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La «cosmología» de la dominación, en crisis

«Cosmovisión»

El ser humano es un ser curioso por naturaleza. Le gusta  comprender la realidad y penetrar en el corazón mismo de las cosas. Así es individualmente y así se ha mostrado a lo largo de su historia. El ser humano intenta descubrir el sentido de las cosas.

A lo largo de la historia, la especie humana se ha interrogado sobre el sentido  y significado de la naturaleza, de las  cosas, sobre sí mismo y sobre su papel en el mundo… Continuamente se  está formulando preguntas sobre el sentido de la realidad y sobre todo cuanto acontece y existe… 

La especie humana a lo largo de su historia se ha formulado, pues, una serie de preguntas básicas sobre su existencia.  Como respuesta, cada grupo humano ha forjado un cuerpo de ideas que constituye su «ideología»; es decir, genera un  conjunto de ideas y concepciones sobre las cosas, sobre sí mismo, la naturaleza…. Constituyen su particular visión del mundo, nuestra particular concepción de la existencia y de nuestras relaciones con él. Ese conjunto de concepciones e ideas constituyen una verdadera «cosmovisión» del mismo.

Un aspecto esencial de toda «cultura humana» es su concepción del mundo, de la vida y del universo. Cada sociedad y cada época histórica tienen su manera particular de ver e  interpretar el mundo, su propia «cosmovisión». Toda sociedad tiene su propia “ideología”, es decir, un sistema de creencias y valores que comparten todos sus miembros. Cada sociedad considera su ideología como la única "cosmovisión" posible. Cada grupo humano, a través de sus sistemas de creencias, obtiene unas respuestas a las preguntas básicas de la existencia tales como: cuál es el origen del mundo y cuál es nuestra relación él. Las personas solemos aceptar de nuestra cultura las respuestas a esas preguntas sin cuestionarlas, de la misma manera que aceptamos nuestra lengua y nuestras costumbres.

Por otra parte, una «cosmología» es el conjunto de ideas sobre el Universo en su conjunto, en el que se incluyen teorías sobre su origen, su evolución, su estructura a gran escala y su futuro. La cosmología versa sobre la estructura y origen del universo y la naturaleza considerándolo como un todo. Nuestra concepción del mundo, de la vida, de nuestras relaciones con los demás y con la naturaleza no puede desgajarse del comportamiento ético. Aristóteles advirtió ya que los filósofos anteriores a Sócrates se habían centrado en la filosofía natural y en la cosmología más que en la ética.

En la cosmología clásica, caracterizada por una visión mecanicista y antropocéntrica del universo, y que en sus grandes trechos  de fondo ha perdurado prácticamente hasta nuestros días, las cosas no poseen valor intrínseco, sólo valen en función de su “utilidad”. El ser humano se presenta como dueño y señor de la naturaleza. Esa cosmología partía de un falso presupuesto: que podía producir y consumir de forma ilimitada, que el dinero representaba el mayor valor y que la competitividad y la búsqueda del propio interés nos llevarían a la felicidad. Esta cosmología llevó la crisis al ámbito de la ecología, de la política, de la ética y ahora de la economía.

Frente a esa cosmología clásica está emergiendo una nueva cosmología que ve el universo como el conjunto de sujetos inter-relacionales, todos inter-retro-conectados. Espacio, tiempo, energía, información y materia son dimensiones de un único gran Todo. El cosmos, incluyendo la Tierra, se muestra como un organismo vivo que se autorregula, se adapta y evoluciona buscando un nuevo equilibrio. Tanto el universo como la Tierra se muestran guiados por un propósito siempre favorable a la vida. Nosotros somos la parte consciente e inteligente del universo y de la Tierra. Por el hecho de ser portadores de estas capacidades, podemos enfrentarnos a las crisis e inventar nuevas formas de ser humanos, de producir, consumir y convivir que sean más favorables a la lógica de la vida y a las necesidades humanas.

