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Feminismo e ideología de género

Planteamientos y revisión crítica

Promover el feminismo es promover a la mujer. La toma de conciencia de las mujeres de la opresión, dominación, y explotación de que han sido y son objeto es un movimiento de liberación que hay que saludar positivamente. Sin embargo, ese movimiento de liberación ha ido evolucionando y transformándose con el paso del tiempo hasta desembocar hoy en día en ciertos extremismos y planteamientos radicales, con los que no todo el mundo está de acuerdo. El feminismo no es un movimiento monolítico sino plural en sí mismo y en el que existen muchas formas diferentes de concebir la liberación de la mujer. Hay quienes consideran que, lejos de extremismos y planteamientos radicales con los que no todo el mundo tiene porque coincidir, la mejor manera de promover la liberación de la mujer es creando una sociedad más igualitaria sí, civilizatoriamente avanzada, en la que tanto hombre como mujer puedan realizarse dignamente, pero en la que la mujer no tenga que abdicar de su feminidad y valorando, protegiendo y velando por lo que le es más propio. Porque para la mujer, como se ha afirmado, ser mujer lo es todo. Y lo demás, sólo es lo demás.

No hay duda que en esta legislatura el gobierno socialista se ha embarcado en una operación de ingeniería social cuasi imperceptible a los ojos de una gran parte de la población pero de profundo calado, en una transformación radical de la mentalidad colectiva; y está patrocinando, con la anuencia de determinados partidos de izquierdas,  un cambio en la escala de valores de la sociedad que afecta a la sustancia misma de los fundamentos éticos que han sustentado nuestra convivencia en las últimas décadas y ha apostado por patrocinar, difundir e imponer al conjunto de la sociedad española, como una de las señas de identidad de su proyecto de transformación social, amparándose en la aritmética parlamentaria, una determinada manera de entender cuestiones esenciales que están en la base y fundamentan la convivencia social como el derecho a la vida, las relaciones interpersonales, la educación afectivo-sexual de las jóvenes generaciones, las tesis de una determinada manera de entender el feminismo, etc. como lo ha demostrado a propósito de cuestiones de fondo suscitadas en los últimos tiempos en el seno de la sociedad española como, por ejemplo, en relación a algo tan nuclear para cualquier grupo humano como la valoración de la misma vida humana o en el terreno educativo con una Educación para la ciudadanía, tendenciosamente ideologizada e impregnada de ideología de género y todo ello con una cierta voluntad totalitaria. Cuestiones en las que ni mucho menos existe un importante consenso social y en las que el gobierno ha optado por tomar partido por una de las partes, rompiendo la exigible neutralidad que el Estado debería mostrar con respecto a cuestiones en las que existe tan fuerte discrepancia social.  

A continuación, en aras de un mejor conocimiento, presentamos un par de artículos sobre el movimiento feminista y como elemento de contraste, otro fuertemente crítico con una determinada forma de concebir y entender dicho movimiento de liberación femenino.

Ver revisión crítica

 

 

¿Qué es el feminismo?

El feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII -aunque sin adoptar todavía esta denominación- y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación, y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera.

Atareadas en hacer feminismo, las mujeres feministas no se han preocupado demasiado en definirlo cuenta Victoria Sau en su libro “Diccionario Ideológico feminista” del que reproducimos un fragmeno referido a la definición del feminismo:

En el Diccionario (patriarcal) Ilustrado de la Lengua la voz feminismo es definida torpemente así: «Doctrina social que concede a la mujer igual capacidad y los mismos derechos que a los hombres.» Así de breve, falsa y tendenciosa la asume la Academia de la Lengua (patriarcal). La propia definición incurre en aquello contra lo que el feminismo lucha: considerar que la suprema mejora es elevar a la mujer a la categoría del hombre como ser modélico, y suprimir o disimular cualquier imagen de la mujer que la presente como ser activo, dueña de su propia lucha.

