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LA «CULTURA» HUMANA: UN SALTO CUALITATIVO EN LA EVOLUCIÓN

De la evolución biológica a la evolución cultural.

Como se ha visto anteriormente el ajuste de cualquier organismo a su entorno resulta clave para su supervivencia. La vida inventó dos procedimientos de adaptación y transformación del medio: uno lento que requiere millones de años, el genético; y otro que puede cambiar a la velocidad que convenga, el cultural.

El ser humano es una compleja realidad en el que podemos reconocer la coexistencia de diversas dimensiones: física, biológica, psíquica, espiritual, cultural, social, histórica… que han ido evolucionando, transformándose y desarrollándose progresivamente a través de dos grandes procesos íntimamente relacionados: el proceso de “hominización” y el proceso de ” humanización”, hasta llegar al estadio en que actualmente nos encontramos.

Como sucede con el resto de los demás seres vivientes, la historia de nuestra especie es la lucha por adaptarse a las exigencias del “medio”. Sin embargo, la especie humana, a diferencia de otras especies, se adapta construyendo su propio equipo, un “equipo“ que no es fisiológico o biológico sino sobretodo “cultural”. Pero frente al medio no reacciona solo, individualmente, sino que responde a él agrupándose con otros hombre; para ello se organiza en “sociedad”. La especificidad de la adaptación humana al medio reside sobretodo en su dimensión psicosocial. La “cultura humana” constituye el bagaje, el equipaje, el andamiaje de tipo no biológico sino cultural, de que cada grupo humano se ha dotado para afrontar las exigencias del medio, para adaptarse y sobrevivir en el medio, dando lugar a una amplia gama y variedad de culturas y civilizaciones humanas.

En este arduo y laborioso proceso cuantos conocimientos ha alcanzado ya no los puede transmitir a su prole por herencia genética sino mediante “enseñanza” y “aprendizaje”. Originariamente la Educación surgió con la finalidad de enseñar a sobrevivir, de enseñar a desenvolverse en el medio, a menudo un medio inhóspito, con la misma eficacia o más que las demás especies. La cultura, la cultura creativa humana, finalmente superó la eficiencia de los animales. Sin embargo, el presente texto relativiza la posición central que desde una perspectiva zoológica a veces se pretende dar a nuestra especie dentro de la historia de la evolución.

En el presente texto se analiza la diferencia entre la evolución biológica y la evolución cultural. Los humanos, igual que el resto de las especies animales actuales, fuimos el resultado de un largo proceso de evolución. Se podría decir que el último capítulo de esta evolución biológica, al menos con respecto a nuestra especie, fue el proceso de hominización, aquel conjunto de transformaciones biológicas y psicosociales que llevaron a los antiguos primates a evolucionar hasta llegar al homo sapiens sapiens, es decir, los humanos actuales. Pero, llegados a este punto, y afirmándolo sin demasiada rotundidad por el relativamente corto tiempo que ha transcurrido hasta ahora, se podría decir que la “evolución biológica” se detuvo en los humanos y fue sustituida por la “evolución cultural”.

Jacques Ruffié, en su libro De la biología a la cultura, compara la evolución biológica y la evolución cultural. Según él, la primera transcurre de una manera lenta y se rige por el azar, sin plan ni finalidad premeditada alguna. La segunda es rápida y efectiva, dirigida por la intencionalidad humana hacia objetivos conscientes y claramente definidos. Al contrario, el beneficio que comporta la lentitud azarosa de la evolución biológica está en el carácter fijo e irreversible de sus adelantos; mientras que una extrema fragilidad es el precio que debe pagar la evolución cultural por su eficacia y rapidez. Dado el caso de la desaparición de todas las abejas, una sola pareja de supervivientes bastaría para regenerar toda la especie manteniendo todas las habilidades necesarias para continuar construyendo panales perfectos y fabricando riquísima miel. Si una catástrofe nuclear eliminara la especie humana, y pudiera sobrevivir un pequeño grupo de niños todavía no escolarizados, todo el camino cultural y civilizatorio recorrido hasta ahora habría vuelto atrás. Haría falta empezar de nuevo, de tal forma que, siendo optimistas, esta vez no llegaríamos a tan triste final.

1. La especificidad de la especie humana reside en su dimensión psicosocial

Todo lo que sabemos sobre el origen del hombre muestra que tanto su aparición en la tierra como el lugar que ha ocupado en el mundo viviente son hechos ante los que no podemos maravillarnos. Es un "mono desnudo", fruto inicial de un accidente cromosómico, que a través de una serie de eslabones dio lugar al hombre. Hay que reconocer que ninguna de las adquisiciones orgánicas de los homínidos fue revolucionaria ni demasiado original. Todas existían, al menos esbozadas, en los grupos precedentes. Los homínidos no son más que una nueva línea entre muchas otras, y peor pertrechada que la mayoría de ellas. Si el hombre sólo hubiera podido contar con sus cualidades biológicas, habría ocupado, de haber sobrevivido, un lugar muy modesto en la fauna de finales del terciario y del cuaternario. No hubiera llegado a cambiar la faz de la tierra.    

La originalidad del hombre no debe buscarse en lo «zoológico» en el sentido tradicional sino en lo «psicosocial». Gracias al desarrollo del cerebro y a la liberación de la mano, la especie humana adquirió el alto nivel de conciencia reflexiva que hizo posible la aparición de un medio de comunicación lógica el lenguaje conceptual y que permitió la organización de sociedades cada vez más complejas y más logradas.