La cosmología de la dominación, en crisis

Por Leonardo Boff

Hay un inmenso sufrimiento en todos los estratos sociales, sean ricos o pobres, producido por la actual crisis económico-financiera. Más que el asombro es el sufrimiento el que nos hace pensar. Es el momento de ir más allá del aspecto económico-financiero de la crisis y descender hasta los fundamentos que la provocaron. De no hacerlo así, las causas de la crisis seguirán produciendo crisis cada vez más dramáticas hasta que se conviertan en tragedias de dimensiones planetarias.

Lo que subyace bajo la actual crisis es la ruptura de la cosmología clásica que perduró durante siglos pero que ya no explica las transformaciones ocurridas en la humanidad y en el planeta Tierra. Esa cosmología surgió hace por lo menos cinco mil años, cuando empezaron a construirse los grandes imperios, ganó fuerza con el Iluminismo y culminó con el proyecto contemporáneo de la tecnociencia. Partía de una visión mecanicista y antropocéntrica del universo. Las cosas están ahí las unas al lado de las otras, sin conexión entre sí, regidas por leyes mecánicas. No poseen valor intrínseco, sólo valen en la medida en que se ordenan al uso humano. El ser humano se sitúa fuera y encima de la naturaleza, como su dueño y señor que puede disponer de ella a su gusto. Esa cosmología partía de un falso presupuesto: que podía producir y consumir de forma ilimitada dentro de un planeta limitado, que esta abstracción ficticia llamada dinero representaba el valor mayor y que la competición y la búsqueda del interés individual producirían el bienestar general. Es la cosmología de la dominación.

Esta cosmología llevó la crisis al ámbito de la ecología, de la política, de la ética y ahora de la economía. Las ecofeministas nos hicieron notar la estrecha conexión existente entre antropocentrismo y patriarcalismo, el cual ejerce violencia sobre las mujeres y la naturaleza desde el neolítico.

Felizmente, a partir de mediados del siglo pasado, proveniente de varias ciencias de la Tierra, especialmente de la teoría de la evolución ampliada, se está imponiendo una nueva cosmología, más prometedora y con virtualidades capaces de contribuir a superar la crisis de forma creativa. En vez de un cosmos fragmentado, compuesto de una suma de seres inertes y desconectados, la nueva cosmología ve el universo como el conjunto de sujetos relacionales, todos inter-retro-conectados. Espacio, tiempo, energía, información y materia son dimensiones de un único gran Todo. Incluso los átomos, más que partículas, son entendidos como ondas y cuerdas en permanente vibración. Antes que una máquina, el cosmos, incluyendo la Tierra, se muestra como un organismo vivo que se autorregula, se adapta, evoluciona y eventualmente, en situación de crisis, da saltos buscando un nuevo equilibrio.

La Tierra, según renombrados cosmólogos y biólogos, es un planeta vivo –Gaia– que articula lo físico, lo químico, lo biológico de tal forma que el resultado es siempre favorable a la vida. Todos sus elementos están dosificados de una forma muy sutil como solo un organismo vivo puede hacerlo. Solamente a partir de los últimos decenios, y ahora de manera inequívoca, da señales de estrés y de pérdida de sostenibilidad. Tanto el universo como la Tierra se muestran guiados por un propósito que se revela por la emergencia de órdenes cada vez más complejas y conscientes. Nosotros mismos somos la parte consciente e inteligente del universo y de la Tierra. Por el hecho de ser portadores de estas capacidades, podemos enfrentarnos a las crisis, detectar el agotamiento de ciertos hábitos culturales (paradigmas) e inventar nuevas formas de ser humanos, de producir, consumir y convivir. Es la cosmología de la transformación, expresión de la nueva era, la era ecozoica.

Necesitamos abrirnos a esta nueva cosmología y creer que aquellas energías (expresión de la suprema Energía) que están generando el universo desde hace más de trece mil años están también actuando en la presente crisis económico-financiera. Ellas ciertamente van a forzarnos a un salto de calidad rumbo a otro modelo de producción y de consumo, que efectivamente nos salvaría, pues sería más conforme a la lógica de la vida, a los ciclos de Gaia y a las necesidades humanas.

Fuente: L. Boff y otros materiales


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