El Diccionario (patriarcal) Larouse dice: «Feminismo: Tendencia a mejorar la posición de la mujer en la sociedad». En un articulo feminista del que son autoras Anne y Jacqueline se lee: «El feminismo es la toma de conciencia por la mujer de la opresión que padece. Una opresión que no es solo económica, jurídica y sexual, sino sobre todo psicológica.» (Varias: La liberación de la mujer, año cero). No todas las feministas podrían estar de acuerdo con esta última. Una definición global, que pueda reunir todas las tendencias que se manifiestan en el seno del feminismo podría ser la siguiente:

El feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII -aunque sin adoptar todavía esta denominación- y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación, y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera.

Marcuse dice que el movimiento feminista actúa a dos niveles: uno, el de la lucha por conseguir la igualdad completa en lo económico, en lo social y en lo cultural; otro, “mas allá de la igualdad” tiene como contenido la construcción de una sociedad en la que quede superada la dicotomía hombre-mujer, una sociedad con un principio de la realidad nuevo y distinto. ("Marxismo y feminismo"). En una línea de pensamiento parecida M. Godelier reconoce que "Nos orientamos hacia relaciones sociales sin referencia en el pasado."

De J .R. Evans (Las feministas) tomo la historia del termino feminismo, surgido primero en Francia (feminisme) y adoptado en Inglaterra a partir de 1890 (feminism) en sustitución de womanism ("mujerismo"). En España la palabra feminismo aparece en la bibliografía en 1899, con el libro de Adolfo Posada: Feminismo, como así lo hace constar Aurora Diaz-Plaja en «La mujer y los libros». Aunque ya las mujeres habían empezado a escribir sobre las mujeres (como Josefa Amar y Concepcion Arenal, por ejemplo) fueron obra de varones los primeros títulos conteniendo la polémica palabra, ya que en 1901 Romera Navarro sale en defensa del sexo femenino contra el sexismo del autor de La inferioridad mental de la mujer con el siguiente libro: Ensayo de una filosofía feminista: refutación a Moebius.

Los orígenes del feminismo como movimiento colectivo de mujeres hay que situarlo en los albores de la Revolucion Francesa. Entre los numerosos Cahiers de doleances (Cuadernos de quejas) que se publicaron entonces con ocasión del anuncio de convocatoria de los Estados Generales, varios se hacían eco de quejas femeninas, aunque P.M. Duhet solo garantiza dos como escritos por las propias mujeres, ansiosas de cambiar en muchos aspectos su situación. En la Biblioteca Nacional de Paris pueden consultarse estos folletos, que datan de 1788. Sullerot señala también el folleto de Olympia de Gouges «Letre au Peuple», anterior a la «Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana» de esta misma autora. (Histoire de la Preese Femenine en France.)

En Mujeres en red

 

Perspectiva de género ¿Qué es la perspectiva de género y los estudios de género?

Este artículo ha sido publicado en el "Diccionario de estudios de Género y Feminismos". Editorial Biblos 2008

Texto de Susana Gamba

En los últimos años se produjo un importante avance en las ciencias sociales, al incorporarse los denominados estudios de la mujer como un nuevo paradigma. El género, como categoría social, es una de las contribuciones teóricas más significativas del feminismo contemporáneo. Esta categoría analítica surgió para explicar las desigualdades entre hombres y mujeres, poniendo el énfasis en la noción de multiplicidad de identidades. Lo femenino y lo masculino se conforman a partir de una relación mutua, cultural e histórica. El género es una categoría transdisciplinaria, que desarrolla un enfoque globalizador y remite a los rasgos y funciones psicológicos y socioculturales que se le atribuye a cada uno de los sexos en cada momento histórico y en cada sociedad. Las elaboraciones históricas de los géneros son sistemas de poder, con un discurso hegemónico y pueden dar cuenta de la existencia de los conflictos sociales. Y la problematización de las relaciones de género logró romper con la idea del carácter natural de las mismas. Lo femenino o lo masculino no se refiere al sexo de los individuos, sino a las conductas consideradas femeninas o masculinas. En este contexto, la categoría de género puede entenderse como una explicación acerca de las formas que adquieren las relaciones entre los géneros, que algunos consideran como una alternativa superadora de otras matrices explicativas, como la teoría del patriarcado (ver Patriarcado). Se sostiene que (aunque la incorporación del concepto de “patriarcado” constituyó un avance importante para explicar la situación de las mujeres) resultó insuficiente para comprender los procesos que operan dentro de la estructura social y cultural de las sociedades, condicionando la posición e inserción femenina en realidades históricas concretas.

