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Mujer Nueva cumple 10 años

Otro feminismo es posible

Estimado lector (a):

Mujer Nueva celebra su décimo aniversario. Por ello queremos reconocerte a ti, como el principal protagonista de nuestra trayectoria. Gracias a tus visitas, a tus comentarios y aportaciones, Mujer Nueva ha logrado mantenerse por una década, ofreciéndote reflexiones, noticias y artículos con un mensaje positivo en torno a la mujer.

Un modelo de mujer comprometida que aporta, desde su propia identidad femenina, sus diversas cualidades, que es protagonista de su destino, que busca integrar armónicamente su mundo familiar y laboral, y que colabora con el hombre en una relación de equidad y reciprocidad para contribuir en la humanización del ser humano y de la sociedad.

Sabemos que nos falta mucho todavía, pero semana tras semana nos entusiasma saber que nuestro contenido es de utilidad para generar reflexión que lleve a comprender la importancia de la mujer como transformadora y humanizadora de la sociedad.

Con motivo de este décimo aniversario, queremos compartirte lo mejor de nuestro contenido, por ello estaremos publicando aquellos artículos y material que con el paso de los años han sido el distintivo de Mujer Nueva.

A todos nuestros lectores y colaboradores, muchas gracias por estar presentes y hacer posible esta celebración.

Mujer Nueva



La realización de la mujer

Autor: Bosco Aguirre 

Todos queremos “realizarnos”. Pero no resulta fácil decir cuándo un ser humano ha conquistado la realización completa, verdadera, en su propia vida.

“Realizarse” implica, por una parte, descubrir cuál es la meta profunda de nuestra condición humana. ¿Cuál podrá ser? ¿Consistirá tal vez en trabajar mucho, en ganar dinero, en divertirse, en satisfacer los propios caprichos, en estar siempre con los amigos, en aparecer en los medios de comunicación, en gozar de una oscura y “dorada! ” mediocridad?

Notamos en seguida que existe una enorme diferencia entre la “realización objetiva” y las “realizaciones” empobrecidas que dependen de modas sociales o de caprichos personales.

Un joven desearía dedicarse a fondo a la vida deportiva. Sus padres, sus profesores, la sociedad, le imponen una serie de estudios y de reglas que le alejan de la soñada meta. Pero no podemos excluir que ni los planes del joven ni las imposiciones sociales corresponden siempre a algo más profundo que se oculta en cada ser humano, a una fuerza íntima que pide una oportunidad para salir a la luz, para “realizarse”.

Lo anterior vale para todos: niños y grandes, ricos y pobres, occidentales y orientales, europeos, americanos, asiáticos y africanos. Vale, también, para los hombres y para las mujeres.

De modo especial, la mujer de nuestro tiempo vive bombardeada por presiones y por slogans que la orientan, casi la obligan, a buscar ciertas “realizaciones”, algunas de las cuales llegan casi a ahogar bienes olvidados, o incluso a provocar comportamientos abiertamente peligrosos e innaturales.

Noticias recientes nos han puesto en guardia, por ejemplo, ante la búsqueda de la delgadez como si fuera un absoluto. Tal obsesión invade a miles de adolescentes y no tan adolescentes por “conservar la línea”, con degeneraciones que llevan a la anorexia y a la muerte de personajes famosos o a la ruina de adolescentes en el umbral de la vida.

No es tan noticia, aunque cada vez tomemos más conciencia de ello, que millones de mujeres desearían casarse jóvenes y acoger en seguida a uno o varios hijos. Viven, sin embargo, prisioneras de un sistema económico y de una cultura que ha dado un valor absoluto a la conquista de un buen nivel de vida, hasta el punto de llevarlas año tras año a retrasar el matrimonio y la maternidad.

Y cuando nace un hijo, surgen entonces tensiones profundas. ¿La casa o el trabajo? ¿El hijo, los hijos, o la realización profesional?

No hemos de tener miedo a buscar, seriamente, la respuesta a la pregunta: ¿cuál es la realización profunda de la mujer? No podemos decir que sea algo que depende de los distintos contextos sociales, de los niveles de educación, de las elecciones individuales. La mujer, como el varón, tiene una estructura íntima y profunda que busca “realizarse”, salir a la luz, más allá de los caprichos del momento, por encima de las modas impuestas por sociedades muchas veces obsesionadas por la producción y deshumanizadas respecto de lo que embellece la vida humana.

La realización de una mujer requiere mirar hacia el propio corazón para, desde allí, notar una llamada primitiva y profunda (ineliminable, como el bulbo raquídeo, como el ciclo menstrua l con su fecundidad fascinante), a darse, a servir, a dejar de lado sueños de modelo o conquistas de igualitarismos no siempre liberatorios para ser ella misma. Así será posible abrirse a la bellísima tarea de amar y dar vida. Una tarea a la que también estamos llamados los hombres, pero que no podemos descubrir ni aprender si no es a través de la ayuda y el ejemplo que nos dan las mujeres que viven a nuestro lado.

Habrá buenos trabajadores, buenos padres, buenos esposos, si hay mujeres que sean plenamente mujeres: promotoras de justicia y de paz, de alegría y de esperanza, de amor y de vida (esposas madres junto a esposos padres). Mujeres realizadas plenamente, porque han roto con esquemas reductivos que las aprisionaban, porque se han abierto a riquezas íntimas que embellecen los corazones y producen sonrisas fascinantes.

Fuente: Mujer Nueva   2010-05-14





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