muy larga, y que es razonable, por tanto, adoptar una estrategia gradualista. Reivindicaciones parciales que, a primera vista, pueden parecer insuficientes (por ejemplo, la de que se administre anestesia al feto antes de ser destrozado), resultan, sin embargo, muy eficaces en la medida en que mantienen el tema en la agenda política y obligan al público a mirar de frente el horror del aborto. Siguiendo a Stephen D. Schwarz, propongo a continuación una serie de conquistas provisionales que resultarían preciosas para relanzar la batalla por la vida:

1) Exigir la prohibición de los procedimientos más cruentos de aborto (quemar al feto con una solución salina; o succionar su cerebro en un “aborto por nacimiento parcial”). Incluso aquellos que niegan la humanidad del feto pueden entender que es horrible hacer eso a cualquier criatura sintiente (y es un hecho incontrovertible que el feto tiene sistema nervioso y siente, por tanto, dolor). Muchas personas que aceptan el aborto se manifiestan, sin embargo, indignados por la vivisección o los experimentos dolorosos con animales. Se trataría aquí simplemente de pedirles que tengan con el feto humano la misma compasión que muestran hacia los cobayas.

2) Exigir la administración de anestesia al feto a partir del momento en que hay terminaciones nerviosas y, por tanto, capacidad de sentir dolor.

3) Exigir la prohibición de todos los abortos de tercer trimestre, cualquiera que sea el pretexto aducido (el supuesto de “peligro para la vida de la madre” es absolutamente excepcional en la medicina actual, y puede ser cubierto mediante la doctrina del “acto de doble efecto”: la mujer, por ejemplo, puede recibir quimioterapia para tratar un cáncer, aunque de ello se siguiera –como consecuencia lateral no buscada- la muerte del feto: es fundamental mantener el principio de que los médicos deben hacer todo lo posible por salvar las dos vidas). Después, solicitar la prohibición de todos los abortos de segundo trimestre. Cualquier rebaja en los plazos temporales de la licitud del aborto salvará vidas, obligará al público a seguir pensando sobre la cuestión, y constituirá por tanto una importante victoria.

4) Exigir la sustitución de la regulación “de plazos” (aborto libre hasta cierto número de semanas) por una regulación “de supuestos” (el aborto es permitido sólo en casos tasados: típicamente, violación, incesto, malformaciones en el feto y peligro real para la salud de la madre). La introducción de una reforma de este tipo en Polonia (1993) hizo descender en un 97% el número de abortos.

5)Exigir que toda mujer que solicite un aborto sea informada preceptivamente (en una entrevista, y no mediante un sobre cerrado que la interesada quizás no llegará a abrir) sobre los siguientes extremos: a) El grado de desarrollo y la apariencia del ser que porta en su vientre; b) Los métodos que se utilizan para el aborto, y la posibilidad de que el feto sienta dolor; c) Los riesgos físicos y psicológicos (perforación uterina, síndrome post-aborto, etc.) que puede comportar la práctica del aborto; d) Las alternativas al aborto: procedimientos de adopción, ayudas económicas a las madres sin recursos, etc.; e) La existencia de organizaciones deseosas de ayudar a las embarazadas en dificultades.

6) Exigir un plazo de reflexión de 72 horas entre la solicitud del aborto y la práctica del mismo. Se ha comprobado que muchas mujeres cambian de opinión en el intervalo.

7) Exigir el consentimiento paterno cuando se trata del aborto de menores de edad (la nueva ley española, por ejemplo, ha suprimido la necesidad de dicha autorización si la chica tiene 16 años o más).

8) Exigir el consentimiento del esposo para el aborto, si se trata de una mujer casada. Si el Derecho obliga a los padres a contribuir a la manutención del niño (una vez que éste ha nacido), es irracional que no les otorgue también el derecho a evitar que ese niño sea muerto (cuando aún no ha nacido).

9) Exigir que el aborto no sea financiado por el Estado. Excluir el aborto del sistema sanitario público.

10) Defender a ultranza el derecho a la objeción de conciencia del personal sanitario (el “giro” conseguido en el Informe McCafferty constituye una esperanzadora victoria en este sentido).

11) Apoyar de todas las formas posibles a las embarazadas en apuros. Esto puede abarcar desde medidas legales de apoyo a la maternidad (subsidios, horarios laborales flexibles, deducciones fiscales, guarderías, etc.) hasta apoyo psicológico ante un embarazo inesperado, redes de solidaridad, etc.

12) Desarrollar y facilitar la adopción como alternativa al aborto.

13) Ayudar a las mujeres que han abortado y sufren por ello.

Los tres últimos frentes son muy importantes, ya que confieren una faceta afirmativa al movimiento pro-vida. Este no debe ser percibido sólo como un movimiento anti-aborto. Pues, en definitiva, estamos contra el aborto porque estamos por la mujer y su hijo.

Para leer la ponencia completa, aquí

Para leer otros trabajos del Profesor Contreras en su página web personal: pinchar aquí.

Para más información, visitar la sección CULTURA DE LA VIDA


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