Según Marta Lamas, aún cuando ya en 1949 aparece como explicación en El segundo sexo de Simone de Beauvoir, el término género sólo comienza a circular en las ciencias sociales y en el discurso feminista con un significado propio y como una acepción específica (distinta de la caracterización tradicional del vocablo que hacía referencia a tipo o especie) a partir de los años setenta. No obstante, sólo a fines de los ochenta y comienzos de los noventa el concepto adquiere consistencia y comienza a tener impacto en América Latina. Entonces las intelectuales feministas logran instalar en la academia y las políticas públicas la denominada “perspectiva de género”. En 1955 John Money propuso el término “papel de género” para describir el conjunto de conductas atribuidas a los varones y a las mujeres, pero ha sido Robert Stoller quien estableció más claramente la diferencia conceptual entre sexo y género. Los sistemas de género se entienden como los conjuntos de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual anatómico-fisiológica y que dan sentido a las relaciones entre personas sexuadas (De Barbieri, 1990). Según Gomariz, a partir de estas referencias conceptuales pueden examinarse distintos planos del conocimiento acumulado en la materia. De modo amplio podría aceptarse que constituyen reflexiones sobre género todas aquellas que se hicieron en la historia sobre las consecuencias y significados que tiene pertenecer a cada uno de los sexos. Para Gomariz puede denominarse como “estudios de género” el segmento de la producción de conocimientos que se ha ocupado de ese ámbito de la experiencia humana.

La “perspectiva de género”, en referencia a los marcos teóricos adoptados para una investigación, capacitación o desarrollo de políticas o programas, implica:
a) reconocer las relaciones de poder que se dan entre los géneros, en general favorables a los varones como grupo social y discriminatorio para las mujeres;
b) que dichas relaciones han sido constituidas social e históricamente y son constitutivas de las personas;
c) que las mismas atraviesan todo el entramado social y se articulan con otras relaciones sociales, como las de clase, etnia, edad, preferencia sexual y religión.

La perspectiva de género opta por una concepción epistemológica que se aproxima a la realidad desde las miradas de los géneros y sus relaciones de poder. Sostiene que la cuestión de los géneros no es un tema a agregar como si se tratara de un capítulo más en la historia de la cultura, sino que las relaciones de desigualdad entre los géneros tienen sus efectos de producción y reproducción de la discriminación, adquiriendo expresiones concretas en todos los ámbitos de la cultura: el trabajo, la familia, la política, las organizaciones, el arte, las empresas, la salud, la ciencia, la sexualidad, la historia. La mirada de género no está supeditada a que la adopten las mujeres ni está dirigida exclusivamente a ellas. Tratándose de una cuestión de concepción del mundo y de la vida, lo único definitorio es la comprensión de la problemática que abarca y su compromiso vital.

Existe cierto consenso en que es necesario establecer distinciones entre sexo y género. El sexo corresponde a un hecho biológico, producto de la diferenciación sexual de la especie humana, que implica un proceso complejo con distintos niveles, que no siempre coinciden entre sí, y que son denominados por la biología y la medicina como sexo cromosómico, gonadial, hormonal, anatómico y fisiológico. A la significación social que se hace de los mismos se la denomina género. Por lo tanto las diferencias anatómicas y fisiológicas entre hombres y mujeres que derivan de este proceso, pueden y deben distinguirse de las atribuciones que la sociedad establece para cada uno de los sexos individualmente constituidos.

