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Cuatro perspectivas para una decisión ética

No es fácil tomar ciertas decisiones y más en circunstancias extremas. Pero frente al vacuo concepto de “libertad”, superficial y epidérmico, que enarbola la izquierda (que cada quién haga lo que le dé la gana) se impone una toma de decisiones “en conciencia”. Este tipo de decisiones son fruto de una reflexión ponderada, serena y no epidérmica, sobre la diversidad de factores implicados en cada situación concreta. ¿En las decisiones que se toman en torno a la vida y la muerte de las personas, podemos dejar cuestiones de tanta trascendencia al albur de cada cuál?

Para afrontar cuestiones tan complejas hace falta una seria reflexión sobre los fundamentos antropológicos y éticos que puedan conducir a una buena práctica y a decisiones correctas desde el punto de vista humano, médico y jurídico. Conocer e interpretar correctamente la realidad y abrirnos al horizonte de posibilidades son claves para tomar una decisión y obtener resultados éticos.

En toda decisión humana, y especialmente en las que se refieren a la vida y a la muerte de las personas, podemos encontrar muchas perspectivas y aspectos a tener en cuenta. Enumeramos cuatro perspectivas que tienen una gran relevancia en el mundo de la bioética.

La primera perspectiva nos pone ante la manera de conocer e interpretar la realidad (diagnóstico correcto de la situación). Nuestras decisiones nacen desde lo que pensamos y nuestros pensamientos e ideas derivan de nuestra concepción de la realidad y de la vida. Están condicionados históricamente, no son verdades absolutas. Suelen estar en función de los valores dominantes y condicionados por la mentalidad de la época. Algunos, por ejemplo, creen que el embrión humano es un puñado de células sin ninguna dignidad. Otros piensan que desde la concepción estamos ante una persona con alma espiritual y un valor incalculable. El modo de pensar e interpretar los datos que aparecen ante nosotros depende en no poca medida de la cultura recibida, de experiencias y reflexiones personales, de intereses y de otros factores más o menos complejos. Antes de defender (o rechazar) a un hijo no nacido los partidarios de cada posición razonan desde ideas que tienen un papel clave en todo el proceso decisional.

La segunda perspectiva nos abre al horizonte de las posibilidades: ¿cómo se puede actuar en esta situación? ¿Qué se puede hacer en este caso? Se trata de conocer lo que es posible desde varios puntos de vista: técnico, legal, ético. Valorar las posibles estrategias y buscar “ponderadamente” la mejor solución posible.

Desde las dos perspectivas anteriores, entramos en la tercera: la decisión. Reconocido o no el valor (algunos, por desgracia, no llegan a reconocer tal valor) de un ser humano, los afectados optan por alguna de las posibilidades consideradas como mejores para esta determinada situación.

Toda decisión supone, por lo tanto, una serie de valores y datos asumidos (primera perspectiva=interpretación correcta, objetiva, no sesgada de la realidad; para ello lo más correcto es fiarnos de la ciencia) y una mayor o menor comprensión de las posibilidades técnicas y legales (segunda perspectiva)= estrategias o posibilidades para afrontar, para hacer frente a dicha situación.

Pero la vida es muy compleja y existen, como la experiencia nos recuerda, situaciones de conflicto, en las que algunas decisiones pueden ir contra las leyes o las normas deontológicas, como por ejemplo cuando un enfermo rechaza una transfusión de sangre por motivos religiosos, o cuando unos adultos piden que a uno de sus hijos pequeños le sea extirpado un riñón para curar a otro hijo.

Entramos, por fin, a la última perspectiva: los resultados o consecuencias tras la decisión, salida o solución adoptada. Tras tomar una decisión y ponerla en práctica, ¿qué beneficios o qué daños se derivan en las partes afectadas? Puede acontecer, por ejemplo, que una operación quirúrgica sea impecable desde el punto de vista técnico pero provoque costos tan elevados que la familia quede arruinada. O que una pareja solicite y obtenga el aborto de un feto considerado enfermo y tras la intervención se descubra que era perfectamente sano.

Los resultados influyen enormemente a la hora de repensar las ideas generales que orientan la propia vida (perspectiva primera) y de revisar lo que parece técnicamente eficaz pero no lo es (perspectiva segunda). Igualmente, los resultados refuerzan el propio punto de vista, si son vistos como satisfactorios, o lo ponen en crisis, si uno descubre más daños que beneficios tras haber aceptado una determinada terapia.

Tener presentes estas perspectivas ayuda a afrontar numerosos problemas y situaciones problemáticas y cuestiones que son estudiadas en la bioética. Desde luego, no basta con reconocer en qué ámbito nos movemos: hay que saber sopesar seriamente si los conocimientos y valoraciones que uno asume son correctos o no.

Por eso, a la hora de afrontar temas tan complejos como los que se refieren a la vida y a la salud de los seres humanos, hace falta una seria reflexión sobre los fundamentos antropológicos y éticos que puedan conducir a una buena bioética y a decisiones correctas desde el punto de vista humano, médico y jurídico.

Adaptación a partir de F. Pascual: Cuatro perspectivas para la bioética


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