2. La «cultura», una herramienta al servicio del desarrollo de la humanidad

La “sociedad” representa el instrumento más eficaz para la adquisición, la conservación, el desarrollo, la difusión y la utilización del conocimiento. El saber se ha colectivizado. Todas las experiencias individuales se funden, a través de las generaciones, en una masa común, en una «cultura» que apenas esbozada en los otros grupos, forma en el hombre los cimientos de la sociedad. El hombre “culturizado” no solamente incrementa sus posibilidades de acción sobre el medio en proporciones casi ilimitadas sino que rompe la selección natural. Ésta ya no ejerce ninguna influencia en él puesto que la cultura puede responder de forma eficaz y rápida a las dificultades ecológicas. Ante una exigencia, su inteligencia habrá respondido eficazmente mucho antes que la selección natural tenga tiempo de hacer su labor.

Pero la cultura supera su función adaptativa. El espíritu humano no se conforma con encontrar soluciones a los problemas inmediatos e imagina problemas futuros. Lo racionaliza y lo intelectualiza todo. Cuando el origen de un fenómeno no está claro, inventa una explicación. Así nacen mitos y religiones. El hombre modifica su entorno físico y crea su entorno cultural: tras escapar a las reglas de la selección natural inventa sus propias reglas y crea una moral que podrá alterar pero de la cual ya no podrá salir. Las reglas socioculturales se observan en todas las sociedades, incluso en las más primitivas: son indispensables para su equilibrio, para su integración, y para la armonía del grupo. Mito, moral y religión son rasgos específicamente humanos. Las sociedades de animales más perfeccionadas no son más que un pálido esbozo de la sociedad humana, aunque la anuncien y la prefiguren.

3. La transición de lo biológico a lo cultural

Para entender cómo se ha podido operar la transición de lo biológico a lo cultural, hay que tener en cuenta el papel de lo innato y de lo adquirido en el comportamiento animal. La conducta de cualquier ser vivo está constituida por dos series de elementos estrechamente unidos. Unos son innatos, y están inscritos en el patrimonio hereditario -y varían con la especie, la raza, la descendencia, e incluso con el individuo-; los otros son adquiridos, como por ejemplo el aprendizaje, la educación, y dependen de la sociedad en la que vive el individuo. Si consideramos la evolución filogénica, lo innato predomina en las especies inferiores, las más antiguas y lo adquirido domina en las especies superiores, las más recientes. Esta tendencia se observa en todos los niveles taxonómicos, pero sobre todo en los vertebrados, y en particular en los primates: culmina en el hombre. Desde luego, si la evolución ha favorecido progresivamente en todos los grupos lo adquirido en lugar de lo innato, es porque esta transferencia ofrecía una ventaja selectiva. Va a la par con el desarrollo del sistema nervioso que es el soporte de las funciones psíquicas, y será rica en consecuencias.

En la historia de los homínidos la evolución biológica disminuye a medida que se desarrolla el patrimonio cultural. La transferencia de lo biológico a lo cultural es progresiva, pero se acelera a medida que se desarrolla la masa de conocimientos. A partir de un cierto estadio, la historia nos enseña mucho más sobre la evolución de las sociedades que la paleontología. El mobiliario encontrado en una tumba nos informa mejor sobre la naturaleza, el origen, el modo de vida y la estructura social del grupo humano que los huesos por sí mismos. En el estadio sapiens, un simple instrumento lítico es portador de múltiples informaciones; un cráneo o un diente son mucho menos significativos. Los instrumentos elaborados por el hombre permiten definir con mayor precisión a un grupo o a una época que los restos orgánicos. La prehistoria divide el tiempo e identifica los pueblos en términos de industrias y no de especies o de razas.

Una vez llegado al estadio sapiens, el hombre ya no evolucionará, o mejor dicho su evolución no se situará a nivel orgánico sino a nivel psicosocial. La adaptación ya no es genética sino cultural; la especie humana ya no se subdivide en subespecies o en razas sino en etnias, es decir en grupos culturales que son, en el terreno psícosocial, lo que razas o especies son en el campo biológico. A partir de este momento la historia de la humanidad estará marcada por una extraordinaria diversificación de culturas que dividirá a la especie humana en múltiples grupos.

4. De la diversificación cultural originaria a la uniformización cultural actual

Por otro lado, la diversificación cultural que constituía la originalidad de la humanidad y remplazaba, a nivel psicosocial, la diversificación biológica, tiende a desaparecer hoy en día. Dos o tres siglos atrás una cierta coyuntura histórica empezó a imponer la cultura occidental europea como cultura dominante, a un sector cada vez mayor de la especie humana. El avance tecnológico de occidente y las condiciones que reinaron durante todo el período industrial (que fue también el período colonial) dieron una mayor amplitud a este movimiento y después de las transformaciones económicas y políticas que tuvieron lugar tras la Segunda Guerra mundial, muchas culturas tradicionales iniciaron un rápido proceso de desaparición. Para el grupo humano, este empobrecimiento cultural es tan peligroso como lo es el empobrecimiento genético para un grupo animal: tanto si se sitúa a nivel biológico como a nivel cultural, el monomorfismo comporta los mismos peligros.

Desde hace algunos años se intenta proteger a las especies en vías de desaparición. Haría falta proteger las culturas amenazadas con la misma preocupación, ya que su multiplicidad constituye la riqueza de la humanidad y su garantía de supervivencia.

JACQUES RUFFIÉ: De la biología a la cultura. Muchnik Editores, Barcelona, 1982, pp, 278-285.
Adpatació a partir de Filosof(es) http://www.xtec.net/~asarbach/
Evolución biológica y evolución cultural.

 
 
 
 

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