Aunque existen divergencias en su conceptualización, en general la categoría de género es una definición de carácter histórico y social acerca de los roles, identidades y valores que son atribuidos a varones y mujeres e internalizados mediante los procesos de socialización. Algunas de sus principales características y dimensiones son: 1) es una construcción social e histórica (por lo que puede variar de una sociedad a otra y de una época a otra); 2) es una relación social (porque descubre las normas que determinan las relaciones entre mujeres y varones); 3) es una relación de poder (porque nos remite al carácter cualitativo de esas relaciones); 4) es una relación asimétrica; si bien las relaciones entre mujeres y varones admiten distintas posibilidades (dominación masculina, dominación femenina o relaciones igualitarias), en general éstas se configuran como relaciones de dominación masculina y subordinación femenina; 5) es abarcativa (porque no se refiere solamente a las relaciones entre los sexos, sino que alude también a otros procesos que se dan en una sociedad: instituciones, símbolos, identidades, sistemas económicos y políticos, etc.); 6) es transversal (porque no están aisladas, sino que atraviesan todo el entramado social, articulándose con otros factores como la edad, estado civil, educación, etnia, clase social, etc); 7) es una propuesta de inclusión (porque las problemáticas que se derivan de las relaciones de género sólo podrán encontrar resolución en tanto incluyan cambios en las mujeres y también en los varones); 8) es una búsqueda de una equidad que sólo será posible si las mujeres conquistan el ejercicio del poder en su sentido más amplio (como poder crear, poder saber, poder dirigir, poder disfrutar, poder elegir, ser elegida, etcétera).

La generalización del concepto de género ha suscitado una polémica en torno a la conveniencia de continuar usándolo. A veces el término se ha tergiversado y banalizado en su aplicación. En algunos estudios macrosociales o del mercado de trabajo, a la desagregación por sexo se la denomina género, pero la categoría permanece vacía. Algo similar ocurre cuando la palabra género sustituye a mujeres (Scott, 1990). El género requiere la búsqueda de sentido del comportamiento de varones y mujeres como seres socialmente sexuados. Marta Lamas sostiene que en América latina no hubo el suficiente debate ni una confrontación teórica al respecto, al menos comparada con la fuerza y visibilidad con que se ha dado en el mundo anglosajón. Para Lamas (1999) un aspecto relevante a debatir es “la forma en que se manifiesta el traslape conceptual entre género y diferencia sexual: como ausencia o silencio, confusión y negación”. En el debate sobre las relaciones entre hombres y mujeres, la diferencia sexual es un concepto básico para comprender la base sobre la que se construye el género. Según Lamas, las feministas norteamericanas circunscriben la definición de diferencia sexual a lo anatómico, limitándola a una distinción sustantiva entre dos grupos de personas en función de su sexo, o sea, a un concepto taxonómico, análogo al de clase social o al de raza: “Al no manejar el concepto psicoanalítico de diferencia sexual, ignoran el papel del inconsciente en la formación de la identidad sexual y la inestabilidad de tal identidad, impuesta en un sujeto que, según Freud, es fundamentalmente bisexual. Esto tiñe las forma en que reflexionan sobre la diferencia entre mujeres y hombres, y por ello elaboran sus planteamientos teóricos a partir de la diferencia de género. Las europeas, más cercanas al psicoanálisis lacaniano, suelen analizar la contradicción mujer/hombre incorporando la diferencia sexual en su complejidad psicoanalítica” (Lamas, 1999). Para esta teoría, “mujeres y hombres son producidos por el lenguaje y las prácticas y representaciones simbólicas dentro de formaciones sociales dadas, pero también por procesos inconscientes vinculados a la simbolización de la diferencia sexual. Hay que comprender que la diferencia sexual es una diferencia estructurante, a partir de la cual se construyen no sólo los papeles y prescripciones sociales sino el imaginario de lo que significa ser mujer o ser hombre, por lo tanto no puede ser situada en el mismo nivel que el género” (Lamas, 1999).

Aunque no constituye una categoría cerrada, sino en pleno desarrollo, la perspectiva de género favorece el ejercicio de una lectura crítica y cuestionadora de la realidad para analizar y transformar la situación de las personas. Se trata así de crear nuevas construcciones de sentido para que hombres y mujeres visualicen su masculinidad y su femineidad a través de vínculos no jerarquizados ni discriminatorios. Susana Gamba

Post Scriptum :
Susana Gamba es Coordinadora del Diccionario y presidenta de la Fundación "Agenda de las Mujeres". Argentina.

 Fuente: Agenda de las mujeres

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