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DE ESTO TRATA EL VIVIR...

Traemos aquí un texto de Liliana Esmenjaud, presentado en Mujer Nueva. En él la autora relaciona las más altas aspiraciones de plenitud, características del ser humano, con las opciones que, a menudo inconscientemente, vamos tomando todos los días.... Vivir supone elegir entre las diversas opciones que constantemente se nos presentan ante nosotros. Saber vivir implica, pues, saber elegir, de acuerdo con las prioridades que cada uno se haya trazado en su projecto de vida personal.

Así somos los seres humanos: aparentemente insaciables en nuestras aspiraciones. Siempre tendiendo a más. Siempre queriendo mejorar. Siempre buscando saber más y hacer más.

Cada vez que nos sentamos delante del televisor a ver un programa, cuando no podemos asistir a una reunión, el leer una revista en lugar de una novela,,... implica una elección; estamos optando; estamos excluyendo otras posibilidades.

En eso consiste precisamente el vivir: optar por un camino, excluyendo los demás, configurando así el tipo de persona que quiero ser.

Por: Liliana Esmenjaud, colaboradora de Mujer Nueva
 

Se dice que el ser humano está hecho para el infinito. Y muchos de nuestros anhelos parecen demostrarlo. Más tardamos en alcanzar una meta que en lanzarnos a la conquista de una nueva. Las olimpiadas, la ciencia y la tecnología son testigos de este hecho. Cada cuatro años se busca romper los récords que tanto costó conseguir. El descubrimiento de una cura nos lleva a buscar los medios para hacerla asequible para todos. El último programa de computación pronto quedará obsoleto.

Así somos los seres humanos: aparentemente insaciables en nuestras aspiraciones. Siempre tendiendo a más. Siempre queriendo mejorar. Siempre buscando saber más y hacer más. Este es uno de los tantos aspectos que nos diferencian de los animales. No nos conformamos con lo ya alcanzado. Y lo más interesante es que nunca llegaremos a agotar nuestro potencial. Siempre podremos mejorar e ir a más.

En nuestra propia vida sentimos este mismo anhelo de plenitud. Quisiéramos saberlo todo, probarlo todo, vivirlo todo. ¡Qué difícil resulta a veces escoger carrera! por ejemplo, o comprometerse con un novio, cerrando las puertas a todas las demás posibilidades. Vemos en estas decisiones a las enemigas de la propia libertad, llave maestra para todos nuestros deseos y anhelos. Y sin embargo estas opciones son las que van tejiendo la trama de nuestra vida. Sin ellas, nos quedamos con todas las puertas cerradas, probando de todo pero sin hacer nada propio.

La vida es como un castillo lleno de puertas. Cada una nos invita a entrar en una aventura diferente que nos presenta a la vez nuevas puertas por las que habrá que optar. Quien no se decide por ninguna, simplemente se pierde la diversión que se esconde tras ellas. No es posible pasar por todas, pues
al tomar un camino se excluyen otros, pero cada puerta nos abre nuevas posibilidades que no estaban a nuestro alcance de no haberla escogido.

En definitiva, de esto trata el vivir:
optar constantemente por un camino, excluyendo los demás. Y esto loElegir el camino correcto, optar por la va adecuada puede conducirnos a la meta diseada en nuestro proyecto personal. hacemos a cada instante, aunque no nos demos cuenta. Cada vez que nos sentamos delante del televisor a ver un programa, estamos excluyendo otras actividades que podríamos hacer en ese tiempo; cuando no podemos asistir a una reunión social por tener trabajo pendiente, estamos eligiendo una actividad sobre la otra; el leer una revista en lugar de una novela, implica una elección; el pertenecer a un club de ayuda social o a uno deportivo; el aceptar o no una cita; lo que haga en mi tiempo libre, y hasta el tener o no ese tiempo disponible para mi persona, refleja de alguna manera lo que tiene importancia para mí en la vida.

Sin embargo, muchas veces no nos sentamos a pensar en esto y estas elecciones inconscientes no siempre reflejan el tipo de persona que queremos llegar a ser.
Muchas veces, el cansancio o la rutina nos hacen aceptar indiscriminadamente lo que viene o lo que nos implica menos esfuerzo. Cuántas cosas a nuestro alrededor suceden sin que estemos de acuerdo con ellas, pero sin que movamos un dedo para cambiarlas. Muchas veces quisiéramos dedicarle más tiempo a la familia, o a actividades culturales, o a oxigenar un poco nuestra mente, pero el ritmo de vida tan apretado nos lo impide. Pareciera que estamos en una espiral que nos come, de la que no podemos salir. ¿Será realmente que no podemos hacer nada para arreglar nuestro horario según nuestras prioridades? Tal vez la dificultad radica en que no tenemos claras esas prioridades, por lo que no podemos ordenar nuestra vida de acuerdo con ellas.

No es tan difícil como parece. Lo importante es decidir claramente sobre pocas cosas claves en la vida, y ser consecuente con esa decisión en las pequeñas cosas. Por ejemplo, una gimnasta que quiere ir a las olimpiadas tiene muy clara su prioridad, y todo lo demás gira en torno a ella: alimentación, horario, actividades, familia, etc. De la misma manera,
es importante que nosotros tengamos muy claro qué queremos hacer con nuestra vida: si lo principal para mí es mi familia, sabré dejar de lado muchas otras cosas que, aunque sean buenas, me impiden dedicar tiempo a los míos; si quiero cultivar mi inteligencia y ampliar mi cultura, entonces necesitaré optar por ciertas actividades o lecturas que me ayuden a hacerlo.

Pero
¿por dónde empezar? ¿Qué es lo que necesitamos priorizar? En nuestra vida hay diversas dimensiones distintas que necesitamos cultivar si queremos tener una vida armónica y completa. En el momento en que nos olvidamos de alguna, corremos el riesgo de no desarrollar algún aspecto que después nos hará falta. Estas dimensiones son la física, que se refiere al cuidado de la salud, de la alimentación sana, del ejercicio que nos permite estar en buenas condiciones para rendir adecuadamente en los demás aspectos de la vida. La dimensión afectivo – social es también muy importante para el desarrollo psicológico de la persona. Está la dimensión cultural que abarca tanto el aspecto intelectual como estético que nos ayuda a elevar el espíritu y a comprender y a afrontar de una manera más reflexiva las distintas realidades que se nos presentan. Y no podemos olvidar las dimensiones ética y espiritual que en última instancia definen el tipo de persona que somos.

Si quiero vivir una vida armónica, he de buscar en la medida de lo posible dar respuesta a todas estas dimensiones, viendo cuáles son más importantes y valiosas para mí, y de qué manera puedo y quiero yo desarrollar cada una, para asegurar que no las deje fuera del juego. Estableciendo de este modo mis prioridades, podré más fácilmente decidir qué camino tomar a cada paso de mi vida, sin agobios por una parte, pero sin dejar al azar lo que va configurando el tipo de persona que quiero ser. A fin de cuentas, de esto trata el vivir.

Liliana Esmenjaud, colaboradora de Mujer Nueva

http://www.mujernueva.org/


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